Capítulo 12
Superada la marea de fobia, Max siguió con su trayecto, había algunas tumbas abiertas y esqueletos esparcidos hasta que se halló con un pequeño puente colgante.
Concluía de cruzarlo cuando alcanzó a ver a dos soldados de las Waffen SS con sus fusiles Kar 98k y a uno de la Wehrmacht con una MP40.
—¿Qué tendrá que ver el Heer (Ejército) con todo esto? —se preguntó Max.
Puso silenciador a su rifle y se escondió detrás de unas plataformas de madera para impedir ser visto; controló con un reloj de bolsillo el tiempo que demoraban en regresar y cuando volvieron lanzó el arma mortífera contra uno de ellos, el pobre se desvaneció en el suelo.
—¿Qué te ocurre Erik? —le preguntaba uno de los soldados— ¿estás bien?
Otro soldado recibió el disparo letal causándole la muerte, por su parte el que no había sido alcanzado intentó escapar, pero Max le disparó provocándole una herida en el omóplato, el uniformado cayó al suelo dando un agudo grito de dolor, perdía abundante sangre y no le sobraba vitalidad para seguir caminando. Max se le acercó para acabar con él, pero se encontró con que era un muchacho que no habrá llegado a los dieciocho años, ojos celestes y cabellos negros. El pobre se había puesto pálido y sus manos le temblaban, fue la primera vez que sintió compasión por su enemigo.
—¡No quiero morir! —exclamó entre sollozos el soldado mirando fijamente a Max.
—¡SCH! no morirás-lo tranquilizó Max.
Y diciendo esto sacó de un bolsito de cuero unas vendas, morfina, alcohol y unas pinzas pequeñas.
—Te quitaré la ropa —le dijo Max.
El Asesino le sacó la indumentaria de arriba del uniforme dejándolo con el torso descubierto, afortunadamente la herida no había comprometido los órganos vitales ya que era superficial.
—¿Por qué un joven como tú arriesga su vida por la causa de un loco? —le interrogó Max.
—Porque quiero ser fiel a la patria y que todos me respeten —respondió el recluta.
—¿A ti te parece que la fidelidad y el respeto se logran masacrando personas inocentes en cámaras de gas o dejándolas morir de hambre? —le replicó Max-Tú también matas a la gente, esos que murieron eran mis mejores amigos-contestó lloriqueando el muchacho— eran lo único que tenía y tú vienes y me los despojas, debiste matarme también.
—No, porque no eres mi blanco-fue la contestación de Max.
—Entonces me voy de aquí-fue la respuesta del principiante.
—No, porque me delatarás muchacho-fue la contestación de Max.
—¿Te arrepentiste Asesino? —preguntó en un tono irónico el soldado.
—Te lo repito: no eres mi objetivo, se me ocurre una idea.
—¿Cuál? —indagó el aspirante.
—Llévame a tus superiores, creerán que yo me he rendido, si me eres leal te perdonaré la vida, de lo contrario lamentarás haberte cruzado en mi camino.
—No soy fácil de manejar, desde los catorce años que estoy en las juventudes hitlerianas.
—De cierto modo te has dejado influenciar, aprendiz —fue la fría respuesta de Max.
—¡Andando! —fue la directiva del soldado.
El nazi llevó a Max por una galería iluminada por reflectores hasta que se hallaron con unos escalones de piedra y descendieron, había allí unos soldados de las Einsatzgruppe armados con fusiles Gewehr, al ver al joven soldado que llevaba al Asesino como su prisionero se pusieron a conversar entre ellos: —Seguro que el nuevo se ganará una cruz de hierro, hace tiempo que estamos tratando de capturar a ese criminal sin lograr buenos resultados, deberíamos aprender de su ejemplo.
—¡”Qué idiotas!” —pensó Max para sus adentros.
—¡Estupendo Emil! —exclamaban algunos al verlo pasar con el Asesino.
Emil escoltó a Max hasta una puerta color grisácea donde estaban apostados dos soldados de la Wehrmacht con fusiles Gewehr al reconocer al encapuchado dieron paso y acompañaron al soldado al despacho de su superior.
En el estudio se hallaba un individuo con las condecoraciones de capitán de la Wehrmacht, estaba sentado dando la espalda.
—Atrapamos al Asesino, Herr Hauptmann (Capitán) —anunció un soldado de la Wehrmacht.
El oficial se dio vuelta y al aproximarse, Max reconoció ese rostro, era nada más y nada menos que Paul Krömmer, un compañero de escuela que se la pasó molestándolo con zancadillas, tirones de mechones, escupidas y otras jugarretas, desde 1928 que no le veía. Krömmer era un individuo dos años mayor, un poco más alto y contextura más grande, sus cabellos eran rojizos, de ojos celestes y rostro con pecas.
—Sáquenle la máscara-fue la directiva del oficial —quiero ver su cara y escupirla antes que muera.
