Capítulo 10
Tres días después, Max fue a “Ensueños mágicos” para ver si negociaba con las mujeres que trabajaban en el burdel. La casa de citas era una edificación de estilo gótico; Max tocó un timbre y lo atendió una joven muchacha de cabellos negros y ojos color miel, llevaba puesto un atavío celeste muy provocativo, al ver al visitante con su vestidura gris lo confundió con un monje.
—Disculpe buen hermano, pero Fräu Becker no se encuentra y es ella la que se encarga de dar los donativos-se apresuró en decir la chica.
—No soy un religioso, solamente buscaba a la responsable de este lugar para hablar de ciertos asuntos —contestó Max.
—¡Oh!, ¡Qué pena! Deberá venir en otra oportunidad porque ella no está.
—Muy amable de su parte, fräulen —le respondió Max con cierta cortesía.
Estaba por marcharse cuando inesperadamente vino corriendo una mujer de ropas blancas y cabello rubio desordenado deteniéndose frente a ellos.
—¿Qué ha ocurrido Margot? —le interrogó la otra mujer.
—Un soldado enmascarado, con dos cuchillas en sus manos y de risa demoníaca mató a dos de las chicas y secuestró a Fräu Becker —contestó Margot.
—¿Qué dirección tomó? —quiso saber Max-Creo que a la vieja aceitera, estaba tan asustada-fue la respuesta de la damisela.
—Gracias, permanezcan aquí —dijo Max. Max fue corriendo rápidamente hacia el sitio mencionado, al llegar a uno de los callejones se halló dos cadáveres totalmente descuartizados y un charco de sangre, en esa ocasión llevaba encima la hoja oculta, el puñal que le había sacado al soldado de las SS, el hacha que le había regalado Wenzel y el revólver.
Sin detenerse siguió con su carrera hasta llegar a una alcantarilla, descendió por ella, no habrá recorrido tres metros cuando divisó a tres soldados de las SS dotados de fusiles Kar 98k que dialogaban entre ellos: —¿Sabes, Adam? Esto de venir aquí me causa escalofríos-decía uno.
—No seas idiota, te pareces peor que colegiala-contestó otro-Es mejor que no comentemos al respecto, si se entera el Obergruppenführer (General), nos castigará-agregó un tercero.
—¿General? —se preguntó Max-Leonid no debe estar enterado al respecto.
Max extendió su caminata, entretanto los soldados no sabían de su presencia, por lo que sirvió para tomarlos de sorpresa, sigilosamente fue hacia ellos y los mandó al inframundo antes de que pudieran reaccionar.
—Ruhe in Frieden —les dijo Max.
El Asesino hurgó los cadáveres y lo único que obtuvo fueron algunos marcos y dos granadas de fragmentación y municiones para su fusil, siguió con su ruta y se halló ante una pared semidestruida, que posiblemente era un pasaje a otro sector del túnel.
—No podré pasar-dijo Max.
Había allí una maza, Max la tomó y entró a golpear los flojos ladrillos que cayeron rápidamente.
Seguidamente fue por ese corredor donde había abundante humedad y donde se escuchaba un aleteo continuo.
—Debe ser algún método de ventilación-supuso Max. Caminó unos metros más hasta que alcanzó a vislumbrar un interruptor sobre una especie de plataforma, Max fue hacia el lugar donde se encontró con unos inmensos ventiladores en su lateral izquierdo, luego de haber desactivado el mecanismo, descendió por unas escalerillas resbaladizas donde se encontró con una puerta metálica corrediza que estaba entreabierta.
No había alcanzado a entrar, cuando sorpresivamente se le aparecieron tres tipos vestidos con pieles, llevaban un escudo y yelmos en sus cabezas respectivamente y lo rodearon amenazándolo con una especie de estilete emitiendo sonidos guturales terroríficos; rápidamente Max sacó su hacha y a uno de ellos le cortó el tendón de su brazo derecho, en tanto que a los otros dos tras una violenta lucha, pudo matarlos.
El atacante que estaba vivo intentó correr hacia Max con el puñal en mano, si bien uno de sus brazos estaba inutilizado y con una hemorragia severa, todavía estaba dispuesto a seguir peleando, ávidamente Max sacó su revólver Webley y le disparó en la articulación de la rodilla, el infeliz se desplomó dando gritos salvajes de dolor.
—¿Dónde tienen a Fräu Becker? —le inquirió Max.
—No te lo diré, por más que me mates y me resucites.
—¿En serio? —le preguntó irónicamente Max asentándole la hoja oculta debajo de su mentón.
—¡Mátame si quieres, piojoso asesino!
—Así que quieres morir pedazo de lameculo, una vez más ¿Dónde está Fräu Becker?
