Cima

 



¿Acaso todo en esta puta realidad conjuraba en mi contra? Por más que intentaba buscar una explicación lógica más muros insalvables encontraba en mi camino. Hasta ahora conseguí evitar la tentación que suponía Axel, logré controlar mis hormonas, mis instintos básicos, y lo más difícil, a mis propios poderes, pero todo en un estado de consciencia plena. ¿Cómo conseguiría hacer lo propio cuando dormía? ¿O no dormía realmente? Mis pensamientos se estrellaban en puro diamante.

Todavía permanecía en la misma posición, con mi cara apoyada en el pecho de Axel. No atinaba a moverme, y estaba seguro de que en el caso de conseguirlo saldría volando de allí sin intenciones de volver. ¿Cómo le explicaría lo sucedido realmente? No merecía esto, él me quería, y ahora yo le había dado motivos de sobra para avivar la llama, aunque más que avivar lo había incendiado hasta el último eslabón.

Axel se despertó, el ritmo de su corazón aumentó levemente, y nada más hacerlo me rodeó con sus brazos y me besó en la cabeza. Reaccioné. No podía alargar este momento, no era justo. Me levanté en apenas un pestañeo, cogí mis pantalones y salí del hueco del árbol, todo ello en apenas dos segundos.

¿Qué sucede, Alex? –preguntó a sabiendas de que algo no iba del todo bien.

Tardó en salir, al hacerlo tenía puesto su pantalón. Por cada paso que daba hacia mí yo me alejaba de él. No tenía el valor de mirarlo a los ojos, no sabía mínimamente la explicación que tenía que darle.

¿Qué pasa? –se detuvo. La preocupación comenzaba a dejarle sitio al enfado.

Inspiré hondo, cerré los puños intentando reunir el valor suficiente. Finalmente me giré topándome con él, aunque viendo la expresión de su cara supe que mi comportamiento había sido cuanto menos revelador.

Te debo una explicación –comencé avergonzado. Sus cejas se

contrajeron contrariadas–. Lo que ha pasado no ha sido algo…voluntario.

¿Voluntario? –aquella palabra lo desconcertó–. ¿Quieres decir que no querías hacerlo?

No exactamente, más bien no sabía que lo hacía realmente –no estaba siendo lo suficientemente conciso, mis vagas explicaciones, lo único que hacían era cabrearlo y confundirlo a partes iguales.

Alex, no me confundas más –la tristeza se unió a los sentimientos que expresaba.

Axel, por favor, déjame explicártelo –le rogué.

No servirá de nada, pero adelante, el perro moverá la colita en silencio –se cruzó de brazos guardando silencio.

No tenía sentido buscar lógica o una explicación plausible a los sucesos que me colocaron en esta situación, así que no tuve más opción que contarle la verdad. La alocada y surrealista verdad por loca o utópica que pudiera sonar.

Aunque permaneció en riguroso silencio, los pensamientos que rondaron su mente durante mi discurso fueron tangibles. Su mirada, la tensión de su mandíbula y puños y, por supuesto, la actitud corporal, delataron que el lobo estaba a punto de saltarme al cuello. Una vez acabada mi atípica explicación Axel rompió su silencio.

Te creo y entiendo hasta cierto punto. Desde que te conozco no hay nada que me sorprenda o encuentre imposible –comenzó más calmado de lo que hubiera pensado–. Pero, no me puedes negar que dentro del contexto tus sentimientos hacia mí eran plenamente reales –me pilló por sorpresa–, con lo cual tu rechazo no es más que pura hipocresía contigo mismo –inesperadamente su actitud chulesca me enojó bastante.

Axel, ya te he dicho que creí estar en todo momento en un sueño, de no haber sido así jamás hubiera sucedido nada –intenté calmarme pero mi estado de ánimo se coló en mis palabras.

Permíteme que lo dude –su cuestionamiento me sacó de quicio.

¡Para mí no eres más que un objeto sexual, algo con que desquitarme la tensión física que me supone estar lejos de Drake! –estallé y mentí, mis sentimientos hacia él pese a no ser comparables con Drake diferían mucho de lo que acababa de decir.

Mientes –su expresión se volvió dura como el acero–, solo te pido una cosa, deja de jugar conmigo. Deja de mentirme y jugar con mis sentimientos.

