Hermafrodita
Todo se llevó a cabo sin altercados, mi objetivo era infectar solo y exclusivamente los cristales transportadores de los rackvenur, ya viví en primera persona los efectos que causaba mi energía en las criaturas que eran infectadas, solo tenía que mirar a mi lado y ver a Kon. Por suerte había conseguido relajarse y en estos momentos lo estaban alimentando de la materia recién contaminada, con lo cual estaba saciado y dormía plácidamente. Gabriel alucinó con el plan que llevaba a cabo, y aunque le pareció muy arriesgado me mostró todo su apoyo y, por supuesto, estaba deseando verle la cara a Minaria una vez que la infección llegara a sus propias narices.
Ilístera y los demás llevaban fuera un buen rato, aunque no lo suficiente como para alarmarme. De hecho sabía que estaban bien, solo tenía que concentrarme un poco en la energía con la que los envolví, de momento no había de qué preocuparse. Los rocfos parecían haber perdido el interés en nosotros, solo un número reducido de ellos permanecían vigilándonos pero sin actitud especialmente defensiva; más bien de forma protocolaria hasta que nuestra “jefa” terminara la reunión con Akour, el regente de Fuerrun. Tanto era así que Axel e Iria estaban adormilados a la sombra debajo de uno de los numerosos puentes que nos rodeaban.
Aprovechando el momento de tranquilidad, el niño curioso que siempre había sido, aquel que se maravillaba con la arquitectura al pasear por la calle, afloró de nuevo. Ya lo había dicho en más de una ocasión, si dejaba de lado los prejuicios que irremediablemente arrastraban y envolvían a Etyram, el planeta, sus criaturas y, por supuesto, los lugares donde estas vivían, eran sitios realmente bellos y complejos, totalmente diferentes a lo que había visto a lo largo de mi vida. Fuerrun era un lugar particularmente extraño, la ciudad reposaba sobre enormes criaturas que la transportaban a lo largo de Igneas Rectum. Parecía que estábamos montados en un barco aunque el balanceo era bastante menor, apenas perceptible. Lo que más llamaba mi atención era la complejidad de la ciudad en sí, me costaba definirla. Nos encontrábamos en uno de los anillos, en la zona central alta. Si mirabas hacia abajo, podías ver los pisos inferiores a través del suelo, las vigas que lo sustentaban estaban levemente separadas, supongo que con el objetivo de darle flexibilidad a la totalidad de la estructura en continuo movimiento. Las pasarelas que unían los anillos principales con los secundarios sí que eran realmente flexibles, similares a los puentes colgantes con la diferencia de que el suelo parecía estar hecho con un tejido elástico. Y, por último, estaban lo que supuse que eran las casas de los rocfos, edificios cilíndricos con multitud de aberturas muy similares a gigantescos y más complejos, si cabe, panales de abejas.
–Estos bichos dan grima –dijo Gabriel en voz baja–. ¿Qué se supone que están haciendo esos tres?
–Mmm… esto… ni idea –contesté absorto.
Hasta ahora había visto tres tipos de rocfo. En un primer momento pensé que los rasgos distintivos entre los dos primeros eran de carácter sexual pero al ver al último se me quedó la duda. Por un lado, estaba el ejemplar más grande que tenía esas bolsas viscosas en la espalda, el segundo, con sus protuberancias afiladas en el mismo lugar las introdujo en dichas bolsas succionando el líquido de su interior para acto seguido volver a inyectarlo en el tercer individuo en cuestión, el cual tenía en el dorso una serie de agujeros. Era evidente que estábamos presenciando una cópula, pero ¿quién era el macho, quién la hembra, y lo más extraño, quién era el tercero en cuestión?
–Qué asco… –murmuró Gabriel al ver cómo terminaba aquel…pues eso…aquella cosa.
–Este planeta nunca dejará de sorprenderme –contesté asombrado.
