Capítulo 24
DURANTE la semana, recibí varias llamadas de Ethan, pero no las respondí. Necesitaba tiempo para atreverme a hablar con él, para mirarlo a los ojos y decirle todo lo que guardaba en mi corazón.
La universidad se había convertido en un excelente refugio, me iba muy temprano como siempre, y comencé a regresar tarde. Incluso más tarde que Javiera. Me mantenía en los jardines de la universidad o en la biblioteca, hasta que por poco me echaban del lugar, con tal de poder evitar tener que llegar con luz de día a mi casa y ver el hogar de quien era mi mayor problema, en ese minuto. No quería tiempo para pensar en lo sucedido, ni menos deseaba toparme con Ethan a mi regreso. No estaba lista para encararlo. Fuera por lo que fuera lo que le decía a Javiera que tenía que hablar conmigo, no estaba preparada para escucharlo. Las palabras de Vicky en mi mente, “míralo a él y mírate tú” eran muy hirientes y humillantes. De hecho, ni siquiera había sido capaz de contarle eso a Javiera, ya que, por más que me doliera hasta el alma lo que Vicky me había dicho, creía que tenía razón. Desde un principio supe que un hombre tan guapo como él era la pareja perfecta para ella. Nunca había terminado de entender cómo Ethan se había fijado en una nerd como yo. Había soñado con que era todo perfecto, le había incluso creído que me encontraba bonita, pero en mi soledad y mis confesiones conmigo misma no me engañaba de nuevo fingiendo que eso era cierto. Una nerd como yo, como mis compañeras de colegio me decían, nunca podría tener a un galán como novio, no, a menos que fuera un juego.
Mi madre me había llamado como de costumbre para saber cómo estaba y cómo iba todo con Ethan, y, con un nudo en la garganta, le tuve que mentir diciéndole que se encontraba todo bien. Aunque quería sonar como la mujer fuerte, segura e indiferente con respecto a los hombres, escuchar a mi madre tan alegre por mí, gracias a Ethan, era sencillamente deprimente. No había sido capaz de decir en voz alta que lo nuestro había terminado, que Ethan y yo éramos historia y que mi corazón había quedado destrozado.
Escondida entre mis cuadernos, después de la charla que tuve con mi madre, me trataba de convencer de que, en una de ésas, no le había mentido del todo, ya que, si lo analizaba, el hecho de no ver a Ethan desde el día de lo ocurrido daba para pensar que lo nuestro aún no se terminaba formalmente. Como fuera, mediante el transcurso de los días, poco a poco me fui acostumbrando a la idea de que, en un futuro, hablaría con Ethan y le diría todas las cosas que tenía en mi mente, toda la rabia que sentía por haberme engañado y oiría aquella excusa que quería darme, si es que en realidad era eso y no algo peor. Algo como: lo siento, pero nunca pensé que realmente creyeras que me gustabas.
El miedo y la incomodidad de tener que enfrentarlo se fueron haciendo cada vez más fáciles de sobrellevar. Aquella semana, oculta entre mis quehaceres de la universidad, todo se me había hecho más sencillo de lo que pensaba. Mientras estuve inmersa en mis estudios y trabajos, no tenía tiempo para sufrir y lamentarme. Estaba cubierta por una burbuja de obligaciones.
El dilema era que ya era viernes, la materia para mis exámenes me la sabía casi al revés y al derecho, y Javiera me había pedido que desde ese día en la tarde hasta el domingo en la noche estuviera con ella en vez de con mis libros. Preocupada por mí, me dijo que sabía perfectamente lo que estaba haciendo y que no me dejaría proseguir el fin de semana, que la vida continuaba y que, tarde o temprano, iba a tener que lidiar con lo que ambas sabíamos. Por supuesto que cuando Javi me comentó eso, me hice la desentendida y le dije que no sabía de qué me hablaba y que no tendría ningún problema en dejar mis cuadernos de lado por dos días y una noche. Esta promesa para el fin de semana se veía muy fácil de cumplir el miércoles, pero el viernes, cuando al fin tuve que empezar a cumplirla, me pareció que las horas no pasaban nunca y que esos días serían, de verdad, una eternidad muy difícil de soportar. Descubrir, lo que había logrado congelar en la semana, seguía ahí, intacta y dura, y estaba segura de que si no ocupaba mi mente al cien por ciento, tendría espacio suficiente para comenzar a derretirse en mi interior, acarreando, con ello, memorias de un cuento sin finalizar.
