El misterio Bottecchia

La tercera edición de la Vuelta al País Vasco mostraba ya una carrera madura, con empaque. Había crecido. Los organizadores se decidieron a instaurar una etapa más, las llegadas variaron de ubicación para atraer a más gente. En Vitoria fue Mendizorroza el lugar elegido; en Bizkaia se cambió la llegada a Bilbao por otra en el velódromo del campo de fútbol de Ibaiondo, el feudo del entonces poderoso Arenas de Getxo, justo en el límite con Lamiako, a pocos pasos de donde el Athletic tuvo su primera sede. La participación era espléndida. Se inscribieron cuarenta y dos ciclistas y tomaron la salida veintinueve, entre ellos Ottavio Bottecchia, dos veces ganador del Tour de Francia.

El taciturno Bottecchia estaba en la cima. Había ganado su primer Tour en 1923, en reñida lucha con Henri Pélissier, pero fue líder desde la primera etapa hasta la última. Ganó el primer día y también en la clausura. Había preparado aquel Tour a conciencia, trasladándose a vivir a Clermont Ferrand y ascendiendo todos los días el Puy de Dome.

El corredor italiano había nacido en 1894 y durante la Primera Guerra Mundial recibió la medalla al valor militar por capturar a un oficial austriaco. En el Tour pasó a la leyenda tras su segunda victoria en 1925, después de hacer los tres últimos kilómetros del durísimo Izoard a pie.

Al año siguiente se presentó en la salida de la Vuelta al País Vasco, en Bilbao. Los extranjeros eran mayoría, veinte, por solo nueve corredores «nacionales». En la primera jornada, Ricardo Montero, la gran esperanza de los de casa, rompió la horquilla de su bicicleta antes de llegar a Castro Urdiales y se tuvo que retirar. Dejó vía libre a los extranjeros. La etapa la ganó Nicolas Frantz, que se llevó la «brutal» bonificación de tres minutos que correspondía al vencedor de cada jornada. Se convirtió en el favorito, pero estaba Bottecchia. Camino de Pamplona, en la segunda etapa, poco después de Estella, Frantz se paró para orinar. Lo aprovechó el italiano para volar. Ganó la etapa, la bonificación y dos minutos de ventaja con respecto a su rival. Quedaban dos etapas. En la primera, que acabó en San Sebastián, las cosas no se movieron. Camino de Las Arenas fue otra cosa. Bottechhia sabía que Frantz era mucho mejor en las llegadas y los tres minutos de bonificación le daban el triunfo final. Lo intentó todo.

En Mundaka se equivocó. Pensó que allí comenzaba el alto de Sollube. Atacó y cogió ventaja, pero tuvo que parar al darse cuenta de su error. Se quedó sin fuerzas. Además, en la ascensión se enganchó con un compañero de equipo y se cayó. Frantz lo aprovechó para marcharse. Bottecchia no pudo cazarlo en el descenso y su rival ganó la Vuelta.

Un año más tarde, el 1 de junio de 1927, un labriego, Lorenzo di Santolo, se encontró junto a su casa a Bottecchia agonizante, sangrando por la cabeza y por la nariz. Fue trasladado con urgencia al hospital de Gemona. Unas horas después, falleció. Su muerte fue un misterio que nadie ha sabido desvelar. El paraje en el que apareció no era especialmente peligroso. Su bicicleta estaba intacta. Las fracturas eran demasiado graves para el escenario. Ese día, su gregario Picci, que le acompañaba siempre, no pudo salir a entrenarse con él. Solo un año antes, su hermano Giovanni había muerto en circunstancias misteriosas, atropellado por un coche que se dio a la fuga. Ottavio ayudaba a su cuñada a mantener a sus tres sobrinos y le dijo, en una conversación, que sabía el nombre del conductor que había atropellado a Giovanni. Se habló también de una venganza de un marido engañado.

Veinte años después del suceso, el labriego, en su lecho de muerte, reveló que había golpeado a Ottavio cuando este entró en sus viñas a coger un racimo de uvas. Pero en un hospital de Nueva York, una persona encontrada en los muelles con tres puñaladas en el abdomen confesó que él había asesinado a los dos hermanos Bottecchia tal como le habían ordenado.

Además, el párroco de Peonis desveló en 1973 que Bottecchia, según le había contado su antecesor en el cargo, fue asesinado por antifascista. Los carabinieri, pese a los indicios que aparecieron, habían archivado el caso poco después de la muerte de Ottavio, que atribuyeron a un accidente. Todo sigue siendo un misterio.