III
A la mañana siguiente, Seba se encontraba con Luis, otro de los miembros del grupo de amigos, fumando un cigarro y conversando tranquilamente.
—Y me llama a las dos de la mañana— contaba divertido Seba a Luis, que reía con la forma de expresarse de su amigo—. Y me dice que le lleve al hospital…
—Y fin de fiesta, ¿no? — Le preguntó Luis.
—Sí, amigo— contestó dando una calada al cigarro—. Ayer por fin tenía a Judith en el bote, y Carlos tan oportuno como siempre.
Luis le da una calada al cigarro de Seba.
—¿Y qué se hizo como para ir al hospital? — Preguntó intrigado Luis.
—Nada, un golpe en la rodilla y unos rasguños— le contestó.
—¿Y para eso te hace ir?
—Estaría asustado y no sabría cómo reconocerlo.
Luis y Seba ríen, mientras Carlos llega por detrás de Seba y le da un ligero golpe en la nuca para llamar su atención.
—Habla bien, que es bueno para conservar los dientes— le dijo Carlos a Seba con ironía.
—Vete a la mierda— le contestó riendo.
—¡Anda! El aguafiestas— dijo Luis sonriendo.
—¡Anda! El calzonazos de Dafne— le devolvió la ironía Carlos.
Los tres ríen animadamente. Carlos se enciende un cigarro y toma asiento junto a ellos.
—¿Cómo va esa rodilla? — Le preguntó Luis.
—Bien, apenas duele ya— contestó—. ¿Qué hacéis?
—Aquí comentando el polvo que no eché anoche, por culpa de alguien—
respondió Seba.
Carlos le da unos golpecitos en la pierna y le mira riendo.
—No te preocupes, Sebita, que yo te llevo esta noche al club y te pago una chica para ti solito— le dice riendo.
—Créetelo, es al único al que le fían— repuso divertido Luis.
Las risas aumentan. Se denota una gran amistad entre los tres.
—¿Trabajas hoy? — Le preguntó Seba.
—Sí y no— respondió Carlos.
—¿Qué significa eso? — Preguntó intrigado Luis.
—Es sábado, entraré más tarde, sobre las dos.
—¡Así da gusto trabajar! — Dijo Seba.
—No creo que nadie se queje de que he llegado tarde.
Aumentan las risas más aún.
—Entonces, ¿podemos tomar una copa antes de irte al trabajo? — Le preguntó Seba.
—Yo había pensado en otra cosa— respondió Carlos.
—¿Qué cosa? — Preguntó Luis.
—Tengo en el coche la ouija de los críos de anoche.
—Ahora verás la brillante idea— dijo sonriendo Luis.
—¿Por qué no hacemos una ouija esta noche? — Preguntó Carlos.
Luis empieza a tocarle la cabeza, muy serio.
—¿Qué haces? — Preguntó intrigado Carlos.
—¿Seguro que no te golpeaste ayer la cabeza? — Le preguntó con ironía Luis.
Carlos le quita la mano y se pone en pie mirándoles.
—En serio, ¿nunca os ha dado curiosidad?
—No— contestó Luis.
—Carlos, eso son cosas de críos— le repuso Seba.
—Serán cosas de críos, pero no tenéis valor a hacerla— contestó Carlos.
Seba se pone en pie y se acerca a Carlos.
—¿Crees que me da miedo un pedazo de madera y un vasito?
—Pues claro— le contestó Carlos riendo.
Seba le estrecha la mano.
—Cuenta conmigo para tu experiencia.
—¡Ya están los dos gallitos de corral! — Dijo Luis.
—¿Y tú qué? ¿Te apuntas, o tienes sesión de besitos con Dafne? — Le preguntó Carlos con ironía.
—Tenemos cine— contestó Luis.
Carlos y Seba ríen abiertamente mientras Luis se queda algo pensativo.
—Venga— dijo Luis poniéndose en pie—. ¿Queréis hacer una ouija? Pues vamos.
—Pero ahora no— dijo Carlos—. Esta noche.
—Yo he quedado con Dafne a la noche, y ella no querrá hacer eso.
—Salió Dafne— repuso Seba.
Carlos le da unas palmaditas en la cara a Luis.
—Tú la convences, campeón— Luis sonríe—. Me voy a buscar ambientación, nos vemos a la noche.
—¿Ambientación? — Preguntó intrigado Seba.
—No sé quién está más loco— dijo Luis observando como Carlos se marchaba
—. Si él por sus ideas, o nosotros por aceptarlas.
—Vamos, te invito a una cerveza— le dijo Seba a Luis.
—Genial.
Los dos amigos se encaminan a la salida del parque en dirección a una terraza cercana. Mientras tanto, Carlos estaba preparando todo lo que él creía que podría necesitar a la noche.