Supongo que atraída por nuestras curiosas miradas, una hembra, o al menos la que pensaba yo que tenía el rol de hembra en aquella especie, se acercó a nosotros ávida de curiosidad. Gabriel y yo nos tensamos visiblemente, incluso Axel levantó la mirada atento a cualquier movimiento.
–¿Sorprendidos? Para nosotros sois tan extraños como lo somos nosotros a vuestros ojos. Ninguno de nosotros vio jamás seres tan raros… Somos un pueblo aislado, tenemos muy pocas visitas; algún que otro jinete con su rackvenur o algún ser volador descarriado pero nunca nada como vosotros, ¿qué tipo de criatura sois? –la Etyriana no parecía tener malas intenciones, supongo que al igual que ellos a nosotros habíamos despertado su curiosidad.
–Venimos de muy lejos –solté de repente, ¿qué es lo que podría contestarle? ¿Alguien que desea matar a tu creadora? No, no creo que fuera una buena opción.
–De Etristerra, según veo por quien os comanda –contestó acercándose un poco más, quizás demasiado. Noté la tensión de Gabriel a mi espalda, estaba preparado para transformarse.
–Más lejos aún, venimos a investigar la desaparición del caudal de materia –hice haciendo una señal al cielo. Me miró sin hablar y entrecerró sus enormes ojos en actitud pensativa. Ahora sí que podría haberla cagado, quizás ese era un tema demasiado espinoso como para tratarlo tan a la ligera.
–¿Habéis venido a ayudarnos? –preguntó al fin con cierta emoción.
–A investigar qué ha sucedido –contesté con convicción.
–Venid conmigo extrañas criaturas, venid… –Gabriel me miró dubitativo, asentí con la cabeza tranquilizándolo a él y a los otros dos lobos que observaban con cautela desde la distancia. La rocfo nos llevó justo al piso superior de las plataformas de aterrizaje, en ellas teníamos dos vistas, por un lado la ciudad, y al otro, el enorme y monótono desierto, aunque con las estrellas en el cielo y las antorchas energéticas de la ciudad como únicas fuentes de luz no alcanzábamos a ver mucho. La criatura apoyó sus cuatro manos en la barandilla y comenzó a hablar.
–Nuestro pueblo es de los más antiguos de Etyram, tanto que se dice que fuimos la primera especie superviviente de nuestra génesis –los primeros supervivientes, efectivamente, los que realmente fueron los primeros yacían inertes en las profundidades de la Fosa Ominosa–. Según cuentan las leyendas, al comienzo de nuestro tiempo todo Etyram estaba constituido por Igneas Rectum, y a partir de él la creadora dio forma a nuestro mundo. Pero a día de hoy la enorme y virgen roca sigue siendo gigantesca por lo que nuestro pueblo sigue estando totalmente aislado del resto de nuestros hermanos; y si la distancia ya no supusiera de por sí un escalón insalvable, nuestras fronteras están delimitadas por un lado por la Fosa Ominosa, y por otro, el océano de los siete portales, las puertas interetyrianas. Estamos condenados a vagar por el desierto hasta que nuestra creadora termine su obra y nos libere de las cadenas a las que inevitablemente estamos atados. Por suerte contrarrestó ese exilio dándonos a los cuatro kreimes, bestias creadas para poder caminar por el infierno y que a su vez al ser alimentadas expulsan continuamente corrientes frías refrescando toda la ciudad, sin ellas moriríamos abrasados por el calor. Las manejamos a través de hilos estableciendo el rumbo que nos permite sobrevivir en este hábitat hostil, pues aunque no lo creas ahí fuera, en el extenso e inerte desierto, existe un peligro al cual ni los titánicos kreimes pueden escapar, y sin el caudal de materia no lo veremos venir…no hasta que sea demasiado tarde para escapar.
–Es de vital importancia que nos ayudes, extraña criatura, sin la fuente de materia estamos condenados a la muerte más temprano que tarde. Las luces nos encontrarán y una vez que lo hagan nos derretirán hasta que no quede nada de nosotros. Los designios de nuestra creadora son inexpugnables pero tendremos que aceptarlos para que alguna vez nos libre del yugo al que nos condenó el día de nuestro alumbramiento.
