Capítulo 16
SU casa estaba completamente a oscuras, incluso estaba oscuro el pasillo que daba a su dormitorio y al de su hermana. No había nadie en su hogar. Ethan dejó sus llaves sobre la mesa del comedor, prendió las luces del comedor y las del living y, casi como un rayo, se acercó a sacar la foto que había llamado mi atención hace no mucho rato atrás. La ocultó tras su espalda y me invitó a tomar asiento.
—¿Por qué no te gusta esa foto?
—Hay otras mejores —señaló mientras ocultaba el portafoto detrás del televisor.
—¿Eres tú el niño de la foto? —pregunté, sorprendida al pensar que eso fuera cierto. Ethan tan guapo, seguro de sí mismo, magnético para las mujeres, ¿podía ser él realmente? A simple vista distinguí a ese pequeño niño de la fotografía con un parecido con mi estupendo vecino, pero no me imaginaba que su transformación hubiera sido tan brusca.
—¿La viste?
—A lo lejos.
Ethan exhaló el aire que tenía guardado en sus pulmones, soltando con él un cansancio y una desilusión.
—Qué tal si te olvidas de la foto y te traigo algo de tomar, ¿ah?
Hubiese seguido insistiendo en saber más de la fotografía y de aquel niño que al parecer se había trasformado en alguien completamente diferente, pero mi objetivo estaba en sacarle la información de Logan. No iba a permitir que el nuevo novio de mi amiga le hiciera daño y, para eso, tenía que saber qué es lo que ocultaba aquel hombre.
Ethan se acercó a la cocina y yo, luego de pedirle el baño, seguí de largo para lavarme las manos y chequearme un poco en el espejo.
Con una copa larga y delgada a medio llenar, me senté en la orilla del sofá, tratando de mantener una distancia prudente desde donde Ethan había tomado asiento. Me acomodé cruzando las piernas, e Ethan hizo lo mismo, pero acercándose un poco más a mi lado. Me ladeé hacia un costado para tenerlo en mi vista.
—Por tu primer auto. ¡Felicitaciones, Allison! —chocó su copa con la mía y, a continuación, bebimos un pequeño sorbo de exquisito y espumoso champán.
—¿Sabías que científicos señalan que la forma del recipiente en que se sirve la champaña afecta la cantidad de burbujas que contiene la bebida y, por ende, se experimenta un cambio en su sabor según la forma de la copa que la contiene?
—No tenía idea. Pero ahora lo sé. ¿Está bien entonces que te haya servido en esta copa o prefieres en una de las más gruesas y grandes? —preguntó, indeciso, debatiendo entre pararse a cambiar la copa o quedarse ahí.
—¡Ésta está perfecta! La concentración de dióxido de carbono y etanol hacen que... perdón, te estoy aburriendo ¿no? De repente me vuelo y...
—Para nada, Allison, me encanta que sepas cosas que yo no. ¿Qué pasa con el dióxido de carbono y el etanol? —Ethan arrugó su entrecejas, demandando, fascinado, una explicación.
—Bueno, es que la concentración de ellos es la que forma las burbujas y produce más espumas en las copas más alargadas como ésta. Y gracias a ello los aromas ascienden, con lo que se obtiene un resultado más intenso en la degustación y el olfato. Así es que por eso la copa que elegiste fue la perfecta —sonreí—. Muchas gracias, Ethan. Y gracias también por acompañarme y probar el auto conmigo. No hallo la hora de ir a buscarlo. El color me encantó y menos mal que la señora se quiso bajar con el precio. Mis padres van a estar tan felices por mí. Al fin no les volveré a pedir su auto —me reí, recordando aquellos momentos en que me arrodillaba en vano, para pedirles que me prestaran el auto para ir a mis clases.
Envuelta en mis recuerdos, volví a fijar la vista en Ethan que me miraba fijamente. Tomé otro sorbo de champaña, un poco más largo que el primero.
—Tranquila, que no has comido en un rato. ¿No querrás que después te tenga que llevar en brazos a mi cama? —dijo, con una mirada divertida—. Déjame traer algo para picar.
—No te preocupes, será solo una copa y me voy. Tengo clases mañana y me tengo que levantar temprano. Además, necesito que tu boca esté vacía para que me cuentes qué pasa con Logan —dije, soltando la copa de mis manos, y apoyándola en la pequeña mesa con las fotos. Estaba un tanto avergonzada por su comentario.
