Capítulo 6
—¿QUIERES sentarte en el sillón mejor? —pregunté, tímidamente.
Dejé mi vaso de agua a un lado y agarré la copa de vino que rellené para que me ayudara a sobrellevar la sorpresa que me dio mi amiga. Luego levanté mi plato de la mesa con un pedazo de cheese cake y caminé a paso lento y torpe hacia el sofá. Mis pies no daban más y eso que habían sido poco el rato con esos zapatos. No sabía qué decir ni qué hacer. Mis planes habían sido alterados una y otra vez. No tenía planeado cocinar y tuve que hacerlo. No quería cambiarme de ropa, y estaba más arreglada que una quinceañera en su primera fiesta. Quería dejar a mi amiga sola con Ethan y ella me dejó a mí con él. Al parecer tenía todo fuera de control, incluso mis hormonas que estaban revueltas y alocadas con la presencia de este chico sentado en el otro sillón, en diagonal a mí. Traté de fijar mi vista en mi postre, pero mis ojos se desviaron sin mi consentimiento hacia los ojos de Ethan. Por unos pocos segundos ni él ni yo dijimos nada. Ambos estábamos ocupados comiendo. Yo, además, estaba sin saber qué decir y él lo más seguro es que estuviera apenado o frustrado de no haber podido estar más tiempo con mi amiga. Y, para su mala suerte, le tocó quedarse conmigo. Traté de comer y tragar rápido. Mientras antes terminara mejor. Así la noche se daría por finalizada, e Ethan quedaría libre y sin la obligación de quedarse conmigo.
—Debo decirte que los sushi les quedaron deliciosos. Mejor que muchos que he comido. Ah... ¿sabes?, estaba pensando si a ti y a Javiera les gustaría venir conmigo, mi hermana y unos amigos a andar en canoa el próximo fin de semana. Vamos a ir a Wekiwa Springs, no sé si lo conoces.
—No, no lo conozco. Tendría que ver si puedo ir, ya sabes... las clases empiezan esta semana y tal vez tenga alguna fiesta con mis nuevos compañeros o proyectos... no sé —terminé de decir con voz segura, como si lo que acababa de explicar fuera cierto, aunque la verdad era que ni loca iba a ir a la fiesta inaugural de la universidad, ya que sencillamente no iba con mi estilo de vida—. Pero muchas gracias por la invitación. Estoy segura de que a Javi le encantará la idea. Puedes contar con ella.
Ethan terminó de limpiar el plato con su tenedor y apoyó su espalda en el respaldo del sillón. Cada vez se veía más cómodo. Yo, en cambio, estaba sentada en la punta del sofá con las rodillas juntas y con el plato vacío sobre mis piernas, tratando de ocular un poco de piel.
—Ojala puedas ir... Te gusta andar en canoa ¿no?
—No es mi actividad favorita, pero sí, igual me gusta.
—¿Y qué te gusta hacer? Aparte de estudiar física.
¿Eres un periodista o un diseñador de páginas webs?, me pregunté. No me sentía cómoda estando a solas con él y haciendo vida social, cuando mi amiga debía ser la que estuviera en mi lugar. Me di cuenta de que Ethan no entendía nada de lenguaje corporal, ya que por más que movía mis dedos, para mostrarme inquieta, y respondía cortante para terminar esa charla, él parecía estar interesado en llevar una conversación.
—Me gusta leer.
—A mí también. ¿Qué estás leyendo ahora?
Si le confieso que libros educativos de física de seguro lo espanto, pensé.
—Pride and Prejudice —respondí, sin saber de dónde vino esa idea. Ya lo había leído hace mucho tiempo atrás y no sé por qué preferí mentirle.
—Así es que te gustan las novelas románticas. ¿Te gusta salir a bailar?
—No.
—¿Te gusta salir a comer?
—Sí.
—Vamos bien, te gusta salir a comer y leer, igual que a mí.
—Pero de seguro te gusta salir a bailar con tu novia y amigas —manifesté grave, mientras dejaba el plato en la mesa, para volver enseguida al sillón a acomodarme.