Aquella criatura parecía estar muerta de miedo, algo había allí fuera que la aterraba sobremanera, a ella y supongo que a toda la ciudad pues su existencia dependía de no ser alcanzados por ese peligro. No obstante, si lo pensaba un poco todo era producto de la macabra y perversa mente de Minaria, ¿para qué había creado a toda una especie si nada más nacer la condenó a una vida desdichada?
–Vuestra creadora es muy cruel –pensé en voz alta.
Al oír mis palabras la rocfo se separó de mí un par de metros y tomó una actitud totalmente defensiva.
–¡Nuestra creadora –exclamó haciendo especial hincapié en la palabra–, tiene sus motivos, no somos nadie para cuestionarla! Y si su deseo es que finalmente dejemos de existir, que así sea –la criatura se irguió sacándome al menos un metro y medio de alto. Parecía que en cualquier momento me daría un cuádruple puñetazo con sus cuatro brazos.
Gabriel gruñó a mi espalda, y mis ojos ya habían comenzado a teñirse de rojo sangre pero algo la hizo retroceder, algo que pareció darle más miedo que nosotros, Kon aterrizó interponiéndose entre nosotros, le mostró sus dientes mientras una corriente energética recorrió todo su cuerpo. La rocfo se preparó para atacar o huir, no estoy seguro, pero entonces de repente una voz autoritaria frenó en seco el cabreo de la criatura.
–¡Vuelta al trabajo! –al mirar hacia arriba identifiqué al rocfo que había acompañado a Ilístera. La hembra me miró fijamente, y antes de marcharse me dedicó una mirada de rechazo absoluto. Kon, al ver que la amenaza se había ido, se relajó y volvió de un salto a la plataforma inferior, no sin antes llevarse de mi parte una afectuosa palmadita en el lomo.
–¿Qué bicho más bipolar, no? –dijo Gabriel– Por un momento incluso me dio lástima, pero volvemos a comprobar que el fanatismo por Minaria es brutal en todo este puñetero mundo. Están como una puta cabra. Y cualquiera te toca a ti con ese dinosaurio tuyo, creo que estando él delante me puedo relajar –añadió cómicamente.
–¡Eh! –llamó nuestra atención Altaír–, ya estamos aquí y tenemos novedades.
–Estamos deseando oírlas –contestó Gabriel por los dos mientras nos encaminamos de vuelta a las pistas de aterrizaje.
Al parecer el rey de la ciudad insistió en ver al grupo completo e informarnos a todos a la vez. Algo ponía en peligro a Fuerrun; y Akour, según Ilístera, interpretó nuestra llegada como algún tipo de señal, que de alguna forma nosotros seríamos sus salvadores lo cual pareció suavizar el carácter normalmente irascible del regente.
En un primer momento no querían permitir que Kon nos acompañara, situación que no pensaba permitir. Akour quería ver al grupo en su totalidad, y así sería aunque eso suponga llevar con nosotros a uno de los depredadores más letales de Etyram a medio desarrollar.
Nos dirigíamos hacia el último anillo, el más pequeño pero el que se encontraba en el punto más alto. Pasamos por multitud de pasarelas, ascensores rústicos que se movían mediante poleas. Mientras caminábamos por la ciudad vi la forma de vida de los rocfos, definitivamente vivían en comunidad y cada individuo cumplía una función bien definida dentro de la comunidad. Guardias, obreros, mensajeros, cuidadores de las crías, y según veía, una de las funciones que más se repetían era la de vigía; cada cien metros aproximadamente encontraba a uno mirando el horizonte con inmutable constancia. Algo se cocía allí, y esperaba que el jefe de toda aquella colmena nos aclarara todas las dudas.
–No os fieis de la aparente amabilidad de Akour –advirtió Ilístera–, es un ser tremendamente inestable, y aunque veáis una actitud afable no es más que una máscara, creedme, ya lo he comprobado. Ahora mismo nos ve como posibles salvadores de su reino nómada.
