Tumba

 



Lo cierto es que me costó bastante convencer al grupo, especialmente a Ilístera, quien no creyó del todo mi historia hasta que no la vio con sus propios ojos, fue necesario que compartiera con ella mis recuerdos para que accediera a refugiarnos en la sima. Al llegar todos quisieron ver en persona el cementerio, pero una pequeña inclinación en la bajada hizo que me desviase no sé muy bien qué distancia, pero sí la suficiente como para que ninguno de nosotros la alcanzara a pie en un periodo de tiempo razonable. Aunque el lugar no fuera el mismo escenario no había cambiado en exceso, oscuridad en un pasillo eterno de apenas cincuenta metros de ancho.

Ilístera lanzó un hechizo a algunas rocas otorgándolas de cierta luminiscencia verdosa haciendo la estancia un poco menos horripilante. Nos sentamos en círculo alrededor de una de las más luminosas y comimos algo que Ilístera había recolectado días atrás, no sabía muy bien de qué se trataba, pero por la forma parecía ser algún tipo de fruto. Por supuesto, antes de comérnoslo tuve que transformar cada molécula desinfectando cualquier rastro de materia, de lo contrario cualquiera de mis amigos moriría envenenado.

Por unos segundos observé la situación que vivíamos en ese momento. Hice un gran esfuerzo para abstraerme y quedarme únicamente con lo que veían mis ojos. Un grupo de amigos comiendo alrededor de una particular hoguera como una excursión de campo ordinaria. Inevitablemente ante tal cotidiana situación eché de menos a dos personas; por un lado, a Brian; y como es evidente, a Drake. Mi corazón comenzó a llorar, ambos eran indispensables en mi vida, y en ese momento eran los únicos seres queridos de los que me separaba un abismo infinito, abismo que lentamente parecía estrecharse. En un intento de no estropear los sentimientos que inesperadamente afloraron, me até a las dos cosas que me recordaban a ellos, por un lado, me dejé caer en los brazos de mi hermano que de inmediato me abrazó con fuerza. Lo había pensado en multitud de ocasiones, era algo inevitable, pero Gabriel y Brian estaban unidos en mi corazón, por lo que pensar en uno irremediablemente me llevaba a pensar en el otro. De alguna forma ambos habitaban el mismo rincón de mi corazón. Y en un vano intento de sentir a Drake parte de aquella particular estampa, agarré con fuerza la piedra de antimateria y la besé con todo el amor que sentía al pensar en mi ángel negro. Sin esperarlo sentí una pequeña descarga, un leve latido me devolvió la esperanza o incluso la certeza de que pronto podría como mínimo hablar con él. Kon, que descansaba a pocos centímetros de mí, me observó, no sé si lo había notado, o el hecho de que fuera parte de mí lo hacía partícipe de mis sensaciones, pero entrecerró los ojos y me lamió la mano. Por un momento pensé en mi particular amigo y en su más particular aún forma de crecer. Antes de la división del grupo apenas levantaba treinta centímetros del suelo, y ahora, no demasiado tiempo después, era un animal de varios metros de longitud. A Ilístera no le faltaba razón al decir que en su edad adulta sería yo quien cabalgara a su espalda. Según la elfa, en un momento determinado brillaría como una antorcha, y segundos después adoptaría la apariencia de su siguiente fase de crecimiento. Minaria tenía un concepto de perfección un poco extraño…

Alex, ¿de verdad hizo eso la creadora? –preguntó Altaír sacándome de mis pensamientos sobre Kon–. No puedo entender cómo una…madre puede actuar de esa forma.

No intentes darle a Minaria un raciocinio humano –contestó Ilístera–, su mente es muy superior a la nuestra, un ser elemental como ella está por encima de los sentimientos, sería incapaz de amar –Ilístera se estaba metiendo en asuntos que no conocía en absoluto.

No sabes de qué estás hablando –rebatí algo cabreado–, Minaria no es el único ser elemental que existe.

Lo sé –contestó, aunque extrañada por mi repentino cambio de humor–, la materialización de la antimateria, su antítesis ancestral.

Oh oh…Me temo que efectivamente no sabes de qué o mejor dicho de quién estás hablando –dijo Gabriel–. Créeme que no serás la única, a mí me tocó pasar lo mío –con su comentario hizo que me relajara un poco y, por supuesto, no le faltaba razón.

