2 · Tipos de valores.

En este apartado analizaremos los diversos sistemas de valores que inciden en la actividad tecnocientífica. Para ello hay que afrontar dos delicados problemas: qué son los valores y qué tipo de valores hay. Con respecto a la primera cuestión, ya hemos manifestado ampliamente nuestra postura[6]: no consideramos los valores como esencias o entidades, y mucho menos como intemporales, sino como funciones (en el sentido de Frege) aplicadas por agentes evaluadores a los sistemas de acciones científicas, tecnológicas o tecnocientíficas. Con respecto a la segunda, cabe introducir diversos criterios para clasificar los diversos tipos de valores. Por nuestra parte, seguimos un criterio empírico, basado en la observación de la práctica tecnocientífica, tal y como ha sido descrita en los capítulos anteriores. Otros autores proponen clasificaciones más sistemáticas, algunas de ellas muy interesantes, como la que ha presentado recientemente Juan Ramón Álvarez Bautista[7]. Sin embargo, en esta obra seguiremos ateniéndonos a la distinción de doce subsistemas de valores relevantes para el análisis axiológico de la práctica tecnocientífica, conforme a lo apuntado en el libro Ciencia y Valores:

  1. Básicos
  2. Epistémicos
  3. Tecnológicos
  4. Económicos
  5. Militares
  6. Políticos
  7. Jurídicos
  8. Sociales
  9. Ecológicos
  10. Religiosos
  11. Estéticos
  12. Morales

Cada uno de estos subsistemas agrupa diversos valores. No todos ellos inciden en las diversas disciplinas, ni en cada momento histórico, ni en cada acción tecnocientífica concreta. Sin embargo, todos esos tipos de valores pueden ser significativos a la hora de valorar conjuntamente las acciones tecnocientíficas y sus resultados. Los procesos de evaluación suelen ser iterados, e incluso recursivos. El modelo lineal de Bush presupone que en primer lugar se valoran los descubrimientos científicos, en base a criterios exclusivamente epistémicos. A continuación se evalúan sus aplicaciones e implementaciones tecnológicas, en base a valores técnicos. Una vez satisfechos dichos criterios, se pasa a la fase de diseño del producto, en la que ya se tienen en cuenta otro tipo de estimaciones, al igual que en las fases ulteriores de desarrollo de la producción, comercialización y uso de los artefactos. Por último, el mercado hace sus propias valoraciones, al igual que la sociedad. En el sexto ámbito de los sistemas SCyT, las organizaciones militares también tienen sus propios criterios de evaluación de las innovaciones tecnocientíficas. En la periferia del sistema, pueden distinguirse otros sistemas de valores (ecológicos, morales, estéticos, religiosos), algunos de los cuales pueden ser muy relevantes en circunstancias y ámbitos concreto, por ejemplo en un Estado fundamentalista que pretende impulsar la tecnociencia. Otro tanto cabe decir de los usuarios, que pueden tomar sus decisiones en función de criterios estéticos o por razones subjetivas, supuesto que los productos entre los que tiene que elegir hayan superado los umbrales mínimos de los valores nucleares, y por tanto hayan sido difundidos en el mercado.

Desde la perspectiva axiológica, la tecnociencia se caracteriza por una mixtura de valores heterogéneos, puesto que surge de una alianza estable entre agentes sociales diversos, cuyas acciones son guiadas por diferentes sistemas de valores. Muchas investigaciones son promovidas por su posible interés militar, económico o político: las evaluaciones epistémicas y técnicas son secundarias en este caso, aunque también existen, pero no como objetivo, sino como requisito necesario. El proyecto Manhatan, por ejemplo, no fue diseñado e impulsado por razones epistémicas o técnicas, sino ante todo por necesidades político-militares. Los indudables avances científicos y tecnológicos que generó estaban subordinados a los objetivos de dicho proyecto, como vimos en el apartado 2.3. Otro tanto cabe decir del Proyecto ENIAC, de la exploración del espacio o del proyecto Genoma. Para sus promotores y financiadores, los avances epistémicos que suscitaron eran instrumentales. En términos generales, y contrariamente a lo afirmado por Bush: si las empresas tecnocientíficas financian la investigación básica no es para hacer avanzar la frontera del conocimiento, sino para tratar de lograr sus fines, que suelen ser bastante más prosaicos que la búsqueda de la verdad. El conocimiento científico es un instrumento para las empresas tecnocientíficas. Los inversores no invierten en I+D para que los científicos propongan nuevas teorías. Estos avances son bienvenidos, pero únicamente porque suponen prestigio para la corporación o institución correspondiente, lo cual puede contribuir a paliar la desconfianza pública, a ganar la confianza de los inversores privados o a garantizar la financiación pública. El ejemplo del Instituto TIGR, creado por Rosenberg bajo el patrocinio de una Fundación sin ánimo de lucro, pero que tenía a su lado una empresa creada para rentabilizar comercialmente las secuenciaciones de genes que lograran Craig Venter y su equipo, ilustra bien la pluralidad axiológica de la práctica tecnocientífica y la subordinación de los valores epistémicos a los empresariales. En otros casos, la subordinación de los avances en el conocimiento se produce en relación a los objetivos militares o políticos que subyacen a la mayoría de las acciones tecnocientíficas, sobre todo si estas son de gran envergadura.

