XXIII

Cuando Luis abre los ojos de nuevo, se encuentra en la cueva donde años atrás habían asesinado a Verónica.

Y a los pocos segundos, ésta aparece al fondo de la cueva mirando a Luis fijamente. Pero no presenta un rostro herido, ni un vestido rasgado, sino su propio rostro de niña, antes de ser asesinada.

Luis y ella se miran fijamente a los ojos, y Verónica, muy lentamente, comienza a caminar hacia Luis, clavando su mirada en la de él.

—Aquí empezaste todo— dijo Verónica con voz dulce—. Y aquí lo acabarás.

—Siento lo que pasó— dijo emocionado y nervioso—. Estaba drogado, bebido, siempre me arrepentí de aquello, desde ese día siento un profundo dolor en…

—¿Dolor, Luis? — Le cortó Verónica—. ¿Es, quizás, un dolor punzante que te atraviesa los ojos y se te clava en el cerebro? Queriendo gritar, luchar por tu vida, y sentir como tu cuerpo no reacciona a tus impulsos. Sintiendo un dolor indescriptible sin poder hacer nada por remediarlo, por calmarlo, por controlarlo…— Durante un segundo, el rostro de Verónica lleno de ira, se torna herido y demacrado, para volver

después a su estado angelical—. Pero el dolor más horrible no es otro que el saber…

Que el hijo que llevas en tus entrañas en ese momento, nunca dormirá en tus brazos—

Verónica se toca el vientre—. Que no le verás reír, crecer y vivir… Porque tu vida, y a la vez la suya, está siendo sesgada… Por su padre…

—¡Lo siento! — Gritó Luis, viendo como Verónica estaba cada vez más cerca de él—. ¡¡Todo fue un error, todo!! ¡¡Sentí pánico, entiéndeme, tenías trece años y yo treinta!!

—Eso nunca te importó para llevarme a tu casa a escondidas.

—¡¡Me amenazaste con contarlo si no estaba contigo!!

—Estaba enamorada— respondía muy seria.

—¡Y yo de Dafne!

En ese momento, presa de los nervios y el descontrol, Luis se abalanza sobre Verónica y la niña cae de espaldas al suelo con Luis encima golpeándola con furia. La sangre mancha el rostro de Luis.

A los pocos segundos, ve unas tijeras en el suelo y, alzándolas en alto las clavó en los ojos de Verónica.

Pero cuando Luis respira aliviado, se percata de que no ha sido a Verónica a quien ha matado… Sino a Dafne, que permanece en el suelo, inmóvil y con las tijeras incrustadas en los ojos.

—¡¡Nooooo!! — Gritó de dolor Luis mientras abrazaba a Dafne destrozado de dolor.

De fondo se escuchan las risas de Verónica, que mira la escena a escasos metros de él.

Luis se gira y la mira.

—Ya nada podrá separarnos— dijo Verónica.