Capítulo 14
SALTANDO entre pozas de agua y pequeños ríos que se formaron camino del paradero a mi casa, intenté llegar lo antes posible para tomar un baño caliente y cambiarme los pantalones y los zapatos que estaban empapados. El deseo de un auto propio iba en rotundo aumento cada vez que llovía con fuerza, ya que a pesar de que usualmente la lluvia no duraba mucho rato, la mayoría de las veces era lo suficientemente intensas como para dejarme estilando en pocos minutos.
Bajo el techo de mi puerta sacudí mi paraguas para eliminar el exceso de agua, y observé con cara de pocos amigos, cómo la fuerte lluvia que aconteció durante toda mi caminata se había transformado, justo ahora, en una delicada garúa. Desde el techo de las casas y desde los árboles, se deslizaban hermosas gotas de agua que dejando florecer, entre el sol que salió escondido de las nubes, un hermoso arcoíris en el cielo.
Entré y enseguida fui a la cocina a apagar la tetera que había comenzado a chillar. Saqué dos tazones y luego apoyé mis cuadernos sobre la mesa del comedor.
—¡Llegaste! ¿Cómo te fue? —preguntó Javiera acercándose a mi lado, y luego les echó el café en polvo, la azúcar y el agua, a los dos tazones que había dejado encima del mesón.
—Bien, ¿y a ti? ¿Cómo es que estás tan temprano de vuelta? ¿A qué se debe este milagro?
Javiera elevó sus hombros.
—Tengo algunos trabajos que hacer. Todo gracias a Jesse. Es terrible ese hombre.
Hice una mueca. No recordaba a ningún Jesse.
—¡Jesse! mi profe —recalcó mirándome optimista.
Agité la cabeza hacia los lados. Desconocía de quién me hablaba.
—¡Jesse! el de la serie House, el rubio rico.
—Ah, él. Pero no se llama así ¿o sí?
Javi me miró con expresión burlesca.
—Por supuesto que no, pero todas le llamamos así. En fin, él. Le encanta dar trabajos. Es un desconsiderado. Siempre anda pidiendo nuevos diseños e investigaciones. Se cree que es el único profesor que exige cosas. ¿Cómo no entienden que uno aparte de estudiar tiene que hacer vida social, entretenerse, salir y carretear? Cosas que los jóvenes necesitamos para sobrellevar la carga estudiantil.
—Y tú no haces eso ¿no? —pregunté, parpadeando ágilmente, con un tono irónico en mi voz.
—Sí pero no hoy, y todo gracias a él —se cruzó de brazos—. ¿Y tú?
—¿Yo? Voy a dedicarme a buscar autos. Me aburrí de este clima subtropical. En realidad me aburrí de él sin auto. ¡Mira mis pantalones! Desde que salí de la universidad hasta que llegué, llovía como si del cielo cayera una cascada como la del Niágara, y ahora tenemos un sol tan radiante que pareciera como si nunca hubiese pasado un temporal. Creo que es hora de comprarme un auto, además, así me dará más tiempo para hacer otras cosas.
—No podría estar más de acuerdo contigo. ¿Quieres que te acompañe a ver autos ahora?
—Gracias, pero no. Voy a buscar por internet primero. Quiero cotizar, evaluar y luego, una vez que tenga seleccionado los que me interesan, iré a verlos.
Javi me sonrió y, con su taza en la mano, caminó por el corto pasillo hasta entrar a su dormitorio. Encendió la televisión sólo para escucharla mientras hacía sus trabajos, y yo me senté en mi escritorio a buscar autos, buenos, bonitos y baratos.