—Salgo harto, pero porque usualmente mi hermana me pide que vaya con ella. Estuvo saliendo un tiempo con un cretino, y... ya sabes, ahora está tratando de seguir con su vida adelante. Le gusta salir y conocer gente, así es que supongo que se podría decir que sí salgo, pero más que nada para acompañarla a ella y ayudarla a olvidarse de sus rollos sentimentales. Soy algo así como el niñero de mi hermana mayor.
Mi boca por poco se me cayó al escuchar su comentario. ¿Vivirá con su hermana para ayudarla? ¿Qué tipo de hombre es éste? ¿Será uno muy bueno o uno sin vida? Me acomodé en el sofá con las piernas de lado e Ethan, sin invitación alguna, se levantó y se sentó en el mismo sillón que yo. Inconscientemente me hice hacia atrás para dejar una distancia decente entre ese hombre que cada vez me hacía más difícil rechazar.
“Es el típico hombre buen mozo al que le encanta estar rodeado de mujeres que sueñan por sus besos. Yo no debo estar en esa lista”, me repetía, gruñendo en mi interior, a lo que recordaba a mis ex. Si fuese más feo, me ayudaría un poco, pero definitivamente era todo lo contrario. Era guapo, olía divino y tenía una mirada profunda que parecía que podía ver más allá de la ropa. ¡Quizás es mi escote! Me arreglé el vestido con una risita nerviosa.
—El asunto es que como soy independiente, puedo trabajar desde cualquier lado, así que por ahora vivo con Kely.
—¿Se te apetece un vodka? —le ofrecí de improviso a Ethan con la garganta seca.
De pronto sentí que necesitaba algo fuerte en el cuerpo para poder aferrarme al sillón. Le gustaba leer, le gustaba la comida, era atento, parecía buena persona y definitivamente era muy guapo. Qué mala suerte, todo en un mismo paquete y Javi lo quiere.
—Sacaré un vaso largo —le informé a Ethan de camino a la cocina.
No es que sea muy buena para beber, al contrario, tomo en ocasiones especiales solamente. Y lo que estaba pasando era, por definición, una ocasión especial. Ethan me puso nerviosa. ¿Me gustaba? ¡Ethan me gusta y a mi amiga también! me dije en mi mente, asustada por lo que acababa de creer que me pasaba con él.
—Yo estoy bien con eso, gracias —señaló Ethan al llegar a la cocina y verme llenar su vaso.
Me miró de pies a cabeza y yo le devolví la mirada con una ceja elevada, esperando algún comentario ante aquel descarado examen visual. ¿Qué se creía este tipo? ¿Cómo me miraba así? Pasó sus manos por su pelo y luego me acorraló en una esquina. Mi corazón saltaba a mil, inquieta e insegura de qué hacer ante aquella situación. No estaba segura si quería empujarlo y echarlo a patadas de la casa o si quería besarlo ahí mismo.
—Creo que esos tacos no me benefician a tu lado —dije entonces, por decir algo.
Se paró a pocos centímetros de mí, midiéndose a mi lado, provocándome una inexplicable aceleración en la respiración. Así y todo, con tacos, Ethan seguía siendo más alto que yo, pero no por muchos centímetros.
—¿Puedo? —preguntó y se agachó hasta mis pies para tomar la medida del taco aguja con sus manos.
Esa mañana me había depilado la pierna completa, recordé aliviada al ver a Ethan junto a mis piernas. Tragué con dificultad. Bebí un sorbo de Vodka, y traté de recordar que tenía que respirar.
—Tu taco es altísimo. ¿No te duelen los pies?
—Un poco —mentí, mojándome los labios con el trago, aguantando el dolor de pies que llevaba casi desde que me puse aquellos zapatos.
—Mi padre es quiropráctico. Trabajé un tiempo en su clínica, a la que llegaban miles de mujeres con problemas en los pies y en la espalda por culpa de tacos como ésos —se levantó con una leve sonrisa en su labios.
