7 · De las controversias científicas a las tecnocientíficas.

Desde que Kuhn definió la noción de paradigma científico y afirmó su disputada tesis sobre la inconmensurabilidad de los paradigmas alternativas, los filósofos, historiadores y, sobre todo, los sociólogos de la ciencia han prestado mucha atención a las controversias científicas. Anteriormente a Kuhn, esos episodios eran considerados como lamentables incidentes en el interior de las comunidades científicas. A partir de Kuhn, en cambio, las controversias ilustraban la confrontación entre paradigmas y por ello habían de ser estudiadas y analizadas a fondo.

Si aceptamos que parte de la ciencia contemporánea es tecnociencia habremos de preguntarnos por las diferencias entre las controversias científicas y las tecnocientíficas. En este apartado intentaremos mostrar que los rasgos distintivos apuntados en los apartados 2.l y 2.2 nos ofrecen una buena guía para diferenciar ambos tipos de controversias. Diremos por tanto que:

a) Puesto que la tecnología tiende a transformar el mundo, no solo a conocer cómo es, una controversia tecnocientífica implica dos o varios modos alternativos de transformar el mundo. La ciencia norteamericana y la soviética después de la segunda Guerra Mundial son dos buenos ejemplos, y ello en diversos ámbitos: energía nuclear, exploración del espacio, desarrollo de armas y sistemas de defensa, investigación industrial, etc. La competencia entre sistemas informáticos alternativos (por ejemplo Windows y Linux) constituye un ejemplo más reciente, al igual que la carrera entre el PGH público y la empresa Celera Genomics para hacer el mapa del genoma humano. Puesto que las contraposiciones entre paradigmas tecnocientíficos alternativos no son puramente discursivas, sino que se desarrollan transformando el mundo mediante prácticas efectivas, el término «controversia» ha de ser reemplazado por el de «conflicto». En algunos casos, esos conflictos no sobrepasan el ámbito de la política científica. En otros se desarrollan en el mercado, en forma de competencia entre empresas tecnocientíficas rivales. Mas no hay que olvidar los vínculos entre la tecnociencia y las actividades militares. Abundan los ejemplos de proyectos macro- y tenocientíficos rivales durante la guerra fría, e incluso en operaciones libradas en los campos de batalla. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki son el primer ejemplo, pero no el único. Por tanto, hay ocasiones en que las «controversias» tecnocientíficas devienen conflictos militares, que se resuelven en función de la mayor o menor capacidad de destrucción de los artefactos fabricados por el enemigo, sean estos aviones, submarinos o redes de telecomunicaciones. Cuando el poder de la tecnociencia es destructivo, gana quien posee mayor capacidad de destrucción.

b) Los paradigmas tecnocientíficos rivales pugnan en particular por transformar la propia ciencia. Uno de los puntos centrales de contraposición consiste en mostrar que el nuevo paradigma tecnocientífico mejora radicalmente la práctica científica y promete enormes avances en lo que se refiere al conocimiento. Siempre se insiste en las enormes posibilidades que cada paradigma tecnocientífico abre para la ciencia, y en su caso para la sociedad. Frecuentemente se promete una especie de salvación universal, una tierra prometida si se impulsa debidamente el paradigma naciente frente al anterior. Así ocurrió con la energía nuclear, con la conquista del espacio, con los ordenadores, con la tecno-estadística en ciencias sociales, con Internet, con el proyecto genoma, con la ingeniería genética, etc. En todos y cada uno de estos casos, el nuevo paradigma prometía inmensos avances para la ciencia y para la sociedad. Paralelamente generaba preocupación por las consecuencias que podrían derivarse, y por tanto oposición. Las controversias tecnocientíficas suelen asimismo plantearse en términos de tecnofilia y tecnofobia, sobre todo cuando llegan a la sociedad. Hemos afirmado que la tecnociencia no solo transforma la naturaleza, sino también la sociedad. Los conflictos que se derivan de esa tentativa pueden ser considerados como otra clase de controversia tecnocientífica.

