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Los primeros años:
el despertar al mundo de un
genio (1547-1569)

UN GRAN DESCONOCIDO LLAMADO CERVANTES

Nada o casi nada se sabe de los primeros años de la vida del autor del Quijote. Es comprensible: Cervantes fue un escritor muy tardío —publica la primera parte del Quijote cuando tiene ya cincuenta y siete años—, por lo tanto es difícil que haya documentación de una persona que vivió en pleno siglo XVI o que, ya que no era ni grande de España ni de familia real, dejara alguna huella antes de que sus propias obras le convirtieran en alguien destacado.

La pista de las andanzas por este mundo de don Miguel de Cervantes Saavedra comenzó a seguirse a partir de que el personaje fuera adquiriendo importancia, esto es, en el siglo XVIII, continuando cada vez con más fuerza a lo largo de los siglos XIX, XX y hasta hoy mismo. Sin embargo, los resultados obtenidos durante todo este tiempo no son ni mucho menos satisfactorios: a día de hoy son más los datos que desconocemos de Cervantes que los que sabemos a ciencia cierta. Poca documentación se conserva de su puño y letra, y la mayoría de ella son documentos derivados de su actividad como recaudador de alcabalas de su etapa andaluza o documentos administrativos y transacciones comerciales que no arrojan ninguna luz sobre su personalidad, su pensamiento, sus emociones, sus gustos o su manera de pensar o de ver el mundo. Para esta faceta más rica sobre el personaje, los historiadores han preferido sumergirse en su vasta obra literaria que, como reflejo de sí mismo, sin duda nos proporciona mucha más información sobre su universo existencial. Pero en este terreno, las conclusiones no pueden ser más que subjetivas, como no podía ser de otra manera. Más aún si se trata de un escritor nada claro, que gusta de utilizar la ironía más sutil y que esconde su verdadero yo tras sus personajes de ficción y su más íntimo y secreto pensamiento tras las historias salidas de su pluma, que parecen decirnos otras cosas que subyacen bajo el argumento principal.

Lo primero, por tanto, que tenemos que tener en cuenta a la hora de elaborar el relato sobre la vida de Cervantes es que son más las incertidumbres que los datos ciertos que sobre él existen. Ahí radica su encanto, en ese misterio que se esconde tras el personaje que escribió el Quijote, haciéndole mucho más apasionante al investigador que pretende descubrirlo.

Es muy curioso que del autor de la más grande y universal obra escrita en lengua castellana se sepa tan poco; se sabe más de las vidas de sus coetáneos: Quevedo y por supuesto Lope de Vega, que de Cervantes[5], como si este deliberadamente hubiera querido pasar desapercibido, escondiéndose ante los futuros investigadores, jugando al equívoco. Se conoce mejor a su personaje don Quijote que al mismo autor que lo creó, sin duda su alter ego. Cervantes solamente nos ha contado cosas sobre sí mismo en los prólogos de sus obras, en donde parece entablar un diálogo con el lector de cualquier tiempo indefinido.

Esta incertidumbre que lo hace tan atractivo, sumiéndole en una nebulosa, comienza desde el mismo momento de su nacimiento. Hasta los datos más sencillos y básicos en cualquier biografía se nos esconden en el caso de Cervantes, como son su lugar y fecha de nacimiento. Parece como si Cervantes nos ocultara deliberadamente su lugar de nacimiento, al igual que lo hizo con el de su más famosa creación: «En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…».

En el siglo XVIII se encontró una partida de bautismo que nos dice que un tal Miguel de Cervantes fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la iglesia de Santa María la Mayor de la villa de Alcalá de Henares. Después del descubrimiento de esta partida de bautismo, parecería que ya estaba claro el lugar de nacimiento de Cervantes. Pero no. Resulta que hasta diez ciudades y pequeñas poblaciones se han disputado la cuna del insigne escritor, entre ellas: Alcázar de San Juan, Córdoba, Toledo, Consuegra, e incluso la zona de Sanabria, por una pequeña aldea que allí se encuentra llamada Cervantes. ¿La razón de que existieran tantos candidatos para disputarle la gloria a Alcalá de Henares? Pues que en muchas de estas poblaciones se han encontraron también partidas de bautismo con el mismo nombre: Miguel de Cervantes, si bien con fechas y años distintos, aunque obviamente en la misma franja de mediados del siglo XVI. Y es que ayer, como hoy, los nombres no son patrimonio de una sola persona, ni siquiera el de Miguel de Cervantes, que parece que tuviera ya la marca registrada. No, los nombres se repiten a menudo con nombre y apellidos, y este es uno de los mayores problemas con los que nos encontramos, como volveremos a ver más adelante, a la hora de valorar si ese «Miguel de Cervantes» es el que estamos buscando o no. El misterio además se va haciendo mayor aún cuando el mismo don Miguel se proclama en una ocasión natural de Córdoba, de donde procedía su familia paterna; y también nos sugiere en otro documento que hablaba con acento andaluz. Este rasgo no tiene necesariamente que condicionarnos a pensar que nació en Andalucía, cuando su abuelo sí que nació en Córdoba, y por la línea paterna sí pudo haber heredado el acento, además de haber pasado gran parte de su vida en tierras andaluzas. Además, también existen otros documentos en donde Cervantes se declara igualmente natural de Alcalá de Henares. Es obvio que en alguno de los dos momentos en donde afirma su lugar de nacimiento, mintió descaradamente.

