III
Atentado en Cómbita
Félix Antonio Chitiva, alias “La Mica”, fue un narcotraficante que trabajó para Pablo Escobar como rutero de la cadena del tráfico de cocaína. Estuvo involucrado en el atentado al avión de Avianca por el Cartel de Medellín. Con el tiempo hizo parte del grupo de los “PEPES” y se unió a Carlos Castaño para hacer frente a su antiguo jefe, Pablo Escobar Gaviria.
Desde esa época ya era informante de la DEA. Cuando trabajaba con otros narcotraficantes a quienes delató, lo capturaron y llevaron a prisión con pedido de extradición. Así fue a parar a la Cárcel de Palmira y luego a Cómbita. Había traicionado a “Los Mellizos” y estos le pusieron precio a su cabeza: 2 millones de dólares. Él lo sabía y vivía asustado esperando que la DEA le diera la protección prometida. En la Cárcel de Palmira lo respaldaban los hermanos Rodríguez, pero en Cómbita ellos no podían protegerlo igual, así que estaba solo y en peligro de muerte. Le tenía desconfianza a “Popeye”, sabía que era un sicario temerario y nada le impedía asesinarlo. No le quitaba el ojo de encima. Chitiva sentía que algo raro estaba pasando a su alrededor; las actitudes sospechosas de algunos presos del patio y la extraña visita de “el Zarco”, recluido en otra torre de la cárcel y partícipe de la muerte de Fedor, el guerrillero asesino de la famosa masacre de Tacueyó, que apareció ahorcado. Por esta razón cuando uno de los guardias del centro penitenciario se entrevistó con “el Zarco” y habló con él en voz baja y de manera sigilosa, Chitiva se asustó y se puso a la defensiva. Pero no fue el único en el patio que se percató de la situación, “Popeye” también estaba en la jugada, mirando el encuentro y decidió irse de frente con “el Zarco” a preguntarle sobre el tema. De esta forma se curaba en salud de un eventual crimen que se presentara en el patio y se lo endosaran a él, o peor, ¡que la vuelta fuera para él!
—¡En qué anda gran hijo de puta!… —le dijo al hombre cogiéndolo fuertemente del brazo empujándolo hacia un rincón del patio. El hombre sorprendido abrió los ojos como platos, asustado y tartamudeando negó que estuviera planeando algo raro.
—¡No, nooo “Popeye”…no es para usted… es… ¡para “La Mica”!
—Sí claro… Mi amigo yo estoy súper pilas y si veo algo sospechoso, me le mareo… no me voy a dejar matar tan fácilmente… no se le olvide que los Rodríguez están alerta.
El hombre se alejó rápidamente y asustado lo volteó a mirar con los ojos desorbitados, él sabía lo que le esperaba si se metía con “Popeye”. Sintió en su cuello la mirada fría y toreada de un asesino en alerta.
A los pocos días llegaron a los patios más narcos de Medellín diciendo que Carlos Castaño los había entregado. No lo bajaban de ¡sapo hijo de puta! Cuando lo veían en la televisión se soltaban de una a insultarlo.
El tema de “La Mica” daba vueltas en la cabeza de “Popeye”, no sabía si creer que el dinero que estaban ofreciendo era en realidad por la vida de “La Mica”, o sería por la suya. Afuera sus enemigos crecían rápidamente, de todos modos no confió en nadie, esa es la primera regla de supervivencia en la vida y más aún, en una prisión.
Sigilosamente comenzó a investigar con las personas adecuadas y se enteró que el grupo que iba a hacer la vuelta del asesinato de “La Mica” era grande y estaba bien planeado; 2 millones de dólares por desaparecerlo era una suma atractiva. “El Zarco” le confirmó días después cuando “Popeye” usó sus propios métodos para sacarle información. Un guardia de la cárcel era el encargado de ingresar hasta el rancho, la pistola 7.65 con un proveedor extra; allí la recibiría un preso que trabajaba en esa zona y luego otro guardia la llevaría hasta la Torre 6 y la entregaría por una pequeña ventana del área de la cocina por donde repartían los alimentos. El arma llegaría finalmente a manos del asesino. Todo el plan estaba siendo manejado desde la calle con miles de dólares andando…
“El Zarco” tenía que recibir el arma, ingresar al baño; revisarla que estuviera montada y salir de una a dispararle a “La Mica” a quien ya tenía ubicado en el patio. Después de disparar arrinconaría al patio amenazando con disparar a todos y finalmente arrojaría la pistola al piso, alzando las manos y se entregaría a la guardia. Todo fríamente calculado. “El Zarco” no tenía nada que perder, estaba condenado a 40 años de cárcel y tenía otro proceso por homicidio, uno más no le importaba.