No le faltaba razón, estaba comportándome con él como un estúpido. Jamás hubiera querido que sucediera esto, Axel no merecía que le hiciera eso, y mucho menos que lo tratara de ese modo.

Lo siento, Axel –me acerqué a él pero guardó la distancia.

Como medida preventiva no volveremos a dormir juntos, así incluso estando dormido tendrás la seguridad de no hacer algo de lo que puedas arrepentirte –sin variar mínimamente su expresión se giró volviendo al interior del árbol.

Lo siento… –volví a susurrar.

La noche continuó en el peculiar bosque de Etrósferri con relativa calma. Después de nuestra discusión no entré en el hueco del árbol, decidí darle su espacio esperando que se calmara. Aunque no me alejé mucho, sí inspeccioné un poco los alrededores de nuestro escondite, quería comprobar hasta qué punto era seguro, y efectivamente así parecía ser, no encontré rastro alguno de los ilucun. Al menos no en las primeras horas. Cuando volví, un grupo de al menos veinte individuos merodeaba alrededor de nuestro escondite. Me escondí detrás de un árbol, no sin antes echar un vistazo a la entrada donde se suponía debía estar Axel. Me concentré y pude oír cómo su corazón latía con cierto nerviosismo, incluso pude notar la tensión muscular que tenía, estaba preparado para atacar. Lo cual de cierta manera me tranquilizó, los ilucun no lo pillaron por sorpresa. Durante un momento reparé en lo fácil que me supuso ver el estado en el que se encontraba, más aún estando a unos cincuenta metros respecto a su posición. Haberlo tenido tan cerca e intensamente nos había unido más de lo que cabía esperar.

Por suerte el pequeño grupo estaba de paso, a los pocos minutos se zambulleron de nuevo en el fuego azul. Esperé un poco más hasta que el zumbido de su presencia se perdiera. A fin de cuentas incluso nos podíamos sentir afortunados, los ilucun podían aparecer desde cualquier lugar y en cualquier momento pero por suerte daban señales de su proximidad, teníamos tiempo de sobra para escapar.

Entré en el árbol con cierto cuidado, no sabía en qué estado lo podía encontrar, aunque lo más probable es que me ignorara por completo.

Nos vamos de aquí –dijo nada más verme, mientras terminaba de recoger nuestras cosas–. Esos bichos han estado muy cerca, de hecho he estado a punto de transformarme, será mejor que avancemos un poco a pie.

Pensaba decirte lo mismo –contesté mientras me colocaba mi mochila.

Perfecto, en marcha –pasó por mi lado sin ni siquiera mirarme. Aunque me dolió no se lo tuve en cuenta, me lo merecía.

A pie el bosque resultaba irritantemente monótono. Tanto que al cabo de tres o cuatro horas Axel estuvo lo suficientemente aburrido como para dirigirme la palabra.

Espero que el resto del grupo no encuentre a Lergutrón, esa bestia es demasiado peligrosa, no creo que tengan oportunidad de vencerle.

Tranquilo, Ilístera cumplirá estrictamente el plan. Además, no tienen por qué acercarse, si el núcleo no brilla significará que no está allí –razoné.

Mis palabras parecieron tranquilizarlo, y ambos coincidíamos en lo terca que era la hechicera con el cumplimiento de los planes.

Cierto…

Axel comenzó a relajarse. Frenó un poco la marcha colocándose a mi lado y relajó sus hombros. Involuntariamente mis labios se curvaron y un pequeño suspiro de alivio se escapó por mi boca. Aquello provocó que Axel me mirara directamente a los ojos y se percibiera un nuevo momento tenso, aunque mi último propósito era enfadarlo. Por suerte no fue el caso, una pequeña, minúscula, pero sonrisa a fin de cuentas, se dibujó momentáneamente en su rostro.

Por mucho que lo intente me es muy difícil estar enfadado contigo –soltó de improviso.

Me coloqué frente a él frenando en seco nuestra marcha. Sabía que no era lo correcto, y quizás no lo entendería, pero en ese instante era lo que me gritaban mis sentimientos, y teniendo en cuenta lo huraño e incluso cruel que me había vuelto no pensaba reprimirlos. Alcé mis brazos y lo rodeé abrazándolo con fuerza.

