4

 La noche que los muros se vinieron abajo, me agazapé en un campanario con el único objetivo de sobrevivir hasta el amanecer.

No tenía ni idea de si el mundo sobreviviría conmigo.

Pensé que había sido la noche más larga de mi vida. Me equivocaba.

Esta es la noche más larga de mi vida, caminando junto a mi enemigo, llorando a Jericho Barrons, ahogándome en mi propia culpabilidad.

No deja de extenderse. Vivo miles de horas en un puñado. Cuento de uno a sesenta en voz muy baja, una y otra vez, viendo pasar los minutos, pensando que si pongo suficiente tiempo entre su muerte y yo, la inmediatez del dolor quizá remita y pueda respirar sin sentir una puñalada en el corazón.

No nos detenemos para comer ni para dormir. Él guarda carne unseelie en una bolsa y la va masticando a ratos mientras viajamos, lo que significa que puede continuar el camino mucho más tiempo que yo. En algún momento me veré obligada a descansar. La idea de darme por vencida en su presencia no me hace ninguna gracia.

Tengo armas en mi arsenal que aún no he probado con él. No tengo ninguna duda de que él también me oculta sus armas. Nuestra tregua es como un suelo lleno de cáscaras de huevo y los dos llevamos puestas botas de combate.

—¿Dónde está el rey unseelie? —pregunto, con la esperanza de que la distracción haga que los minutos pasen más deprisa—. Su libro anda perdido por ahí. He oído que quiere destruirlo. ¿Por qué no hace nada al respecto? —Yo también puedo ir a la caza de carne unseelie, lanzando mis redes hacia cualquier cosa que pueda usar. Hasta que sepa lo poderoso que es Darroc y comprenda mejor lo que hay en mi lado oscuro y cristalino, la sutileza tiene que ser mi máxima. No haré ninguna maniobra imprudente que ponga en peligro la misión. La resurrección de Barrons depende de eso.

Él se encoge de hombros.

—Desapareció hace mucho tiempo. Algunos dicen que está demasiado loco para preocuparse. Otros creen que no puede dejar la prisión unseelie y yace encerrado en una tumba de hielo negro, durmiendo eternamente. Sin embargo, otros afirman que la prisión nunca lo retuvo y que ese remordimiento por la muerte de su concubina fue el único vínculo que se permitió.

—Eso implica amor. Los fae no aman.

—Eso es discutible. Me reconozco en ti y lo encuentro… convincente. Se me hace menos solitario.

Traducción: le sirvo como espejo y el fae disfruta de su propio reflejo.

—¿Eso es lo que desea un fae? ¿Sentirse menos solo?

—Pocos son los fae que pueden soportar la soledad. Algunos proponen que esa energía proyectada en un espíritu que no refleja ni rebota permite que dicha energía se disipe hasta desaparecer del todo. Tal vez sea un defecto.

—Como aplaudir para que venga Campanilla —le digo yo, burlona—. Un espejo, una confirmación.

Él me mira.

—¿De eso están hechos los fae? ¿De energía?

Me lanza otra mirada que me recuerda a V’lane, y sé que nunca hablará conmigo, ni con cualquier otro humano, de lo que están hechos los fae. Su complejo de superioridad no ha disminuido nada durante su tiempo como mortal. Incluso me temo que ha aumentado. Ahora conoce ambos lados y eso le da una ventaja táctica frente a otros fae. Entiende nuestra forma de ser y es aún más peligroso. Reservo la idea de la energía para reflexionar sobre eso más tarde. El hierro afecta a los fae. ¿Por qué? ¿Poseen algún tipo de energía que podría sufrir cortocircuitos?

—¿Reconoces tener defectos? —le presiono.

—No somos perfectos. ¿Qué dios lo es? Piensa en el tuyo. Según tu mitología, se quedó tan decepcionado con sus esfuerzos iniciales al crear tu raza que volvió a intentarlo. Por lo menos nosotros confinamos nuestros errores. Tu dios permite a los suyos deambular libremente. En apenas unos pocos miles de años, vuestros mitos sobre la creación son mucho más absurdos que los nuestros. Y aun así te preguntas por qué no podemos recordar nuestros orígenes, de hace un millón de años o más.

Nos hemos acercado mientras hablamos y ambos nos damos cuenta a la vez. Pero luego nos replegamos en un instante y recuperamos la distancia que nos separaba, para poder ver venir un ataque del otro. En parte, lo encuentro divertido.