Después de un buen rato, me di por vencida. Los mejores precios eran las ventas de particulares. El único pormenor era que si no iba con alguien que supiera de mecánica, existía un alto porcentaje de riesgo de que me pasaran “gato por liebre”, como decía mi padre. Al no saber absolutamente nada de autos, cualquiera podría engañarme fácilmente, diciendo que estaba todo en perfecto estado cuando en una de ésas el motor, los cables o la batería, estaban notoriamente, para ojos de un experto o conocedor del tema, a punto de morir. Había dos opciones, ir a ver esos autos y pagar por un mecánico para que revisara los cuatro autos que me gustaban o pedirle a alguien conocido que supiera un poco del tema, que me acompañara. Un hombre que dominara el vocabulario automovilístico. Alguien aparte de Javiera, que sería útil al momento de regatear el precio. Un amigo, ¿pero quién? No tenía ninguno a quien le tuviera la suficiente confianza como para pedirle ese favor. Mis compañeros hombres, si bien eran simpáticos y me llevaba bien con ellos, estaban lejos de ser amigos de confianza como para pedirles un favor personal. Por lo menos no todavía. El nuevo inconveniente era que ya me había encaprichado con esos cuatro autos seleccionados y los quería ver ya.
Imprimí los datos con sus respectivas fotos, y me acerqué a la alcoba de mi amiga a ver si ella tenía la solución a mi dilema.
Javi, sentada en el suelo con un block de dibujo en sus piernas, recibió mis hojas emocionada al ver mis elecciones. El que me llamaba más la atención era uno rojo, de dos puertas. Era pequeño y económico.
—¿Y? ¿Qué te parecen Javi? —pregunté, ansiosa.
—Se ven bonitos en las fotos, pero otra cosa es que estén buenos como dicen. Tendríamos que ir a verlos en persona, probarlos y ver si nos gustan. Oye, pero y ¿qué pasa si hay algo malo o si tienen algún sonido extraño? Yo sé de autos, pero experta en mecánica no soy. No sé si sea buena idea comprárselo a alguien en particular. Quizás con un distribuidor sea mejor. Así te vas a la segura de que va a estar bueno.
—Sí sé, pero estos precios están mucho mejores —hice un puchero con mi boca.
—Quizás si vamos con alguien que sepa de autos —me dijo iluminándosele el rostro, y luego agarró su celular.
Luego de que Javiera estuviera colgada a su teléfono como media hora, quedamos en que al día siguiente iríamos Logan, ella y yo, a ver dos de los autos que me gustaban.
Era divertido cómo me sentía aquella noche. Entre la comodidad y la confidencia de mis sabanas, jugaba como niña chica con un auto nuevo. Manejé un rato, con mi manubrio imaginario, hasta que me di cuenta de lo vergonzoso que sería que mi amiga me viera así. Me acomodé la almohada y, con una sonrisa amplia, me quedé profundamente dormida, con una que otra imagen de Ethan viéndome pasear en auto, en vez de caminar toda empapada bajo la lluvia.
A la mañana siguiente, en pie y emocionada por la tarde que me esperaba aquel día, salí de la casa luego de recoger y apretar el paraguas, que había dejado ubicado a un lado de la puerta.
Ethan estaba afuera de su casa limpiando las luces de su auto, agachado con un paño en sus manos. ¿Se habrá caído de la cama?
—¡Bueno días, Allison! —me saludó Ethan, poniéndose de pie.
—Hola, Ethan ¿cómo estás? —le pregunté, en un tono gentil.
—Veo que vas preparada para hoy —señaló, mirando mi paraguas—. Oye, qué bueno que te veo, quería... conversar algo contigo...
—Ah... yo...lo siento, Ethan, pero me tengo que ir, tengo clases y estoy algo atrasada —repliqué, alejándome dos pasos, titubeando entre quedarme ahí o salir corriendo.
—Te puedo pasar a buscar si quieres. En la tarde voy a andar cerca de tu universidad.
—En la tarde Javiera y Logan van a pasar a buscarme. Vamos a ir a ver un auto que quiero comprarme —le expliqué con orgullo por mi futura adquisición.
—¡Ah qué bien! Que les vaya bien entonces. Suerte con la compra —replicó, volteándose unos centímetros, y reubicando sus manos sobre el auto, tratando de ocultar su rostro frustrado, quizás decepcionado.
Me iba a marchar cuando de un impulso, me acerqué a él.
—Mañana podrías acompañarme a ver otros dos autos que me quedarán pendientes si es que quieres, no tienes que ir si no...
—¡Me parece muy buena idea!
—Pero Javiera tiene que ir también —me apresuré en decir, arrepintiéndome de haberlo invitado—. Es que ella es mi negociante.
—Me parece bien. Nos vemos entonces mañana en la tarde.