–Alexander querido –intervino la Sra. Pimentel–, esta criatura no es como los rocfos que hemos visto, aparte de ser ligeramente diferente físicamente tiene habilidades energéticas y probablemente pueda ver en ti más allá de lo meramente físico.
–¿Cómo sabes eso? –preguntó Axel bastante serio, aún no se le había pasado el berrenchín.
–Querido… –comenzó el espectro utilizando un claro tono irónico–. Nadie duda de que puedas transformarte en una espectacular bestia, ¿verdad?
–No, no todos pueden hacer algo tan guay –contestó Axel en el mismo tono.
–Pues no dudes de las capacidades que tenemos los demás…querido –Axel le dedicó una mirada felina mientras Gabriel e Iria rieron por lo bajo, la segunda llevándose también un codazo made in Axel.
–¿Qué puedo hacer al respecto, doña Josefa, cómo puedo evitar llamar demasiado la atención? –me preocupaba bastante, más aún teniendo en cuenta que yo era un simple acompañante de la reina elfa.
–Intenta replegar tu energía al máximo, parecer más opaco o incluso si es posible, crear un espejismo que lo despiste.
–Lo intentaré pero eso del espejismo no tengo ni idea de cómo hacerlo –me sinceré.
–En cualquier caso pensaré una coartada para ti, Alexander, es lo bueno de tratar con Akour, es el rey de un pueblo aislado, y cualquier cosa que le diga tendrá que creerla –añadió Ilístera, como siempre salvando la situación.
Llegamos al fin a la última planta, un larguísimo cono de al menos cincuenta metros que acababa en una superficie cóncava de color negro, a simple vista parecía estar hecho del mismo mineral que la superficie de Igneas Rectum, allí estaría el cristal depurador de materia…y sin duda, esa sería la fortaleza de Akour.
–Recordad que yo soy vuestra reina y que no podéis hablar si no sois preguntados –advirtió Ilístera a las puertas de la fortaleza.
–Ya quisieras… –gruñó Axel. Últimamente estaba de lo más irascible.
–Entremos –añadió Ilístera ignorando el comentario.
Nada más entrar un bofetón de calor nos golpeó a todos con crueldad, allí arriba parecía no llegar el particular sistema de refrigeración de Fuerrun, y eso, sumado a que la única apertura al exterior era la cúspide de la construcción y el negro de las paredes hacía del lugar un espacio agobiante.
En el centro de la enorme planta se elevaba una columna, no demasiado ancha, que sostenía en su pico más alto un trono, y en él estaba Akour, clavando en nosotros una mirada llena de curiosidad y cierta cautela, aunque como era de esperar, reparó más en mi presencia. Desde que entré intenté menguar mi energía todo lo que pude, y según como había sugerido la Sra. Pimentel, intentaba disimularla de alguna forma, todos fueron intentos fallidos teniendo en cuenta cómo me miraba aquella extraña criatura. Nada más verla agaché la cabeza en un intento de pasar lo más inadvertido posible. No obstante, aquel instante fue suficiente para hacerme una idea de cómo era Akour… Rodeamos el altar hasta quedarnos a su espalda, y de esta forma pude verlo mejor. Habíamos visto tres tipos de rocfos, uno con bolsas amnióticas en la espalda, otro con agujeros, y por último, otro con largos espolones en el mismo lugar; pero el rey de Fuerrun poseía los tres rasgos. Una única bolsa en su espalda con un agujero y una sola protuberancia. Aquel ser poseía los tres rasgos sexuales de la especie, algo así como un único espécimen hermafrodita.
Pasaron algunos minutos en absoluto silencio, los guerreros que nos escoltaron se marcharon dejándonos a solas con un rey que, a priori, parecía mudo. En un momento determinado se descubrió el rostro con la prenda roja que llevaban todos los rocfos, y de un salto se plantó frente a Ilístera. Por culpa del repentino movimiento alcé la vista en señal de alteración, en realidad creo que todo el grupo lo hizo, incluso me atrevería a decir que Gabriel dio un paso al frente en respuesta a un posible ataque. Por suerte se controló.