—¡Ich werde euch nie Attentäten! (¡Nunca te lo diré Asesino!)Sin dudarlo, Max le clavó el arma letal, la sangre le brotaba a gorgoteos, revisó los cuerpos y en uno de ellos encontró un sobre lacrado, lo abrió y encontró una hoja escrita en clave.
—Los muy bastardos se comunican con códigos —observó Max. No había finalizado cuando oyó unos tropeles y gritos provenientes de la otra punta, la única alternativa era enfrentar a sus contendientes para abrirse paso, los esperó a que llegaran. El primero en aparecer fue un soldado provisto de un fusil Gewher al que Max ultimó con su hoja oculta, después aparecieron tres más, por lo que debió dispararles con la carabina.
Cuando todo parecía estar controlado vio aproximarse a un soldado con capote, una máscara antigás y un equipo de lanzallamas y tras él una decena de soldados de elite de las SS provistos de ametralladoras MP40 al mando de un oficial.
—¡Den Attentäten umbringen! (maten al Asesino) —ordenó el subalterno. Era una situación más que complicada, porque si las llamas lo alcanzaban iba a convertirse en asado de Asesino, por lo que arrojó dos granadas que abatió a cuatro de sus contrincantes y los otros seis quedaron aturdidos por la onda expansiva, Max se acercó a ellos y golpeó a dos con la culata del fusil, los otro cuatro salieron huyendo.
De seguida se encontró con unas escaleras empedradas que conducían a una puerta, inesperadamente alguien lo tomó por sorpresa y sintió algo frío que le tocaba su yugular y una respiración profunda, con la agilidad que lo caracterizaba, logró deshacerse tomando con fuerza del antebrazo a su hostigador que era un soldado con una máscara antigás y con un equipo de respiración autónomo aprovisionado de hojas ocultas similares a las empleadas por él, haciéndolo caer al suelo, pero de inmediato se incorporó y arremetió contra Max cortándole el antebrazo derecho, sin embargo tenía la ventaja de poseer la malla protectora bajo su ropa, lo que sirvió para disminuirle la herida.
El rival de Max viendo que había logrado lesionarlo se dispuso a darle su golpe de gracia, pero Von Hagen con un movimiento rápido le arrojó el hacha y le rompió el esternón.
Al abrir la puerta se halló con una habitación donde había un círculo con una estrella en el medio y varias velas negras encendidas, en un costado se encontraba una mujer semidesnuda, de alrededor de treinta años, cabellera negra desarreglada, con manos y boca amordazados con signos de violencia que temblaba como perro envenenado, Max se quitó la máscara que lo hacía sentir incómodo y se acercó a la cautiva.
—Tranquila, yo te sacaré de aquí.
No había terminado de desatarla cuando vinieron dos soldados más y un individuo vestido de negro, cabeza rapada y anteojos oscuros que pronunciaba oraciones en latín, ella al verlos empezó a gritar pero Max no les dio tiempo a que lograran su cometido.
Una vez abatidos, revisó los cuerpos, en el del que pronunció los conjuros encontró el modelo de una lanza con inscripciones antiguas y el boceto de un objeto semejante a una medalla.
—Gracias quien quiera que seas, sácame de aquí antes que los nazis sepan que me has liberado-le expresó ella— ¿Por qué te secuestraron? —quiso saber Max.
—Objetivamente lo ignoro.
—Mi nombre es Max —¿Eres tú del que están hablando los soldados y el que mató al desgraciado Heinrich Amsel?
—El mismo en persona.
—Me llamo Pauline Becker, soy la responsable de “Ensueños mágicos” —Tendrás que reponerte para seguir al frente-le dijo Max.
Max y Pauline salieron de allí por un pasadizo que había arriba, después que se cercioraron que no había patrullas de las SS deambulando por el sector regresaron al prostíbulo, las otras chicas estaban impacientes, al ver que Pauline estaba con vida todas abrazaron y besaron a Max de lo que había hecho.
—Gracias Max-expresó Pauline-El placer ha sido mío, cuando te recuperes ve a visitarme al casco antiguo, donde tengo mi escondite, quiero saber de cierto General que oí citar a los guardias.
—Cuenta con nosotras para lo que desees-le respondió Pauline.
Diez minutos después, Max se fue de “Ensueños mágicos” y regresó a su escondrijo, fue recibido por los ladridos de Ramsés que movía su cola de un lado para otro, le acarició su cabeza y después se quitó la ropa para fijarse en el corte, por fortuna no había sido profundo, se limpió con desinfectante y después se colocó una venda.
Tras haberse higienizado, se acostó solamente con calzoncillo, dejó la hoja oculta y su revólver en la mesa de luz, pensaba en Nadia y en Déborah y sentía deseos de estar con ellas, pero el agotamiento pudo más que sus deseos carnales.