Eres muy importante para mí, Axel, mucho más de lo que te piensas –me sinceré haciéndole llegar todo mi cariño y afecto.

En un primer momento quedó inmóvil, pero solo hizo falta que transcurrieran un par de segundos más para que me devolviera el gesto.

Y una vez más, lo siento…

Me separé de él y continuamos la marcha. Pensé que el silencio volvería a ser la tónica predominante, pero para mi sorpresa Axel comenzó a hablar.

Tengo algo que confesarte en cuanto a lo sucedido entre nosotros.

Cuando te abalanzaste sobre mí mientras dormías mi primera reacción fue apartarte, era plenamente consciente de que dormías profundamente. Pero créeme, fuiste muy persistente, tanto que finalmente sucumbí a tus insistencias. Por un momento dudé si dormías realmente, pero solo tenía que escuchar el ritmo de tu respiración y tu frecuencia cardiaca para saber la verdad. Al principio eras cariñoso, incluso me atrevería a decir que particularmente romántico. No obstante, ese estado de calma duró poco, me preguntaste que quién era e inmediatamente te contesté. Desde ese mismo instante el romanticismo se esfumó dando paso a una máquina pasional dispuesta a destrozarme, por suerte los hombres lobo estamos acostumbrados al sexo salvaje. Aunque lo vivido contigo no se asemeja, ni se acerca, a nada que yo haya sentido antes. Mientras…estábamos juntos… tuve mil sensaciones, noté cómo toda tu esencia entró por cada poro de mi piel, por cada beso, caricia, mordida, un fascinante cañonazo de energía llenaba todo mi cuerpo. Llegó un momento que estaba tan colmado que pensé que mi cuerpo se desintegraría al recibir otra descarga.

Incluso ahora mismo te siento dentro de mí, tengo la sensación de poder frenar un meteoro a la velocidad de la luz, siento que soy mucho más fuerte que antes. Sin duda alguna nuestro encuentro ha cambiado algo en mí, no sé qué, pero tengo intenciones de descubrirlo cuanto antes. Y si te sirve de consuelo, y espero que no te enfades, tengo una última confesión que hacerte: me llamabas Drake en todo momento.

Al parecer la experiencia fue para Axel tanto o más extraña que para mí. Incluso para él seguía siendo un motivo que indagar. ¿Realmente le había traspasado tanta energía? De ser así podría haberle hecho daño, mi poder normalmente no dañaba a mis seres queridos, al menos no estando yo consciente, y ese era el peligro potencial al que lo había expuesto, lo había llenado de poder sin estar remotamente lúcido. Y en cuanto al tema de Drake, no pensaba darle importancia. A fin de cuentas en el sueño fui yo quien decidió con quien quería tener la experiencia, evidentemente sin saber que mi cuerpo la haría realidad a mis espaldas.

Nuestra velocidad a pie resultó no ser tan ineficaz como pensé en primera instancia. Sin darnos apenas cuenta llegamos a cubrir una distancia considerable, tanto que la torre de energía era ya perfectamente visible y con ella la cantidad de ilucun. La probabilidad de ser descubiertos aumentaba drásticamente por cada paso que dábamos hacia la antorcha gigante.

Llegó un punto en el que decidí no exponernos más, al menos a Axel, para mí tenía otros planes.

No puedes avanzar más –lo detuve.

Busquemos un lugar para pasar el resto de la noche –quedó en silencio analizando mis palabras.

¿No puedo avanzar? ¿A qué te refieres? –preguntó contrariado.

Al lugar donde iba nadie podía acompañarme. Había llegado el momento de continuar con mi particular venganza con Minaria, y dicha vendetta era mía, única y exclusivamente mía.

No pienso dejarte solo –dijo en actitud dictatorial.

No tienes opción, Axel –rebatí con más autoridad aún si cabe–, pero, tranquilo, no tardaré mucho.

¿Qué locura vas a hacer?

Si quería que se quedara tranquilo tenía que darle algunas explicaciones.

¿Recuerdas la noche que me sorprendiste a hurtadillas en la torre de Élclaris?

Sí, y entonces me dijiste que me darías una razón, y aquí estamos, de nuevo en la misma tesitura, y de nuevo sin saber realmente qué estás haciendo –definitivamente no fue una buena idea argumentar de esa forma.