Cuando Javiera llegó, poco después que yo, mis manos y mi mente ya estaban siendo ocupadas por una nueva receta de cocina que estaba leyendo desde mi computador.
Ya en la cocina, entre ollas, sartenes y verduras por todas partes, Javiera se acercó a saludarme. Se lavó las manos y comenzó a pelar una cebolla.
—¿Qué haces? —pregunté, irritada.
—Te ayudo. ¿Qué crees?
—Ah, gracias, pero no tienes que hacer eso. Puedes ir a ver una película si quieres y, cuando tenga la cena lista, te llamo. Me va a tomar un tiempo, así es que puedes ver lo que quieras.
—No quiero ver una película. Quiero estar contigo y ayudarte para que terminemos luego. Me muero de hambre.
Con una sonrisa fingida, le pasé la otra cebolla de la que me había apoderado, para que me pudiera ayudar.
No es que no quisiera su compañía, era sólo que necesitaba gastar las horas rápido y, mientras más me demorara en cocinar, más tarde estaríamos cenando y, por ende, más pronto llegaría la hora para acostarme. Tenía que hacer cosas, mantenerme ocupada, y cocinar algo nuevo había sido una muy buena idea, hasta que Javiera decidió darme una mano para terminar pronto.
Debido al nuevo horario que me hice durante la semana, Javi y yo no habíamos tenido tiempo de hablar de lo que cada una hizo en su universidad, así es que, de espaldas a mi amiga, trabajando sin apuro, escuché atenta su lista de trabajos que tuvo que hacer con sus compañeros y el recuento de las anécdotas de la semana.
Colores, materiales, cortes de maderas, herramientas y varias otras palabras llenaron mi mente plácidamente. Nuestra conversación llevó un ritmo armonioso y seguro que creía poder prolongar por varias horas si era necesario para que Javi no me preguntara por mí. El rostro apenado y seco que llevaba por días, fue enmascarado por una feliz sonrisa cuando nuestras miradas se topaban. No quería que Javiera me viera apenada, ni menos que parara de hablar de ella para que no se motivara a retomar mi tema inconcluso. Ya había trascurrido una semana desde lo ocurrido con Ethan y, así como ella dio rápidamente vuelta la página con Logan, yo tenía que hacer lo mismo con mi vecino. Era una mujer fuerte y se lo tenía que demostrar.
Con la cena servida en la mesa y nuestros vasos llenos de bebida, tomamos asiento en el comedor. Mi mirada fija sobre el plato, evitaba inquieta la mirada de Javiera. Podía saber lo que estaba pensando, pero quería impedir que dijera algo. Mi silencio no le ayudaría a iniciar aquella conversación y creí que, con eso, ella intuiría que no deseaba hablar del tema que estaba segura ella quería retomar.
—Sabes que no puedes seguir así ¿cierto? —masculló Javi, rompiendo el silencio, con cara de reproche.
—No sé de qué hablas —dije, haciéndome la desentendida, y luego me metí el tenedor con comida a la boca.
—Sabes perfectamente a lo que me refiero, Allison. Tienes que ir a hablar con Ethan.
—Mmm —tragué—. ¿Por qué no cambiamos de tema? ¿Qué tal si hablamos de películas mejor? Supe que salió una muy buena en el cine. Si quieres podemos ir mañana —la miré, esperanzada en que quisiera seguir mi conversación.
—¡No me vas a cambiar de tema, Allison! No te voy a dejar de molestar hasta que hables con Ethan. No puedes dejar las cosas así. Es nuestro vecino. Tarde o temprano lo vas a tener que ver. Vamos a vivir acá por años.
Dejé mi tenedor y mi cuchillo apoyados sobre el plato y me levanté de la mesa. Sabía que tenía razón, pero no estaba lista para enfrentarlo y no quería discutir con ella.
—Ya no tengo hambre y estoy muy cansada. Me voy a acostar. Buenas noches.
Con el rabillo de mi ojo, vi que Javi sacudía su cabeza, reprochando mi conducta. Tal vez yo no era tan madura y adulta como creía que era. El miedo a oír algo peor, el miedo a ponerle fin a lo mío con Ethan, me tenían paralizada. No podía ir a verlo. No todavía.
Encerrada en mi dormitorio, tirada sobre la cama, leía un nuevo artículo sobre el físico Stephen Hawking, cuando Javi llamó a mi puerta.
—Allison, ¿puedo entrar?