Sin embargo, hoy en día son pocas las dudas serias que existen acerca del lugar de nacimiento de Cervantes. Parece que Alcalá de Henares pasa todos los controles más exhaustivos de los especialistas y se da por buena la partida de nacimiento antes aludida descubierta en el siglo XVIII. Aunque alguno siga afirmando con todo tipo de pruebas que intenta razonar que Cervantes nació en la zona de Sanabria, basándose, entre un sinfín de conjeturas, en que tanto la flora como la fauna que aparecen en el Quijote son más propios de la zona sanabresa que de La Mancha.

Según este documento, por tanto, no sería descabellado aventurar que la fecha de nacimiento de don Miguel fuera la del 29 de septiembre, onomástica de san Miguel arcángel. Era muy frecuente poner a los nacidos el santo del día, sobre todo si ese santo era tan destacado como este. Y en una época en la que la mortalidad infantil en los primeros días de vida estaba a la orden del día, lo razonable era que se le bautizara cuanto antes. Incluso muchos días parecen haber pasado entre la fecha de nacimiento y la de bautismo para esa época, por lo que cabría también la posibilidad de que naciera el 30 de septiembre o incluso el 1º de octubre. Pero desde luego, cualquier día en torno a la fecha del 29 de septiembre. Muchos andan aún hoy buscando la partida de nacimiento sin considerar que quizá nunca existió: sólo a partir de la conclusión del Concilio de Trento, es decir, de diciembre de 1564, y sobre todo desde que se aplican las leyes eclesiásticas que fueron aprobadas en dicho concilio, se tenían que registrar todos los nacimientos en los archivos parroquiales, antes de esa fecha no era obligatorio.

Reconstrucción de la casa natal de Miguel de Cervantes en Alcalá de Henares, en la misma ubicación donde, según el erudito cervantino Luis Astrana Marín, se encontraba.

Así que, a pesar de no existir partida de nacimiento, para los más reputados cervantistas ya no hay ninguna duda en que don Miguel de Cervantes nació en la ciudad de Alcalá de Henares hacia el 29 de septiembre de 1547. Incluso el más exhaustivo y concienzudo investigador y especialista sobre Cervantes, que fue Luis Astrana Marín, llegó a localizar su casa natal, en la calle de la Imagen de la ciudad alcalaína, descubrimiento que no impidió que fuera demolida por la piqueta en aquella España de los años sesenta. La que hoy se encuentra en el mismo lugar es una reconstrucción que poco tiene que ver con el aspecto que tendría la casa original de Cervantes cuando nació. La diferencia entre Alcalá y las restantes localidades que se disputaban el lugar de nacimiento de Cervantes es que en la población madrileña no sólo apareció una partida de bautismo, sino que además toda la historia familiar que se ha ido componiendo a lo largo del tiempo con las piezas que nos han aportado la documentación —documentos de la época, actas notariales, parroquiales, judiciales, etcétera— encaja perfectamente en el puzle que es la vida de Cervantes: residencia de los abuelos de Miguel en Alcalá cuando nació su padre; cargo de teniente de corregidor de Alcalá de Henares de Juan de Cervantes, abuelo de Miguel; estancia de la familia Cervantes en dicha localidad en los primeros años de la vida de Miguel; etcétera.

Tampoco conocemos a ciencia cierta cómo era el aspecto físico de don Miguel, a pesar de que circulan innumerables retratos de todas las épocas, pero ninguno de la que vivió Cervantes. Su mejor retrato es el que él mismo nos muestra en el prólogo de las Novelas ejemplares:

Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas y no muy ligero de pies.

Este autorretrato es el de un hombre de sesenta y seis años, una edad más que avanzada para la época, pero coincide plenamente con la imagen oficial del escritor, la que se ha querido presentar como un retrato de época de la mano de Juan de Jáuregui, pintor desconocido hoy en día pero que es nombrado por Cervantes en el prólogo a sus Novelas ejemplares como alguien por el cual le gustaría ser retratado. Este cuadro, que se conserva hoy en día en la Real Academia Española, y que se quiso hacer pasar por auténtico, sin duda por el mismo retrato mencionado por Cervantes en el prólogo a sus Novelas ejemplares, se descubrió que era una falsificación a cargo de un oscuro pintor de principios del siglo XX.

Supuesto retrato de Miguel de Cervantes Saavedra atribuido a Juan de Jáuregui. Real Academia Española, Madrid.