XXII
Luis abre los ojos, pero no reconoce el lugar donde está. Es un lugar oscuro, tenuemente iluminado por la luna llena, plagado de árboles resecos de grandes ramas espinosas.
De pronto escucha el graznido de la lechuza y Luis se sobresalta. La observa unos instantes y después camina por el lugar. Ve una figura al fondo y la reconoce al instante.
—¡Dafne! — Le grita corriendo hacia ella, que permanece inmóvil de pie entre los árboles.
Al llegar a ella la abraza con fuerza y unas lágrimas asoman a su rostro.
—Tranquila, mi amor, te sacaré de aquí— le decía Luis.
De pronto una leve risa ronca se escucha por todo el lugar. Luis se separa de Dafne y ve horrorizado que no es a ella a quien abrazaba, sino a Verónica, que sonríe divertida por la cara de espanto de Luis.
—¡Déjala, ella no tiene la culpa de nada! — Le gritó con furia.
Verónica desapareció, y Luis la buscó por todas partes, pero no la hallaba.
Nervioso, entiende que ahí no podrá ayudar a su pareja. Cierra los ojos con fuerza.
—Verónica… Verónica… Verónica.