Confía en mí, prometo que a mi vuelta tendrás las explicaciones que necesites.

Alex…

Te lo prometo –interrumpí–. Volveré pronto –Axel asintió y en ese mismo instante me transmuté en energía desapareciendo de su lado.

Tenía un plan para llegar hasta la cima del árbol gigante. Correr por el bosque tan cerca no sería una buena idea, con total seguridad el número de ilucun se multiplicaría por cada paso. Incluso recorriendo la distancia transformado en energía, por poco que tardara, seguro que alguna criatura notaba mi presencia, más aún teniendo la desventaja de no conocer el terreno por el que me movía. Necesitaba tiempo para observar la cima del árbol con detenimiento, sin prisas, y en un lugar seguro. Ese lugar no era otro que a varios kilómetros por encima de la cúspide de la torre potabilizadora, más allá incluso del lugar que ocupaba durante el día el flujo de materia.

Una vez que tomé distancia prudencial de la posición de Axel varié mi rumbo directo al cielo, en menos de mil veces la fracción de un segundo observaba el árbol desde al menos diez kilómetros por encima.

Por suerte no me hacía falta acercarme para ver hasta el último detalle de la peculiar fortaleza. Era más grande de lo que pensaba, y su estructura era realmente extraña. El tronco de marfil principal se subdividía mil veces, puede que incluso mucho más, todos ellos por supuesto prendidos del intenso fuego azul. Pero a diferencia de cualquier otro árbol este tenía construcciones colgantes por toda su estructura. Me recordaban a los panales de abeja terrestres pero estos parecían metálicos y su colorimetría variaba secuencialmente de negro a blanco pasando por toda la gama de grises intermedios. Y como en los panales, de los agujeros exteriores emergían sus habitantes desplazándose por toda la matriz del árbol madre.

Dejé de perder el tiempo en pormenores, solo me interesaba el filtro de energía, el resto del árbol por mí podía desaparecer en ese instante, no pensaba hacer una visita turística.

Como un pararrayos el tronco principal se iba estrechando una vez que sobresalía de la zona incendiada. Ese era mi objetivo, la explanada que coronaba el punto más alto. La estructura constaba de dos amplias pasarelas cruzadas por su centro donde había un enorme agujero y unos diez metros por encima de este se hallaba flotando el cristal potabilizador que buscaba. Por supuesto no esperaba que fuera fácil, al igual que en Élclaris, los golem vigilaban con esmero, cuatro custodiando las esquinas exteriores y otros cuatro muy cerca del cristal.

Fijé mis objetivos desde las alturas cual ave rapaz poniendo en práctica algo que había desarrollado en este mundo, la desconexión total de misericordia. Una vez terminado mi trabajo no quedaría rastro de vida en la cima de la torre. Apreté los dientes y puños y me lancé a toda velocidad. Describiendo un círculo impacté con las cuatro criaturas que estaban en el borde exterior, apenas noté el impacto, mi energía las volatilizó nada más entrar en contacto. Fue tan rápido que los que estaban en el centro apenas se percataron de nada hasta que lo materialicé frente a ellos. Tres de los cuatro corrieron hacia mí con sus afilados brazos alzados. Uno de ellos se adelantó bajando su espada dispuesto a cortarme en dos pero mi puño cerrado fue a su encuentro. Que me cortara el brazo no me pareció una posibilidad en ese momento. Al encontrarse espada y puño la primera se hizo añicos haciendo caer de rodillas al golem; una vez en esa posición le arranqué la cabeza de una patada. Durante este ataque los otros dos tuvieron tiempo de llegar hasta mí. A una velocidad pasmosa dirigían sus estocadas hacia mí, por suerte mis reflejos y velocidad me permitían esquivar sus letales movimientos. Me hicieron retroceder por el pasillo alejándome del filtro, fue entonces cuando pude ver al último golem, que se había lanzado al vacío seguramente para dar la voz de alarma. No podía permitirlo. Abrí los brazos y golpeé las espadas de los dos que tenía más cerca, al hacerlo las levantaron dispuestos a golpearme desde arriba pero una vez llegados a ese punto sabía perfectamente cómo pondría fin a sus vidas. Salté, los agarré por sus cabezas, y aprovechando la energía de la caída, partí en dos sus troncos utilizando su recién arrancada cabeza. Su particular sangre salpicó todo en diez metros a la redonda, pero para entonces yo ya volaba transformado en rayo en busca de la última víctima. Me solidifiqué delante de él, alcé la mano y dejé salir una bola de energía. Mi poder erradicó de lleno el posible aviso a los ilucun. Los ocho golem custodios dejaron de existir para siempre.