Los príncipes no han vuelto a aparecer y me alegro muchísimo. Aunque ya no me impactan sexualmente, tienen una presencia increíblemente terrible. Me hacen sentir bidimensional, menos esencial, culpable, traicionada de una manera que no llego a entender, aunque tampoco quiero hacerlo. No sé si siento esto porque una vez estuve bajo su influencia, sin sentir mi ser en la piel y los huesos, o si resultan odiosos para todos los seres humanos. Me pregunto si la «materia» de la que los hizo el rey unseelie es tan antinatural y horrible para nosotros que si fueran un agujero negro psíquico. Que sean inexplicablemente bellos no hace más que empeorar las cosas. Su exquisitez es el horizonte del que no hay escapatoria. Me estremezco.

Lo recuerdo.

Nunca lo olvidaré. Tres de ellos y un cuarto invisible, moviéndose sobre mí, dentro de mí.

Porque Darroc lo ordenó. Eso tampoco lo olvidaré nunca.

Pensé que ser violada por ellos fue terrible, que me había marcado de una manera muy profunda, que me había cambiado el carácter natural. Antes no sabía lo que era el dolor, el cambio que te transforma. Ahora ya lo sé.

Atravesamos el bosque y el terreno empieza a descender. Con la luna iluminándonos el camino, cruzamos a pie varios prados oscuros.

Renuncio a mi excursión de caza por el momento. Tengo la garganta irritada de tanto gritar y tengo que concentrarme al máximo para poner un pie delante del otro mientras mantengo una expresión impasible en el rostro. Camino con dificultad por lo que se me antoja una eternidad a través de la oscuridad previa al amanecer.

Vuelvo a recordar la escena del acantilado una y mil veces pero haciendo ver que terminó de otra manera.

La hierba rígida y los juncos me rozan la cintura y me acarician la parte inferior de los pechos. Si hay animales en esta densa espesura, se mantienen a distancia. Si yo fuera un animal, también me mantendría alejada de nosotros. El aire se vuelve más templado, se calienta con el perfume de la madreselva y el exótico jazmín que florece de noche.

Entonces rompe el alba tan abruptamente como se va la noche. En un momento el cielo pasa de negro a rosa y después a azul. Tres segundos transcurren de la noche al día.

He sobrevivido a la noche. Tomo aire y respiro con cuidado.

Cuando asesinaron a mi hermana, descubrí que la luz del día tiene un efecto calmante para el dolor. No tengo ni idea de por qué. Quizá sea para fortalecernos y podamos así sobrevivir nuevamente a la siguiente noche solitaria y sombría.

No supe que estábamos en una llanura alta hasta que, de repente, nos encontramos al borde de la meseta y me sobrecogí al ver la acusada pendiente del valle que se desplegaba ante mis ojos. Al cruzarlo aparecía el oleaje oceánico de montañas que se elevaban y se extendían a lo largo de kilómetros en todas direcciones.

La Mansión Blanca.

Una vez más tengo esa extraña sensación de inevitabilidad que, de un modo u otro, la vida me habría depositado aquí y que en cualquier otra realidad hubiera tomado las mismas elecciones que me llevaron hasta su puerta.

El hogar de la amada concubina del rey unseelie, por quien mató a la reina seelie, es tan enorme que te deja pasmado. Muevo la cabeza de un lado a otro, de arriba abajo, tratando de captarlo todo. Parece que solo se pueda contemplar su entera totalidad a kilómetros de distancia, tal como estamos ahora. ¿Era aquí donde Barrons quería traerme? De ser así, ¿por qué? ¿Mentía Ryodan cuando me encontró al borde del acantilado y me dijo que el camino de regreso a Dublín era a través de un AMI, un Agujero Mágico Interdimensional, como yo llamaba a las grietas en la realidad fae que dividían nuestros mundos, tras la caída de los muros?

Los muros son de alabastro y reflejan tanto el sol que tengo que entrecerrar los ojos. El cielo que hay tras la Mansión —no puedo pensar en ella sin mayúscula; es mucho más que una simple residencia— se intensifica en un azul deslumbrante que solo puede existir en el reino faery; un tono que nunca se verá en el mundo humano. Hay ciertos colores faery que tienen una dimensión, se componen de una infinidad de matices seductores en los que la mirada podría posarse para siempre. El cielo es tan adictivo como el suelo dorado del Salón de Todos los Días.

