¡HUMM… SÍ, SÍ, ASÍ… MUY BIEN!

Un gavioto adolescente está de suerte: una hembra joven ha admitido su cortejo. ¡Podría, por fin, ser papá, uyy qué nervios! El joven intenta ponerse de pie sobre la espalda de ella para pisarla, pero se cae varias veces. Cuando lo consigue, tiene que transferir los espermatozoides… pero no sabe cómo. Después de varios ensayos, la hembra, furiosa, picotea al aprendiz hasta hartarse y luego se pone en cola para ofrecerse a un macho más experto.

En otro hábitat, un sano y primerizo chimpancé es seducido por una madurita que sabe lo que hace: la erección del joven es enorme y su excitación, palmaria. La hembra le pasea sus olorosas nalgas por las narices mientras él chilla y brinca como poseso: ¡se va a comer el mundo! Agarra su reventón miembro, examina a su generosa dama y… y… ¡Ay, dios! ¡¿Y ahora qué se hace?! Impaciente, la hembra le da un capón bien dado y se va gruñendo. Él se retira a disimular su sonrojo y a mirar cómo lo hacen los demás.

Una de las broncas más fuertes que se recuerdan en el Olimpo fue la que tuvieron Zeus y su hermana/esposa Hera con motivo del placer que experimentan hombres y mujeres. «Disfrutáis vosotras más que nosotros», tronaba Zeus, lo que provocaba la ira de su mujer, quien insistía en lo absurdo de tal aseveración.

Para dilucidar el asunto recurrieron a Tiresias, el único ser capaz de emitir un juicio, ya que, durante siete años, se transformó en mujer y como tal vivió. Sin vacilar, Tiresias sentenció: «La hembra disfruta nueve veces más que el varón al copular».

Del cabreo de Hera, y de las consecuencias sobre el pobre Tiresias por contrariarla, se ocupan con amplitud —cuando no con indisimulado acojono— los mitógrafos. Sin embargo, el pesimismo de la todopoderosa diosa hace pensar que incluso a Zeus —¡dios de la masculinidad!— le hubiera venido bien un cursillito de educación sexual.

La técnica sexual no es un regalo del instinto ni un don de la divinidad. Hay que aprenderla. Para las hembras es fácil: la erección y la eyaculación son tan automáticas que se puede aprender a arrancar felicidades a los tíos mientras lees un Mortadelo y Filemón.

Pero para ellos el asunto se complica. El orgasmo femenino es todo lo opuesto a «automático»: es impredecible, variable, voluble y distractor, pero decisivo reproductivamente: un macho que no sepa proporcionar placeres orgásmicos tiene muchos boletos para ser el último de su estirpe, ya que, en la guerra espermática, el cuerpo de la mujer siempre favorecerá al candidato más cachondón.

De hecho, se ha podido observar —como señala la parábola zoológica— que cuando las hembras de diferentes especies ven a otra/s hembras copulando con un mismo macho, se ponen en cola. Esto quiere decir que un macho competente resulta atractivo para otras hembras y esto es un atractivo en sí mismo. Y no hay motivos para pensar que las hembras humanas sigan criterios más tontos.

El hombre no sólo ha de despertar el apetito sexual de la mujer. Ha de mantenerlo el tiempo suficiente para poder inseminarla y ha de proporcionarle algún orgasmito si quiere que su esperma sea recibido con vítores por el útero de su compañera. Un hombre competente resulta atractivo a más mujeres, tiene más éxito reproductivo, su descendencia hereda estos rasgos y etcétera etcétera.

¿Pero cómo se aprende a ser competente sexualmente si los patrones orgásmicos femeninos varían tanto, incluso en una misma mujer?

Estudios amplios demuestran que los/as jóvenes que experimentan más antes de la pubertad, sobre todo si hay contacto genital, tienen más éxito sexual y reproductivo a lo largo de su vida. Tanto es así que, en muchas culturas, se estimula abiertamente la experimentación sexual en la prepubertad, especialmente la de los chicos, bien con compañeros precoces bien con adultos. Por sorprendente que parezca, estas sociedades raramente sufren patologías sexuales.

En las sociedades «avanzadas», por el contrario, se retrasa legislativamente el despertar sexual y se penaliza el aprendizaje temprano. Sin embargo las patologías, la insatisfacción femenina y los delitos sexuales no paran de aumentar. ¿Seguro que todo va bien?