Capítulo 18

A la mañana siguiente Max fue a ver a Leonid, llevaba consigo el Medallón que era del tamaño de un plato de pocillo de café en una bolsa de lienzo, los que estaban allí no salían de su asombro.

—Excelente trabajo Max, le has cortado las alas al águila teutónica —sostuvo Leonid.

—Hubieras querido ver la expresión de Himmler cuando me le puse al frente-comentó Max.

—¿Qué ocurrió con Himmler? —quiso saber Leonid.

—Le inutilicé su brazo por mucho tiempo, aunque alcanzó a huir, el que no tuvo buena suerte fue el Capitán Von Der Beck, un oponente complicado pero logré que confesara algo-fue la contestación de Max.

—¿Qué te dijo ese infame?

—Himmler quiere conseguir el Fragmento del Edén a toda costa y fue él quien dio la orden a Heinrich Amsel para que descartase a Habringer y a Winckler, después de ellos seguías tú, pero como aparecí en el escenario se decidió por quitarme a mí del medio porque les constituía un peligro.

—¿Y cómo sabía Himmler que Habringer, Winckler y yo éramos Asesinos?

—Von Der Beck me habló de un traidor dentro del Círculo de Kreisau, también mencionó de una batida a nuestros enclaves; lo que no me dijo fue del paradero de mi hijo.

—Puede que tenga razón con eso del topo pero habrá que escrutar a fondo-manifestó Leonid.

—¿Y cómo supieron que yo iba a Múnich a visitar a mis padres, el rapto de Pauline Becker y algunas otras cuestiones que nos ocultaron?

—No te lo discuto Max, pero no hay que dejarse guiar por meras especulaciones, recuerda que los nazis cuentan con muchos espías y eso lo debes saber muy bien; sin embargo debemos estar alertas porque el atisbo de los Von Der Beck no ha terminado, son una familia completa que integran las filas de las Waffen SS, se comenta que tiene otro hijo y un yerno, en cuanto se enteren de lo ocurrido buscarán vengarse.

—Los esperaré-sostuvo Max-Presumí que dirías eso; ahora debemos centrarnos en nuestro próximo reto: el Castillo, sólo hay recabar información —afirmó Leonid.

—Quedan pocos días; recuerda que deberás encontrarte con Von Moltke, pero irán en tren.

A la mañana siguiente Max, Ludwig y Emil partieron en tren hacia Wewelsburg situado en el distrito de Renania del Norte Westfalia, que a su vez forma parte de la ciudad de Büren, en el distrito de Paderborn, sobre el valle del Río Alme.

Luego de un agotador viaje arribaron a Büren, era de noche y caía una tenue llovizna, restaba sólo un día para la reunión, Max, Ludwig y Emil pagaron una austera habitación en un hostal y después de higienizarse y cambiarse fueron a una taberna.

Max llevaba bien disimulada la hoja oculta, en tanto que Emil y Ludwig portaban un estilete por si surgía algún incidente, en la cantina había algunas chicas que trabajan en los burdeles con sus ropajes provocativos seduciendo a los parroquianos, algunos de ellos eran soldados de la Wehrmacht.

Tras haber permanecido una hora en el lugar se marcharon, terminaban de salir de allí cuando un hombre de alrededor de veintiocho años de cabellos negros y ojos celestes con el uniforme de teniente de la Reichführer SS descendió de un Mercedes Benz 540 K color azul marino escoltado por dos soldados y un sargento, Max al verlo fijó su mirada en él.

—¿Ocurre algo Maestro? —le preguntó Emil.

—Ese teniente que acaba de bajar del automóvil me resulta familiar, si no me equivoco es el hijo menor de Von Der Beck y ya te dije que no me llames Maestro, novato.

—No soy novato, he realizado muchas misiones —fue la respuesta de Emil.

—La arrogancia es uno de los peores defectos que puede tener un Asesino-le expresó Max —que hayas hecho un par de tareas no implica que seas profesional, hace un año que estoy en esto y todavía no han realizado ceremonia alguna de ingreso a la orden ni tampoco me interesa.