Si queremos disponer de un marco teórico general para la axiología de la tecnociencia, es preciso considerar como mínimo esos doce subsistemas, puesto que todos ellos desempeñan un papel en el diseño y evaluación de las propuestas tecnocientíficas. A continuación, hay que dilucidar empíricamente en cada caso cual es el orden de aplicación efectivo y la relevancia relativa de unos u otros subsistemas. Todo ello sin perjuicio de que pudiera añadirse algún subsistema más, por ejemplo desglosando los subsistemas de valores epistémicos, políticos, morales, etc. En general, cuando estudiemos casos concretos de tecnociencia no tendremos que considerar los doce subsistemas, sino unos pocos. La actividad tecnocientífica casi siempre involucra valores epistémicos, tecnológicos, económicos, políticos y militares. En algunos casos se añaden valores ecológicos, en otros valores jurídicos, sociales, morales o religiosos. Hay ocasiones en que los valores estéticos son muy importantes, inclinando la decisión a favor de una propuesta u otra en función de su estética. Otro tanto cabe decir de los valores jurídicos, o de los ecológicos. En resumen, de estos doce subsistemas habrá que seleccionar unos cuantos para llevar a cabo el estudio caso por caso de la tecnociencia desde una perspectiva axiológica. La axiología de la tecnociencia que propugnamos es analítica y empírica. Lo primero que hay que precisar es el orden de las evaluaciones y el peso específico de cada subsistema o valor, en lugar de presuponer una jerarquía estable en el sistema de valores que guían las acciones tecnocientíficas. En algunos casos primará la utilidad, en otros la precisión o los beneficios económicos esperables. Las funciones axiológicas son aplicadas por los diversos agentes evaluadores conforme a distintas ponderaciones, que han de ser determinadas empíricamente en cada caso. Ello no impide, claro está, que el análisis empírico muestre la ausencia de determinados valores, o su escaso peso relativo a la hora de aprobar o rechzar determinadas acciones. Frente a una crítica abstracta a la tecnociencia, propia de la racionalidad perezosa, los axiólogos de la tecnociencia han de tomarse el trabajo de analizar previamente los valores en juego, con el fin de intervenir en el debate introduciendo nuevos criterios de valoración o modificaciones en los pesos relativos de los valores efectivamente intervinientes. La condena moral de la tecnociencia es muy satisfactoria desde el punto de vista de la buena conciencia individual, pero completamente imprecisa e ineficaz a la hora de intentar modificar la práctica tecnocientífica.

Al distinguir esos doce subsistemas estamos proponiendo una clasificación de los valores de la tecnociencia. Dicha clasificación es provisional y mejorable. Otras clasificaciones son mucho más sistemáticas, como la propuesta por Álvarez Bautista. Este autor distingue entre valores comunicativos, económicos y sociales, por una parte, y, en función de un segundo criterio, entre valores liberatorios (desiderata), eliminatorios (exigencias o deberes) y nucleares. Su propuesta tiene gran interés, pero comentarla a fondo nos llevaría muy lejos, por lo que mantendremos por ahora nuestra propia clasificación, que ha de ser entendida como una tabla abierta y con realimentaciones internas. Hay valores, como la libertad, que pueden ser entendidos desde muy diversas acepciones: como valor básico, epistémico (libertad de investigación, libertad de enseñanza), político, jurídico, empresarial, social, etc. Por tanto, los doce subsistemas no son auténticas clases de equivalencias, sino subsistemas que interactúan entre sí en situaciones concretas. De ahí la importancia de las condiciones iniciales y de contorno a la hora de llevar a cabo evaluaciones. La información disponible, por ejemplo, resulta decisiva para que los resultados de las evaluaciones sean uno u otros.