—Lo siento, pero tengo hambre, así es que vas a tener que ser paciente si quieres que conversemos del tema.
Ethan se levantó del sofá sin mi aprobación, y se dirigió a la cocina a sacar una tabla de madera para picar un queso Monterey Jack, algunas aceitunas y tomates, y, por último, sacó unas galletas de coctel para acompañarlas con los ingredientes que tenía. Estando a su lado, ayudándolo a preparar la pequeña merienda, parecía como si Ethan y yo nos conociéramos de toda una vida. Él sacaba los pocillos, las servilletas y preparaba unas salsas, mientras yo picaba los tomates y el queso. No comprendía muy bien cómo las cosas habían dado tal giro. Mi amiga, que había quedado derretida frente a Ethan en el supermercado, la primera vez que lo vimos, estaba saliendo ahora con el amigo de él, que, para más remate, al parecer, no era buen tipo y yo entonces tendría que alejarlo. La vida traía muchas vueltas, pero en ninguna de ellas imaginé que me estaría celebrando la compra de mi primer auto con aquel joven que a primera vista a Javi le había gustado, y yo había odiado. De hecho, creo que nunca me imaginé siquiera estar celebrando la compra de mi auto. A lo más me hubiera imagina una cerveza con mi amiga y un paseo en auto, sería todo. En cambio, en ese minuto, estaba en la casa de un hombre súper atractivo, preparando un tentempié para comer algo junto a él, además de estar tomando champaña, sin siquiera aún tener el auto en mi poder. Era ridículo. Debería estar preparándome para dormir. Quizás Javi iba a llegar pronto con Logan y yo... Logan, repetí el nombre en mi cabeza. Precisaba saber qué tipo de hombre era. Después de todo, no pagaba arriendo porque había quedado en ayudar a mi amiga si lo necesitaba. Debía averiguar como fuera el secreto que Ethan tenía escondido. Por el cariño a mi amiga y por mi palabra que le di a su tía.
Acomodamos los platos y mi copa de champaña, sobre la mesa que Ethan trajo de su dormitorio, y nos volvimos a acomodar en el sillón. Esta vez, yo estaba con la mente enfocada en lo que me mantenía ahí. Los nervios de un principio se habían trasformado en seguridad. Estaba ahí por mi amiga.
Agarré un queso con una galleta y me lo eché a la boca. Entre mordiscos, Ethan aprovechó el instante para echar más champaña sobre mi copa. Con una sonrisa de orgullo, después de lograr rellenar mi vaso, apoyó la botella en el suelo. Esta vez no alcancé a detenerlo, pero estaba loco si pensaba que podría llenar mi copa nuevamente.
—Allison, quería explicarte lo que pasó el otro día —señaló estirando su brazo y apoyándolo sobre la parte superior del sofá.
No tenía idea de qué estaba hablando. Mis ojos deambularon de un lado a otro buscando algún tipo de aclaración.
—Me refiero al otro día en que salimos a cenar. Cuando te dije que era distinto y luego llegamos a la casa y Vicky y Natalia estaban acá. Sé que pensaste que yo tenía una fiesta esperándome o algo por el estilo. Pero la verdad es que no tenía ni la menor idea de que mi hermana las había invitado y que me estaban esperando para salir.
Ethan me observaba tenso. Esperando una reacción de mí parte.
—No tienes por qué darme explicaciones, Ethan.
—Sé que no, pero quería dártelas, para aclarar lo que realmente pasó.
¿Qué situación exactamente quería que entendiera? ¿Que no es su culpa que las mujeres lo estén esperando en fila para que él salga con ellas, y que no es culpa suya ser tan buenmozo y que provoque el hostigamiento femenino? Agarré una aceituna y un pedazo de tomate y me lo eché a la boca para darme tiempo de tragar la rabia que inexplicablemente sentí.
—¿No me vas a decir algo?
No debería haberme preguntado eso, pero ya que lo había hecho...
—Pobrecito tú que te esperan para salir ¿no? ¿Tenías que ir a entretener a las amigas de tu hermana?