—Recuerda que te salvé de esos cerdos que estaban matándote-le replicó Emil.

—Te agradezco y estoy en deuda, creo que ahí ganaste mi confianza, pero ahora no pienso debatir sobre tu experiencia o la mía, sino ver qué planean esos malparidos.

A la mañana siguiente Max pagó un vehículo de alquiler, un Mercedes Benz color negro, le puso dos banderas del Tercer Reich a sus costados y se vistieron de efectivos de las SS. Von Hagen se había puesto un uniforme de coronel de las SS, unos anteojos, su cabello bien rasurado, en tanto que Emil estaba con las distinciones de un teniente y por último Ludwig vestía la ropa de sargento.

—Espero que Himmler no le reconozca —dijo Ludwig preocupado.

—No te aflijas, siempre usé la máscara y el sucesor de Von Der Beck nunca me vio.

—¿Y cómo dijiste que era el que vimos anoche? —le interrogó Ludwig.

—Sólo dije que me resultaba familiar por los rasgos fisonómicos de Von Der Beck, hice mal en sospechar-fue la respuesta de Max.

Los tres hombres partieron hacia el baluarte de las Waffen SS, cuando llegaron se hallaron con una edificación de estilo renacentista en forma triangular, había muchos vehículos pertenecientes a las SS y una presencia de soldados armados con ametralladoras sTg 44, fusiles Kar 98k y con perros Pastor alemán.

—Aquí estuve cuando iban a enviarnos a Viena-fue el comentario de Max a Ludwig y Emil.

Luego de pasar el control realizado por un oficial de protocolo, Max, Emil y Ludwig ingresaron al interior, en el piso de una de las galerías se hallaba la figura del Sol Negro con sus doce runas.

Había muchos oficiales y generales, Max divisó al subalterno que vio la noche anterior, cuando un individuo con el uniforme de coronel se dirigió a los presentes: —Se le comunica a los concurrentes que pasen a la sala magna y dejen sus pertenencias en los armarios que están en uno de los corredores.

Max y Emil pusieron sus gorras y sobretodos en el lugar indicado, en tanto que Ludwig debió quedarse en el patio principal de la construcción con el resto de los guardias.

Max y Emil entraron a un salón enorme semejante a la corte del legendario Rey Arturo, una larga mesa con sillones a su alrededor y en la punta un asiento semejante a un trono, después que todos hicieron su entrada apareció Himmler rodeado por su séquito, todos levantaron su brazo derecho saludando al máximo líder de los Servicios de Seguridad del Tercer Reich, que todavía seguía con su vendaje.

Seguidamente Himmler se sentó, otro tanto hicieron los demás, a todo esto hizo una señal con su dedo índice a uno de sus colaboradores quien le entregó un libro de actas, tras una elipsis dijo con voz moderada: —Bienvenidos a la Primera Conferencia Anual de Wewelsburg, sabemos que hay muchos temas que nos toca abordar, así que vamos a ir por partes.

—El principal es el despiadado accionar de ese vil Asesino encapuchado que causa estragos en las filas de las SS desde hace un año —sostuvo un oficial con el rango de Mayor— han muerto los mejores hombres, incluso se ha enviado caza recompensas sin tener éxitos; nadie puede eliminar a ese Ángel de la Muerte.

—Comprendo su aflicción Mayor, a mí me tocó vivirlo en carne propia, las evidencias están a la vista —respondió Himmler.

—Mis hombres me han informado que no es uno solo, sino dos y actúan con astucia-intervino Von Der Beck —es menester cortarles las alas.

—¡Por favor oficial! No exagere —fue la respuesta de Himmler— no son más que dos pobres pela gatos; comprendo su sensibilidad por la pérdida de su padre y su hermano mayor, pero esto es la guerra, veo que algunos están muy sugestionados con esa cuestión, tenemos gente bien capacitada para eliminar a esa clase de malhechores.

