XIV
Carlos seguía sentado en el interior del mausoleo. Ya habían pasado algunos minutos y parecía que el nerviosismo remitía. Aun así, Carlos seguía apuntando el haz de luz de su linterna hacia la puerta de madera del mausoleo.
De pronto, la luz comenzó a fallar y a parpadear. Carlos comenzó a subir su nerviosismo mientras golpeaba la linterna levemente creyendo que así no se apagaría.
—Joder, joderrrr— decía una y otra vez.
De repente, la linterna se apagó y todo quedó a oscuras.
—No, no, enciéndete— susurraba.
De pronto, la linterna se encendió dirigiendo el haz de luz hacia el rostro de Carlos, y fue entonces cuando se percató que justo frente a él, casi nariz con nariz, se encontraba Verónica, inmóvil y en actitud amenazante.
Durante unos segundos, Carlos lanzó un grito aterrador, mientras una leve sonrisa se dibujaba en los labios de Verónica.
De pronto, la linterna volvió a apagarse aumentando los gritos del joven.
XV
Seba conduce su auto por una carretera estrecha pero asfaltada. La música de su radio suena a todo volumen, mientras muestra una mirada perdida. Pareciera que aún está en shock por lo ocurrido.
De pronto, al girar una curva, observa a Dafne, cabizbaja en el centro de la carretera. Siendo consciente de que va a atropellarla, Seba cierra los ojos y pisa el freno casi hasta sacar el pedal por los bajos del vehículo. Pero no siente el golpe de atropello que él esperaba.
Cuando el coche se detiene, Seba abre los ojos y busca a Dafne con la mirada.
Pero no la encuentra. Abandona el vehículo y comienza a buscar en los alrededores.
—¡Dafne! ¡Dafneee! — Gritaba una y otra vez sin respuesta.
Mira debajo del coche, pero tampoco está ahí. No entiende nada.
Entra de nuevo al auto y toma asiento. De pronto, ve en el espejo retrovisor interior la silueta de una niña en los asientos traseros que la mira. Seba se gira con rapidez, pero no hay nadie en el coche.
Mira de nuevo al frente y respira hondo, buscando relajarse. Lanza unos fuertes golpes contra el volante intentando sacar toda la rabia que lleva dentro.
De pronto su teléfono empieza a sonar y se asusta. Ve que se trata de Carlos.
—¿Qué quieres? — Le responde a desgana.
—No imaginas lo que me acaba de pasar…
En ese momento, la lechuza blanca se posa en el capó del coche y mira fijamente a Seba.
—¿Recuerdas la lechuza que vimos en la casa? — Le pregunta Seba sin dejarle acabar.
—Sí, Seba, estaba aquí en el cementerio y…
—Pues ahora está aquí, en mi coche— le dijo muy serio.
—¿Dónde estás?
—En la carretera del mirador.
—Ven al cementerio, te espero en la capilla.
—Dame diez minutos.
Seba cuelga la llamada y observa como la lechuza se va volando. Impresionado por todo lo que estaba pasando, Seba acelera el vehículo y se dirige al punto de encuentro con Carlos.