c) La actividad tecnocientífica requiere grandes equipamientos para desarrollarse, motivo por el cual las controversias suelen adoptar formas específicas: unos intentan que tales y cuales grandes equipamientos sean financiados y construidos, otros se oponen a ello, por considerarlos un dispendio económico cuyos beneficios están por ver, y apoyan proyectos alternativos, insistiendo siempre en su mayor prioridad. El debate en EEUU sobre el Supercomputer Supercollider es un caso canónico. Estas controversias desbordan el ámbito de la discusión académica y científica, escenificándose en los despachos de política científica, en los Departamentos de I+D de las empresas, en los Parlamentos y, en su caso, ante los tribunales. Frecuentemente dividen a las comunidades científicas, mas no por razones epistémicas, sino praxiológicas. Por tanto, las controversias tecnocientíficas no se producen en las revistas y libros científicos sino en las oficinas y agencias donde se lucha por obtener la financiación adecuada para los macroproyectos y las nuevas instituciones que habría que crear para desarrollarlos. Se resuelven a favor de unos u otros mediante acciones y decisiones de política científica (pública o privada), no mediante un debate metodológico o epistemológico. Es interesante observar que muchas de estas contiendas versan sobre la cuestión de la prioridad, pero no en el descubrimiento, como en la ciencia moderna, sino en la financiación. Muchos conflictos se producen antes de que las investigaciones sean puestas en marcha, es decir, en la fase de pre-acción y diseño. El coste de los proyectos suele ser un factor importante a tener en cuenta a la hora de argumentar a favor o en contra, independientemente de las excelencias científicas que se puedan derivar de unos u otros proyectos.

d) Las controversias tecnocientíficas siempre tienen una faceta económica, frecuentemente la más importante. El establecimiento de líneas prioritarias de financiación suele ser decisivo entre paradigmas tecnocientíficos rivales. Diremos por tanto que este tipo de polémicas siempre tienen un reflejo presupuestario. Las numerosas revoluciones tecnocientíficas fallidas (por ejemplo la televisión de alta definición) dejan como rastro un despilfarro económico. Son casos significativos a estudiar. En cualquier caso, no hay revolución tecnocientífica sin apoyo económico fuerte y decidido, es decir sin cuantiosas inversiones. Era una de las características de la macrociencia, pero sigue siéndolo en la tecnociencia, a mayor o menor escala.

e) En lugar de circunscribirse a una pugna entre comunidades científicas y tecnológicas, los cambios revolucionarios suelen ser llevados a cabo por empresas o por agencias gubernamentales que funcionan conforme a modelos empresariales de gestión. Una comunidad tecnocientífica que pretenda promover un cambio importante habrá de buscar fuentes de financiación públicas o privadas para el mismo e introducir nuevos modelos de asignación y gestión de los recursos. La expectativa de beneficios ulteriores (económicos, sociales, políticos, etc.) desempeña una función muy importante, sin perjuicio de que también puedan esperarse beneficios epistémicos y tecnológicos. Una revolución tecnocientífica nunca se hace por puro amor a la ciencia y al conocimiento. Siempre intervienen otros sistemas de valores, y en particular los económicos. Conforme al carácter empresarial de la actividad tecnocientífica, una revolución de este tipo requiere algún tipo de marketing, sea a nivel político, empresarial o social. Sin esas habilidades una revolución tecnocientífica no triunfa, independientemente de que se requieran también aportaciones epistémicas (descubrimientos) e innovaciones tecnológicas relevantes. La novedad estriba en que los grandes cambios en el conocimiento no bastan para suscitar una revolución.

f) El sujeto que lleva a cabo las revoluciones tecnocientíficas no es un sujeto individual (como Einstein o Mendel), sino un conjunto de agentes sociales. Los vínculos que les mantienen unidos son diversos, pero la existencia de lazos estables y alianzas estratégicas entre gremios diversos (científicos, tecnólogos, políticos, empresarios, militares, etc.) son un factor indispensable para el progreso de una revolución tecnocientífica. Dichos vínculos son transdisciplinarios, a diferencia de las revoluciones científicas. Conforme a lo dicho en el párrafo anterior, incluyen agentes expertos en la comunicación del conocimiento a la sociedad, o cuando menos a sus dirigentes. De ahí la importancia crucial de la difusión y recepción de las innovaciones tecnocientíficas, que se manifiesta en el mercado, por una parte, pero también a nivel de opiniones y de actitudes de los diversos sectores sociales.

g) El público desempeña una función importante en las controversias tecnocientíficas, y no solo por la imagen favorable o desfavorable que se haga de las nuevas propuestas, sino ante todo como futuro usuario de las innovaciones que resulten. Tarde o temprano, la pugna entre dos o más paradigmas tecnocientíficos queda mediatizada por la mayor o menor aceptación del público a sus propuestas derivadas. En la mayoría de los casos esto se traduce en forma de artefactos tecnológicos que compiten en el mercado. Puesto que esas innovaciones tecnológicas transforman las capacidades de acción humana, la aceptación mayor o menor por parte de la sociedad de esas modificaciones se convierte en uno de los criterios de dilucidación de las controversias. Obsérvese que, al haber diversos tipos de público y de sociedades, las innovaciones tecnocientíficas pueden tener mayor o menor grado de aceptación y de difusión en unas u otras sociedades. Las revoluciones tecnológicas más importantes (ferrocarril, automóvil, electrodomésticos, etc.) cristalizaron en el contexto de aplicación, cuando dichas tecnologías adquirieron amplísima difusión en varios países. En el caso de la tecnociencia, el público no es más que una de las instancias de resolución parcial de las controversias, junto a instancias políticas, empresariales, institucionales, etc. Pero su papel suele ser importante en el caso de las innovaciones tecnocientíficas más importantes.