—¿Qué? No, no. Creo que entendiste mal. Lo que quise decir fue que no quiero que pienses que te invité a salir y que después tenía otra cita o algo por el estilo planeado. Porque no fue así. Llegamos devuelta mucho antes de lo que yo hubiese querido, y fue una completa sorpresa para mí que me estuvieran esperando para salir. Allison, quiero que me conozcas mejor, que te saques esa mala impresión que, por algún raro motivo que me encantaría saber, tienes sobre mí —se resbaló en su sillón unos centímetros hacia a mí y yo, aturdida por su esclarecimiento, me levanté por otra servilleta. Ethan hizo una mueca con su labio. Parecía impaciente.
—Necesito otra servilleta —le informé, ya salvo en la cocina.
La sangre en mi cuerpo corría a mil. Tener a Ethan tan cerca y estando yo tan vulnerable, por la felicidad que traía por la compra de mi auto nuevo, más la segunda copa de champaña, con un estomago casi vacío, fácilmente podría llevarme a los brazos de aquel hombre que me miraba tiernamente.
Tratando de darme más tiempo a solas, para enfriar mis deseos, limpié los lentes y me serví un vaso de agua. Ya no tomaría más de aquel burbujeante y peligroso trago. Necesitaba la mente y el corazón fríos, ya que, al parecer, la acumulación de emociones me estaba confundiendo, y eso era lo que menos quería.
Volví a sentarme, pero en un sofá independiente. Tenía que orientarme en los motivos que me tenían ahí. Ahora que los volvía a analizar se veían todos revueltos. Ya no estaba segura de estar ahí porque quería realmente saber de Logan, porque sólo quería celebrar la compra de mi auto o porque estaba loca por besar a mi vecino. Quizás simplemente tenía que salir de la duda, besarlo y listo. A lo mejor con un beso me quedaría tranquila. Si era un cretino, no iba a sentir nada por él. Iba ser un beso entretenido. Era adulta. Podía besar a un hombre y después olvidarme de él, como de seguro él se olvidaría de mí. Pero sólo en eso iba a ceder.
—Bueno supongo que quieres hablar de Logan ¿no? —preguntó Ethan inclinándose hacia adelante, y apoyando sus brazos sobre sus rodillas.
¿Qué? Pensé que nos íbamos a besar. ¿No estaba pensando en lo mismo? Su pregunta me desconcertó por un segundo.
—Por supuesto que quiero saber de Logan. ¿Me vas a decir qué pasa con él? —dije rápidamente, tratando de disimular mi desconcierto.
—Allison, si Logan se entera de que te conté lo que te voy a decir, puede que incluso se enoje tanto conmigo que decida no darme más su página web para trabajarla. Pero sé que tu amiga significa mucho para ti.
¿Me iba a contar incluso teniendo la posibilidad de perder parte de su trabajo?
—¿Estás seguro de que me quieres contar?
—Si quieres lo averiguas tú por tu cuenta —contestó, acomodándose una vez más en el respaldo del sofá.
—No, porfa, dime qué pasa. No le diré nada a Logan y respecto de mi amiga, voy a ver cómo se lo doy a conocer. Pero ¿de qué estamos hablando? porque si es un ladrón de bancos o golpea a las mujeres le iré a gritar a mi amiga la noticia. No mentira —me contradije, tratando de eliminar mi último comentario, poniendo una mirada tierna para animarlo a que continuara hablando.
—Está bien, si no es nada de eso. Lo que pasa es que al parecer mi amigo es un poco... cómo ponerlo... complicado, quizás. Cuando empezamos a trabajar en el diseño para su página web, tuve que ir varias veces a su local y fue ahí donde conocí a dos de sus ex novias. El detalle es que a ambas las conocí de una extraña forma. A los pocos días de haber comenzado a trabajar con Logan, una de sus ex entró un día a la tienda gritándole que era un idiota, un celoso y un aprovechador. Y, a la otra, me la encontré marchándose de la tienda con lágrimas en los ojos, luego de dejar a mi amigo con una cachetada marcada en su rostro. Mira, como te decía, Javiera sabrá si Logan es o no la persona adecuada para ella. En una de ésas, las niñas que conocí eran unas paranoicas y la culpa fue de ellas. No tengo la menor idea. Únicamente te estoy contando lo que vi, y ojalá no tengas una mala impresión de Logan solamente por lo que te dije, porque, en una relación, siempre hay dos partes de la historia, y yo vi una. Logan nunca me explicó qué pasó, así es que no sé los motivos que tuvieron las niñas para hacer eso. Pero ya que me preguntaste sobre Logan y sobre cómo es con las mujeres, te cuento la poca y desafortunada información que tengo sobre él. E insisto, puede que tenga una explicación —recalcó, abriendo la palma de sus manos.