Me puse de pie y le abrí. Javi agarró la revista que había sacado de la biblioteca y se sentó en el suelo con ella, apoyando su espalda contra la pared, y luego le echó una rápida ojeada sin ningún interés. Me senté en la cama y esperé tranquila a que la dejara de lado.
—Amiga, tienes que dejar de hacer esto —soltó la revista en el suelo—. Me refiero a encerrarte y a arrancar de Ethan. Necesitas ir y hablar con él de una vez por todas o nunca podrás saber realmente qué pasó. Mal que mal, Ethan no estaba en el dormitorio con ella, ¿recuerdas?
—Lo sé, y lo voy a hacer, pero no hoy.
—¿Mañana?
—Pronto. Es que no sé cómo mirarlo a los ojos.
—Tienes que ir a su casa, tocas la puerta, te paras bien derecha y le dices que estás ahí para escuchar de una vez por toda lo que quiere decirte. Ethan me tiene agotada con sus llamadas y visitas. Te juro que si no vas este fin de semana, lo voy a traer yo para que, aunque sea desde el living, te grite lo que quiere decirte. Ese hombre puede ser muy persistente y testarudo ¿sabías? Y estoy segura de que no me va a dejar de hinchar hasta que logre convencerte de que hables con él. Tienes que ir a verlo, por favor, por tu bien y por el mío también —sonrió.
Me quedé callada un rato mientras le daba vueltas al asunto. Echaba tanto de menos estar con Ethan que lo único que quería en el fondo era verlo, pero no para discutir, no para los propósitos que se suponía que lo debía ver. Lo amaba y no estaba segura de ser capaz de mantenerme fuerte e indiferente ante su mirada. No estaba convencida de poder rechazarlo. No quería perdonarlo, si lo que Vicky me dijo era cierto, pero no sabía si sería lo suficientemente fuerte para hacer eso. Estaba enamorada y rechazarlo era un dolor demasiado grande. Siempre fue difícil pelear y rehusarse a sus encantos, y más lo iba a ser ahora cuando ya se había apoderado de mi corazón.
—Si no vas, no vas a saber qué pasó —repitió Javiera, tratando de convencerme de que fuera a hablar con Ethan.
Tenía razón, si no lo veía, nunca escucharía su justificación y mi corazón seguiría en el tintero sin poder perdonar ni odiar. La amargura y el cansancio mental me estaban devorando. Javi estaba en lo cierto, debía ir a verlo.
Me puse de pie.
—Está bien, voy a ir a hablar con él.
Javiera abrió sus ojos azules como platos grandes y brillantes, dejando traslucir su entusiasmo y nerviosismo en ellos. Me hice un moño con un elástico y caminé nerviosa en dirección a la casa de enfrente.
Me encontraba afuera de la puerta de la casa de Ethan, con un dolor en el estómago y con una tembladera de rodillas que traicionaban mi falso rostro de serenidad. Parecía como si me acercara al juicio final. Toqué a la puerta y, mientras esperaba que alguien me abriera, miré hacia mi casa, y vi la nariz de Javi asomada por la puerta. Al darse cuenta de que la miraba, sacó su pulgar hacia afuera, dejándome saber que estaba bien lo que estaba haciendo.
De repente Kely se asomó. Lucía despeinada, acalorada, y traía puesta una bata de seda. Era obvio que no estaba sola.
—Allison, hola ¿cómo estás? Pasa —dijo, con una sonrisa cálida, chequeando de inmediato que su bata estuviera bien cerraba.
—Hola, Kely. No te preocupes, nada más quería saber si Ethan se encuentra. Me gustaría hablar con él.
—No está. Pero pasa un segundo por favor. Me gustaría hablar contigo también unos minutos.
Accedí a su invitación, ya que Ethan no estaba ahí adentro. Mi idea era quedarme afuera, escuchar lo que él quería decirme e irme. Pero ya que no se encontraba, entré intrigada para saber lo que podía querer decirme Kely.
—Dame un segundo ¿sí? Vengo enseguida —musitó Kely y me hizo una señal para que me sentara en el sofá, mientras se perdía por el pasillo a su dormitorio.
—Oye, puedo volver después si estas ocupada —exclamé, incómoda, pues sabía que había alguien en su dormitorio esperándola.
—¡No, quédate ahí, no te vayas! Necesito hablar contigo. Ya voy —le escuché exclamar, antes de cerrar la puerta de su dormitorio.
Me acerqué al sillón cada vez más preocupada. No creía que Kely quisiera disculparse por su amiga. No era su culpa lo que Vicky y su hermano habían hecho, pero no se me pasaba por la mente de qué otra cosa podría querer hablar.