Me despedí con un nudo en el estómago. De repente lo que se veía como una de las compras más entretenidas en mi vida, se había transformado en una compra un tanto incómoda. Cada cinco pasos que daba en dirección al paradero, pensaba en devolverme a decirle que no quería que me acompañara al día siguiente a ver autos, cuando me daba cuenta de que no podía ser tan absurda. Ya era una adulta y debía manejar las cosas como tal. Ethan sería por años mi vecino y si quería que las cosas entre nosotros se apaciguaran o tuvieran un futuro sentimental, tenía que enfrentarlo, saludarlo y dejar que las cosas fluyeran. Después de todo, él no era el culpable de atraerme, era yo la culpable de no separar las cosas y de dejarme caer en confusiones, por sus gestos y atenciones.
Javiera, después de que le conté lo que había pasado, me contó todas sus descabelladas técnicas femeninas que según ella, yo debía llevar a cabo con Ethan. Pero luego de reírnos y pasarla bien imaginándonos haciendo un plan de seducción, le rogué a Javiera que no interviniera entre Ethan y yo. Según mis palabras de aquel día, yo sabía perfectamente cómo manejar la situación, algo completamente distinto a mi realidad, pero que no iba a divulgar. No podía dejar que me hiciera gancho con un hombre. Ya ni ella ni yo éramos unas niñas. Me traté de convencer mientras le advertía a mi amiga que no hiciera ninguna locura en que me involucrara a mí, que yo, eventualmente, resolvería mis problemas.
Logan y Javiera llegaron atrasados a recogerme a la universidad, según ellos por la culpa del tránsito. Según yo, y bajo la evidencia que veía en los labios de Logan, se quedaron besándose un rato antes de ir a buscarme. La boca de Logan estaba roja como el labial que llevaba puesto mi amiga, así es que, a menos que Javi hubiera decidido maquillar a su nuevo novio, era evidente lo que los había retrasado.
Alegre por la nueva noticia de que Javiera me tendría que contar cuando estuviéramos solas, entré al vehículo de mi amiga extrañada de ver a Logan tomar el volante. Javiera era amante de su auto y de su independencia, y que un hombre la sacara de su asiento favorito era algo poco común. Los tres nos aseguramos el cinturón y partimos rumbo a nuestro primer destino, ubicado a quince minutos de aquella ubicación. Tiempo suficiente para entretenerme escudriñando entre los maquillajes, accesorios y zapatos que Javiera tenía metidos bajo los asientos delanteros, e incluso hasta para darme cuenta del aspecto que Javi revelaba en frente de Logan. Su rostro afectuoso, sus jugueteos con su cabello, sus pupilas dilatadas, y la sonrisa que intercambiaba con Logan eran señales de que mi amiga le coqueteaba explícitamente, aunque él quizás no lo notara en ese momento. Siempre se ha sabido que los hombres son unos torpes en relación a comportamientos femeninos. Pero lo que veía era demasiado manifiesto. Si seguía así, no le dejaría nada de trabajo a Logan por enamorarla. Mi amiga no podía ser tan evidente.
Tratando de distraer un poco a Javi, aproveché de agradecerle a Logan por acompañarnos a ver los autos.
—No hay de qué, Allison. La verdad es que estaba complicado en acompañarlas hoy, pero gracias al acuerdo que llegué con Javiera, hice algunos cambios en el trabajo a cambio de tener una acompañante para este sábado en la tienda. ¿Cierto, Javiera?
Desconcertada con el comentario de Logan, mis ojos se toparon rápidamente con mi amiga, quien volteó para explicarme de qué estaba hablando. Según Javi, Logan tenía que trabajar hasta tarde aquel día, pero lo había convencido de que su padre tomara el turno de la tarde, con el acuerdo de que si él nos acompañaba a ver autos, Javiera lo acompañaría a trabajar en la mañana, el sábado siguiente.
—¡Javi, no tenías que hacer eso! Perdón, Logan, no es que no quiera que te acompañe ni nada por el estilo, ¡pero tú! ir a trabajar un sábado, cuando es tu día favorito para dormir hasta tarde.