Estaba sorprendida por la confianza que Ethan ponía en mí, por contarme lo que pasó, y por confirmar mis intuiciones sobre el novio de mi amiga. Aprovechador, lo llamó una de las niñas... No podía dejar que mi amiga sufriera por un idiota, celoso y aprovechador, si es que estas eran sus características.
Ethan, que tenía su boca ocupada con el tentempié, estaba en espera de que le dijera algo.
Tomé un sorbo de agua y agarré una aceituna.
—Gracias por contarme lo de Logan. Y no te preocupes, que no le voy a decir nada a nadie.
Ethan asintió con la cabeza, dándome a entender que confiaba en que yo iba a cumplir mi palabra.
—Ojalá que no lo juzgues por lo que te conté. Sé que no es el comentario que te hubiese gustado escuchar, pero es lo único que puedo decir. Pero eso no implica que no haya una explicación para lo que vi. Javiera es la que tendrá que ver y decidir —su rostro mostraba la esperanza de querer creer que su información no era desalentadora, aunque, en el fondo, lo era.
—Por supuesto que no. Es sólo que ya presentía algo en tu amigo, y, al parecer, después de todo, no me equivocaba con mi intuición femenina. Pero está bien, trataré de no pensar mal de él. Aunque admito que se me va a hacer más difícil la cosa. Eso sí le voy a tener que sugerir a mi amiga que se vaya muy “despacio por las piedras”. Creo que, por ahora, es lo único que le puedo decir —elevé mis hombros, sintiéndome como con las manos atadas. Por el momento, no podría contarle nada a Javiera. No me quedaría otra que vigilar muy de cerca a su novio y estar atenta a cualquier desacierto o descuido que tuviera con mi amiga, ya que apenas ocurriera eso, Logan sería condenado por mí a la primera.
—Voy a rellenar la tabla de quesos y voy a traer algunas uvas. ¿Quieres que te traiga algo más? —preguntó Ethan, poniéndose de pie.
—Estoy bien, gracias.
Pensé en marcharme y decirle que no se preocupara en poner más comida, pero Ethan se había mostrado tan sincero conmigo que me dio no sé qué rechazar su atención y amabilidad. No quería dejarlo solo. Además, tampoco quería parecer como una mujer interesada u oportunista. Me podía quedar unos minutos más. Mal que mal, Ethan me había invitado para celebrar la compra de mi auto. Había sido tan amoroso de hacer eso por mí. No podía irme de inmediato.
Me levanté al poco rato y fui detrás de Ethan y lo acompañé a la cocina. Mientras él lavaba las uvas, yo aproveché de hacerle otro examen visual. Con mi vaso de agua en las manos, observé sus brazos estirados bajo el chorro de agua. Tenía sus venas suavemente marcadas como una de las evidencias de que su cuerpo estaba en perfectas condiciones. Estiló las uvas y, después de haberlas puesto en un plato blanco con café, me las pasó para que las llevara al living.
Las ubiqué sobre la mesa, saqué una y me quedé de pie viendo las otras fotos que Ethan había dejado en la esquina, sin ocultar. A los pocos segundos, mordiéndome los labios al pensar en echarle un vistazo a la foto que había puesto detrás de la mesa del televisor, me aproximé disimuladamente a la pantalla mientras vigilaba que Ethan siguiera de espalda cortando el queso, hasta que me atreví a sacar la fotografía.
—¡No la veas! Déjala ahí, por favor —Ethan me miraba serio.
Me tragué la uva con la que mi lengua jugaba y, confundida por su reacción, le obedecí y oculté la foto otra vez detrás del televisor. ¿Por qué no quería que la viera? ¿Qué era lo que le daba vergüenza?
—Perdón, yo sólo... quería ver la foto. ¿Por qué no quieres que la vea?
—No me gusta.
—¿No te gusta verte cuando eras niño?
—Ya la viste ¿no? —musitó, con los ojos entreabiertos.
Le sonreí tímidamente, esperando a que no se enojara más de lo que ya estaba.
—Un poquito —sonreí mientras elevaba mis hombros, con un gesto como si la hubiese visto casi sin querer.
—¿Un poquito? —preguntó Ethan con su rostro más suave, al punto de llegar a reírse de mí.