Las diversas clasificaciones de los valores presuponen concepciones filosóficas y la nuestra no es una excepción, pese a que en puridad no sea una clasificación, como acabamos de señalar. Antes de proseguir, conviene explicitar dos de sus presupuestos fundamentales.

En primer lugar, optamos por una perspectiva sistémica a la hora de estudiar los valores de la tecnociencia. En lugar de considerar cada valor por separado (atomismo axiológico) y aceptar que tiene un sentido per se, partimos de la hipótesis de que los valores se aplican conjuntamente, de modo que al valorar un aspecto también ponemos en juego otros valores. Este carácter sistémico, al que ya nos hemos referido en otros lugares[8], implica afirmar la existencia de diversos subsistemas de valores Vj en la tecnociencia, variando el subíndice j desde 1 a 12 (o más), puesto que hemos distinguido doce subsistemas de valores. Cada subsistema Vj incluye a su vez una pluralidad de valores Vjk interrelacionados entre sí. Por ejemplo, para calibrar la verosimilitud de una hipótesis hay que valorar su coherencia interna y externa (es decir, también en relación con otras hipótesis verosímiles en dicha disciplina científica), la precisión de las observaciones y mediciones que permiten corroborarla o refutarla, la realizabilidad de los experimentos que podrían confirmarla o refutarla, etc. Un determinado valor epistémico se co-implica con otros valores epistémicos, así como con otros no epistémicos. Por ello hablamos de sistemas y subsistemas de valores, más que de valores elementales o atómicos que pudieran ser agrupados en doce o más clases de equivalencia. Un mismo valor puede incluirse en varios subsistemas, si bien, de suceder esto, no será aplicado del mismo modo en uno u otro caso. Dicho de otra manera: dicho valor no tiene el mismo significado según se integre en uno u otro subsistema. Esto no supone ninguna «paradoja del significado», como solían decir los filósofos de la ciencia de la concepción heredada (received view), puesto que los valores, al depender de funciones axiológicas, solo adquieren significado cuando dichas funciones son aplicadas para evaluar una acción o una componente concreta. La existencia de una pluralidad de subsistemas genera una tensión interna al sistema de valores de la tecnociencia, que se manifiesta en forma de conflictos de valores, como hemos recalcado más de una vez. Aunque nuestra axiología es analítica, pretende analizar la «dialéctica» interna a los sistemas de valores de la tecnociencia. Es una de las principales peculiaridades de nuestro planteamiento. En otros términos: la axiología de la tecnociencia es dinámica, no estática. Lo importante es dilucidar los sistemas de valores compartidos en un momento dado, independientemente de que en dichos sistemas haya valores contrapuestos entre sí.

En segundo lugar, los valores concretos son emergentes, es decir, van surgiendo a lo largo del tiempo y de los procesos de evaluación, partiendo de unos valores iniciales. Una de las características más notables de la tecnociencia del siglo XX fue la progresiva emergencia de un nuevo subsistema de valores, los valores ecológicos, que apenas habían sido tenidos en cuenta en la ciencia moderna, pero que en la segunda mitad del siglo han ido adquiriendo un peso relativo de cierta significación en la actividad científica y tecnológica. Hoy en día, un laboratorio científico se preocupa por el problema de la eliminación de los residuos de sus experimentos, lo cual no era habitual a principios del siglo XX, ni mucho menos antes. Aunque los valores ecológicos no son los más relevantes en el contexto de investigación (algo más en el de aplicación), tienen cierto papel a la hora de valorar las investigaciones tecnocientíficas. Por ello han de ser considerados como un subsistema específico, cuyo peso relativo crece paulatinamente. Otro tanto podríamos decir de los valores empresariales o jurídicos, que han ido adquiriendo un peso cada vez mayor en la tecnociencia a lo largo del siglo XX. Los valores de la tecnociencia no son consustanciales a ella, aunque simpre haya un núcleo axiológico compuesto por valores sin cuya satisfacción mínima las propuestas y las acciones tecnocientíficas son lisa y llanamente rechazados, al igual que sus resultados. Tanto los valores concretos como los subsistemas han ido surgiendo a lo largo de la historia, han impregnado en mayor o menor grado las acciones científicas y técnicas y, gracias a sus repetidas interacciones, se han ido consolidando como tales valores o subsistemas de valores de la ciencia. Frente a muchos filósofos de los valores que han tendido a pensarlos como entidades ideales, nuestra axiología reconoce la historicidad de los valores, su carácter sistémico y, además, afirma la existencia de valores emergentes en dicha interacción sistémica. Por otra parte, en la actividad tecnocientífica se producen transferencias de valores de otras actividades sociales a ella, y recíprocamente. Esta es una de las principales modalidades de cambio de valores en la tecnociencia.