Javiera elevó sus hombros, como restándole importancia a algo que para otra persona podía no tener importancia, pero no para mi amiga, y luego se volteó para eludir mi mirada interrogativa.
No entendía por qué Javi haría algo así. Si lo había hecho realmente por mí, se lo agradecía un montón, pero no era necesario. Javi siendo una persona tan resuelta, podría haberle dicho a Logan que prefería quedarse en cama hasta tarde en vez de ir a trabajar con él. Quizás estaba perdiendo la cabeza por Logan demasiado deprisa. Si Javiera era así con sus conquistas, quizás podía ser esa una de las razones del por qué los hombres no le duraban. Existía un dicho muy sabio: “Lo que fácil llega, fácil se va”.
Llegamos a la primera ubicación del aviso y nos sorprendió el encontrarnos con un hotel.
—¿Estás segura de que éste es el lugar, Allison? —preguntó Javiera mientras corroboraba la dirección en los papeles donde había anotado los datos de los autos.
—Eso creo —articulé, asustada de haber anotado mal la dirección, y de haberlos llevado a un lugar equivocado.
—Lo mejor es bajarse a preguntar —señaló Logan, y luego se bajó del auto. Una vez abajo, me dejó a mí avanzar primero.
Al entrar en donde supuestamente estaba la oficina de quien en el aviso salía como particular, pero que era obvio no lo era, nos saludó un hombre gordo, con las manos grasientas, que lucía una camisa que luchaba por mantener los botones unidos. Su imagen y la del auto que nos mostró dejaron mucho que desear. La foto que había puesto en el aviso era totalmente distinta a la realidad. La pintura del vehículo, que en la foto que tenía en mis manos lucía en perfectas condiciones, de verdad estaba entera descascarada. Además, donde la pintura no estaba descascarada, el color rojo se había desgastado notoriamente. El vendedor, astutamente, había evitado mostrar todo eso en las fotos. Algo que ni a mí, ni menos a mi amiga que lo miraba con cara de desagrado, nos atrajo. No era mucho el dinero que tenía ahorrado, pero definitivamente era suficiente como para tener algo mucho mejor que lo que nos estaba ofreciendo aquel señor. Nos fuimos furiosos por el engaño. No quería pelear con un tipo así. Si era capaz de engañar a las personas con descaro, era posible que fuera capaz de otras cosas que no estaba interesada en averiguar.
Desilusionados, nos fuimos del lugar.
Nuestra experiencia con la segunda visita tampoco fue lo esperado. El auto lucía muy bien, la pintura estaba en perfectas condiciones, los asientos y la radio estaban como nuevos pero, según Logan, el motor era una porquería.
Con pena y luego de romper las fotos de los primeros dos autos descartados, llegamos de vuelta a la casa. No tenía ganas de cocinar, pero el hambre y la buena voluntad de Logan debían ser recompensadas de alguna manera. Descongelé una carne molida y el choclo que venía picado en unas bolsas, y preparé en poco rato un pastel de choclo que dejó a mis dos acompañantes muy agradecidos y felices.
Javi y yo retiramos la mesa y entre ella y Logan lavaron la loza, mientras yo me encerré en mi dormitorio para dejar a solas a los románticos. Necesitaba saber todos los detalles de lo que había pasado y de lo que estaba pasando ahí afuera, pero no quería escucharlo ni verlos en vivo. Con que Javi me contara todo después era suficiente. Prendí mi computador, puse Pandora para escuchar música en vez de otras cosas, y me quedé dormida en espera de que Logan se fuera de la casa. Como a las tres de la mañana, con el cuerpo latigudo y la vejiga llena, abrí mi puerta y me asomé afuera. No había moros en la costa. Hice mis necesidades, me cepillé los dientes, volví a acostarme, esta vez con pijama, y luego me tapé hasta el cuello, muerta de frío.
Al siguiente día, después de ducharme y de arreglarme para ir a la universidad, llevé mi desayuno en bandeja a la cama de Javiera. Tenía que irme a clases, pero no quería marcharme sin antes saber lo que había pasado la noche anterior.
Tuve que zamarrear a mi amiga varias veces hasta que conseguí despertarla. Tenía una cara de poto increíble.
—Déjame dormir, todavía me queda un ratito. Tengo sueño —gruñó mi amiga, tapándose la cara con su almohada.