Su sonrisa y su relajo sacudieron mi cuerpo con una sorpresiva alegría y con tranquilidad al saber que no estaba enojado conmigo.
Ethan lentamente se acercó y se paró sugestivamente a sólo centímetros de distancia, desorientándome y poniéndome nerviosa. Lo miré fijo a los ojos y él no hizo más que sonreírme e inclinarse paulatinamente hacia mi lado. Espontáneamente, mis parpados se cerraron por un segundo hasta que sentí un movimiento, que me empujaba a un lado. Ethan estiró su brazo y levantó la foto que había quedado detrás de mí.
Por un momento pensé que me iba a besar...
Me hice a un lado como si nunca hubiese querido o siquiera hubiera pensado en un beso, y me fui a tomar asiento, picada de haber creído que Ethan quería besarme también. Disimulando, con una sonrisa apacible, y tranquilizando mis piernas, que se sacudían inquietas, esperé a que Ethan se sentara. Ya era la segunda vez que creía que nos íbamos a besar y me arruinaba mis fantasías. Mi corazón exaltado me decía que, si no salía de ahí, iba a terminar tirándome en los brazos de aquel exitoso seductor. Me estaba tratando de seducir y yo estaba cayendo redondita en sus planes. Su cuerpo, su boca, sus brazos y sus gestos eran mucho para mí. Podría haber luchado en forma más justa si hubiese sido más pesado, roto o quizás feo. Pero no tenía nada de eso, y, cada vez que lo veía, pensaba que lo mejor que podía hacer por mí y por mi cuerpo que rugía acalorado, era besarlo para salir de la duda. Besar esos labios, sentir el calor de aquel cuerpo, era todo lo que necesitaba para aliviar mi inquietud y curiosidad. Después de eso, me olvidaría de esta ridícula sensación de necesidad y me tranquilizaría.
—Hay muchas cosas de mí que no sabes. Una de ésas es que, como puedes ver... —dijo, mostrándome la foto—. Yo era muy distinto cuando niño.
Tomé la foto en mis manos, y le di una ojeada a Ethan y luego a aquel niño que, a simple vista, lucía como otro, pero que, en el fondo, tenía exactamente los mismos rasgos. Ahora, por supuesto, esos rasgos infantiles se habían transformado en los de un hombre. Ya no tenía espinillas ni era gordo, ni tenía pelo largo. Pero era el mismo.
Ethan estaba tan cerca, que su brazo rozaba el mío.
—¿Y? penoso ¿no? Odio esta foto. Sabía que no te la debiera haber mostrado —dijo, tratando de quitarme la foto de las manos.
—¿Qué estás diciendo? —afirmé la foto para que no me la pudiera quitar—. ¿Por qué crees eso? —lo miré a los ojos por un segundo—. Te ves distinto, pero tierno. No me imaginaba que eras tan dulce cuando niño. Mira esos cachetes rosados —murmuré afectiva hacia aquel niño que, si bien no se parecía mucho a aquel hombre que estaba junto a mí, tenía la misma alma y la misma esencia. Era exactamente él, con un cuerpo de niño, pero era Ethan Scott.
—¿Sabes quién es dulce y linda, Allison?
Que no diga Vicky porque le pego un combo, pensé.