No entiendo nada –murmuró la elfa digiriendo la mirada de un lado a otro.

La fuente de la antimateria es el novio de Alex –soltó Axel de golpe.

Clavé en él una mirada de asombro y cierto enfado por su descaro, no era algo que le compitiera a él contarlo, y mucho menos a alguien como Ilístera.

Y por cierto, ellos no son los únicos seres elementales. Alex también lo es, o mejor dicho, será uno de ellos –añadió con desdén.

¿¡Pero qué cojones dices!? –estallé, ya sí bastante cabreado.

Ahórrate gran parte de tu explicación –contestó con su habitual prepotencia.

Axel consiguió dos cosas en apenas un momento, ponerme de bastante mala leche y confundir tanto a Ilístera hasta el punto de que esta quedó totalmente enmudecida.

Cuando quiera tu ayuda la pediré, mientras tanto, cállate. Más aún cuando nadie, repito, absolutamente nadie sabe qué soy –recriminé con dureza, quizás en exceso. Axel se cruzó de brazos y puso su habitual cara de pocos amigos.

Alexander, ¿es cierto eso que dice Axel? –dijo Ilístera rompiendo su silencio.

Sí. Drake y yo somos pareja, aunque nuestra unión va mucho más allá de un simple sentimiento. No sé qué sabrás sobre la fuente de la antimateria pero si tu única fuente proviene de este mundo te digo desde ya que distará totalmente de la realidad. Drake podrá ser muchas cosas pero compararlo con Minaria es lo último que podrías hacer. Él es una criatura no solo capaz de amarme a mí, sino que quiere, respeta y, sobre todo, desea la existencia del Universo tal y como está.

Mientras mis palabras se sucedían todos mis amigos guardaron silencio, aunque sobraban las palabras para mostrarme su apoyo. Doña Josefa, Gabriel e Iria asentían con una media sonrisa a cada una de mis palabras al definir a Drake. Ilístera permaneció en silencio con la mirada neutra, no sabía si me creía o me tomaba por loco.

Sinceramente me dejas anonadada, muy sorprendida y sin saber qué decir –se sinceró–. No tenía a la fuente de la…Drake, por algo tan…humano –estaba nerviosa, no sabía qué palabras utilizar para referirse a él–. Y en cuanto a la segunda afirmación de Axel… ¿también eres o serás como ellos?

Desgraciadamente no tengo respuesta para tu pregunta, y me temo que nadie la tiene. Según Drake, o la propia Minaria, soy una criatura única capaz de inclinar la balanza y hacer ganar la guerra a uno o a otro.

Sé qué eres especial desde el primer momento que te vi, pero nunca imaginé hasta qué punto, mucho menos imaginé que estabas al nivel de la creadora. Pero, si eres un igual, ¿por qué huyes de ella? –conclusiones y pensamientos erróneos asomaban en la mente de la elfa, miré a Axel y negué con la cabeza. En menudo embrollo innecesario me había metido.

No es así. Digamos que estoy creciendo –dije rememorando las palabras que una vez utilizó Drake para explicármelo–. Y no, desgraciadamente a día de hoy no soy capaz de hacerle frente a ninguno de ellos dos. De todas formas, tranquila, te contaré todo lo que desees saber.

La conversación se dio por finalizada, al menos momentáneamente, Ilístera tenía cara de querer hacer mil preguntas al respecto.

Altaír, Ilístera y la Sra. Pimentel se fueron a descansar, aunque más bien doña Josefa iba realmente a aclarar algunas dudas a la elfa. Axel, aún estaba enfadado por mi contestación y se retiró, según él, a descansar también. Nos quedamos alrededor de la fuente de luz Gabriel, Iria, Kon, que ya estaba dormido, y yo. Y teniendo en cuenta los tres que éramos el tema lógico de conversación no se hizo esperar.

¿Cómo creéis que estará Brian? –preguntó Iria con mucha nostalgia. Apoyó su mentón en su mano y suspiró.

Brian es un tipo duro de roer, estará bien –contestó Gabriel en un intento de infundir ánimo.

Ante tal conversación yo era el único que quizás pudiera arrojar algo de luz, al menos compartir con ellos la visión que tuve hacía algún tiempo atrás.