–Interesante, muy pero que muy interesante –murmuró al fin. Su voz tenía más consistencia que el resto de sus congéneres pero sin perder el matiz asmático que los caracterizaba–. Fascinantes y variopintos especímenes me trae, su Majestad. Sin embargo, ninguno de ellos, a excepción de los jinetes, pertenecen a su reino si no me equivoco, ¿cierto? –dejó la pregunta en el aire para obtener su respuesta.
–Akour es tremendamente observador, y no, como salta a la vista no pertenecen a Etristerra. Son las nuevas creaciones de Anlia, reina de Etrósferri –contestó Ilístera con absoluta convicción.
–Entiendo…Nuestra creadora se dispone a crear otro sistema biológico haciendo nuestra cárcel algo más pequeña –según tenía entendido, Minaria creaba Etyram a partir del desierto, de ahí que lo llamara cárcel–. Aunque es una magnífica noticia, no creo que tenga el honor, ni yo ni mi generación, de ver a mi pueblo libre con un reino propio.
Aunque lo disimulaba bastante bien, Akour nos estaba escaneando uno a uno. Si pudiera me transformaría y podría ver qué tipo de “herramienta” estaba utilizando para explorarnos, desgraciadamente no era una opción. Al menos de momento.
–Mirad a vuestro alrededor –continuó–. Estas paredes son el testigo de las miles de generaciones que han sido prisioneras en Igneas Rectum.
En ese instante la instancia se iluminó verticalmente con las antorchas de energía rojiza desvelándonos el escalofriante lugar que nos rodeaba, ¿qué era aquello, un cementerio? A lo largo y ancho de toda la fortaleza había colgados en las paredes rocfos como él petrificados en la roca azabache, todos ellos con una inscripción en su base: Akour. De su misma boca conoceríamos la respuesta.
–Este es el templo de las dinastías, todos y cada uno de los Akour que veis en esta sala fueron los reyes de Fuerrun alguna vez, mis antepasados a lo largo de las miles y miles de generaciones. Todos ellos murieron con la esperanza de ver su pueblo libre. Y como decía, ese será un privilegio del cual yo tampoco gozaré. La próxima generación crece en mi interior desde el momento de mi nacimiento –en ese momento se llevó dos de sus cuatro brazos a la espalda. Todos pusimos caras que reflejaban sorpresa, y por qué no decirlo, asco en iguales proporciones–. Perdonad mi despiste, sois criaturas jóvenes y no conocéis aún la historia de los regentes de Etyram –por suerte no se ofendió–. La especie rocfo necesita de tres individuos para engendrar: uno que da el líquido que nutrirá al bebé, otro que lo extraiga y otro que lo inserte en el nuevo individuo. En nuestro caso en particular, los Akour somos criaturas que nacemos embarazadas desde nuestro alumbramiento, al hacerlo acabamos con el reinado del anterior, y así sucesivamente. Por eso, como podéis ver, tengo los tres rasgos de la especie, utilizados una sola vez antes de salir del cuerpo de nuestro portador.
–Qué asco, joder –murmuró Axel acaparando de lleno la atención de Akour. Me tensé de tal manera que por un momento fui el centro de las miradas en lugar del lobo. Bajé la cabeza esperando que aquel desafortunado comentario no tuviera repercusión.
–Etyriano, ¿qué le parece asqueroso? –se plantó frente a Axel bajando su cabeza hasta quedar cara a cara –el lobo no pareció ponerse nervioso, al menos visiblemente. Sin bajar la vista Axel le contestó tan seguro de sí mismo como siempre.
