Fragmentación
Todo estaba levemente virado a gris, los movimientos de cualquier cosa que me rodeaba se desdibujaban desenfocados y parecían tener una velocidad anormal, se aceleraban y ralentizaban por momentos. Tardé en comprender lo que sucedía, no fue hasta que me vi dormido en los brazos de Axel cuando comprendí que estaba en una especie de sueño…de alguna forma mi consciencia se había fugado de mi cuerpo. Axel sacó algo de su bolsillo, una piedra blanca, y jugueteó con ella a pocos centímetros de mi cabeza. Eché una ojeada al resto, Ilístera seguía haciendo hechizos refrigerantes y los otros, excepto doña Josefa, parecían estar dormidos.
Quise aprovechar la recién adquirida habilidad para investigar un poco más a mi alrededor, a fin de cuentas en este estado de abstracción física no sentía el calor del desierto, pero tan rápido como ese pensamiento se materializó en mi mente algo me impidió hacerlo. Sentí como si alguien o algo me agarrara por la espalda, y sin darme ninguna oportunidad para escapar comenzó a elevarme alejándome del grupo. Intenté deshacerme de aquel inesperado e invisible captor pero todos mis esfuerzos se veían frustrados. A medida que ascendía, la sensación de agobio y de ansiedad se incrementaba exponencialmente. Incluso hubo momentos donde parecía que me faltaba el aire. En un momento determinado todo cambió, aunque la sensación de ascensión continuaba el escenario mutó por completo. Mis amigos habían desaparecido, situación que no hizo otra cosa que ponerme más nervioso.
Durante una centésima de segundo sentí cierta debilidad en mi captor, lo aproveché de inmediato y me solté. El lugar donde me había detenido era una estancia muy iluminada, hirientemente iluminada más bien. Aunque tardé algunos segundos en identificar el lugar solo tuve que mirar la gran cúpula que tenía sobre mi cabeza para determinar con toda seguridad que estaba en la mazmorra donde Minaria mantenía secuestrado a Brian. Los nervios se apoderaron repentinamente de mí, ¿cómo había llegado allí?, ¿qué debía hacer?, ¿dónde estaba Brian? Las preguntas se agolpaban en mi mente con la misma brusquedad que mis nervios recorrían mi…consciencia.
Tenía que aprovechar la oportunidad e intentar averiguar algo sobre el estado de mi amigo. En ese estado incorpóreo era mucho más rápido, ni siquiera tenía que pensar un destino, mi subconsciente lo hacía por mí. En apenas un par de segundos logré mi objetivo, frené en seco y contemplé con impotencia, odio y pena la escena.
Efectivamente Brian estaba ahí, sujeto con lazos energéticos a una piedra marmórea, pero no estaba solo, ella le acompañaba. Minaria sujetaba en su mano una bolsa de sangre, se la acercaba a su boca pero con la suficiente distancia para que mi amigo no pudiera tan siquiera rozar sus labios con el líquido. Estaba jugando con él, torturándolo.
–Maldita seas –gruñí impotente.
Brian estaba en mejor estado que la última vez que lo había visto. No parecía excesivamente desnutrido, aunque sí lo suficiente como para que mirara con fervor la bolsa de sangre que sujetaba esa malvada. Minaria comenzó a hablar.
–Cuéntame, pequeño despojo –habló con su habitual prepotencia y sosiego natural–, ¿cómo conociste al tercer poder elemental?
–Alexander, su nombre es Alexander –siseó Brian molesto.
–Por más que lo pienso no logro entender su forma de actuar –continuó, ignorando sus palabras–. ¿Cómo puede tan siquiera relacionarse, y ya no digamos amar, a abominaciones como tú o tus amigos licántropos? Él es un ser superior, relacionarse con alimañas no es su naturaleza, créeme, lo sé. Yo te miro y me produces asco, que es precisamente lo que él siente por mí. No lo entiendo…
¿Cómo podía ser tan cínica? Aunque sus palabras resultaban creíbles, a mí no conseguía engañarme, por alguna razón estaba actuando, se reía de mi amigo…
–Intentaré otra pregunta, quizás tenga más suerte –prosiguió–. Desde tu punto de vista, ¿es tan leal, me produce náuseas tan solo pensarlo, el amor de Drake y Alexander?, ¿o es una pantomima más de su particular y abominable relación antinatural? –el desprecio emanaba de su cuerpo al ritmo que marcaban sus palabras.
–El amor que existe entre ellos es tan puro que un ser como tú jamás lo comprendería –espetó Brian devolviéndole parte del desprecio.