Ethan me rozó la mano, obligándome a mirarlo nuevamente. Sus ojos se clavaron en los míos. Mi corazón comenzó a latir fuertemente, disfrutando de aquella suave y delicada caricia que sentía correr en mi mano, como si con eso lograra elevar cada ínfimo nervio que poseía mi cuerpo. Era increíble el poder que ejercía en mi piel. Resbalando mi mirada, me enfoqué en aquellos labios que me gritaban con megáfono que los juntara con los míos. Ethan elevó sutilmente mi mandíbula con su índice derecho, y, con un ligero movimiento, me acercó a su cara, y yo me dejé llevar como si estuviera absolutamente hipnotizada. Su rostro estaba literalmente frente al mío. Su pulgar se deslizó por mis labios de una esquina a otra, como si su tacto fuera reconociendo el sabor de ellos. Mis ojos cayeron ante la excitante exploración, con lo que mis sentidos se aguzaron doblemente. Mi pecho, que se inflaba con cada respiración que daba, apenas lograba contener los latidos de mi corazón que estaba por explotar como una bomba. Un calor en mis labios me dieron la señal de que Ethan respiraba a milímetros de mí, hasta que finalmente sentí una pequeña humedad en ellos. Sus labios trataron de abrir los míos y, en forma natural y espontánea, mi boca les dio la bienvenida, como si hace tiempo estuviera esperando su llegada. Ethan pasó su mano derecha por mi espalda, mientras la mía se dirigió automáticamente a su nuca para poder acercarlo más a mí. Su pelo era sedoso y liso. Nuestros rostros se movían de lado a lado, tratando de encontrar la posición perfecta para calzar de la mejor manera nuestros labios, que, enfurecidos, se buscaban. Mi mente, que antes de eso trabaja en analizar cada situación, había quedado en una fase de jubilación. Mis pensamientos anteriores, de dejar todo en un beso e irme, habían volado lejos, desapareciendo de mi mapa apenas Ethan tocó mis labios. Su cuerpo cada vez se me hacía más y más necesario. Aquellas manos que rodeaban mi espalda con desorden y exigencia, dejaron todas mis neuronas en vacaciones permanentes, hasta nuevo aviso. Mi cuerpo estaba completamente entregado al momento y al placer, con lo que quedé imposibilitada de hacer cualquier movimiento para detener aquellos sentimientos. Ethan me deslizó suavemente hacia atrás, como si fuera una pluma descendiendo en el aire, y quedé con la vista despejada para ver su polera volar sobre el suelo. Después, vi y sentí su cuerpo firme, que cayó lentamente sobre el mío.
Mis manos estaban en control de aquellos pectorales y comenzaron a tantear cada milímetro, y fui disfrutando en exceso de aquellos ocho músculos que Ethan tenía levemente marcados. Sus ojos, que brillaban, me examinaron por un segundo, como tratando de verificar con quién estaba. Sus labios dibujaron una sonrisa de confianza y volvieron a buscar mis labios y luego mi cuello.
Envuelta en aquellas emociones que sentía mi cuerpo con satisfacción, no escuché ningún auto estacionarse en la casa, pero sí escuché el sonido del juego de llaves en la cerradura.
Como si estuviera en una camilla elástica, me incorporé en el sillón, y empujé a Ethan conmigo.
—¡Tu hermana llegó!
—¿Qué? —preguntó confundido.
—Tu hermana. ¡Vístete rápido! —le ordené, poniéndome de pie y fijando la vista hacia la puerta, mientras trataba de bajar la intensidad de mi respiración.
—¡Hola! Ethan y Allison. Ah... ¿llegué en mal momento?
—No claro que no. Ethan y yo estábamos conversando, celebrando la compra de mi auto. Pero ya es tarde y mañana tengo clases, así es que creo que es hora de irme. Además yo... sí me tengo que ir —dije, volteándome para ver a Ethan que estaba parado tras mío, pegado como una sombra.
—Vuelvo enseguida —le explicó Ethan a su hermana que nos observaba con una risita traviesa en sus labios.
—Fue bueno verte, Allison y felicidades por tu nuevo auto —dijo Kely mientras dejaba su cartera en la silla del comedor.
—Gracias, muchas gracias. Yo, ah... me tengo que ir —repetí, incómoda y avergonzada. Luego tomé mi bolso y me dirigí a la salida de la casa, con Ethan aún pegado tras de mí, como tratando de ocultar toda la situación.
Afuera, con la puerta cerrada para que Kely no nos escuchara, Ethan me tomó de las manos como un relámpago apenas yo intenté arrancarme de ahí.
—¿Estas bien?
—Sí, mañana tengo clases y es tarde. Me tengo que ir —susurré con un hilo de voz. No quería dejarlo, pero sabía que hasta ahí había llegado nuestra aventura. No creí que fuera a pasar nada más. Ya lo había besado y había salido de la incertidumbre. Y él ya podía estar seguro de que había dejado a otra mujer rendida a sus pies. Era obvio que él podía notar lo loca que había quedado con sus besos. Se había salido con la suya y yo tenía que tener claro las consecuencias. Entre Ethan y yo no pasaría nada más.
—Está bien. Hablamos mañana. Que duermas bien —besó mis labios y en seguida me dejó en libertad para ir a acurrucarme entre mis sabanas y mis almohadas. Lugar, en el que con dificultad, logré dejar de pensar en aquellas magnificas horas con mi seductor vecino.