5 · De las revoluciones científicas a las tecnocientíficas.
La noción kuhniana de «paradigma» ha de ser ampliada, matizada y modificada. Otro tanto cabe decir en el caso de las revoluciones científicas:
1) Las revoluciones tecnocientíficas suponen un profundo cambio en la práctica científica y tecnológica, que afecta a la estructura de ambas. Así como los filósofos de la ciencia subrayaron la existencia de una estructura en el conocimiento científico, para investigar sobre la tecnociencia es preciso clarificar en primer lugar la estructura de la actividad tecnocientífica. La revolución tecnocientífica no es, prima facie, una revolución epistemológica o metodológica (los métodos y el conocimiento científico siguen existiendo y valiendo), sino ante todo una revolución praxiológica.
2) A lo largo del siglo XX, la macrociencia y la tecnociencia han producido numerosos cambios teóricos, e incluso revoluciones en el sentido kuhniano del término. Así ha ocurrido en cosmología, en biología, en química y en otras muchas disciplinas científicas y tecnológicas, algunas de nuevo cuño. Sin embargo, al analizar las revoluciones tecnocientíficas no debemos centrarnos en esos cambios teóricos o metodológicos, sino ante todo en los cambios praxiológicos. Lo importante es localizar los cambios en la práctica científica y en su organización, así como la inserción de sectores y grupos de las comunidades científicas en diversas empresas tecnocientíficas, sean estas públicas o privadas, civiles o militares. Dichas transformaciones se producen primero en universidades y centros de investigación muy concretos, por ejemplo en el MIT, en Stanford o en Berkeley en los años 30, o también en algunas empresas industriales que crean departamentos de I+D (como Du Pont en los años 30). Esta sería la fase prerevolucionaria, en la que está emergiendo el nuevo paradigma tecnocientífico, en este caso la macrociencia. Durante la segunda guerra mundial este proceso se generalizó. Por ello fechamos en esta época la primera revolución tecnocientífica. Pero lo decisivo fue la consolidación es esa nueva estructura de la práctica científica, lo cual se logra con la creación de un nuevo sistema de ciencia y tecnología en los EEUU en la fase inmediatamente posterior a la postguerra. El mantenimiento tras la guerra de una práctica científica basada en la estrecha colaboración entre científicos e ingenieros, en la aparición de empresas de I+D, en la subordinación de los objetivos puramente científicos o ingenieriles a los objetivos señalados por los financiadores de los macroproyectos, etc., es la clave para determinar el momento en que se produjo la revolución tecnocientífica. Cuando esa nueva estructuración de la actividad científica y tecnológica se trasladó a otros países, siempre empezando por centros y empresas concretas, es cuando la revolución tecnocientífica se expandió a esos países, sin perjuicio de que pudiera haber precedentes en algunos países europeos (Gran Bretaña, Alemania, Francia) de ese nuevo modo de hacer ciencia. Otro tanto cabe decir de la Unión Soviética, en donde habría que hacer un estudio histórico detallado para aclarar el modo en que la revolución tecnocientífica se produjo allí después de la segunda guerra mundial. Cabe afirmar, en cualquier caso, que la aparición de las políticas científicas centralizadas y coordinadas en diversos países, junto con la creación de grandes Agencias nacionales de ciencia y tecnología, son signos institucionales de que la revolución tecnocientifica comenzaba a producirse.
3) Puesto que la noción de comunidad científica es básica para la reflexión kuhniana sobre las revoluciones, cabe afirmar que la insuficiencia mayor radica en dicha noción. En la época de la tecnociencia, a las comunidades científicas e ingenieriles se les superponen otro tipo de agentes sociales (políticos, militares, empresarios, etc.) que desempeñan un papel determinante en la actividad tecnocientífica. Genéricamente hablando, la aparición de las empresas tecnocientíficas es uno de los signos que marcan la llegada de la tecnociencia. Allí donde un departamento universitario o un centro de investigación se convierte en empresa, pública, privada o mixta, y va adquiriendo formas de organización y funcionamiento claramente empresariales, cabe barruntar que se está produciendo el paso de la ciencia a la tecnociencia, sin perjuicio de que esas mutaciones organizativas puedan fracasar luego. Ello independientemente de la disciplina en que tal transformación ocurra. La tecnociencia implica ante todo un nuevo modo de organización de la actividad científica y tecnológica. La evolución personal de científicos como Vannevar Bush, John von Neumann, John Watson o Craig Venter ilustra bien esta tesis.
Obsérvese que el objeto de estudio para la historia y la filosofía de la ciencia cambia radicalmente. En el caso de las revoluciones científicas kuhnianas, había que estar atento a la emergencia de nuevas teorías y nuevos métodos, por ser revoluciones epistemológicas y metodológicas. Las revoluciones tecnocientíficas, en cambio, son ante todo praxiológicas. Se trata de investigar el momento en que la nueva estructura de la práctica científico-tecnológica se impone en una universidad, centro de investigación, empresa o país. La aparición de la Big Science fue un cambio de este tipo, y por ello ha de ser considerado como la primera emergencia de la tecnociencia. En las últimas décadas del siglo XX se produjo una segunda revolución tecnocientífica, caracterizada por la introducción generalizada de las tecnologías informáticas en los laboratorios, observatorios y centros de investigación. Por ello distinguimos estas dos modalidades de revoluciones tecnocientíficas en el siglo XX, sin perjuicio de que un estudio histórico más detallado pudiera permitir discernir otras formas de emergencia de la tecnociencia.