–Claro que no puedo entenderlo, dicho sentimiento no es más que otra vulgar y prescindible consecuencia de la aniquilación primigenia. Créeme, querido, no es mi intención entender nada –contestó una vez más haciendo alarde de su chulería innata.
–¡No sabes cuánto te odio, maldita perra! –grité.
Mis palabras emergieron con violencia involuntariamente. No pude predecirlo pero menos aún las consecuencias que tendrían. Brian y Minaria giraron sus cabezas clavando en la dirección donde me encontraba unas miradas de total sorpresa.
–¿Alex? –susurró Brian sin creerlo.
Minaria no articuló palabra, se giró dándole la espalda a Brian y caminó lentamente en mi dirección. Su larguísima cabellera, suelta esta vez, le caía como la seda por su cuerpo desnudo. La particular niebla que siempre le acompañaba se movía con cierta velocidad, o era la única nota discordante entre tanta elegancia y autocontrol. Yo, sin embargo, comencé a ponerme más nervioso con cada segundo que pasaba, y por lo tanto, se aproximaba a mí. La tenía a un par de metros, quizás menos, pero mi captor me encontró de nuevo en el momento más apropiado. El estado de agobio y ansiedad volvió de golpe sacándome del nido de la serpiente. Serpiente que clavó su mirada en mí hasta que mis ojos dejaron de verla al fin.
Esta vez la ascensión fue mucho más rápida, aunque durante un solo segundo tuve una fugaz visión de la gigantesca ciudad plateada que tenía a mis pies, pero mi captor tomó un ritmo demencial. Seguí subiendo y subiendo, todo se volvía más oscuro, más silencioso. Me elevé tanto que tuve una vista total de Etyram, el planeta era realmente gigantesco, y para qué engañarme, majestuoso. Desde esa posición pude ver la red de caudales energéticos que cruzaba toda la masa esférica, que como un cableado energético conectaba todo el ecosistema autótrofo de Etyram con la fuente de su vida, su creadora. Era un paisaje utópico, pero realmente bello.
La esfera se hizo cada vez más pequeña mientras yo seguía, ya sin resistirme, en mi interminable ascensión. El ritmo comenzó a bajar, lentamente al principio, hasta que finalmente se detuvo. Quedé flotando en aquel espacio oscuro, silencioso e ingrávido, y por inusual que pareciera, teniendo en cuenta las formas, comencé a sentirme reconfortado en medio de aquella oscuridad.
Permanecí navegando sin rumbo ni voluntad, simplemente me dejé llevar plácidamente por mi ahora inexistente captor, ya aparecería, aunque ahora que ya sabía de quién se trataba no podía tener más ganas de tenerlo delante.
Durante el baile sin rumbo giraba lentamente de un lado a otro, hacia arriba, abajo…todo de lo más monótono. Observaba la oscuridad intentando vanamente discernir algo reconocible, pero justo cuando abandoné dicho propósito mi secuestrador se manifestó al fin. La lobreguez se partió en dos, y como si la floración de una rosa negra se tratase, el cuerpo desnudo de mi ángel negro emergió del interior de sus majestuosas alas.
Flotamos ambos con los brazos extendidos, porque algo tenía claro, una vez que lo abrazara no pensaba soltarme de él jamás o bien hasta que las circunstancias irremediablemente nos obligaran. Nuestros dedos rozaron nuestros brazos en su lento camino hacia nuestro abrazo, cada segundo que nuestras pieles estaban en contacto hasta el último rincón de mi ser se estremecía. No podía esperar más, la ausencia de gravedad nos estaba haciendo perder un tiempo valioso, de modo que lo agarré del brazo y lo atraje hacia mí fundiendo nuestros cuerpos en un apasionado y anhelado abrazo.
–Te quiero, te quiero, te quiero… –repetíamos los dos al unísono una y otra vez.
Drake me sujetó la cara y me miró directo a los ojos, entre nosotros siempre sobraron las palabras, y esta vez no iba a ser una excepción. La brecha que partía mi alma comenzó a curarse de inmediato al entrar en contacto con su piel, a fin de cuentas era el único que tenía la capacidad para sanarme. Lentamente, el espacio existente entre la batalla que libraban nuestros ojos comenzó a reducirse. La primera en llegar fue su nariz, que con la pizca suficiente de suavidad y fuerza acarició mi mejilla, no obstante, lo mejor estaba por llegar… instantes después fueron sus carnosos e inigualables labios los que me colmaron de felicidad. Abrí la boca entregándome por completo dispuesto a saborear el, a buen seguro, breve encuentro. Su lengua entró en mi boca haciéndome jadear. Cuánto tiempo sin sentirlo dentro de mí, quería más de él, necesitaba mucho más…
Drake, una vez más, leyó mis pensamientos, y de inmediato comenzó la tarea cumpliendo mis deseos. Entornó los ojos brevemente e hizo desaparecer nuestras ropas al mismo tiempo que su apariencia también cambió. Sus alas desaparecieron y el negro de sus ojos se diluyó hasta dejar el marrón miel al descubierto. No me hubiera importado aquello último, no sabría decir con qué apariencia me parecía más atractivo.