–Me parece asqueroso que, después de tanto esfuerzo no vayas a ver tu sueño hecho realidad y disfrutar junto a tu pueblo de la libertad que merecéis –me dejó, o mejor dicho, nos dejó a todos con la boca abierta. No esperaba una respuesta tan elaborada viniendo de él, al parecer el siglo que llevaba a sus espaldas le había servido para algo más que para tener un ego como una catedral. Las palabras de Axel tuvieron el efecto deseado en el rey.
–Los deseos de la creadora son inexpugnables, querido y joven Etyriano, gracias por tu comprensión y apoyo –respiré aliviado–. Ahora que ya ha pasado el tiempo de las presentaciones, dígame Majestad –se giró hacia Ilístera–, ¿cuál es vuestro cometido y qué hacéis tan lejos de vuestro hogar?
Llegó el momento de oír la mentira que Ilístera nos había informado que tenía pensado contar, esperando por supuesto que fuera tan convincente como las que había ideado hasta ahora.
–Venimos en busca del caudal de materia de nuestra región, y según veo, también de la vuestra, buscamos posibles respuestas y, por supuesto, cómo solucionarlo si está en nuestras manos –excepto en esa última parte la elfa no había mentido en nada.
Akour la miró seriamente evaluando sus palabras, caminaba en círculos a nuestro alrededor con sus enormes ojos blancos puestos encima de Ilístera.
–La repentina desaparición de la fuente de la vida es algo impensable para nosotros, nunca, jamás había pasado algo remotamente similar. Y aunque sea un hecho catastrófico para vuestro reino no os hacéis una idea de lo que supone para el pueblo de los rocfos. Sin la fuente de la vida estamos ciegos frente a nuestro verdugo, y no veremos venir el Apocalipsis hasta que nos devore por completo –según los demás Akour era una criatura con mil caras, pero siendo sincero, lo cierto es que desprendía auténtico terror al hablar de ese supuesto y ancestral verdugo. ¿Qué sería aquello que tanto miedo despertaba en una criatura de una estirpe milenaria?
–Somos todo oídos –dijo Ilístera animándolo a hablar.
–Como ya sabéis, Igneas Rectum ocupaba, en la génesis de Etyram, toda la superficie del planeta. Con el paso del tiempo este se fue empequeñeciendo aunque a día de hoy sigue siendo la zona de Etyram más grande. Es tal su extensión que la ciudad tarda muchísimo tiempo en poder cruzarlo, de hecho, a lo largo de nuestra historia apenas se habrá realizado tres o cuatro veces. Pero si la distancia fuera algo casi insalvable, las fronteras que tiene en ambos extremos lo son todavía más, la Fosa Ominosa en un extremo y el océano de los siete portales de las puertas interetyrianas al otro. En definitiva, somos reclusos de nuestro propio reino, con lo que no tenemos cómo salir de él, de ahí el problema.
–Por debajo del subsuelo hay una corriente térmica que hace que la roca del desierto alcance las temperaturas que según habéis podido comprobar, varían ligeramente en toda su superficie, en toda menos donde se encuentra la corriente en ese momento. La lengua hirviente tiene naturaleza nómada, se mueve a través del subsuelo sin seguir un patrón o ruta determinada, y allí donde se encuentra no puede existir la vida. Arrasa con todo a su paso, de hecho es tanta la temperatura a la que se llega a su alrededor que la roca pasa de estado sólido a gaseoso. Ese es el motivo por el que Fuerrun es nómada, estamos continuamente huyendo de la corriente. Por suerte, hasta ahora, teníamos el caudal de materia en el cielo, que además de nutrirnos, nos avisaba de la posición de nuestro némesis. De su interior nacen unas extrañas y numerosísimas luces, blancas, amarillas e incluso negras que rápidamente ascienden al cielo y se fusionan con el río de materia. Cuando en nuestro horizonte vemos ese fenómeno cambiamos el rumbo rápidamente en la dirección opuesta, pero ahora que no lo tenemos estamos totalmente ciegos, la corriente podría aparecer en cualquier momento y no la veríamos venir pues sin el caudal en el cielo las luces que delatan su presencia no aparecen, o al menos eso creemos. Nuestro problema es doble, sin el rayo de la vida, bien moriremos de hambre o bien abrasados por la corriente térmica.
