12 El Obús
FRAY Olegario miró severamente a fray Patapalo y siguió leyendo las seráficas palabras de San Francisco:
«De las cuatro bandadas, una salió hacia el mediodía».
— Pues éstas van a salir a la medianoche -murmuró fray Rompenarices.
Nada más decir esto, apareció un puntito en el horizonte.
— ¡Viene un obús! -advirtió fray Patapalo.
— ¡Es un vencejo! -repuso fray Sisebuto-. Los conozco en el vuelo.
— ¡Es un grajo! -afirmó fray Balandrán.
— ¡Es un pájaro carpintero! -terció fray Cucufate.
— ¡Ya veréis, ya veréis qué martillazo! -insistió fray Patapalo.
El árbol se conmovió hasta sus raíces y todas las nueces se vinieron abajo.
— Ya no habrá que arriñonarse ni andar con escaleras -murmuró fray Patapalo.
— ¡Caramba con el pajarito! -exclamó fray Balandrán.
El suelo se había llenado de avecillas malheridas que la explosión había derribado de sus nidos. Fray Olegario abrió el libro de las Florecillas, que aún echaba humo, y dijo:
— Ahora, San Francisco recogería las aves una por una y luego, después de curarlas, haría nidos con paja y los colgaría de los árboles.
Y tal como lo había sugerido fray Olegario, los frailes comenzaron a recoger del suelo las pobres aves. Los que más prisa se daban eran los tres ladrones, que, con mucho cariño, comprobaban si estaban muertas. Y si lo estaban, las metían en sus capuchas, diciendo:
— Al cielo en buena hora, avecillas, pero antes pasad por la parrilla.
Los frailes los miraban muy conmovidos por la grandísima caridad que desplegaban los tres ladrones. Y es que no oían las medias palabras que fray Patapalo susurraba en los oídos de fray Rompenarices:
— Nos las comeremos con medio ajo.
— Mejor estarán con tomate -murmuraba fray Rompenarices.
— Mejor en vinagre, con su poquito de sal -rezongaba fray Tartamudo.