Capítulo 14

Max y los suyos estacionaron el vehículo, un camión Opel Bliz de reparto en proximidades del Palacio y sin que nadie se percatase ingresaron por la puerta principal, había varios guardias de la Reichführer SS provistos de fusiles Gewher y con perros Pastor alemán, Von Hagen iba con un traje negro, sobretodo gris y en su mano llevaba un acordeón, también se había puesto anteojos, llevaba su hoja oculta de una forma que nadie lo supiese, a su vez Ludwig, Bautista y Emil estaban vestidos de jardineros.

Esa tarde había ido mucha gente a visitar las galerías de arte de los museos por lo que eso jugaba a favor de Max y sus partidarios.

Cuando estuvieron en el Schwarzenberg se encontraron con diez guardias de la Reichführer SS equipados con fusiles Kar 98k y con dos perros Rotweiller en una de sus galerías.

—El muy cerdo ha puesto centinelas para que le cuiden el trasero —se dijo Max— habrá que distraerlos sino será algo en vano.

De pronto salió Von Der Beck vistiendo un uniforme gris oscuro con el emblema del nazismo en el brazo izquierdo, parecía estar incómodo.

—No es posible que yo esté aquí encerrado como un gorila de zoológico mientras mis hombres se dan el lujo de visitar unas rameras-refunfuñaba Von Der Beck —No pienso terminar como Amsel o ese idiota de Krömmer.

—Tenemos el área asegurada Herr Obergruppenführer (general) —fue la respuesta de uno de los soldados.

—Más le vale sargento, sino yo mismo me encargaré de arrancarle sus pelotas antes de llevarlo a un tribunal militar ¿Me ha comprendido?

—Sí, señor-respondió el subalterno.

—Si logran detener a ese Asesino quiero darme el lujo de sacarle yo mismo esa máscara-sostuvo Von Der Beck.

A todo esto, Max Von Hagen había dado instrucciones a Bautista y Emil para que se mantuvieran cerca, para que pudieran realizar los asesinatos, simultáneamente Ludwig iba a realizar una maniobra de distracción a los soldados provocando una explosión.

En el instante en que Von Der Beck se disponía a marcharse apareció Max interpretando una Polka Fahrende Musinkanten, el Asesino se había ubicado en uno de los jardines, algunos que andaban visitando el palacete se pusieron a observar el espectáculo, Von Der Beck se detuvo para ver cómo ejecutaba el instrumento musical.

—¿De dónde salió ese zopenco? —preguntó Von Der Beck a uno de sus custodios.

—En verdad lo desconozco, Herr Obergruppenführer, aunque parece tener talento.

Súbitamente se oyó un estruendo, por lo que Von Der Beck exclamó: —¡Registren todo el sector! ¿No decían que estaba todo bajo control, estúpidos incompetentes?

Siete soldados al mando del suboficial salieron con los perros Rotweiller a ver lo ocurrido, muchos de los presentes escaparon por el susto, en medio del caos y la confusión Emil se acercó sigilosamente a Von Der Beck y le perforó uno de sus pulmones y se alejó de allí rápidamente, al tiempo que Bautista mató a otros soldados más.

El jerarca había quedado agonizante, Max se aproximó, el desafortunado, ahogado en sangre sostuvo: —Siempre....siempre...supe...que vendrías— ¿Dónde llevaron a mi hijo? —le inquirió Max— ¿Por qué conspiraron? ¡Contesta maldito cretino!

Pero Von Der Beck estaba muerto.

—Recibe el frío y eterno abrazo de la muerte... Ruhe in Frieden.

Max revisó el cuerpo para ver si tenía algo de valor, solamente halló una carta firmada por Heinrich Himmler y un boceto de un estructura semejante a la cúpula de la Catedral del Vaticano, marchándose de allí por una de las salidas laterales del palacete sin que los soldados se enterasen.

La muerte de Von Der Beck se difundió rápidamente, los escuadrones de las SS salieron a las calles con los perros y fueron a los barrios bajos para buscar a los autores del crimen, paralelamente Max se había reunido nuevamente con Leonid, Bautista y Emil en el escondrijo del casco antiguo.

—Debemos felicitar a Emil por su primer logro-expresó Max.

—Gracias —respondió Emil.

—Esto es sólo un inicio jovencito, te queda mucho por recorrer si en realidad quieres comprometerte con la orden, seguiremos de cerca tu trayectoria —le dijo Leonid.

—Bueno, creo que ahora podré viajar tranquilo a Múnich —afirmó Max.

—¿Pudiste lograr que Von Der Beck te confesara algo? —quiso saber Leonid.

—No, el impacto recibido por la hoja de Emil fue mortal, solamente obtuve una correspondencia con la firma de Himmler y el diseño de una cúpula —contestó Max.

—De cierta forma has hecho justicia con los que causaron tu desdicha, pero no te duermas en los laureles —opinó Leonid.

—A excepción que no me confesó dónde habían llevado a Ferdinand-comentó Max.

—No te impacientes —le contestó Leonid dándole un toque en la espalda.

Un día más tarde Max fue hacia Múnich a visitar a sus padres en compañía de Ramsés, sus progenitores se alegraron al verlo, hacía varios meses que lo veían, pero se intercambiaban comunicación por escrito con asiduidad.