Me obligo a contemplar la Mansión Blanca. Exploro sus líneas, desde sus cimientos hasta la azotea, de la terraza a la torre, del jardín a la fuente y a la torreta. Una cinta de Moebius de estructuras niveladas sobre un paisaje al estilo imposible de Escher, que se enrosca por aquí y por allá, y luego continúa, ininterrumpida, siempre cambiante y desplegándose. Fuerza la vista y pone a prueba la mente. Pero he visto a los fae en su auténtica forma. Lo encuentro… tranquilizador. En mi corazón negro y muerto siento algo. No entiendo cómo algo puede seguir moviéndose allí dentro, pero lo hace. No es una sensación en sí sino un eco de una emoción. Débil pero innegable.

Darroc me observa. Finjo que no me doy cuenta.

—Tu raza nunca ha creado algo de tanta belleza, complejidad y perfección —me dice.

—Mi raza tampoco ha creado jamás un Sinsar Dubh —me defiendo yo.

—Las criaturas pequeñas crean cosas pequeñas.

—Los egos de las grandes criaturas son tan grandes que no ven llegar las cosas pequeñas —murmuro. «Como trampas», pienso, pero no se lo digo.

Él lo intuye. Se ríe y dice:

—Recordaré la advertencia, MacKayla.

Según dice Darroc, después de encontrar los primeros dos Espejos Plateados en una casa de subastas en Londres, tuvo que aprender a usarlos. Le costó varios intentos establecer un vínculo estático con los reinos fae y una vez estuvo dentro de los espejos, tardó meses en encontrar un camino que le llevara a la prisión unseelie.

Oigo orgullo en su voz cuando habla de sus méritos y sus triunfos. Despojado de su esencia fae, no solo sobrevivió cuando su raza no pensó que fuera posible, sino que alcanzó la meta que se había propuesto como fae, la cosa por la que le habían desterrado. Se siente superior a los demás de su especie.

Escucho y voy analizando todo lo que me cuenta, buscando alguna grieta en su coraza. Sé que los fae tienen «sentimientos» tales como arrogancia, superioridad, mofa y condescendencia. Al escucharlo añado a la lista algunos más, como el orgullo, la venganza, la impaciencia, la complacencia y el regocijo.

Hemos estado charlando un rato, mirándonos fijamente. Le he hablado de mi vida en Ashford, de mis primeras impresiones de Dublín y de mi amor por los coches rápidos. Él me ha contado más sobre su caída en desgracia, sobre lo que hizo y por qué lo hizo. Competimos para desarmar al otro con confidencias triviales que no delatan nada importante.

Mientras cruzamos el valle, le pregunto:

—¿Por qué ir a la prisión unseelie? ¿Por qué no a la corte seelie?

—¿Y darle a Aoibheal la oportunidad de acabar conmigo para siempre? La próxima vez que vea a esa zorra, la mataré.

¿Por eso me había arrebatado la lanza? ¿Para matar a la reina? La había cogido sin que yo me enterara, igual que V’lane. ¿Cómo? Ya no era fae. ¿Había comido tanta carne unseelie que ahora era un mutante con habilidades impredecibles? Recuerdo estar en la iglesia, entre los príncipes unseelie, levantando la lanza, lanzándola, golpeando el pedestal de una pila, salpicando el agua bendita que luego desprendía vapor. ¿Cómo había conseguido que la tirara entonces? ¿Cómo me la había quitado ahora?

—¿Está la reina en la corte seelie en este momento? —Vuelvo a tirar la red.

—¿Cómo quieres que lo sepa? Me han desterrado. Aunque encontrara la forma de hacerlo, el primer seelie que me viera, me mataría.

—¿No tienes aliados en la corte seelie? ¿No es V’lane amigo tuyo?

Él resopla con desdén.

—Nos sentábamos juntos en el Consejo Superior. Aunque defiende la supremacía fae y habla de caminar por la Tierra libremente de nuevo sin el odioso pacto que nos gobierna —«nos», dice, ¡como si los humanos pudieran gobernar a sus dioses!— en cuanto a acción, V’lane es el perro faldero de Aoibheal y siempre lo ha sido. Ahora soy humano, por consenso de mis hermanos fae, y me desprecian.

