Fausto Coppi descansa en paz

Fausto Coppi, que murió en 1960 con cuarenta años, descansa en paz por fin. El mito del ciclismo italiano, el protagonista de muchos libros, alguna película y hasta una obra de teatro, disfruta ya del descanso eterno. Los jueces del tribunal de Tortona, en Alessandria (Italia), determinaron tras años de deliberaciones, que no murió envenenado, como afirmaba Mino Caudullo, dirigente del Comité Olímpico Nacional Italiano (CONI), sino que falleció de malaria.

La muerte de Coppi, como toda su vida, se envolvió en un misterio. Había viajado al Alto Volta (actualmente Burkina Faso), para celebrar una partida de caza. Le acompañaba, entre otros, Raphaël Géminiani. Varios expedicionarios cogieron la enfermedad y Fausto, cuya vida se deslizó constantemente entre la tragedia y el triunfo, no pudo superar el trance. Después de varios días enfermo en su domicilio, fue ingresado el 1 de enero de 1960 en el hospital de Tortona con fiebres muy altas, y falleció al día siguiente. Fue otro episodio más, no el último, de la historia de Coppi, que por fin cerró su biografía, más de cuarenta años después, con la resolución judicial.

Coppi ganó cinco veces el Giro de Italia y dos el Tour de Francia, se convirtió en el gran mito deportivo de la deprimida posguerra en Italia, un conflicto cuyas consecuencias padeció en el ámbito deportivo y el personal. Su biografía está salpicada de acontecimientos desgraciados relacionados con la conflagración mundial. En 1940, poco antes de que Italia entrase en guerra, ganó su primer Giro. En pleno conflicto, el 7 de noviembre de 1942, batió el récord de la hora en el velódromo Vigorelli de Milán, en el que se había roto la clavícula unos meses antes.

Ante 9.000 personas, iluminado por la luz de 120 focos, sobre la pista de 397,27 metros, consigue dar 115 vueltas, recorre 45,871 kilómetros, apenas 31 metros más que el francés Archambaud, el anterior recordman. Esa marca no se homologaría hasta 1947. En Francia se puso en duda, durante años, la autenticidad del récord de Fausto. No quedaban muchos testigos. El cronometrador del intento, por ejemplo, había muerto en combate durante la Segunda Guerra Mundial. Coppi estuvo a punto de hacerlo también. No se libró de la movilización general en su país y fue enviado a luchar en África con el trigésimo octavo Regimiento de Infantería de la División de Rávena. El 17 de mayo de 1943, las tropas italianas fueron derrotadas por el general Montgomery y Coppi fue hecho prisionero en Túnez. Pudo regresar a casa en enero de 1945, unos pocos meses antes del final de la guerra.

Volvió a correr, regresaron los triunfos pese a las penalidades bélicas, pero también los contratiempos. Fue, durante su carrera, un ciclista muy castigado por las lesiones. En 1950, un año después de ser el primer ciclista de la historia en ganar el Tour y el Giro en la misma temporada, se fracturó un brazo durante el Giro y tuvo que abandonar. Al año siguiente se cayó en Turín y se rompió la clavícula izquierda. Ese 1951 fue trágico para Fausto Coppi. Serse, su hermano, que corría a su lado casi siempre y era su mejor gregario, le estaba preparando un sprint, el 29 de junio, en una carrera cerca de casa, en el Giro del Piamonte. Serse se encontró en el camino con otro corredor, se cayó y se golpeó con la cabeza en el suelo.

Poco después, sin daño aparente, el hermano de Fausto se levantó. Dos horas después, en el hotel, empezó a sufrir fuertes dolores de cabeza. Fausto llamó al médico y pidió una ambulancia. A los doctores no les dio tiempo a operar a Serse, que murió a causa de una hemorragia cerebral.

Pocos días después, sin embargo, como último homenaje a su hermano, Fausto decidió tomar la salida en el Tour. Sin moral, destrozado por las caídas y con poca preparación, Coppi estuvo a un paso de la retirada. En la decimosexta etapa sufrió una pájara a causa del calor, y perdió media hora con respecto al líder. Solo con la ayuda de sus fieles gregarios, Carrea, Milano y Biagiotti, pudo llegar a la meta. Cuatro días después, sin embargo, escaló en solitario el Izoard y Vars, añadiendo otro capítulo a su leyenda. Acabó décimo aquel Tour trágico.

Sin embargo, al año siguiente conseguiría el doblete, pese a que en una reunión en pista celebrada en Perpignan se rompió otra vez la clavícula. Dos años más tarde, uno después de su quinto y último Giro de Italia, un camión le golpeó mientras se entrenaba y sufrió fractura del ligamento de la rodilla izquierda.

En 1956 contrajo el tifus y después, tras una caída tuvo que utilizar collarín porque sufrió un fuerte golpe en la columna vertebral. En Copenhague volvió a padecer una contusión en la misma zona. No serían sus últimas desgracias ya que en 1957 se rompió el fémur y en 1959, ya en su declive, un tractor le embistió y le causó graves heridas en la cabeza.

Y después, la malaria, la muerte y la controversia. Hasta que la fiscal Elisabetta Pagliali solicitó, a la vista de las pruebas y de las declaraciones, el archivo de la causa. El testimonio de los médicos del Instituto de Enfermedades Infecciosas de Génova, al que se llevaron las muestras con la sangre de Coppi, fueron determinantes para refutar las manifestaciones de Mino Candullo en Il Corriere dello Sport. El juez de Tortona archivó el caso y Fausto Coppi puede por fin descansar en paz.