Observaba el filtro todavía desde el suelo y el inmediato agujero que había debajo de él. Por él penetraba en el árbol la energía potabilizada del caudal de materia. A pocos metros de mí vi varios peldaños que subían hasta el filtro, pequeños trozos de marfil suspendidos en el aire. Me evitaron tener que ponerme de pie directamente sobre el filtro. Los subí, una vez arriba concentré todo mi odio y esfuerzos en crear un nuevo foco de infección en Etyram.

A la vuelta utilicé el mismo camino, subir hasta las alturas, y una vez allí volver al punto de encuentro. Pero apenas subí unos kilómetros algo llamó mi atención, hordas de ilucun parecían dirigirse hacia la posición de Axel. El miedo de que hubiera sido descubierto se apoderó de mí, y tan rápido como pude me dirigí al lugar.

Mis peores temores se hicieron realidad, un número bastante elevado de seres energéticos tenía rodeado al furioso lobo negro que inútilmente intentaba darles caza. Aquellas criaturas se reían de Axel, algo que provocó en mí inmediatamente un ataque lleno de furia. Con las venas de mis ojos palpitando salí al claro del bosque, me coloqué frente a Axel dándole la espalda y miré desafiante al cada vez más numeroso enemigo. A los ilucun, pese a sorprenderse por mi repentina llegada, no les debí parecer especialmente peligroso, pues mantuvieron su actitud burlona. Un error, un gravísimo error. Abrí los brazos proyectando rayos rojos en todas direcciones, que como los tiburones cegados por la sangre daban fin nada más entrar en contacto con sus víctimas. En apenas unos instantes las cinco primeras filas de ataque se vieron diezmadas.

¡Huye y escóndete! –grité al lobo.

Axel me hizo caso, pero justo en el momento que iba a emprender la huida más de una treintena de nuevos individuos le cerraron el paso. Tendríamos que salir de allí los dos juntos. Expandí mi ataque, en ese instante se triplicó la cantidad de rayos destructores que emanaban de mi cuerpo pero por más que lo intentaba cada vez aparecían más seres del fuego azul que nos rodeaban por todos lados.

Corrí hacia Axel y le di la mano dispuesto a salir de allí utilizando mi energía pero el cese de mi ataque provocó que los ilucun se nos echaran de nuevo encima y arrancaron al lobo de mis manos literalmente. Me agarraron por los hombros tirando de mí en la dirección opuesta, no podía permitir que se lo llevaran. Expandí mi poder por todo mi cuerpo creando una poderosa onda expansiva que me liberó de mis ataduras, corrí de nuevo hacia Axel pero esta vez los ilucun comprendieron realmente lo mortífero que podía llegar a ser, y me abrieron paso dejando vía libre.

Llegué hasta el lobo y lo agarré dispuesto a largarnos de allí de inmediato pero entonces él y todos los ilucun miraron en una dirección, justo a mi espalda. Instintivamente supe que se acercaba un nuevo peligro, me giré tan rápidamente como pude justo a tiempo para ver como un ilucun femenino me tiró una bola de energía de un verde intenso. No tuve tiempo de reaccionar, la esfera energética me golpeó erradicando cualquier movimiento. Me sentí mareado, caí de rodillas, mi aspecto humano volvió involuntariamente, y pocos segundos después el mundo se apagó para mí…

La infección de Etyram
titlepage.xhtml
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_000.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_001.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_002.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_003.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_004.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_005.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_006.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_007.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_008.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_009.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_010.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_011.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_012.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_013.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_014.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_015.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_016.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_017.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_018.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_019.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_020.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_021.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_022.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_023.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_024.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_025.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_026.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_027.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_028.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_029.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_030.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_031.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_032.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_033.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_034.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_035.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_036.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_037.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_038.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_039.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_040.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_041.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_042.html
CR!WNBG37KCN572V3CGCX46362F1159_split_043.html