—Creía que habías dicho que te adoraban como a un héroe por derribar los muros y liberarlos.

Entrecierra los ojos.

—He dicho que lo harán. Pronto, me proclamarán el salvador de nuestra raza.

—Así que fuiste a la prisión unseelie. Fue todo un riesgo. —Le incité para que siguiera hablando. Mientras habla puedo concentrarme en sus palabras para conseguir así mis objetivos. Aunque a veces es necesario, el silencio podría resultar mortal ahora mismo. Es un vacío que se llena de fantasmas.

—Necesitaba a los Cazadores. Como fae, podía convocarlos. Como mortal, tenía que buscarlos físicamente.

—Me sorprende que no te mataran nada más verte. —Los Cazadores odian a los humanos. Esos demonios alados de piel negra no aman a nadie excepto a sí mismos.

—La muerte no es un placer para un Cazador. Es demasiado definitiva.

Un recuerdo le ilumina la mirada y sé que cuando los encontró, le hicieron cosas que le hicieron gritar durante mucho tiempo.

—Estuvieron de acuerdo en ayudarme a cambio de la libertad permanente. Me enseñaron a comer unseelie. Después de detectar deficiencias en los muros de la prisión, por donde los unseelie habían escapado antes, los remendé.

—Para ser el único con posibilidades en la ciudad.

Él asiente.

—Si mis hermanos oscuros iban a ser libres, me lo agradecerían. Descubrí cómo vincular Espejos Plateados y creé un pasadizo a Dublín a través de la Mansión Blanca.

—¿Por qué aquí?

—De todas las dimensiones que exploré, esta sigue siendo la más estable, aparte de unos pocos inconvenientes… Parece ser que la maldición de Cruce tuvo poco efecto sobre este reino, salvo escindir las dimensiones que son fáciles de evitar.

Yo los llamo AMI pero no se lo digo. Eso hizo gracia a Barrons y muy pocas cosas le hacían sonreír.

Creo que lo mantengo todo bajo control, que me he despojado de todas las debilidades. Que comprometerme con la misión me ha hecho insensible. Me equivoco. La idea de Barrons sonriendo me trae otros pensamientos.

«Barrons desnudo.

Bailando.

Su oscura cabeza hacia atrás.

Se ríe.»

La imagen no me vino «flotando suavemente por la mente», tipo ensoñación, como he visto en las películas. No, me ha asestado un golpe en la cabeza como un misil nuclear y me ha explotado en el cerebro hasta el último detalle. Me ahogo en una nube de dolor cada vez más intenso.

No puedo respirar. Cierro los ojos con fuerza.

Unos dientes blancos resplandecen en su semblante oscuro: «Puede que me noqueen, pero luego me vuelvo a levantar. Nunca me dominarás».

Me tambaleo.

Pero el muy cabrón no se levantó. Se quedó tumbado.

Con mi lanza en su espalda. ¿Cómo se supone que voy a encontrar mi camino cada día sin su ayuda? No sé qué hacer, cómo tomar decisiones.

¡No puedo sobrevivir a este dolor! Tropiezo y me arrodillo. Me agarro la cabeza.

Darroc está a mi lado y me ayuda a levantarme. Me rodea con los brazos.

Abro los ojos.

Está tan cerca que veo motas doradas en sus ojos cobrizos. En el rabillo hay arrugas y unas débiles líneas de expresión le enmarcan la boca. ¿Tanto se ha reído en su tiempo como mortal? Aprieto los puños.

Sus manos se posan suavemente sobre mi rostro cuando me aparta el cabello de la cara.

—¿Qué pasó?

Aún no han desaparecido ni la imagen ni el dolor de mi cabeza. No puedo trabajar bien en estas condiciones. En breves momentos, me veré de rodillas, gritando de dolor y de rabia, y mi misión se irá al garete. Darroc se dará cuenta de mi debilidad y me matará, o algo peor. Tengo que sobrevivir de alguna forma. No sé cuánto tiempo tardaré en encontrar el Libro y aprender a usarlo. Me humedezco los labios.

—Bésame —digo—. Fuerte.

Él aprieta los labios.

—No soy imbécil, MacKayla.

—Hazlo y punto —gruño.

Veo cómo sopesa la idea. Dos escorpiones. Se muestra escéptico. Está fascinado.

Cuando me besa, Barrons desaparece de mi cabeza y el dolor disminuye.

