V

La noche ha caído y Carlos se encuentra colocando y encendiendo pequeñas velas en toda la antigua casa de su abuela. Ella falleció años atrás, y la familia tenía llaves de la misma. Nadie, excepto él y su grupo de amigos, sabían lo que esa noche acontecería en la vivienda.

Llamaron a la puerta de la casa y Carlos se apresuró a abrir.

—Anda, si tenemos dos invitadas— dijo sorprendido Carlos al ver a Dafne y Yolanda junto a Luis y Seba.

—¿Qué hace todo a oscuras? — Preguntó intrigado Seba desde la puerta.

—Ambientando— respondió Carlos—. Pasad.

El grupo entró a la vivienda y observaban todo lo que su amigo había dispuesto en la casa. En el centro del salón había una pequeña mesa de madera, iluminada con velas, y en el centro de la misma se hallaba la tabla ouija que Carlos recogió del cementerio la noche anterior.

—No me siento cómoda— le indicó Dafne a Luis.

—Tranquila— le repuso su pareja— estaremos un rato y nos vamos, ¿vale?

Dafne asiente con la cabeza, y Yolanda se acera a ella y la aparta un poco de Luis.

—¿Cuándo se lo vas a contar? — Le preguntó—. Yo no te acompañé para esto.

—Se lo diré después, te lo juro.

—No soy tonta, estás aceptando participar en esta tontería para ganar tiempo.

—No me presiones, por favor— aguantó la emoción.

Carlos observa como las chicas están más alejadas de la mesa que el resto.

—¡Acercaos, vamos a empezar! — Les dijo animado.

Lentamente, las chicas se acercaron a la mesa ay tomaron asiento junto a sus amigos.

—¿Todo esto era necesario? — Preguntó Yolanda.

—No— respondió Carlos—. Pero da ambiente.

—Lo que tú digas— dijo Dafne a desgana.

Carlos termina de encender otras velas, mientras sus amigos esperan. Luis se acerca a Dafne y le dice algo en el oído.

—¿Qué te pasa? Llevas toda la tarde con mal humor.

—No es nada, estoy cansada— Le tranquilizó—. Acabemos con esto y hablamos después solos.

—No tardaremos mucho— le indicó Luis—, esto es una tontería, pero ya conoces a Carlos. Si no la hacemos estará todos los días con lo mismo.

—No, por favor, eso no.

Luis le sonríe. Carlos acaba de encender todas las velas y mira a sus amigos.

—Bueno, ¿y cómo empieza esto? — Preguntó Luis.

—Tenemos que darnos las manos— les indicó Carlos—, concentrarnos, y yo diré unas palabras.

Todos se dan la mano y guardan silencio.

—Pues que empiece el espectáculo— dijo sonriente Carlos.

Todos se concentran cerrando los ojos y colocando su dedo índice en el vaso de cristal.

— Espíritus del más allá…— Empezó a decir Carlos—. Estamos aquí reunidos para invocaros… Para que abráis las puertas de vuestro mundo… Y os unáis al nuestro…

Una sombra empieza a formarse en la escalera que da acceso a la segunda planta, pero nadie se percata.

— Esperamos que acudáis a nuestra llamada…

Espíritu… ¿Estás ahí?… — Finalizó Carlos.

En ese momento, una lechuza blanca cruza todo el salón y se posa sobre la chimenea del salón y, automáticamente y con gran velocidad, el vaso se desplaza hasta colocarse sobre la palabra “SÍ”.

El grupo se asusta por los dos acontecimientos y se miran extrañados.

—¡Pero Carlos, ¿de dónde sacaste una lechuza?! — Gritó sorprendido Seba.

—Te juro que no la traje yo— dijo sin dejar de mirarla—. Ha debido entrar por alguna de las ventanas.

Carlos se pone en pie y se acerca al ave.

—¿Y ese movimiento del vaso lo llevas ensayando toda la tarde? — Le preguntó irónico Luis.

Carlos se gira y los mira muy serios.

—Yo no lo moví.

—¿Cómo que no? — Preguntó Yolanda asustada.

—Os juro que no— volvió a decir Carlos.

En ese momento la lechuza se marcha de salón y sale por una de las ventanas de la casa.

—Ya sabemos por donde entró— dijo relajándose Carlos, tomando asiento de nuevo.

—Quiero irme de aquí— dijo Dafne.

—Tranquila, ¿no ves que todo es una broma de Carlos? — Le dijo Luis.

—¡Que yo no hice nada de eso, joder! — Se molestó.

—A ver, tranquilos— dijo Seba—, vamos a probar de nuevo y a ver qué pasa.

Todos guardan silencio y Carlos coloca de nuevo el vaso en el centro de la tabla.