Los primeros dos días Max fue a su casa, allí se la pasó viendo las filmaciones de cuando estuvo en las SS y escuchando Lili Marleen y un Réquiem de Wolfang Amadeus Mozart, por las tardes salía al parque botánico a caminar con Ramsés, en su mente tenía el recuerdo de Nadia Rohmer, aquella mujer que lo había atendido cuando cayó herido.

Había transcurrido una semana de su permanencia en Múnich, cuando una noche en que se habían reunido todos a cenar en un ambiente de armonía, la calma fue interrumpida por vidrios de una de las ventanas que se trizaban.

—¡Todos al suelo! —ordenó Max. Los niños que estaban allí lloraban, eran los sobrinos de Max, Maurice de seis años y Marianne de cinco, ambos hijos de Eugen su hermano mayor, a su vez Helen y Franz se pusieron en un rincón, por otra parte, Stephanie esposa de Eugen abrazaba a sus pequeños.

Rápidamente Max fue a su habitación se vistió con la ropa con capucha se armó de la hoja oculta, algunos cuchillos para lanzar y el fusil Gewher, seguidamente salió por la ventana, allí había cinco soldados de las einsatzgruppen provistos de ametralladoras MG42 y MP40, al mando de un oficial con el rango de teniente; con la agilidad de un cheetah (guepardo) acabó con sus rivales.

Max examinó los cadáveres de los soldados caídos y sacó algunas municiones y algo de dinero, cuando llegó al cuerpo del teniente comprobó que seguía vivo y le interrogó:

—¿Quién fue el soplón que informó que iba a estar aquí? ¡Contesta!

—No te temo Asesino, hazme lo que quieras-se esforzó en responder el subalterno.

—No me dejas otra opción, que la muerte te acoja con su impasible y perpetuo abrazo... Ruhe in Frieden.

Y pronunciando estas frases finalizó con el desfallecimiento de su víctima.

Cuando Max se incorporó vio que estaban todos sus familiares rodeándolo, al ver que había finalizado con los agresores decidieron salir afuera, el Asesino los observó a todos.

—¿Así que tú eres el que le estás haciendo la vida imposible a los de las SS? —le preguntó su padre.

—Tú lo has dicho padre, no quise decírtelo, yo fui quien mató al coronel que acabó con mi vida y me llevó a elegir este destino y no descansaré hasta que mis propósitos se hayan consumado-fue la respuesta de Max —se que no puede llegar a gustarles que yo cometa estos actos.

—No hijo, no pienses en esas cosas, en buena hora ha aparecido alguien como tú. —fue la contestación de Franz.

—Lo supimos cuando viniste vez anterior y por un descuido tuyo dejaste una mañana los atuendos y las armas arriba de la cama-explicó Helen.

—Bueno ¿Que les parece si volvemos adentro? Aquí nos congelaremos y la comida se ha enfriado-sugirió Franz —Y por favor Hans, retira ahora los cuerpos antes que se enteren las patrullas, nosotros nos las arreglaremos para servir los alimentos.

Todos volvieron al comedor y retomaron la cena, nadie habló de lo que había acontecido, a sus adentros Max pensaba quién habría podido delatar a las SS de que él se hallaba en Múnich, tal vez alguno de los centinelas apostados en los controles fronterizos, esa ciudad había dejado de ser segura tanto como para su familia como para él, temía que en su ausencia los de la GESTAPO o Waffen SS pudiesen aprovechar para cometer cualquier tipo de invectiva, por lo que finalizada la cena habló con Eugen.

—Comprendo tu aflicción Max, pero nuestros padres no querrán abandonar esta casa por nada, debiste pensar en tus acciones antes de venir con este planteo ahora-le manifestó a modo de reproche Eugen.

—¿Qué hubieras hecho tú si a tus hijos lo secuestraban y a tu esposa la mancillaban y asesinaban?

—Los habría denunciado ante las autoridades.

—Mis propios superiores conspiraron contra mí, hermano, me tendieron una trampa.

—Pero no puedes estar resolviendo todo a los tiros; como consecuencia de eso vamos a perder de hacer negocios con los de las SS y la Wehrmacht, eran nuestros clientes potenciales.

—¿A caso iba a dejar que murieran todos esta noche? —inquirió Max-No sé qué decirte Max, pero sería mejor que no vinieras más, me reuniré con el Contador para ver la forma de transferirte los fondos a otro banco porque si continúas aquí nos traerás la desazón y no voy a tolerar que por culpa de la obstinación de un familiar mío vayamos a la quiebra— contestó Eugen.

—¡Eres un vanidoso!. He visto que familias enteras han perdido todas sus pertenencias y dejar todo para sobrevivir o que les han quitado hasta sus ganas de vivir, sigue alimentando tu avaricia, pero a mí no me vengas a pedir ayuda cuando los de las SS te hayan causado algún daño-le replicó ofuscado Max —Y otra cosa: vendré cuando se me plazca ¿Hören? (¿Escuchaste?)Eugen quedó en silencio y después se marchó de allí con su esposa e hijos.

Max permaneció en Múnich hasta finales de enero de 1943, para ese entonces la Wehrmacht había sido vencida en el gélido territorio soviético. El 31 de enero de 1943, El Mariscal Von Paulus del VI Ejército Alemán firmó la capitulación ante el Ejército Rojo con apenas 100000 sobrevivientes.

El intento de asaltar el hogar paterno de Max no volvió a repetirse más por lo que los tratos comerciales no se vieron afectados en absoluto, sin embargo mantuvo distancia con su hermano mayor y se pactó de que recibiría los fondos en un banco de Viena.