En los labios de mi enemigo, del amante de mi hermana, del asesino de mi amante, paladeo el castigo que merezco. Experimento el olvido.

Eso vuelve a hacerme fría y fuerte.

He soñado con casas toda la vida. Tengo un barrio entero en el subconsciente al que puedo acceder tan solo cuando estoy dormida. Pero no puedo controlar las visitas nocturnas, igual que no puedo evitar los sueños del Lugar Frío. Algunas veces se me concede el paso y otras, no. Algunas noches las puertas se abren con facilidad, otras me quedo fuera porque me han negado la entrada y entonces me quedo ahí plantada, anhelando las maravillas que se hallan en su interior.

No entiendo a las personas que dicen no recordar lo que han soñado. Con la excepción del sueño del Lugar Frío, que empecé a bloquear hace mucho tiempo, recuerdo todos los demás. Cuando me despierto por la mañana, los fragmentos aún están frescos en mi mente, entonces puedo saltar de la cama y olvidarme de ellos o bien recoger los trozos y examinarlos.

Leí en alguna parte que soñar con casas es como soñar con nuestra alma. En las moradas de nuestra psique almacenamos nuestros secretos y deseos más íntimos. Tal vez por eso algunas personas no los recuerdan: porque no quieren. Una chica que conocí en secundaria me dijo una vez que también soñaba con casas, pero siempre eran oscuras y nunca lograba encontrar el interruptor de la luz. No le gustaban nada esos sueños. No era la más brillante de la clase, la pobre.

Mis casas son interminables y están llenas de sol y música, de jardines y fuentes. Y por algún motivo siempre hay muchas camas. Camas grandes. Muchas más de las que nadie necesita. No sé exactamente de qué va eso, pero podría significar que pienso mucho en el sexo.

A veces me preocupa que no tenga suficiente espacio en el cerebro para mis sueños y mi realidad, porque soy un disco duro con cantidad limitada de gigabytes y llegará el día en que no sea capaz de mantener el cortafuegos entre las dos partes. Me pregunto si eso es lo que pasa cuando estás senil.

Con los años he empezado a sospechar que todas las casas con las que he soñado son partes distintas de una misma gran casa.

Hoy me doy cuenta de que es verdad.

¿Por qué he estado soñando con la Mansión Blanca estos años?

¿Cómo podía saber yo que existía?

Ahora que estoy al borde de la locura, puedo reconocer algo: toda la vida he tenido miedo de que debajo de mi aspecto cuidado, mi esmero y mis accesorios, esté… psicótica.

Nunca subestimes a una chica mona bien vestida.

Los verdaderos pensadores del mundo no son los mejor vestidos. Ir a la última moda, con los accesorios más modernos y cuidar de uno mismo consume mucho tiempo. Requiere mucho esfuerzo, energía y concentración para estar siempre feliz e ir perfectamente arreglado. Si te encuentras con alguien así, pregúntate de qué huye.

Ya en el instituto, empecé a sospechar que era bipolar. Había momentos en los que, sin que hubiera un motivo, me sentía… ¿Cómo decirlo? Homicida era la única palabra para describirlo. Descubrí que cuanto más ocupada estaba, menos tiempo tenía para sentirlo.

A veces me pregunto si antes de que naciera, alguien me enseñó un guion o me informó sobre cuáles eran sus escenas más destacadas. Era un déjà vu llevado al extremo. Me niego a creer que había hecho un casting para este papel.

Al mirar la Mansión Blanca ya sé cómo son algunas partes de su interior —y sé que no hay manera de que sepa esas cosas—, me pregunto si estoy loca de atar. Si nada de esto está sucediendo y, en realidad, estoy encerrada en una celda acolchada de algún manicomio, con alucinaciones. Si es así, que me cambien la medicación pronto porque sea lo que sea lo que estoy tomando, no funciona.

No quiero entrar ahí.

Quiero entrar y no salir nunca.

Soy pura dualidad.

La casa tiene innumerables entradas, a través de jardines cuidados con esmero.