Lentamente todos vuelven a poner sus dedos en el vaso.

—¿Sigues ahí? — Preguntó Carlos.

Con la misma rapidez que la otra vez, el vaso se dirige de nuevo al “SÍ”, se detiene unos segundos, y vuelve al centro.

—Estoy al lado de Carlos— expuso Seba—, y os puedo jurar que él no lo ha movido— dijo extrañado.

—Vámonos, por favor— dijo Yolanda.

—¿Cómo te llamas? — Preguntó Carlos rápidamente.

Con una velocidad increíble, el vaso va posicionándose sobre diferentes letras hasta formar la palabra “VERONICA”.

Todos se miran extrañados.

—¿Conocéis alguna Verónica? — Preguntó Carlos al grupo.

Todos negaron con la cabeza.

—¿Luis? — Preguntó Carlos.

Nadie se percató de que, durante unos instantes, entre Luis y Dafne, se presentó la figura de una niña vestida con un vestido blanco largo muy sucio, y con las cuencas oculares vacías.

—No conozco a ninguna— respondió Luis.

—Pregúntale algo más— le sugirió Seba.

—¿Qué edad tienes? — Preguntó Carlos.

El vaso describió el número “13”.

—Trece años— Dijo Carlos.

—Es una niña— repuso asustada Dafne.

—¿Cómo has muerto? — Preguntó de una vez Carlos.

—¡Carlos! — Gritó en desaprobación Yolanda, mientras el vaso ya se movía.

En pocos segundos deletreó “ASESINADA”.

—¡Lo siento, yo me voy de aquí! — Gritó histérica Dafne poniéndose en pie.

Luis se acercó a ella e intentó tranquilizarla.

—Mi amor, cálmate— le pidió.

—¿Qué me calme? — Le preguntó asustada—. ¡Esto es una jilipollez! — Le gritó.

De pronto, una radio muy antigua empezó a sonar a todo volumen dando un gran susto a todo el grupo. Carlos se puso en pie y se acercó a ella y la levantó. El cable estaba desenchufado, y no poseía batería alguna. No había razón para que sonara.

Todos se miraron extrañados. Carlos intentaba apagarla de alguna forma, pero no la hallaba.

Nervioso, la lanzó al suelo y la pisó con fuerza hasta destrozarla y haciéndola callar.

—Os dije que no era ninguna broma— indicó Carlos.

—Quiero irme— Dijo con más vehemencia Dafne.

—Para pode irnos debemos despedirnos— indicó Carlos.

—¡Y una mierda! — Gritó Yolanda.

—¡Pon el dedo Dafne! — Le gritó Carlos.

—No le grites— le repuso Luis muy serio.

Luis acercó su rostro al de Dafne y le miró a los ojos fijamente.

—Vamos a acabar, ¿vale?

Medio llorosa, Dafne asintió con la cabeza y aceptó el beso de su pareja.

Lentamente tomaron asiento de nuevo.

—Vamos a acabar— ordenó Luis.

Todos colocaron de nuevo los dedos en el vaso y miraron fijamente a la tabla.

—¿Podemos irnos? — Preguntó Carlos.

Pero el vaso se dirigió rápidamente hacia el “NO”.

—¿Qué quieres? — Preguntó Seba.

El vaso deletreó la palabra “VENGANZA”. Todos se miraron sorprendidos y Dafne se puso de nuevo en pie.

—No puedo seguir, lo siento no puedo— repetía muy nerviosa mientras todos permanecían sentados.

De pronto, el vaso comenzó a moverse a toda velocidad por la tabla deletreando la misma palabra “DEDO”, ante el asombro de todos.

—¡Dafne, pon el dedo! — Le gritó Carlos.

—¡No, noooooooo! — Gritaba desesperada.

El vaso seguía deletreando una y otra vez lo mismo, mientras Dafne se negaba cada vez más.

De repente, todas las velas de la habitación se apagaron a la vez y quedaron a oscuras mientras se escuchaban los gritos de Yolanda. No así los de Dafne.

—¡Un mechero! — Gritaba Carlos.

Peor de pronto, al igual que solas se apagaron, de nuevo todas las velas se encendieron solas, pero Dafne ya no estaba con ellos.

—¿Dafne? — Preguntaba asustado Luis mientras Yolanda lloraba sentada.

Los chicos comenzaron a buscar a Dafne por todas partes.

—¡Dafne! — Gritaba Carlos.

Miraron en todas las habitaciones, en la calle, la segunda planta… Pero Dafne no estaba por ninguna parte. La desesperación iba en aumento.

De pronto, sin percatarse de ello, el vaso se movió lentamente, solo, hasta colocarse sobre la palabra “ADIOS”.