—Tengo pensado en realizar una ofensiva en sus principales escondites-expresó Von Der Beck, necesito su aprobación Herr Himmler, asimismo contamos con el apoyo incondicional de un buchón del Círculo de Kreisau.

—“Lo sabía” —pensó Max— “se arrepentirá de ello” —diré a Emil que se encargue de localizarlo y darle muerte”.

—Autorización concedida, Herr Von Der Beck-fue la respuesta de Himmler-pero no nos hurte la confianza en usted, sino lo lamentará; necesito que recupere el valioso Medallón de Thule.

—Le aseguro que no lo decepcionaré.

—Siguiendo con otros asuntos-prosiguió Himmler —el Führer está a la expectativas de lo que acontezca con la empresa que están llevando a cabo en Ceilán para hallar el Fragmento del Edén, será un evento sin precedentes. Con el Fruto del Edén y las máquinas ultra secretas el mundo será nuestro. ¡Larga vida al Tercer Reich!

—¡Larga vida al Tercer Reich! —contestaron los presentes a viva voz.

Acabado el encuentro, Max, Emil y Ludwig se marcharon de allí, devolvieron el vehículo alquilado y después que se mudaron de ropa se reunieron en el jardín botánico.

—El otro hijo de Von Der Beck no mentía-afirmó Max —Emil, cuando regresemos a Viena ubica al traidor y no seas indulgente con él, procura asesorarte con las chicas de Pauline y los muchachos del Cuervo de sus sitios de encuentro con los de las SS y oye sus diálogos con los guardias. Segundo punto: no hay que dejar que Von Der Beck se vaya de aquí, hay que interceptarlo y en lo posible enviarlo al cementerio, esa familia es un divieso difícil de extirpar; tercer punto: averiguar sobre las armas que planean desarrollar los nazis y apropiarse de los bocetos y por último si los nazis se apoderan del Fragmento del Edén y lo ajustan con la Lanza de Longinos nada ni nadie los detendrá, ese artefacto doblega las mentes-concluyó.

Los tres Asesinos estuvieron atentos a los movimientos de Von Der Beck e iban turnándose, cada uno acudía a posibles sitios donde podría hallarse.

Estaba oscureciendo, Von Der Beck no daba señales de vida, Emil estaba desesperanzado.

—Lo hemos perdido Max-dijo Emil, al tiempo que se hurgaba la dentadura con un palillo.

—Un Asesino jamás flaquea, sino lo contrario: actúa. Sé paciente muchacho-le dijo Max —Debes ser como una fiera que está expectante a la aparición de su presa, cuando ella aflora debe ir con sigilo para no ahuyentarla y cuando la víctima menos lo piense, dar el zarpazo letal.

Transcurrió una hora más y un Mercedes Benz 540 k con características similares al visto la noche anterior por Max se detuvo frente a un comedor, seguidamente descendió un soldado y abrió una de las puertas dejándose ver la figura de una bella mujer de aproximadamente veintitrés años, cabellera negra, un atavío rojo carmesí, cancanes, zapatos negros tacos altos, llevaba un chal negro sobre sus hombros y un sombrero adornado con plumas, su mano sostenía un bolso de piel de leopardo, posteriormente bajó Von Der Beck con un traje negro y el emblema del Nacional Socialismo.

—Está acompañado-sostuvo Emil.

—Céntrate en t u objetivo, si desaprovechas la ocasión después estaremos lamentando pérdidas —afirmó Max-nosotros te cubriremos.

Dos guardias quedaron apostados frente a la puerta del restaurante, Emil fue tras ellos con su rostro cubierto por una máscara antigás mientras tanto Max ultimó a los custodios con la hoja oculta; no habrán transcurrido diez minutos cuando se oyeron cuatro disparos y seguidamente alaridos de terror mezclados con llantos, Emil valiéndose del desconcierto reinante se alejó de allí.

Enseguida aparecieron las patrullas de la policía y de las Waffen SS, mientras tanto Emil se reunió con sus compañeros.