Todo lo que venimos diciendo quedará más claro si enumeramos algunos de los valores pertenecientes a los doce subsistemas que hemos distinguido. Por valores básicos entendemos aquellos que son comunes a los seres humanos, aunque en algunos casos pudiera rastrearse el origen de dichos valores en el mundo animal. Para aclarar de qué hablamos, valga la siguiente lista, para cuya presentación recurrimos al orden alfabético, con el fin de no entrar en los tremendos debates sobre la prioridad de unos u otros valores básicos:

1) Valores básicos: alegría, amor, bienestar, capacidad, cordura, creación, crecimiento, felicidad, fertilidad, fortaleza, fortuna, fuerza, gozo, grandeza, interés, madurez, necesidad, normalidad, permanencia, placer, potencia, prudencia, pulcritud, salud, seguridad, sensatez, seriedad, simpatía, suerte, supervivencia, vida, etc.

En esta primera enumeración queda claro el sentido laxo en que aplicamos el concepto «valor básico», puesto que incluimos en la lista valores, virtudes y bienes, independientemente de que esos tres conceptos pueden distinguirse[9]. Muchos de los valores mencionados son estrictamente subjetivos, otros no. Algunos son relevantes para la tecnociencia, otros menos. Nuestro propósito consiste en ilustrar por la vía de los ejemplos el concepto de «valores básicos», puesto que en esta obra no intentaremos elucidarlo. Estas observaciones valen también para las enumeraciones siguientes, incluida la característica más significativa de la esfera de los valores: la existencia de contrarios, es decir de disvalores. Es importante tener presente que los valores tienen sus contrarios, o disvalores, y que la racionalidad valorativa o axiológica se basa en la regla de incrementar el grado de satisfacción de los valores positivos y menguar el de los negativos, como veremos en el apartado siguiente. Varios de los términos que hemos incluido aparecen en el listado debido a la relevancia del disvalor correspondiente para los seres humanos (tristeza, odio, malestar, incapacidad —o discapacidad—, locura, destrucción, infelicidad, infertilidad, infortunio, debilidad, sufrimiento, pequeñez, desinterés, inmadurez, anormalidad, volatilidad, displacer, impotencia, imprudencia, suciedad, enfermedad, inseguridad, insensatez, irrisoriedad, antipatía, desgracia, aniquilación, muerte, etc.) y otro tanto ocurrirá con los restantes tipos de valores que vamos a mencionar dentro de cada tipo.

2) Valores religiosos: autoridad, caridad, devoción, divinidad, esperanza, fe, gracia, jerarquía, misterio, obediencia, piedad, pureza, respeto, sacralidad, sacrificio, salvación, santidad, sobrenaturalidad, etc.

3) Valores militares: autoridad, deber, disciplina, fidelidad, jerarquía, heroísmo, honor, lealtad, magnanimidad, mando, obediencia, patriotismo, paz, secreto, valentía, victoria, triunfo, etc.

4) Valores morales: altruismo, amistad, autonomía, benevolencia, bien, bondad, compasión, deber, dignidad, fidelidad, felicidad, generosidad, gratitud, honestidad, limpieza (en el sentido de fair play), prudencia, respeto, responsabilidad, sinceridad, solidaridad, tolerancia, veracidad, virtud, etc.

5) Valores estéticos: armonía, belleza, claridad, corrección, creatividad, deleite, elegancia, equilibrio, gracia, ligereza, pulcritud, originalidad, sencillez, sublimidad, sutileza, etc.

6) Valores sociales: antigüedad, cooperación, diligencia, estabilidad, excelencia, éxito, fama, fraternidad, género, igualdad, intimidad, libertad, mérito, nobleza, orden, paz, prestigio, privacidad, profesionalidad, raigambre, reconocimiento, seguridad, solidaridad, etc.

7) Valores políticos: autonomía, autoridad, control, democracia, estabilidad, hegemonía, gobernabilidad, igualdad, independencia, justicia, libertad, mayoría, orden, paz, poder, potestad, prudencia, público (res publica), representatividad, respeto, tolerancia, etc.