Darroc y yo entramos por uno de los jardines. Duele de lo bonito que es. Caminamos entre brillantes adoquines dorados que se despliegan a través de los exóticos y perfumados arbustos y rodeamos jardineras con delicados árboles de hojas plateadas. Unos deslumbrantes bancos perlados ofrecen resguardo del sol bajo unas hojas transparentes y se entrevén butacas tapizadas de seda en algunos salones exteriores cuyas cortinas de gasa ondean al aire. Las flores se inclinan y balancean con la brisa ligera, perfecta, con el grado exacto de sensualidad: no hace demasiado calor ni hay demasiada humedad, pero me siento cálida y húmeda, igual que el sexo.

He soñado con un jardín como este. Había pequeñas diferencias, pero no muchas.

Pasamos por una fuente que lanza chorros multicolores de agua al aire. Alrededor hay miles de flores en todos los tonos de amarillo: botones de oro aterciopelados, tulipanes suaves, lirios cremosos y muchas otras flores que no existen en nuestro mundo. Por un momento pienso en Alina, porque le encantaba el amarillo, pero ese pensamiento apesta a muerte y trae otros pensamientos consigo, así que vuelvo a la belleza de la fuente y me centro en la odiosa cara y voz de mi compañero.

Empieza a darme instrucciones. Me dice que está buscando una habitación donde hay un espejo con un marco de oro muy ornamentado que mide aproximadamente tres metros de alto por cinco de ancho. La última vez que vi la sala, estaba completamente vacía salvo por el espejo. El pasillo hacia la sala era espacioso, estaba iluminado y tenía un suelo de mármol blanco intacto. Las paredes del pasillo también eran blancas y estaban adornadas con murales brillantes entre altos ventanales.

—Fíjate bien en los suelos de mármol blanco —me explica, porque solo dos de las alas, por lo menos desde la última vez que estuve aquí, los tienen. Los suelos de las otras alas son de oro, bronce, plata, iridiscentes, rosa, verde menta, amarillo, lavanda y otros tonos pastel. Alguna es carmesí, pero no es lo habitual. Y si veo un suelo negro, tengo que volver inmediatamente.

Entramos en un vestíbulo circular con un techo acristalado que recoge todo el sol del día. Las paredes y el suelo son de plata transparente y reflejan el cielo con tal detalle que, cuando una esponjosa nube pasa por encima, siento como si la estuviera atravesando. ¡Qué gran invento! Una habitación en el cielo. ¿La creó la concubina? ¿El rey unseelie la diseñó para ella? Un ser así, que había creado horrores como los unseelie, ¿podía también crear tales maravillas? La luz del sol me baña desde arriba y refleja en mí desde la pared y el suelo.

La Mac 1.0 conectaría su iPod y se quedaría aquí tumbada durante horas.

La Mac 5.0 siente escalofríos. Ni siquiera el sol puede calentar la parte de su interior que ya se ha enfriado.

Me doy cuenta de que he olvidado a mi enemigo, así que me concentro en él de nuevo.

—Suponiendo, claro —está diciendo Darroc— que a la habitación que buscamos se acceda por una de las salas de mármol.

Eso me llama la atención. ¿Cómo que «suponiendo»?

—La mansión se arregla sola. Es uno de los inconvenientes que he mencionado.

—¿Pero qué os pasa a los fairies? —exploto—. ¿Por qué todo tiene que cambiar? ¿Por qué no pueden ser las cosas lo que son? ¿Por qué no puede una casa ser una casa normal y corriente, y un libro ser un simple libro? ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? —Quiero volver a Dublín, ahora, encontrar el Libro, averiguar lo que hay que hacer y huir de esta maldita realidad.

No me responde pero tampoco hace falta. Si un fae me preguntara por qué una manzana se pudre con el tiempo o los seres humanos morimos, me encogería de hombros y diría que era la naturaleza de los humanos.

El cambio era la naturaleza de los fae. Siempre se están convirtiendo en otra cosa. Es algo que hay que recordar cuando se trata de algo fae, tal como aprendí de las Sombras. Me pregunto cuánto han evolucionado desde la última vez que las vi.

—A veces se repara a sí misma a gran escala —continua Darroc—, mientras que otras, se limita a cambiar cosas de sitio. Solo en una ocasión tardé varios días en encontrar la habitación que buscaba. Por lo general, la encuentro bastante rápido.

¿Días? La cabeza me da vueltas y lo miro. ¿Podría estar aquí encerrada con él durante varios días?

Cuanto antes empecemos, mejor.