Algo desorientada con la situación, finalmente tomé asiento en el sofá, el mismo en el que tuve mi primer e inolvidable beso con Ethan.
—Ya. ¿Quieres un vaso de jugo o algo? —preguntó Kely al volver al living un poco más arreglada y compuesta.
—Estoy bien, gracias.
Kely se sentó a mi lado y me miró directo a los ojos con gesto de preocupación.
—Ethan ya no vive acá. Se mudó ayer... me contó lo que pasó con Vicky.
Mi cabeza comenzó a dar vueltas, tratando de encontrar respuestas.
—¿Por qué se fue y a dónde? —pregunté, preocupada y asustada, sin imaginar a dónde se podría haber marchado y si lo iba o no a volver a ver.
—No sé si Ethan te contó o no alguna vez por qué vivía acá.
Asentí con la cabeza, recordando cuando Ethan me dijo que ella había tenido una mala relación y que por eso él se había mudado con ella, para ayudarla.
—¿Qué fue lo que te contó?
—Que Ethan vivía acá para apoyarte —respondí, tratando de decir lo correcto sin herir a nadie.
Kely sonrió y agachó la vista.
—Allison, necesitas hablar con mi hermano. Eres una buena mujer y vas a entender lo que pasó cuando hables con él. Pero tienes que darle una oportunidad, por lo menos para que te explique lo que viste. Creo que todo esto es un grave mal entendido y creo que parte de la culpa es mía por dejar a mi amiga volver a involucrarse con mi hermano. Vicky es mi amiga y la quiero mucho, pero a veces hace cosas que me hacen olvidar el porqué la sigo aceptando. Allison, Ethan... tuvo un relación con ella, y no digamos que tuvieron un final feliz —Kely respiró profundo y se mantuvo atenta a mi expresión—. Supongo que no sabías eso... ¿Sabes?, creo que ya te he dicho más de lo que me corresponde. Allison, sé que te mereces una explicación y también sé que mi hermano te la quiere dar, si le das la oportunidad. Todos nos equivocamos alguna vez y por ende creo que todos merecemos una segunda oportunidad. Por favor, tienes que ir a verlo, escúchalo primero y después saca tus conclusiones. Ethan te quiere mucho. Nunca lo había visto así con nadie. Tienes que ir a verlo. Por favor.
Mi corazón saltaba a mil, no comprendía nada.
—¿Estuvo o tiene una relación con Vicky? ¿Ethan se mudó con ella?
Kely tomó de mis manos.
—Tuvo, eso es pasado. Y por ahora está en un hotel. Prométeme que lo vas a escuchar.
De un momento a otro mi mente estaba llena de preguntas ¿Por qué Ethan me mentía? ¿Por qué me engañó con Vicky y por qué jugó conmigo? ¿Por qué...?
—Por favor, Allison, hazme ese favor, como amiga o como vecina. Prométemelo. No te imaginas la semana que ha tenido al no poder hablar contigo. Por lo menos piénsalo, y si quieres un poquito a mi hermano ve a buscarlo para escucharlo. Esto no es únicamente su culpa, es mía y de Vicky también. Él, por no haberte contado todo desde un principio, y yo, por dejar a Vicky volver a involucrarse con Ethan. Todo esto es un enredo grande, pero te juro que se puede desenredar si tú lo dejas explicarte.
—¿Por qué no me dijo que tuvo un relación con Vicky? —pregunté, en voz alta, cuando pensé que lo decía en mi cabeza.
—Habla con él. Toma, ésta es la dirección en donde se está quedando por ahora. Mañana de seguro lo vas a encontrar.
Me masajeé la frente con mis manos, ocultando mi rostro de Kely. Era mucho que procesar, mucho que entender. Kely seguía con el papel en sus manos, esperando a que yo lo recibiera. La miré y, un poco indecisa, agarré el papel y salí de ahí, rogando por no arrepentirme de hacerle caso. Había ido a su casa a buscar respuestas y me había encontrado con más preguntas.
De regreso en mi casa, me encontré con Javiera, quien estaba sumamente intrigada. Me senté con ella y le conté el encuentro con Kely. Ya la torre de preguntas que acumulaba estaba llegando demasiado alto. A primera hora iría a enfrentar de una vez por todas a ese mentiroso.
Entre lágrimas que rozaban mi mejilla, de rabia, pena, dolor y confusión, finalmente logré quedarme dormida. Iría a terminar la relación. Ethan y yo nos merecíamos un final de una vez por todas.