HOLA, ¿ESTÁS SOLO?

Los chimpancés comparten con los humanos muchos rasgos genéticos. La secuencia de aminoácidos revela una enorme afinidad, mayor que con cualquier otra especie viva de animales. Bien.

La conocidísima antropóloga Jane Goodall observó en cierta ocasión que una chimpancé llamada Flo, muy excitada durante el estro y con los glúteos agrandados y rojos, se apareó con casi todos los machos del grupo. Esta atleta sexual fue capaz de copular unas sesenta veces en un solo día con doce machos diferentes.

¡Fuerte puta!, dirán algunos. Puede ser. ¡Obligada a promover la competencia espermática!, dirán otros, y no les faltará razón. ¡Selección familiar neodarwiniana!, vaticinarán los de más allá… y a saber.

Pero, oiga, ¿y si sólo fuera indecisión?

En lo que a reproducción se refiere, la elección de pareja es un factor clave en el éxito de una persona. (Y en otros órdenes, ¡puuffff!, qué les voy a contar). En el caso de las mujeres, además, la tarea es ciertamente compleja. Veamos por qué. Lo del amor y la poesía y tal, es precioso, sin duda. Pero al elegir a un (o unos) hombre con los que «compartir su vida», la mujer ha de considerar, en realidad, dos cuestiones cruciales de orden biológico, a saber:

a) ¿Está el candidato capacitado para participar en la crianza de los hijos?

b) Sus genes, combinados con los míos, ¿darán como resultado crías sanas, fértiles y con capacidad de tener éxito sexistencial?

Parece frío y calculador, ¿verdad? Pero no se me entristezcan. Simplemente es una generosidad de otra índole: natural, ecológica, sin carga moral, que garantiza la continuidad y mejora de la especie.

La principal dificultad a la que se enfrenta una mujer para elegir pareja sexual es que tiene mucho más donde elegir cuando se trata de buscar genes que cuando se trata de encontrar compañero estable y/o duradero: ya saben, el sexo dura unos minutitos y la crianza toda la vidita. Por ello el objetivo femenino principal, como refleja la sabiduría popular, es obtener el mejor compromiso posible: la crianza uniparental es agotadora, créannos.

La segunda dificultad es que la mayoría de los hombres no tienen capacidad, ni energía ni recursos para mantener dos familias a la vez. Así que la búsqueda queda restringida a los que no estén ya pillados.

La tercera es identificar al mejor compañero de entre los pocos disponibles: si están emparejados, a mirar hacia La Gomera: menudas panteras hay por ahí vigilando a su mantenedor; si están libres, sospecha: ¿Por qué? ¿Qué pruebas hay de que sea bueno?

Para un encuentro sexual breve todas y todos buscamos los mejores cuerpos, incluso si hay fecundación. Pero, para un compromiso perdurable, el aspecto físico del hombre pasa a un segundo plano (ya lo hemos hablado en otros artículos, ¿recuerdan?). En este caso, y para abreviar, que nos entenderemos perfectamente, lo mejor es tener en cuenta tres cuestioncillas: que tenga pelas (potencial de riqueza, posición social o estabilidad, si les parece más romántico), que sea afectuoso y que sea más o menos estable psíquicamente.

Una vez conseguido, otro escollo: que él asuma el papel que se le asigna en favor de la humanidad. Inicialmente suelen resistirse, egoístas, pero como son débiles de carácter por naturaleza, ahí les tienen, pencando como Dios manda.

«Las que eligen son ellas», dicen. Y es verdad, pero ¿se van dando cuenta de lo ardua que es la soberanía? Y aún nos faltan más escollos, que tendré que dejar para otro artículo: los métodos para lograr «el mejor compromiso posible», esto es: un equilibrio entre el mejor suministrador de genes posible y el mejor papá posible.

¿Les parece ganas de crearse problemas? Sí, sí, miren el patio y luego hablamos.