h) Desde una perspectiva axiológica, las controversias tecnocientíficas siempre conllevan conflictos de valores en varios subsistemas axiológicos, no solo en el subsistema de valores epistémicos. Ello se debe a que la tecnociencia transforma el mundo, y más concretamente las sociedades. Por tanto, los cambios tecnocientíficas suelen tener consecuencias sociales, políticas, ecológicas, jurídicas, etc., no solo epistémicas, tecnológicas o económicas. En algunos casos tienen derivaciones militares e implicaciones morales y religiosas. En esas ocasiones las controversias tecnocientíficas suelen radicalizarse (conflictos militares, negativas a actuar tecnocientíficamente en base a creencias religiosas o a principios morales). Son los ejemplos más interesantes para un análisis axiológico en profundidad, porque involucran diversos sistemas de valores y distintos agentes que promueven o priorizan unos u otros subsistemas de valores.

i) El hecho de que la tecnociencia esté basada en la informática implica que, por lo general, las controversias tecnocientíficas se manifiestan en forma de propuestas informáticas opuestas y alternativas. Por tanto, para elegir casos de estudios conviene fijarse en aquellas polémicas que se manifiestan en forma de productos informáticos incompatibles (sistemas de configuración, procesamiento, navegación, almacenamiento, etc.). Las tecnologías de la información son un ámbito muy adecuado para el estudio de las controversias tecnocientíficas.

En conjunto, las controversias tecnocientíficas desbordan la noción de controversia: son contiendas, a veces en el sentido literal de la palabra (combates militares), a veces en sentido figurado: conflictos políticos, económicos, sociales, jurídicos, etc. Se desarrollan en los mercados, en las empresas, en las instituciones, en medios políticos, en la sociedad, en medios de comunicación y, a veces también, en el campo de Marte. En tales casos los agentes tecnocientíficos son militares, por ejemplo Estados que pugnan por ser grandes potencias y por ello dedican grandes inversiones a la investigación y el desarrollo. Por lo general, las contiendas tecnocientíficas las libran conglomerados de agentes sociales (lobbies). Por tanto, una comunidad tecnocientífica que pretenda promover un nuevo paradigma ha de aliarse con otros tipos de agentes sociales. Ya no basta con controlar las sociedades científicas o el poder académico para imponerse en una controversia, como en tiempos de Newton. Las contiendas tecnocientíficas se desarrollan en otros muchos escenarios e impregnan la sociedad, tarde o temprano. De ahí que la componente social, junto a la económica, la tecnológica y la epistémica, sean las cuatro facetas mínimas a considerar en dichas controversias. Cuando esas controversias devienen conflictos militares, su resolución en los campos de batalla suele ser particularmente dramática y destructiva, tanto para el medio ambiente como para las sociedades involucradas en la contienda.

En todos esos casos estamos ante sistemas tecnológicos incompatibles entre sí, en el sentido de no integrables, no composibles. Esto sería el trasunto tecnocientífico de lo que Kuhn denominó inconmensurabilidad entre paradigmas tecnocientíficos. Obsérvese, sin embargo, que esta incompatibilidad inicial suele verse paliada con el transcurso del tiempo. Asimismo es importante subrayar que en el caso de las contiendas tecnocientíficas los defensores de uno u otro paradigma no tienen empacho en espiar las innovaciones, en copiarlas y apropiárselas ni en utilizar estrategias de benchmarking. La impregnación empresarial de la tecnociencia da lugar a que el combate entre paradigmas tecnocientíficos recurra a tácticas y estrategias muy distintas a las que utilizaban las comunidades científicas en sus polémicas.

Lo dicho anteriormente ha de ser considerado como una primera aportación al tema de las controversias tecnocientíficas. Se trata de abrir un nuevo campo de investigación a los estudios de ciencia y tecnología, sean estos filosóficos, históricos, sociológicos, políticos, económicos, sociales, ecológicos, morales o de otro tipo. Las propuestas anteriores han de ser confrontadas con estudios de casos procedentes de las diversas modalidades de tecnociencia. Esos estudios de caso permitirán corregir y mejorar las sugerencias precedentes.