¿Qué le decía?, ¿que en realidad no eran míos y que solamente los llevaba puestos por una estúpida idea que tuve? Me quedé callada buscando una servilleta, tratando de alejarme un poco de Ethan. La cocina era un desastre, lo que me recordó que aquella cena no había sido mi idea y que mi amiga Javi, quien estaba segura estaba detrás de Ethan, estaba recostada, quizás con un verdadero dolor en su pierna, mientras yo estaba ahí, sonriéndole a quien de seguro sería, en un futuro cercano, el novio de mi amiga. Me quité los zapatos y los dejé fuera de la cocina. Ya no había plan, y, por otro lado, mis pies añoraban estar en libertad.
—Tienes unos pies hermosos, no deberías echarlos a perder con esos zapatos —dijo Ethan, apoyándose sobre el mueble de la cocina.
¡Ya!, se tiene que ir o de otra manera voy a comenzar a coquetearle. No es el hombre perfecto, mantén la llave de tu corazón cerrado si no quieres otra desilusión en tu vida, ya sabes cómo son los hombres. De repente su celular sonó, interrumpiendo mis fríos pensamientos.
Empecé a enjuagar algunos platos y a echarlos al lavavajillas, en tanto Ethan se dirigió al living. De seguro le salió algún panorama con sus amigas, alegaba sola. Me eché el resto del trago a la boca, y metí mi copa en la máquina junto al resto de la loza que estaba por todos lados, mientras Ethan seguía hablando. No pude escuchar qué decía, ya que estaba casi susurrando. Me acerqué al comedor a retirar los platos y vasos que aún seguían ahí, y luego los acomodé de vuelta en el lavaplatos que los arrendatarios anteriores habían dejado, ocasionando, sin querer, una fuerte bulla.
Observé disimuladamente a mi vecino. Tenía una espalda ancha y un trasero firme. Miré la hora y consideré que si bien no estaba cansada, lo mejor era que inventara un panorama, para explicar mi vestimenta y porqué le pediría que se fuera en cuanto terminara de hablar por teléfono. Su presencia y su amabilidad no me estaban ayudando. Me acomodé el pelo hacia un lado, igual como lo hace Javi cuando quiere seducir o coquetearle alguien, pero me di cuenta de ello y rápidamente devolví mi cabello al lugar en que estaba anteriormente. No estaba coqueteando. Me limpié mis lentes y enderecé bien mi espalda antes de salir impasible de la cocina.
—Te tengo que dejar, después te llamo —dijo Ethan y luego colgó y guardó su teléfono en su pantalón—. Perdón, era un amigo que tiene un problema. Veo que ya ordenaste todo. Discúlpame por no haberte ayudado.
—No te preocupes, no tenías por qué ayudarme. Es otra la que debería haberme ayudado. Levanté mis hombros y le brindé una cálida sonrisa.
—Así que tú y Javiera son amigas y ahora compañeras de casa.
Confirmé, moviendo la cabeza.
—Me alegra tener nuevas vecinas, los otros señores que vivían aquí eran anti fiestas. Cada vez que en mi casa había alguna celebración, nos alegaban por el volumen de la música. En cambio ahora, supongo que ustedes estarán con nosotros, disfrutando de ellas.
—Si invitas a Javi, de seguro no se las va a perder... Ah... Ethan... sabes, lamento sonar rota, pero tengo un compromiso y me tengo que ir pronto.
Ethan, confundido, dejó su vaso de vodka en la mesa de centro.
—Perdón, no sabía que...
—No, tú perdóname que te eche así, pero Javi... bueno ah... no importa. Es solo que se me está haciendo un poco tarde.
—Por supuesto, entiendo, yo también tengo un compromiso, así que está todo bien, no te preocupes. Muchísimas gracias por la cena, estuvo exquisita. Le agradeces también a Javiera de mi parte. Espero poder verla pronto para decirle lo del paseo en canoa.
—Yo le avisaré también. Le diré que pase por tu casa para responderte. Así puedes estar seguro de cuánta gente va a ir.
—Está bien.
Ethan se acercó a la puerta y yo lo seguí.
—Trata de ir —me sonrió—. Lo vamos a pasar muy bien —me besó en la mejilla.
Abrí la puerta, le sonreí, e inconscientemente me acomodé el pelo hacia un lado.