—¡Pero, Javi, me tienes que contar qué pasó con Logan! Despierta, dormilona.
—Pero más rato. Necesito dormir—. Tiró de sus sábanas y se cubrió parte del rostro.
—Ahora, porque me tengo que ir pronto. Por fa, cuéntame —le rogué, poniendo voz de pena.
—Bueno ya, pero dame un pedacito de eso que huele tan rico —contestó, abriendo sus ojos, y luego acomodándose lentamente en su cama para darle una mordida a mi pan con queso derretido.
Entre alegatos y mordiscos a mi pan, Javi me contó de su aventura. Cuando ella y Logan se juntaron para ir a buscarme a mi universidad, entre charlas y risas se habían besado apasionadamente, dejando la llama de amor encendida para la noche. Según Javiera, las cosas habían fluido sorprendentemente. Sentía que con Logan podía conversar por horas y horas sobre arte sin aburrirse, y que la noche anterior, entre unas copas de vinos y la opinión de él sobre los bosquejos que tenía Javiera en su dormitorio, habían caído en besos, luego abrazos y por último en algo más íntimo. Al escuchar eso último me saqué los lentes para limpiarlos y para mirar nuevamente el rostro de mi amiga, que ya para entonces, despabilada, me contaba feliz y entusiasmada, acerca de su noche.
—Javi, ¿dormiste con Logan? —pregunté, para confirmar lo que mis oídos habían escuchado.
Javi me enseñó sus dientes y afirmó, agitando su cabeza, y después me robó un sorbo de mi café.
—Guau, ¡Guau! ¡Qué bien! —exclamé, tratando se sonar feliz por mi amiga.
Por algún motivo, había algo en Logan que no me gustaba, pero no podía saber qué era. No estaba segura de si era porque era amigo de Ethan, si era porque se robaría a mi amiga el sábado siguiente, o si sencillamente era algo más en él. Lo único que comprendía era que no me convencía del todo que él y mi amiga tuvieran una relación. Por supuesto, mis pensamientos no tenían ningún fundamento válido, así es que a pesar de que no me agradaba mucho la idea, no podía decirle eso a mi amiga sin herir sus sentimientos.
Fingí estar contenta y traté de ser lo más objetiva posible con ese tal Logan. Después de todo, quisiera o no, estaba segura de que lo iba a tener seguido en la casa. Y si había algo en él, algo más allá de una intuición mía, lo encontraría, y se lo comentaría a mi amiga para que lo dejara. Pero, por el momento, me mostré feliz y contenta de saber que Javiera lo había pasado bien, y estaba entusiasmada de que tuviera una nueva pareja.
Me levanté con la bandeja vacía y me dirigí a la cocina. Era tarde. Los minutos charlando con mi amiga habían volado.
Corrí a buscar mis cuadernos, me enjuagué la boca con el enjuague bucal por unos segundos, e iba saliendo, cuando mi amiga apareció en el living con su pijama corto.
—Acuérdate de que hoy te toca a ti, Allison.
—¿Qué? —no sabía a qué se refería.
—Hoy vamos a ir a ver más autos con Ethan ¿no?
—Sí, ¿y?
—Ya pues, entonces hoy te toca a ti. Después de que compremos tu auto puedes venir a celebrar acá si quieres y yo me voy a la casa de Logan.
La miré intrigada. ¿Estaría diciendo lo que creía que estaba insinuando?
—Sólo quiero que sepas que si quieres tener privacidad esta tarde, nada más tienes que decirlo. No hay problema.
Me cerró un ojo con una sonrisa grande.
—No seas ridícula, Javi. No voy a necesitar que te vayas a ningún lado. Ni siquiera sé porqué le dije a Ethan que fuera con nosotras.
—En el fondo sí lo sabes, pero no lo reconoces —se sentó en el sofá y apoyó sus pies descalzos sobre la mesa de centro, cruzando sus brazos como si estuviera dándome un pequeño sermón.
—No sé de qué estás hablando, pero me tengo que ir, voy a llegar atrasada. Te veo en la tarde.
—¡Piénsalo! Ethan está harto bueno —gritó cuando cerré la puerta.