—Muy bien Emil, pero ten en cuenta la sutileza y te lo insistiré hasta el cansancio-fue la observación de Max-No podremos permanecer por mucho más tiempo aquí, ahora es necesario que marchemos a Berlín, no vaya a ser cosa que los de las SS entren a investigar al hostal y nos delaten.

Sin perder más tiempo, Max, Emil y Ludwig marcharon hacia Berlín, estaba oscureciendo y llovía a cántaros.

Eran las 09:15 de la mañana cuando el tren arribó a Berlín, los tres hombres pagaron una modesta habitación en un albergue de la capital del Reich, en una de las calles unos agentes de la GESTAPO estaban dándole una paliza a un hombre, Emil sacó de su botín una daga e hizo el ademán de correr hacia los agresores de la víctima, pero Max se lo impidió.

—Déjalo, echaremos a perder todo —sostuvo Max.

—¡Pero están maltratándolo, Max! —contestó indignado Emil.

—Max tiene razón, Emil-intervino Ludwig —si matas al soldado, los nazis sabrán de nuestra presencia.

—Pero no estamos vestidos de Asesinos-refutó Emil —creerán que fue un delincuente.

—Sí, pero tras eso morirá mucha gente inocente a consecuencia de tus acciones; controla tu cólera chico-le contestó Max.

—¡No me gusta que me llames así! Me haces sentir un niño —respondió ofuscado Emil.

—Está bien abuelo.

—¡Rayos! —exclamó Emil.

Ludwig se echó a reír, posteriormente viajaron en un tranvía hacia la casa del conde Von Moltke.

Eran las 16:00 cuando los Asesinos llegaron al palacete de Von Moltke, un edificio de cuatro pisos cercado por un portón enrejado, un hombre de unos treinta y cinco años de cabellos rojizos y ojos celestes atendió a los visitantes.

—Guten Tag ¿En qué puedo ayudarles? —interrogó el individuo.

—Buscamos a Herr Von Moltke —fue la contestación de Max— soy contacto de Leonid Wenzel de Viena.

—Aguarde un instante, le anunciaré sobre su visita, estaba aguardando gente de Viena.

Un cuarto de hora más tarde retornó el guardaespaldas de Moltke y dijo a los convidados: —Síganme señores.

Max, Emil y Ludwig fueron por un sendero rodeado por coníferas, había allí un automóviles Mercedes Benz 770 w150 modelo 1942 color gris y capota negra y otro similar pero azul marino y capota gris.

Los Asesinos subieron por unas escaleras e ingresaron a la edificación que era de pisos marmolados, había otros escalones, del techo pendían luces de araña, y había una galería de cuadros; el custodio de Von Moltke hizo pasar a los tres hombres al despacho del líder del Círculo de Kreisau.

James Von Moltke para ese entonces contaba con treinta y seis años de edad, era delgado y de cabellos oscuros, vestía un traje azul, camisa blanca y corbata azul, en esa ocasión estaba acompañado por otra persona de unos sesenta y seis años, cabellos grises y anteojos, lucía un traje negro, chaleco y corbata marrón.

Al ver a Max y sus dos compañeros se acercó para saludarlos.

—Willkommen(Bienvenidos), como sabrán, soy conde Graf Von Moltke, guía del Círculo de Kreisau y este señor es Herr Schacht, encargado de finanzas.

—Un placer conocerlos, señores —contestó Max respetuosamente.

—Herr Wenzel me comentó sobre su venida ¿Usted es el del que todos hablan?

—No pensé que mi fama se divulgaría de esa manera-manifestó Max.

—Guardo todos los periódicos que hablan sobre usted... —señaló Von Moltke-Dígame Max, Herr Von Moltke.

—Wenzel me mencionó sobre su pasado —expresó el noble— lo siento de veras, colaboraré con usted para brindarle cualquier novedad que surja sobre el paradero de su hijo, pero antes de proseguir, quería saber el propósito de su venida.

—Necesito su cooperación, usted sabe mi tarea desempeñada en Viena-afirmó Max.

—En buena hora que haya alguien con pelotas para enfrentarse solo a esos bastardos-sostuvo Von Moltke —pero...¿A qué tipo de ayuda se refiere usted, respetable Max?