8) Valores jurídicos: autonomía, claridad, equidad, formalidad, durabilidad, estabilidad, garantías, imparcialidad, independencia, justicia, legalidad, legitimidad, libertad, publicidad, representatividad, seguridad, transparencia, universalidad, etc.

9) Valores económicos: beneficio, calidad, comerciabilidad, competitividad, coste, desarrollo, eficacia, eficiencia, generosidad, libertad, maximización, propiedad, rentabilidad, riqueza, etc.

10) Valores ecológicos: biodiversidad, conservación, equilibrio, limpieza (no polución), minimización (de impactos medioambientales), renovabilidad, sostenibilidad, etc.

11) Valores técnicos: aplicabilidad, competencia, corrección, durabilidad, eficacia, eficiencia, fiabilidad, flexibilidad, funcionalidad (en el sentido de que algo funcione), habilidad, innovación, integrabilidad (o composicionalidad), rapidez, robustez, sencillez (de uso), utilidad, versatilidad, etc.

12) Valores epistémicos: adecuación (empírica), claridad, coherencia, contrastabilidad, fecundidad, generalidad, ingeniosidad, inteligibilidad, originalidad, precisión, publicidad, repetibilidad, rigor, simplicidad, verdad, verificabilidad, verosimilitud, etc.

Como puede observarse en estos listados, varios valores son transistémicos, porque pueden ser considerados desde diversas acepciones. Ninguna de las enumeraciones pretende ser completa y más de una inclusión resulta discutible, así como la asignación de algunos valores a unos u otros subsistemas. No afirmamos la existencia de tipos de valores fijos e inamovibles, puesto que, como ya hemos mencionado, los valores se transfieren de unos subsistemas sociales a otros. Dicho de otra manera: no hay una tipología «natural» de los valores. Al clasificarlos de esta manera estamos llevando a cabo una acción axiológica, o más bien meta-axiológica. No se trata de proponer una tabla inamovible de valores. Pretendemos ante todo mostrar la enorme variedad de cuestiones axiológicas que, con mayor o menor frecuencia o relevancia, se suscitan en la actividad tecnocientífica y, por supuesto, también en otras actividades sociales. Algunos de esos valores (o virtudes, o bienes) son estrictamente subjetivos, otros no. Por tanto, nuestra propuesta podría afinarse y mejorarse introduciendo otros criterios. Aun así, la distinción de doce subsistemas de valores relevantes para la tecnociencia es sumamente útil para el análisis axiológico, aparte de introducir un principio de clarificación en un tema de enorme complejidad. En cuanto al orden en que han sido propuestos los doce subsistemas, podría ser modificado. Hemos puesto los valores epistémicos y técnicos en los últimos lugares de la lista a propósito, last but not the least. Al principio han sido colocados los sistemas de valores que tradicionalmente han agotado la reflexión sobre los valores (valores básicos, religiosos, morales y militares), pero no porque los consideremos como los principales para la tecnociencia, sino por mantener un cierto orden histórico. Aun así, ya hemos dicho que los valores ecológicos, que no deben ser confundidos con los morales, por mucho que se hable de ética medioambiental, han sido los últimos en configurarse como sistema. Su incidencia en la actividad tecnocientífica todavía es escasa, al menos en algunos escenarios, pero va creciendo, por lo que deben ser considerados como un subsistema específico.

Tras esta breve presentación de lo que consideramos como valores potenciales de la tecnociencia, interesa subrayar los presupuestos «ontológicos» de los que partimos[10]. Consideramos a los valores como funciones (en el sentido de Frege) aplicadas a sistemas de acciones por diversos agentes evaluadores, obteniendo como resultado de la acción de evaluar una valoración, y en algunos casos un juicio. Dicho en términos filosóficos clásicos, que normalmente no utilizaremos: la «facultad» de valorar es mucho más amplia que la «facultad» de juzgar. Por lo mismo, el contexto de evaluación es mucho más amplio que el contexto de justificación de Reichenbach y los filósofos positivistas. Estos últimos solo se interesaron en las justificaciones epistémicas. Para la tecnociencia esto no vale. Muchas acciones tecnocientíficas se justifican en base a criterios económicos, políticos, militares o sociales. Los valores epistémicos tienen importancia, pero han perdido el monopolio de la «justificación» de la actividad científico-tecnológica. Es otra de las razones por las que la filosofía clásica de la ciencia no es válida para analizar y reconstruir la tecnociencia.