39

Juanjo estudiaba un mapa de España.

En la pantalla del ordenador, buceaba por los lugares más idóneos para actuar en cada ciudad.

Lugares con una capacidad media-alta.

Nada que fuera inferior a cuatro o cinco mil personas, aunque dependía también de la población, porque si era necesario o convenía por otras razones…

Luego apuntaba su preferencia en una libreta.

—Me encantaría que en Barcelona hicieran un Palau, o que actuaran en el Liceo, pero lo más rentable sigue siendo el Sant Jordi.

Montse apareció por detrás de él.

—¿No crees que te precipitas? —dejó ir.

—¿Por qué?

—Porque todavía está todo en pañales, no hay seguridad, no sabemos qué pasará con Marc Torras, ni si podrán volver a componer y mucho menos grabar un disco.

—¿Sabes lo que cuesta poner en marcha una gira? —le recordó él.

—Solo te digo que no te precipites.

—No lo hago, pero he de planificar estas cosas o luego pasa lo que pasa, que estás en Sevilla y has de actuar al día siguiente en Bilbao, para tener que volver luego al sur y tocar en Córdoba. Hay que trazar un itinerario, reservar los locales…

—¿Y el disco? ¿Dónde lo grabaríais? Los estudios buenos también están pillados con antelación.

—Si Karma está dispuesta a tirar la casa por la ventana, podríamos ir a Londres, o incluso a Nueva York —hizo un gesto pasota—. Pero me temo que lo haremos aquí. Y no es que Marcelino Gausá no vaya a mojarse, que sé que lo hará. Más bien pienso en ellos, que no querrán estar un mes fuera de casa. El estudio de Silvio está muy bien.

—Las cosas no son como antes.

—Lo sé, lo sé. Como te digo, Silvio probablemente querrá hacerlo todo en su estudio. Y la verdad es que podría funcionar mejor que irnos al extranjero. Pirineos, buen ambiente, paz…

Montse le dio un rápido beso en los labios.

Un roce cariñoso.

—Tienes tanta fe en ellos… —susurró.

—La tengo.

—Sigo teniendo miedo, lo siento.

—No lo tengas —insistió Juanjo—. ¿Cuándo no te has fiado de mis intuiciones? Después de verlos a ellos aún me siento más seguro. Creo que lo estaban deseando, y yo lo he hecho posible. Lo único que necesitan es un poco de tiempo para volver a adaptarse.

—¿Ya no recuerdas la de veces que te has quejado del rock, la industria, los músicos…?

—Es que es un mundo de locos, sí. Pero como dijeron los Stones, me gusta —hizo una mueca de dulce resignación—. Todo es imprevisible, los grupos, el éxito, el fracaso, lo que hace que un disco triunfe o una banda no se estrelle… Pero por lo general las cosas funcionan. La energía fluye. Es como una droga.

—O un veneno.

—Muramos envenenados entonces —abrió las manos en el aire.

—Anda, ve a darles las buenas noches a Carles y Mireia —inició la retirada Montse.

—¿Tan tarde es ya? —Juanjo miró su reloj.

—Sí, tan tarde es ya —se lo confirmó ella—. Llevas aquí dos horas encerrado y si no llego a entrar te pasas la noche.

—Un minuto.

—Juanjo…

—Déjame que apunte los nombres de los posibles teloneros o se me irán de la cabeza —le pidió.

—¿Cómo van a írsete de la cabeza? —protestó Montse—. ¡Ni que fueran doscientos!

Juanjo se rindió.

Tampoco quería enfadarla.

Bastante loco iría cuando se pusieran en marcha.

Fue tras ella y trató de olvidarse de todo por unos instantes.