—Financiera no, pues provengo... —Sé todo sobre su familia— contestó Moltke, me he quedado sorprendido de sus logros, confieso que sentí amargura cuando leí en el periódico la frase histriónica de Goebbels: “Debo anunciar que en el día de ayer a las 21:15, nuestros heroicos soldados abatieron al terrible Asesino cuando se disponía a matar a los niños indefensos de la clínica siquiátrica.” Aquí lo tiene si quiere leerlo —y diciendo esto sacó del cajón de su escritorio el periódico con la noticia.

Max leyó con la vista la crónica referida a su muerte, tras un intervalo de diez minutos sostuvo: —No sé cómo Goebbels manipula a los civiles de esa forma, primero que jamás he matado personas en estado de vulnerabilidad, de no haber sido por mi acción, varios niños habrían muerto ese día, las SS empleaban ese hospital como laboratorio siniestro, di su merecido a un médico judío colaboracionista de apellido Aufgang, mano derecha de Ernst Illing, un doctor nazi, cuando estaba retirándome se me aparecieron soldados con ametralladoras MG42 y me hirieron, como perdí sangre me desvanecí y me tomaron por muerto-expuso Max.

—Nuestra gente está vinculándose con oficiales de la Wehrmacht que están disconformes con la política del Führer —comentó Von Moltke— aquí Herr Schacht es uno de ellos.

—Antes que fuera herido me visitó un oficial de apellido Schultz, le faltaba un brazo-fue el comentario de Max.

—Lo conozco, está buscando adeptos... el tema es que hay demasiado malestar pero están como los tres cerditos debajo de la cama cagados para que no se los coma el lobo —fue la contestación de Moltke.

—Lo que ocurre con los de la Wehrmacht es que están cautivos del juramento de lealtad que le hicieron al Führer-sostuvo Max.

—Pensar que hace un año atrás era del bando contrario estimado Max, debes estar orgulloso, cada uno de nosotros tiene sus propias motivaciones; no te preocupes, contarás conmigo para lo que desees y lo mismo espero de tu parte.

—Prometo no defraudarlo Conde, aunque no sé si procedo mal en deciros que en Viena hay un entregador que pertenece a su entorno —manifestó Max.

Von Moltke frunció su ceño y sorprendido indagó: —¿Un soplón? ¿Está seguro Max?

—Uno de los hijos del difunto general Von Der Beck me declaró que las SS reciben los datos que les brinda ese buchón, de todas formas los partisanos de Viena y los espías que tengo a disposición mía están investigando los movimientos para comprobar si es verdad o mentira de lo dicho por el hijo de Von Der Beck.

—Perfecto, estaré al tanto de las circunstancias; haré que nos sirvan un té.

Dicho esto, Von Moltke tocó una campanilla y apareció una mujer de unos cuarenta años, cabellos rubios, con atavío negro y delantal blanco.

—Geraldine, trae cinco tazas con té de Ceilán y tarta.

—Enseguida, Eminencia. Max y sus dos compañeros estuvieron en la residencia de Von Moltke por espacio de una hora y media, seguidamente se retiraron de allí y dispusieron regresar a Viena.

Después de ir a una taberna a beber una cerveza acompañada por unos emparedados de jamón crudo y queso, abandonaron el albergue donde paraban y fueron hacia el ferrocarril para aguardar el tren que partía hacia Viena, había allí tres soldados de la Totenkopf de las SS provistos de fusiles Kar 98k y con perros Pastor alemán, también un contingente de jóvenes soldados de la Wehrmacht con su equipaje que hablaban y reían.

Cerca de Max se sentó una mujer de unos veintidós años, cabellos negros y ojos verdes, de vestido azul floreado mangas largas, llevaba un chal marrón sobre su hombro y un pesado equipaje, estaba concentrada en sus cosas, Emil no le apartaba su mirada en ningún momento.

Luego de una espera de cuarenta minutos que parecieron siglos, el tren partió hacia Viena, una lluvia se iniciaba.