Mi soplete:
Solo con mirarlo sabes que el pan todavía quema. Esta tarde, a las seis, unos veinte hombres esperaban a la puerta de la panadería, un poco más abajo de la farmacia. Siempre me dejan colarme si voy con la bata blanca. A veces esperan hasta un cuarto de hora, mientras el panadero lo va sacando del horno. Me parece ahora que tú nunca tuviste tiempo para hacer esto. El panadero no se fija en ellos, solo está atento al pan y a las brasas al fondo de la ardiente bóveda blanca. Y los hombres esperan, atentos, como si estuvieran presenciando un concurso. También quiero decirte algo más.
Qué grande es la diferencia entre la esperanza y la expectación. Al principio creía que tenía que ver con el tiempo, que la esperanza era aguardar algo más lejano. Me equivocaba. La expectación pertenece al cuerpo, mientras que la esperanza es del alma. Esa es la diferencia. Las dos conversan, se animan o se consuelan, pero sueñan cosas distintas. Y he aprendido algo más. La expectación del cuerpo puede durar tanto como cualquier esperanza. Como la del mío, pensando en el tuyo. Expectante.
En cuanto te condenaron a dos cadenas perpetuas, dejé de creer en su tiempo.
A.
Posdata. ¿Recibiste los rábanos que te envié con un mensajero?