Max al oír esto experimentó repulsión, su conducta era peor que antes y el hecho de ser miembro de la Wehrmacht lo había convertido en alguien sarcástico; estaban por retirarle la máscara cuando en un descuido sacó su hoja oculta y el puñal y se las hundió en el costado del cuello, Emil hizo el ademán de apuntarle con su arma, pero Max se la quitó y de un golpe lo dejó tirado en el suelo.
Paul Krömmer desenfundó su pistola, pero Max le dijo: —Ni se te ocurra Paul Krömmer.
—¿Quién eres tú, maldito bastardo? Te arrancaré la lengua con mis propias manos.
—¿Te acuerdas del niño rico? —le preguntó Max quitándose la máscara.
—¡Max Edwin Von Hagen! —exclamó con sorpresa Krömmer-así que ahora te la tiras de Asesino. ¡Te volaré la tapa de los sesos maldito nene de mamá!
Y diciendo esto aprontó su pistola Luger, pero Max le tomó de su antebrazo haciendo que se le cayera al suelo y seguidamente le colocó la hoja escondida en la región de la tráquea.
—Dime dónde tienes los prisioneros si no quieres que tus familiares lloren por ti-le increpó Max —¡Dilo!
Pero Krömmer se deshizo de él dándole un puntapié en la pierna y fue a levantar el arma, pese a ello Max lo tomó de su brazo derecho y se lo torció hacia atrás y con la otra mano le acercó la hoja en su cuello.
—No te equivoques conmigo Paul Krömmer ¿Recuerdas cuando te aprovechabas de mi?
—Eras un niño idiota y caprichoso, por eso no merecías otra cosa-le replicó Krömmer escupiendo en el piso sin perder su marrullería-No me causas temor.
—¿En serio? —le interrogó Max acercándole con más ímpetu su arma blanca.
—¡Guardias!
—No me dejas otra opción estimado Paul; Ruhe in Frieden —¡Está bien! ¡Está bien!
En ese momento ingresaron tres soldados de la Wehrmacht provistos de ametralladoras MP40.
—¡Ríndete Attentäten! —mandó uno de ellos Krömmer logró deshacerse nuevamente de su captor haciéndolo caer al suelo y aprovechó para recuperar la Luger e ir en dirección a Max, los otros soldados le apuntaban con sus ametralladoras; entretanto Emil se levantó del adoquinado y se sumó al pelotón.
—Estás perdido Asesino-le dijo Paul Krömmer dándole terribles patadas —Con tu ejecución tu incipiente leyenda será olvidada, siempre fuiste igual, estás solo; tus compañeros pronto caerán. ¡Llévenselo!
Dos soldados levantaron con torpeza a Max.
—¡Desármenlo estúpidos! —amonestó Krömmer a sus subordinados.
Estaban a punto de quitarle las armas cuando en una negligencia clavó su hoja oculta a uno de sus apresadores y velozmente se ocupó del segundo, Emil hizo el gesto de cargar su ametralladora pero el Asesino se la despojó y lo golpeó más fuerte causando que se desplomara nuevamente; Paul Krömmer corrió hacia la puerta, pero rápidamente Max le disparó con la MP40 haciendo que el proyectil impactara en medio de la columna vertebral, el oficial se cayó emitiendo un fuerte quejido de dolor y trató de incorporarse, pero la hemorragia era tal que no le sobraban fuerzas.
—No me diste otra elección Paul Krömmer, tu arrogancia provocó esto-le expresó Max —¿Qué pretendías? ¿Ganarte otra medalla matando al vil Asesino y a gente que lucha por ser libre?
—No... no tienes...justificativo para hablar así...tanto nosotros como tú estamos en el mismo bando... Nosotros... queremos limpiar al mundo de toda esta mierda que ni siquiera alcanza a ser humana: judíos, gitanos, maricas, locos, minusválidos, en tanto que tú acabas con todos los que defienden la verdad, la moral y buenas costumbres-argumentó Paul Krömmer.
—Nada es verdad...todo está permitido. Que la muerte te acoja con su eterno y gélido abrazo... Ruhe in Frieden —y pronunciando esas frases Max culminó con la agonía de Paul Krömmer metiéndole la hoja en su cuello.
Max revisó el uniforme de Paul Krömmer y halló una carta dirigida a una tal Corine Heinze y el boceto de una estructura de forma peculiar que terminaba en pinzas de escorpión, observó por un momento al difunto, un hilo de sangre le brotaba de su boca.
Emil se levantó dolorido y al ver que Max había ultimado a todos se puso de rodillas agachando su cabeza.
—No me mates Asesino, si tú lo deseas dejaré esta vida y me uniré a ti.
Max clavó su mirada en él y le respondió:
—Para ser como yo deberás someterte a un arduo entrenamiento tanto físico como espiritual, sacarte todas esas ideas que te inculcaron en tu mente durante años y principalmente ganarte mi amistad, te perdoné la vida y me traicionaste dos veces consecutivas...¿Así quieres unirte a mí? ¿Qué dirán tus padres? ¿Qué su hijo está con un Asesino?