Brian está bien –dije de golpe, ambos me dedicaron miradas confusas pero mantuvieron silencio esperando que continuara–. Tuve una visión, y aunque no está en sus mejores momentos, está vivo. Por alguna razón Minaria lo está alimentando y lo mantiene más o menos a salvo.

¡Esa es una magnífica noticia! –celebró Iria llena de felicidad.

¿Puedes hacerlo de nuevo, Alex? –preguntó esperanzado Gabriel. Sus ojos azules brillaron ante tal posibilidad.

Lo cierto es que nunca me lo había planteado, quizás con algo de práctica pueda establecer algún vínculo con Brian y poder verle con más frecuencia –pensé en voz alta.

Eso sería genial –Gabriel sonrió y apoyó sus manos en mis hombros en señal de cariño.

El cansancio comenzó a hacer mella en los que aún estábamos despiertos. Iria se marchó a descansar, y Kon al verla se fue tras ella. Sin duda alguna los dos habían tenido un acercamiento durante la división. Gabriel y yo nos tumbamos allí mismo mirando hacia arriba, que era prácticamente igual que estar con los ojos cerrados.

Gabriel –susurré–. Aunque lo último que quería era ponerte en peligro, me alegro de que estés aquí –me sinceré. En ese momento me agarró la mano.

Yo también me alegro de estar aquí contigo. Cuando cruzaste el portal sin mí no te haces una idea de lo mal que me sentí, como si de cierta manera te hubiera traicionado. Elegí quedarme con Kayra, y a la vista está que mi destino era acompañarte en esta aventura –apreté su mano con fuerza y apoyé mi cabeza en su hombro.

Juntos lo conseguiremos, volveremos a ser una familia –guardé silencio reconfortándome con la presencia de mi hermano cerca de mí.

Todos dormían, o al menos eso me parecía. Decidí tomar el consejo que Gabriel me había dado, y teniendo en cuenta la penumbra y el absoluto silencio que nos rodeaba no podía ser un ambiente más idóneo para concentrarme. Cerré los ojos y me concentré en Brian, su cara, su olor, los sentimientos que despertaba en mí. Noté cómo mi energía intentaba teletransportarme hasta él y el muro insalvable con el que se topaba, no, no lo estaba haciendo bien. Mi objetivo no era llegar hasta él, sino más bien tener una visión de él. Dejé de pensar en Brian como tal y me concentré en el lugar en el que lo había visto la vez anterior. La cúpula de luz, cómo el suelo se abrió y emergió de su interior, el dolor que le infligía al ser expuesto, y la inmediata recuperación tras ingerir la sangre.

Maldición –gruñí al ver frustrados todos mis intentos.

No conseguía nada, al parecer mis visiones eran totalmente involuntarias, no podía inducirlas como sugirió Gabriel. Frustrado abrí los ojos dispuesto a despegarme, pero al hacerlo vi que, después de todo, no fue para nada imposible. Ya no estaba en las profundidades de la sima, no fui consciente del salto, pero en ese momento mi consciencia ya no estaba en el mismo lugar que mi cuerpo. Me encontré de nuevo en la cúpula, solo que esta vez parecía estar desconectada, no emitía luz alguna. Una enorme bóveda gris era la estancia que me rodeaba. Recorrí con la mirada el lugar hasta que lo vi, allí estaba Brian. En un primer momento dudé si realmente se trataba de él, tenía buena apariencia, y estaba sentado en un sofá leyendo tranquilamente un libro. Me acerqué dispuesto a echar una ojeada más de cerca, y efectivamente así era, mi amigo parecía estar bien.

A sabiendas de la imposibilidad de contacto, bajé hasta la altura de sus ojos e intenté colocarle mis manos encima de sus hombros. Mis manos pasaron a través de él como un fantasma, pero al hacerlo Brian interrumpió su lectura y alzó la vista.

¡Estoy aquí! –exclamé dejándome llevar por la emoción.

Se levantó y dirigió la mirada hacia la bóveda.

No, otra vez no –murmuró con un creciente nerviosismo….o puede que incluso miedo.

