El 22 de noviembre de 1969 el «New York Times» publicó un artículo de media página titulado: «DIPLOMÁTICO GASTA UN MILLÓN EN DAR LUSTRE A SU MANSIÓN». El texto informaba que la recién decorada mansión del embajador de los Estados Unidos en Gran Bretaña, cuya renovación había exigido un año y costado al dueño, el magnate de la prensa de Filadelfia, Walter Annenberg, un millón de dólares, infundía ahora tal respeto que molestaba hasta usar un cenicero.
Durante toda una semana, dos veces al día, Annenberg guió en persona las visitas que periodistas de muchísimos países hicieron a la residencia. «Trabajamos como un equipo bajo el mando de Haines», decía el embajador. Annenberg y Haines se habían conocido cuando éste recibió el encargo de decorar la casa en el desierto de Annenberg, en Cathedral City, cerca de Palm Springs, obra en la que trabajó cinco años. La casa del desierto, llamada Sunnyland, había sido concebida por el decorador como «un gran solarium con orquídeas, piedra volcánica de México, suelos de mármol rosado de Portugal y habitaciones divididas por plantas».
Winfield House, la vivienda del embajador en el londinense Regent’s Park, había sido donada por Barbara Hutton al gobierno norteamericano en 1946. Estaba repleta de Monets, Gauguins, Cézannes, Van Goghs, Renoirs y Toulouse-Lautrecs. La espléndida decoración de William Haines marcó el momento culminante de su brillante segunda carrera.
Haines murió de cáncer en diciembre de 1973. Legó todo su patrimonio a sus dos hermanas y a Jimmy Shields. Shields se suicidó al año siguiente. La nota que dejó escrita rezaba: «Sin Billy nada tiene sentido».
En 1937, apenas Haines hubo terminado la decoración de la espléndida casa de George Cukor, éste le ofreció una memorable fiesta de homenaje. Se dio cita allí el todo Hollywood, y todo el mundo recuerda el momento en que, ya de madrugada, John Barrymore vomitó encima de un antiguo canapé tapizado de satén.
Cukor y Haines fueron siempre amigos íntimos. Al parecer, a Cukor su homosexualidad nunca le acarreó dificultades profesionales. Aun sin ocultarse del todo, era relativamente discreto y durante toda su carrera evitó tratar el asunto, al menos con la prensa. Hacia el final de su vida, no obstante, se permitió revelar un secreto. Contó que en el rodaje de Lo que el viento se llevó lo habían reemplazado por Victor Fleming porque Clark Gable conocía su relación con Billy Haines y supuso que estaría al tanto de que, cuando él, Gable, era todavía un don nadie en la MGM, para trepar más rápido en su carrera, se había prestado en más de una ocasión a los servicios de Haines. Gable odiaba a Cukor por esta razón y no podía mirarlo a los ojos ni soportar la idea de acatar sus órdenes durante los largos meses de rodaje que llevaría la realización de LQEVSLL. ¡De modo que uno de los grandes cambios de timón de la historia del cine tuvo lugar en 1939 debido a dos o tres mamadas que Bill Haines —de labios, por cierto, nada perezosos— había propinado en 1925!
Clark Gable: secreto inconfesable