—Mis padres están muertos, prácticamente me críe en la calle, huyendo de los reformatorios y me enlisté en las juventudes hitlerianas porque no tenía otro hogar-contestó Emil.
—En tu lugar habría preferido seguir viviendo en la calle, ponte de pie y dime dónde están los presos. —Ven conmigo. Max siguió a Emil por un corredor iluminado por antorchas hasta llegar a un portón de rastrillo, el soldado bajó una palanca y quedó libre el sendero.
—Te encontrarás con otro túnel, sigue el recorrido hasta que llegues a una especie de estanque, si no te producen escalofríos las ranas, podrás trepar hasta una caseta vigilada por guardias, después que te deshagas de ellos deberás cruzar una bodega, ten cuidado con los soldados asesinos, posteriormente tendrás que descender por unos escalones hasta que llegues a unos barracones custodiados por soldados, pilla al superior de ellos y quítale las llaves del calabozo, una vez que los liberes salgan por un pasadizo secreto que hay bajando al segundo subsuelo.
Max hizo su trayecto conforme las instrucciones de Emil, había muchas ranas apachurradas a orillas de la represa, debió zambullirse en el agua fría hasta que trepó por las paredes que tenían soportes de madera por donde agarrarse hasta que divisó a un guardia de la Totenkopf que silbaba una antigua melodía, sin que lo adivinase, el Asesino lo empujó haciéndolo caer al abismo.
El agua del estanque le había dejado las ropas de un olor putrefacto, observó el entorno que estaba alumbrado por lámparas que funcionaban con generadores, el recinto aparentaba estar desolado, pese a ello Max tenía siempre su hoja oculta preparada y sus otras armas cargadas; recorrió las instalaciones de la bodega fijándose por todos los rincones por si estaban escondidos los soldados homicidas. Estaba a punto de bajar por las escaleras que conducían a los depósitos cuando escuchó un carcajeo diabólico, rápidamente dispuso de su M1 Garand y salió de una de las galerías laterales un soldado con el equipo de respiración autónomo y la máscara antigás, velozmente Max disparó tres veces contra su enemigo, el desafortunado lanzó un sordo gemido y quedó tendido en el enladrillado.
Ágilmente bajó por las graderías que llevaban a las mazmorras, se encontraban allí dos soldados, sin darles tiempo les insertó la hoja oculta y se escondió en un armario destartalado, unos pasos y voces se oyeron.
—Hay que reforzar el sector porque los partisanos con la colaboración de los Asesinos han atacado a los escuadrones de la Wehrmacht y parece ser que algunos se han inmiscuido en las instalaciones —fue un mandato.
—Sí, sargento —contestó otro Max observaba todo desde un orificio que tenía el mueble cuando vio cruzar a un uniformado de la Totenkopf con las condecoraciones de sargento, abrió rápidamente la puerta y ligeramente golpeó con la culata de su rifle al suboficial, posteriormente le sacó un manojo de llaves y fue rumbo a las celdas, de pronto apareció un soldado de la Totenkopf armado con una MP40 llevando a un perro Pastor alemán, pero Max no le dio disyuntiva de que diera el grito de alarma clavándole el puñal tanto al animal como a él, rápidamente corrió hacia un costado donde oyó pasos y distinguió a otro soldado provisto de un fusil Kar 98k, había allí unos tarros con combustible, el Asesino se guareció tras ellos para que no lo vieran, cuando el soldado se aproximó, le clavó la hoja oculta cerca de la nuez de Adán, dejando a su víctima inmovilizada.
Max encontró tres celdas y liberó a los integrantes del Círculo de Kreisau, estaban malolientes y con señales de haber recibido violentos maltratos.
—Gracias amigo —dijo uno de ellos— sin tu intervención nos habrían fusilado.
—Llámenme Max.
—Sabemos que tú acabaste con Heinrich Amsel y otros sayones del Reichkomisar, es una pena que tú hayas estado al margen cuando quisieron atentar contra el “Carnicero de Praga”, se hubieran evitado muchas muertes —le manifestó uno de ellos.
—Díganle a su líder que deseo una entrevista con él, ahora marchémonos de aquí antes de que los nazis se enteren de lo ocurrido y envíen refuerzos —decidió Max.
Acto seguido fueron hasta un muro donde se hallaba la estatua deteriorada de un caballero cruzado y en un costado una manija, Max la bajó y se dejó ver un corredor alumbrado por lámparas que andaban con grupos electrógenos estaban por cruzar cuando alguien habló: —Espera Asesino.
Era Emil, se había sacado la chaqueta negra de su uniforme y estaba con una camiseta algo manchada con la sangre de la herida, traía consigo una mochila.
—Aprovecha, es ahora o nunca, novato —fue la respuesta de Max. Los cinco hombres se fueron de allí escurriéndose por otro drenaje hasta que salieron a la superficie, eran alrededor de las 23:00 y llovía torrencialmente.