Presintiendo el peligro, “La Mica” no se encontraba cómodo en el patio y desconfiaba de todo el mundo. Buscaba la hora del baño, 5:00 a.m., para hablar por teléfono, así “Popeye”, encargado de manejar los teléfonos y repartir los 6 minutos que tenía cada preso para llamar, no le escucharía porque siempre, sin querer, se enteraba de las conversaciones de los demás.
El día de morir le llegó a “La Mica”. “El Zarco” estaba preparado; tenía una parte del dinero en su poder. Esto fue lo que más demoró la operación; era un crimen grande, mínimo 60 días iba a estar aislado en los calabozos y tenía que estar seguro que no lo iban a dejar solo. Una buena suma de dinero lo respaldaría a él y a su familia, que no podía quedar desamparada. Le entregaron por intermedio de terceros $250,000 USD en efectivo, el resto de los 2 millones ofrecidos se pagarían cuando “La Mica” estuviera bien muerto. A la hora del desayuno iba a perder la virginidad la Cárcel de Cómbita, en Boyacá, con su primer asesinato.
El día anterior transcurrió con un halo de misterio; esperar un crimen de estos tiene su grado de morbosidad, maldad y pasión por lo desconocido. La adrenalina a flor de piel. “Pope”, sabía que algo iba a pasar pero en ese momento no tenía los detalles, sólo mantenía sus dudas. Su instinto de asesino no le ha engañado nunca y ese día no sentía que él fuera a ser el muerto, pero aun así se preparó por si acaso, al fin y al cabo el día de morir es uno solo.
¿Qué pasaría después de que “La Mica” estuviera muerto? Se preguntó “Popeye” mientras se vestía.
¿Y qué pasaría si el muerto era él y “El Zarco” le había mentido? Nunca lo sabría porque estaría en el infierno y sus enemigos celebrando.
Cuando llegó la hora de la contada “La Mica” no se despegó de don Miguel Rodríguez. “Popeye” lo miró fijamente, creyendo que sería la última vez. Presentía que uno de los dos pronto moriría, no conocía la fecha pero estaba cerca, los movimientos de “El Zarco” y del guardia así lo evidenciaron.
Después de la contada enviaron a dormir a todo el mundo. Los días fueron pasando con la misma rutina. Pero el día supuestamente escogido para el crimen tampoco pasó nada, o así se pensó.
Serían las 6:40 p.m., cuando se sintió un movimiento de reja; desde su celda “Popeye” vio con sorpresa como Félix Antonio Chitiva, alias “La Mica” era sacado del patio rumbo a la ciudad de Bogotá; iba protegido por la Policía. Al siguiente día se lo llevarían para EE.UU., amparado por la DEA. Quedó pasmado al verlo partir. En la noche no durmió analizando la situación porque si no era para “La Mica”, el atentado era para él y tenía que actuar con astucia para no dejarse matar tan tontamente.
Llegó el nuevo día se bañó de prisa, delegó el control del teléfono a otro preso y rápidamente se le fue de frente al “Zarco” para provocarlo. Éste ni se inmutó y siguió su camino; quedó pendiente y tenso por la actitud del “Zarco”. Si estaba listo el atentado para él, tenía ubicado al asesino y no lo iba a sorprender.
El desayuno fue repartido con prisa, apenas salieron los internos que entregaban los alimentos, “el Zarco” salió al encuentro del guardia que llevaba la pistola. Éste le dijo algo en voz baja. No les quitó la mirada de encima. El guardia le mostró un arma al “Zarco”, para poder cubrirse y salió con ella. Se acostumbra en el bajo mundo a dejar en claro la participación de cada persona contratada en el crimen para poder cobrar el dinero, así éste no se ejecute, ya que la culpa no es de los participantes. Por eso el guardia dejó en claro su responsabilidad mostrando el arma en el patio.
Al “Zarco” le tocó devolver $200,000 USD y el resto del dinero se lo dejaron como agradecimiento por la vuelta. Se ganó $50,000 verdes. Los que ordenaron la muerte de “La Mica” tuvieron que pagar $100,000 USD a los guardias, por el ingreso de la pistola a la Cárcel de Cómbita.
“La Mica” fue extraditado a los EE.UU. El tiempo que pasó en prisión fue poco. En el año 2009 salió libre. “Popeye” se enteró de todo cuando finalmente encuelló al “Zarco” y le sacó los detalles del asesinato frustrado. Aun así, nunca se confió porque igual lo podían vender a él y cobrar el dinero que estaban ofreciendo sus enemigos por su cabeza.