Todos nos quedamos en silencio. Realmente no mentían al decir que estaban en inminente peligro. La ausencia del caudal tenía repercusiones catastróficas en todos los reinos pero en este directamente los condenaba a la inexistencia, y lo que era peor aún, nos condenaba a nosotros también; por lo que a partir de ahora el problema de los rocfos se convertía en el nuestro también. Había que buscar una solución y tenía que ser ya.
–Bueno…ahora que ya sabéis la verdad dejemos la farsa a un lado y centrémonos en una colaboración mutua –soltó de repente Akour. Todos nos miramos extrañados, ¿a qué se refería? –. Majestad, entiendo que por los motivos que sean intenta usted mantener a este ser en segundo plano pero los dos sabemos que es más especial y poderoso que todos los aquí presentes juntos –vale, todos mis intentos por disimular mi energía no sirvieron de nada. Efectivamente, tal y como había advertido doña Josefa, los sentidos de Akour estaban tremendamente desarrollados.
–No sé de qué habla –disimuló la elfa.
–¿Por quién me tomas, estúpida criatura foránea? Ni siquiera eres Etyriana –que lo tomara por idiota no le sentó nada bien, de hecho su enfado se hacía más evidente conforme pasaban los segundos. Me había llegado la hora de tomar el papel protagonista en esta obra teatral llena de mentiras y falsos argumentos.
–¡Ilístera, basta! Podemos confiar en él –dije dando un paso al frente y colocándome a la cabeza del grupo.
Mi inesperado movimiento hizo que Axel y Gabriel avanzaran conmigo con un palpable nerviosismo. Kon también se alteró momentáneamente pero Iria y la Sra. Pimentel lo tranquilizaron a tiempo. Ilístera me miró con cara de pocos amigos y Akour esperó en silencio el desarrollo de mi intervención.
–Como medida preventiva pedí a la reina el favor de que el primer contacto lo llevara a cabo ella, a fin de cuentas el diálogo entre dos monarcas sería algo más fluido y normal, de igual a igual. Pero como bien dices soy el verdadero líder del grupo –evidentemente no me consideraba líder de nada, eran todos mis amigos, pero tenía que actuar como tal a ojos de Akour–. Una vez comprobadas sus buenas intenciones no existen motivos para continuar con esta pantomima –me miró fijamente con sus ojos blancos evaluando mis palabras.
–Me alegro de que así sea –dijo rompiendo su silencio. Se encaminó de nuevo a su trono y de un salto se sentó de nuevo–. ¿Cuál es tu procedencia, extraña criatura? Tu esencia energética es muy particular, parecida y a la vez radicalmente diferente a la de nuestra creadora –error, cometió un grandísimo error. Compararme con Minaria era algo que me sacaba de mis casillas.
–No me vuelvas a comprar con esa hij…maravilla de la creación –rectifiqué a tiempo. Aunque mis palabras cambiaron en el último momento el tono con el que las pronuncié fue el mismo que hubiera empleado de no haber cambiado el final de la frase–. No soy digno de tal comparación –concluí. Akour me miró con cara de pocos amigos pero pareció conformarse con mi rectificación–. En cualquier caso mi procedencia y la de mi grupo no es algo importante –no pensaba darle opción a hablar, tenía muy claro cuál iba a ser mi exposición–. Soy un ser muy rápido, probablemente el más rápido que hayas conocido nunca, y si dejáis la ciudad quieta en un mismo lugar puedo cubrir la distancia suficiente como para avisaros de la llegada de vuestro némesis con tiempo suficiente para huir. A cambio quiero que nos lleves a la frontera con el océano de las puertas interetyrianas.
Mis palabras fueron claras y concisas, un “lo tomas o lo dejas”, aunque nuestra situación no era demasiado óptima como para exigir nada, la de Akour tampoco. Enfrenté los blancos ojos del artrópodo esperando su respuesta…