CARIÑO, ¿DE QUÉ ES ESTA MANCHA?

Tenía una erección tan grande que apenas podía moverse. En realidad parecía que le dolía más que le gustaba, y se hubiera provocado rápido alivio de no ser porque no podía dejar de mirar y desear las formas de ella, que se mostraba ante sí rotunda, caliente, con el trasero bien levantado gimiéndole sexo.

La habría embestido hasta desaparecer, la habría arañado, le habría mordido el cuello y habría chillado el clímax al mismo tiempo que ella para que la vida tuviera constancia de su entrega. Pero estaba atrapado: todo su cuerpo iba convirtiéndose en pene, la sensibilidad crecía y sólo quiso estallar cuando ella se le acercó sumisamente para que la penetrara. La convulsión le hizo pegar tales saltos que su ama se asustó y le despertó por si ocurría algo grave.

El gato no dio las gracias. Con su habitual desdén, abandonó la alfombra calentita y se alejó de su entrometida dueña.

Los machos humanos no son los únicos que eyaculan espontáneamente mientras duermen. Se sabe de gatos y de ratas y, aunque no hay constancia documental, se cree que le ocurre a la mayoría de los mamíferos, sobre todo durante la pubertad.

Uno de cada cinco hombres tiene su primera eyaculación inesperadamente. Normalmente ocurre durante un sueño erótico, pero a algunos, pobrecitos míos, les pasa estando bien despiertos y en público, porque, a esa edad, cualquier cosa se convierte en desencadenante: da igual que sea por ponerse nervioso en clase que por ver a la abuelita recogiendo algo del suelo.

El caso es que, después de algunas vergüenzas incontrolables, lo normal es que las eyaculaciones espontáneas ocurran en privado, durante el sueño y hasta los veinte años, más o menos. El cuerpo de los adolescentes está programado para eyacular —atención encargados/as de cambiar las sábanas— un mínimo de 3 veces por semana; en el caso de que no haya habido relaciones sexuales (que casi nunca las hay) o masturbación (que siempre la hay, pero para este artículo vamos a imaginar que tiene las manos escayoladas, ¿vale?), el jovenzuelo tendrá poluciones nocturnas con toda seguridad, porque éstas tienen el mismo fin que la masturbación.

Una vez traspasada la adolescencia es más difícil que los episodios húmedos tengan lugar, a pesar de que, invariablemente, los hombres sigan teniendo erecciones nocturnas y sueños eróticos, cada noche, durante la fase más profunda del sueño.

En este sentido, la leyenda de que los hombres siempre están pensando en el sexo, se encarna en una constatación: ni siquiera enfermos dejan el sexo de lado porque, durante las gripes o las fiebres altas, los espermatozoides se deterioran y deben salir de su prisión corporal. ¿Y cuál es la manera natural de escapar? ¡Pues provocando que su portador sienta ganas de masturbarse! De no haber ocasión (los enfermos casi siempre están acompañados) o fuerzas, el cuerpo forzará un sueño erótico… y otro cambio de sábanas.

Dicen las teorías biosexuales, actualmente tan conscientes del activísimo papel de las hembras, que las poluciones nocturnas en los hombres se interrumpen cuando empiezan a dormir —aunque sea de vez en nunca— con una mujer, y que es ésta la que dirige los cambios en la función del sueño húmedo, pasando de ser un refuerzo eyaculatorio a convertirse en acontecimientos esporádicos.

Claro que también hay observadores vocacionales que afirman que la erección nocturna de los adultos se debe a las heces que se acumulan durante la noche en el último tramo del colon, estimulando la próstata. De ser cierto, tal mecanismo explicaría la exhibición canora de los reclutas que, me cuentan, se oye en los cuarteles cada despertar: «Todas las mañanas / cuando me levanto / tengo la pilila / más dura que un canto».

Puede parecerles una bobada, pero me da que esta teoría casera, que relaciona caca con eyaculación, también explicaría tres cuestiones más: a) el hecho de que casi todos los chicos se encierren en el baño tanto tiempo que parece que estén intentando memorizar la Enciclopedia Británica; b) que, para obtener pruebas de semen, los urólogos estimulen la emisión desde atrás; y c) que algunos hombres piensen que esa posibilidad no debe ser exclusivamente médica y la reclamen para su vida íntima.

Lo cierto es que, sea por poluciones o por masturbación, la frecuencia con que un hombre se deshace de sus espermatozoides da pistas cruciales acerca de sus planes sexuales. Por eso desaparecen las eyaculaciones espontáneas en cuanto hay compañera, y por eso es tan importante mantener en secreto cuándo se masturban. Pero han sido descubiertos. ¿A que les cuento la próxima semana?