Desde el vestíbulo se accede a una docena de salas, algunas bien iluminadas, otras solo tenuemente. No dan miedo. La casa rezuma una sensación de bienestar y paz. Sin embargo, es un gran laberinto y espero que él elija nuestro camino. Aunque hace mucho tiempo que sueño con este lugar, no conozco este vestíbulo. Sospecho que la casa es tan grande que una vida humana de sueños no bastaría para explorarla entera.

—Hay varias habitaciones en la casa con espejos. La que buscamos tiene uno solo. —Me lanza una mirada penetrante—. Evita los otros espejos, si te tropiezas con ellos. No los mires. No te prohíbo el conocimiento, simplemente trato de protegerte.

Sí, claro. Y ahora resulta que la Mansión Blanca es negra.

—Por tus palabras parece que nos vayamos a separar. —Estoy sorprendida. Se esforzó mucho para tenerme a su lado. ¿Ahora me deja ir? ¿Tan convincente he sido o es que tiene un as escondido en la manga que desconozco?

—No podemos permitirnos el lujo de perder el tiempo aquí. Cuanto más esté aquí, más posibilidades habrá de que otra persona encuentre mi libro.

—Mi libro —le corrijo.

Él se ríe.

—Nuestro libro.

No digo nada. Es mi libro… y él morirá en cuanto lo tenga en mis manos y sepa usarlo. O antes, incluso, si ya no me resulta útil.

Apoya la espalda en la pared y se cruza de brazos. En esta sala del cielo, él es un ángel de oro que apoya los hombros en una nube.

—Los dos podemos tener todo lo que queramos, MacKayla. Si estamos aliados, no hay límites. Nada ni nadie nos puede detener. ¿Te das cuenta?

—Tengo que usarlo primero. —Él no existirá para usarlo cuando yo termine con él. Aunque, no, espera, deshacerlo sería una muerte muy fácil para él.

Quiero asesinarlo.

—Tenemos tiempo de sobra para decidir quién lo hace en primer lugar. Pero, por el momento, dime, ¿somos amigos o no?

Tengo una réplica en la punta de la lengua, quiero decirle que las palabras no significan nada. ¿Por qué hace preguntas absurdas? Puedo mentir fácilmente. Debería juzgarme por mis acciones, pero no comparto consejos con el enemigo.

—Somos amigos —le digo con naturalidad.

Él me hace un gesto para que siga por el pasillo más cercano a mi derecha, uno con un suelo rosa oscuro, y gira por el primero a la izquierda, que tiene un color bronce resplandeciente.

—¿Qué hago si lo encuentro? —le pregunto. No será por falta de teléfonos móviles programados con siglas ingeniosas.

—Te puse una marca en la base del cráneo. Presiona ahí con los dedos y llámame.

Ya se ha dado la vuelta y se aleja por el pasillo. Siseo a su espalda. Pronto llegará el día; pronto me quitaré su marca aunque tenga que rascarme el cráneo hasta llegar al hueso. Lo haría ahora mismo, si no fuera porque no quiero correr el riesgo de dañar el de Barrons.

Es lo único que queda de él. Sus manos estaban sobre mí allí, con suavidad, posesivo.

Darroc sonríe y me advierte.

—Si encuentras el Espejo y regresas a Dublín sin mí, iré a buscarte.

—Lo mismo te digo, Darroc. —Uso el mismo tono de advertencia—. Ni se te ocurra salir sin mí. Puede que no te tenga marcado, pero te encontraré. Siempre te encontraré. —Se lo decía en serio. El cazador es ahora la presa. Lo tengo en mi punto de mira y ahí lo mantendré. Hasta que decida apretar el gatillo. Ya no huiré más. De nada.

Se detiene y me mira por encima del hombro. Las manchas con motas de oro en sus ojos se vuelven más brillantes y respira hondo.

Si conozco tan bien a los fae como creo, lo acabo de excitar.

 

 

El Diario de Dani

97 días TCM

 

¡DANI «MEGA» O’MALLEY MATA A UN CAZADOR!

