SEIS
Es 10 de mayo, y Mavi y Alberto se encuentran en Ibiza pasando cuatro días juntos. La última mañana, al entrar en la habitación del hotel después de un paseo, él la halla sentada en un sillón en la pequeña terraza, con las piernas cruzadas, el cuerpo arqueado y la cara cubierta con las manos. Llora amargamente, con sollozos convulsivos; los cabellos negros y brillantes le caen en desorden sobre la frente.
—Mavi, Mavi, ¿por qué lloras? —le pregunta Alberto, lleno de preocupación—. ¿Por qué estás llorando? —repite, yendo hacia ella para abrazarla.
—Por nada…, por nada… —se apresura ella a contestar, retirando una mano de su cara, haciéndole señas de que se marche—. ¡No! No es nada… Por favor, déjame… ¡Déjame estar sola!
—Pero… ¡Mavi…!
—Déjame sola, por favor… No es nada…
Alberto sale lleno de turbación. Mavi entonces se enjuga las lágrimas y, cuando sus ojos se han aclarado, contempla el mar, espléndido y admirable, mientras el corazón vuelve a oprimírsele dolorido…
* * *
Una hora después, baja a la playa, peinada, vestida con una amplia camiseta y debajo el bikini. Su rostro parece sereno y ya no hay en él señal alguna del anterior llanto. Pero, no obstante, es visible en ella un cierto aire de tristeza. Camina lánguidamente por la arena hasta la tumbona donde Alberto se ha quedado dormido, y se echa a su lado.
—¡Eh, Mavi…! —exclama él al despertarse, descubriéndola allí.
Ella le besa y eso hace que en él se diluya la turbación. A pesar de lo cual, no puede evitar preguntar:
—¿Qué te pasaba, Mavi? Me has tenido preocupado…
—No, no puedo hablar. Perdóname, ha sido una tontería…
Él suspira resignado, se pone en pie y va hacia la orilla para darse un baño. Ella le contempla, disfrutando al descubrirle tan esbelto, la piel color té, el elegante movimiento mientras se zambulle en el agua… En los primeros días de aquel viaje, el lustre, la sustancia, el olor de aquel cuerpo moreno habían abrasado sus sentidos, y seguían ahora ejerciendo sobre ella el mismo intenso efecto, mucho más poderoso que el resquemor que tenía por dentro y otras fuentes de incurable dolor. A sus cuarenta y nueve años, esta caída del caballo le aportaba una emoción apenas menor que el día en que Alberto se inclinó sobre ella y la besó, dándole después a poseer toda la ternura y el ardor que le pertenecían… Ella le enlazaba, le acariciaba, le hacía cosquillas y se aferraba a él como los pámpanos de una enredadera se abrazan a una firme columna… Apretando cada vez más, estrechándole cada vez más…
Seguramente por eso había llorado en la terraza de la habitación esa mañana; porque la contemplación del mar, enorme e inabarcable, le había producido una impresión insufrible, como una desazón; la angustia de todo aquello que no se puede poseer por completo…
* * *
Esa noche, después de la cena, Mavi abre su ordenador portátil en la habitación del hotel y, entre otros emails, se encuentra uno de su editora.
De: Virginia Cueto Villar. Editora «vive@edicionesplantel.es».
Fecha: 10/05/2012 18.21
Para: Mavi de la Vega «mavivega@artebook.org».
Mavi, me tienes preocupada… Hace una semana que no sé de ti… ¿No has visto mis llamadas? ¿Cuándo vuelves a Madrid?
Perdona, pero te recuerdo que tienes pendientes firmas en diversas ferias del libro: Sevilla, Oviedo, Zaragoza, Valladolid, León, Badajoz…, algunas entrevistas en radio y algunas cosillas más…
Y lo más importante: tenemos que hablar de la entrega del manuscrito de la nueva novela. Ya está preparado el contrato.
Dime algo, por favor.
PD. ¿Qué tal con Alberto? ¿Has tomado alguna decisión durante estos días? Ya sabes, si quieres me lo cuentas… Solo si quieres y tienes ganas de hablar de ello…
Un besazo. Virginia.
De: Mavi de la Vega «mavivega@artebook.org».
Fecha: 10/05/2012 23.30
Para: Virginia Cueto Villar. Editora «vive@edicionesplantel.es».
Hola, Virginia,
Tenía pendiente llamarte o enviarte un email. Discúlpame. No es que se me haya pasado, es porque no he tenido demasiado ánimo para el teléfono o el correo electrónico. Quería desconectar… Me comprendes, ¿verdad? Pero no te asustes; estos cuatro días, aunque raros, han sido maravillosos para mí. He estado demasiado bien… Y también pensando mucho en mis cosas. Lo necesitaba…
No te adelanto nada ahora sobre lo que ya sabes… No me gusta anticipar los argumentos de mis novelas, como tampoco los acontecimientos y las decisiones de mi vida personal. Solo te digo que no he sido capaz de tomar ninguna decisión. Ya hablaremos de todo ello personalmente a mi vuelta.
Una cosa más: por lo que respecta a las ferias del libro de las provincias, piensa que a finales de mayo tengo que estar libre para irme a Cáceres. Ayer me llamó Agustín para insistir con lo de las dichosas bodas de plata. Lo hemos fijado para el día 29 de mayo. Aunque va a consistir en una sencilla cena en familia: solamente nosotros, las niñas, sus padres y mi madre. Ni siquiera los hermanos, los cuñados y los sobrinos vendrán; según me ha prometido. Menos mal, porque sería horrible una de esas reuniones con montones de amigos, cena, fiesta, copas, baile… Ya sabes que no me gustan esos tinglados. Y como comprenderás, en estas circunstancias, sería un trago horrible para mí…
Mañana tenemos el vuelo sobre las once. Hasta mediodía no estaré en Madrid. Te prometo que te llamaré en cuanto llegue, para quedar y tener una reunión a lo más tardar esta misma semana.
Gracias por preocuparte por mí. Besos. Mavi.