Un sonido comenzó a inundar la estancia como un tren al llegar a la estación. Las paredes vibraban a medida que el estruendo se intensificaba. ¿Qué demonios pasaba ahora? Brian se puso de rodillas tapándose los oídos y cerrando los ojos con fuerza. La cúpula comenzó a encenderse y con ella la piel de mi amigo. Ambos gritamos, él de dolor y yo de desesperación e impotencia por no poder hacer nada. Encaré a la mortífera fuente energética e intenté volarla en mil pedazos pero desgraciadamente allí solo estaba mi consciencia, y con ella poco podía hacer más que mirar como mi amigo sufría al quemarse.

La oscuridad volvió de golpe aunque aún estaba inmerso en la visión, solo que Brian ya no estaba allí. Antes de despertar solo tuve unos segundos para oír su voz, una voz que al oírla me llenaba de dicha y felicidad.

Que la Sima Ominosa sea la tumba de Anlia, aprovecha la oscuridad para destruirlos a todos”.

Abrí los ojos y me incorporé de golpe. Lo primero que vi fue la roca hechizada por Ilístera, y al verla una idea fulminó mi cabeza con la potencia de un rayo. Drake me había dado la clave.

Gracias –pensé mientras sentía palpitar la piedra en mi pecho.

No había tiempo que perder. Me levanté con cuidado, tenía que hacerlo solo, y lo más rápido posible. Pero no fui lo suficientemente discreto, justo en el momento en el que me fui a teletransportarme Kon apareció de la nada mirándome con curiosidad.

Kon, ve con Iria, necesitas descansar –le animé acariciándole el cuello.

Intenté sortearle pero fue en vano, inmediatamente se interpuso en mi camino. Lo miré evaluando qué hacer, hasta que finalmente decidí llevarlo conmigo. A fin de cuentas no me suponía una carga, y si algo había aprendido era que no era buena idea ir solo por ahí.

Ven conmigo –al oír mis palabras Kon ululó emocionado pero de inmediato le sujeté la boca. No era el momento de llamar la atención. Le pasé la mano por el lomo y juntos nos teletransportamos a través de la gruta.

Nos desplazábamos en línea recta horizontalmente, y después de cubrir una distancia prudencial, comencé mi trabajo. Mientras cruzaba la sima comencé a acumular energía, cada vez más, hasta que en un momento determinado la liberé de golpe. Con cientos de rayos emergiendo de mí me transformé en una estela de destrucción que lanzaba llamaradas energéticas derruyendo gran parte de las paredes. Pero no solo las destruía, sino que toda la furia que liberaba quedaba impregnada en la roca cargándola para, llegado el momento, hacerlas estallar.

Copié la idea de Ilístera solo que llevada a otro nivel y, sin duda alguna, con otro objetivo. Hasta ese momento no había podido hacerle frente a Anlia y su ejército por no llamar la atención de Minaria pero si los hacía entrar en la fosa esta me brindaría toda su discreción, y una vez dentro haría explosionar las bombas que en ese momento estaba creando. Tal vez la explosión no fuera suficiente para matarlos, pero sin duda alguna los sepultaría bajo toneladas de roca en una caída eterna. Tardarían cientos, quizás miles de años hasta llegar al fondo, o incluso puede que pudieran recuperarse y reanudar el camino a la superficie pero la distancia en ambos casos haría imposible que salieran con vida, una vez transcurrido ese tiempo habrían muerto por inanición, simplemente no les daría tiempo.

Continué mi tarea por más de dos horas cubriendo toda la altura de la sima y millones de kilómetros de extensión, con eso era más que suficiente. Además, aunque levemente, ya comenzaba a sentir la fatiga que me provocaba cada vez que me deshacía de tal cantidad energética.

Kon y yo regresamos al campamento, ambos muy cansados. A fin de cuentas ambos fuimos la misma esfera energética, y de ella emanaron todos los rayos. Llegamos tan disimuladamente como nos habíamos marchado y nos acostamos dispuestos a descansar.

Me tumbé mirando hacia arriba buscando el cielo nocturno que tanto me gustaba observar pero allí abajo resultaba del todo imposible. Todo era tinieblas y oscuridad a excepción de pequeños destellos verdosos de las rocas, inútiles en la abismal ascensión de las paredes de la sima. Aunque la oscuridad hacía ya mucho tiempo que había dejado de darme miedo. Ahora me reconfortaba, la prefería a la luz, con ella me sentía abrazado metafóricamente por las alas de Drake. Unas bellas y oscuras plumas negras me arroparon mientras caía en un reparador sueño. 

La infección de Etyram
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