 

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DE DUBLÍN Y ALREDEDORES

¡Sidhe-seers, brindemos! Lo logramos, ¡ya hay uno menos! Tardamos toda una noche pero, al final, Jayne y las guardianas cazamos a uno de esos cabrones con alas. Estaba tan lleno de hierro que se estrelló en plena calle. Entonces lo apuñalé en el corazón con la Espada de Luz. Era algo digno ver. Tendríais que haber estado allí. La cosa emanó una sangre oscura que subió por la espada, hasta la empuñadura y por un segundo temí que pudiera romperla o algo parecido, pero ahora ya funciona bien, así que decidle a Ro que no se tire de los pelos.
¡Esto es un llamamiento! ¡Salid de esa abadía y luchad, luchad, luchad! Basta de buscar reconocimiento. Rima con «pérdida de tiempo». ¡Eso no sirve de NADA! HACED algo. Podemos marcar la diferencia. Id derechitas al castillo de Dublín. Es el nuevo cuartel de la nueva fuerza de policía y mola mucho. Todas las
sidhe-seers son bienvenidas. ¡SOBRE TODO LAS SOLTERAS!

Hay que repoblar Dublín, ya sabéis. No va a pasar por arte de magia. Hay muchos héroes en la calle, arriesgando la vida y machacando a los fae. ¡Uníos AHORA!

 

QUEDAMOS ESTA NOCHE

CASTILLO DE DUBLÍN

A LAS OCHO EN PUNTO

¡UNÍOS A LA CAZA!

 

PD: Desafortunadamente, Mac no podrá venir porque sigue ocupada con otras cosas, pero volverá muy, muy pronto.

 

 

Golpeo una farola con la última edición del periódico y me rompo una uña. Les digo lo que funcionará para mí; no les digo lo que no funciona. A veces tienes que mentir.

Me meto un caramelo en la boca y me materializo en la siguiente farola que hay en la ruta. Sé que mis periódicos llaman la atención. He visto resultados. Una pareja de sidhe-seers ya ha abandonado la abadía. Me encargo de la situación por donde la dejó Mac al marcharse… removiendo la mierda de una forma extraordinaria, yendo contra las reglas de Ro y, al mismo tiempo, diciéndole todo lo que quiere escuchar.

Dos barras de caramelo y un paquete de proteínas más tarde, he terminado con mi ruta y me voy pitando a mi lugar favorito. Tengo horas para mí solita y las voy a pasar dando vueltas por el Chester’s, rebanando y cortando en cubitos todo lo que encuentre en un radio de diez manzanas.

Bajo pavoneándome por la calle.

Ry-O y sus hombres están allí, o al menos eso creo. Hace rato que no veo ninguno pero no pierdo las esperanzas. Porque me enojan. Me amenazaron.

Y nadie amenaza a Mega.

Me río. Un pub no mola si los dueños no pueden entrar. No puedo tenerlos fuera toda la noche, porque yo cazo con los guardianes y mato todo lo que ellos atrapan, pero ya hago suficiente daño durante el día. Jayne me pilló una tarde y me dijo que me matarían por eso. Él lo había escuchado varias veces y se mantenía al margen. Dice que no son más humanos que los fae.

Pero yo ya les dije a esos cabrones que se guarden bien de meterse conmigo. Verás, otra cosa que no le he contado a nadie es que cuando apuñalé al Cazador, algo extraño ocurrió: la oscuridad, la negrura, se extendió por la espada y se me metió un poco en el brazo. Se me infectó como una astilla. Durante un par de días, tenía la mano llena de venas negras y estaba helada, como si estuviera muerta. Tuve que ponerme un guante para ocultarla. Pensé que podría perderla; tengo que aprender a luchar con la mano derecha.

Parece que ahora está bien.

No tengo ninguna prisa por volver a matar a un Cazador.

Pero creo que soy más rápida. Y las órdenes de Ro no parece que me hagan sentir tanto en conflicto, tan dividida, como antes.

Creo que Ry-O y sus hombres no tienen nada en mi contra, y me gustaría comprobarlo. Me gustaría enseñárselo a Mac, pero han pasado más de tres semanas completas desde que la vi por última vez. Desde que forzamos la entrada de las bibliotecas.

Barrons tampoco viene ya por aquí.

No me preocupa. No está en mi naturaleza. Yo vivo el momento. Dejo la preocupación para las viejas.

Pero me gustaría que Mac viniera. Da igual cuándo, aunque ahora mismo no estaría nada mal.

El Sinsar Dubh ha estado por toda la ciudad en los últimos días. Acabó con una docena de hombres de Jayne en una sola noche, como si estuviera jugando con nosotros. Dividiéndonos, matándolos uno a uno por separado.

Estoy empezando a pensar que me está buscando.

 


Fiebre sombría
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