Sin prendas que se interpusieran mi único deseo era tocarlo, sentir sus labios en los míos, sus manos en mi cuerpo, piel con piel, dejarnos llevar... no lograba imaginar un escenario mejor. Me pegué tanto como pude sintiendo el tono muscular, la tensión contenida a lo largo y ancho de su cuerpo, tensión que deseaba que se desbordara sobre mí. No pude aguantar más, lo agarré por sus nalgas, lo pegué a mí, al sentir su miembro erecto sobre el mío el escaso raciocinio que aún conservaba desapareció de golpe. Drake jadeó para, acto seguido, morderme el cuello con una mezcla perfecta de fuerza y suavidad, pero yo quería más… Deslicé mis manos por su espalda, hundía mis dedos en su piel mientras subía lentamente, no había rincón de su cuerpo que quisiera perderme. Interné mis manos en su pelo, suave y sedoso pareció atrapar mis manos, lo sujeté y tiré de él suavemente haciéndole alzar el rostro. Paseé mi lengua por sus labios, bajé hasta su mandíbula, y esta vez fui yo quien le devolvió el mordisco, pero su cuello no fue suficiente para mí; no, teniendo tan cerca el torso más perfecto que jamás hubiera existido. Primero masajeé con fuerza sus pectorales para, a continuación, lamer sus pezones. Drake jadeó de placer y yo de puro deseo, esa parte de su anatomía era el genio de la lámpara, pues para mí lamerlos era el deseo más anhelado en ese instante. Sin embargo, mi ángel se esfumó dejándome con ganas de más, aunque su ausencia no duró mucho. Se materializó a mi espalda y me atrajo hacia él con fuerza. Sentir en mi espalda su abdomen, pectorales, su órgano viril, simplemente me elevaba al… ¿séptimo cielo? No, mucho más allá…
Flotando en la nada, Drake comenzó a juguetear con su lengua mientras descendía por mi espalda, me puse nervioso, ya sabía cuál era su propósito. Agarró con fuerza mis cachas, las abrió un poco y no quedó rincón que su lengua no recorriera. Jadeé entrecortadamente de puro placer, y en ese instante mis ojos se inyectaron en sangre, mi poder emanó, se materializó fuera de mi cuerpo y se internó inmediatamente en el cuerpo de Drake. Debido al impacto energético paró un solo instante para luego volver con más fervor.
Como si de una tormenta se tratara, la oscuridad se vio iluminada por rayos color sangre, sin duda alguna, la proyección de mi consciencia estaba ganando terreno al paisaje creado por la antimateria de mi chico. Entonces reparé en que aún no la había sentido dentro de mí, pero con mi energía dentro de su cuerpo pedírselo era realmente fácil. Un rayo, esta vez negro, impactó con fuerza en mi pecho.
Cada vez que hacía el amor con Drake me mentalizaba a experimentar sensaciones totalmente nuevas, juntos éramos una auténtica caja de sorpresas, pero teniendo en cuenta el lugar donde lo hacíamos en este instante la experiencia había adquirido un nivel superior. Mientras explorábamos nuestros cuerpos con todo el fervor y anhelo de la inminente separación, un espectáculo de luces rojas y negras dibujaba un paisaje inusual, insólito, mortal para cualquiera excepto para nosotros; pues los rayos que aparecían de la nada y atravesaban nuestros cuerpos erradicarían de inmediato cualquier rastro de vida. Por suerte allí solo estábamos nosotros fundiéndonos una vez más en un solo ser, en nuestro único y particular abismo de magma.
Después de algún tiempo, quizás más del que en un principio esperaba, la tormenta comenzó a amainar, aunque aún perduraban los vestigios energéticos. La oscuridad ahora estaba tenuemente iluminada por cálidos y difusos haces de luz roja, la estampa era similar al amanecer terráqueo, aunque ahí paraban las similitudes, el resto del contexto que nos rodeaba seguía siendo igual de atípico que al principio.
–Drake, no sabes cuánto te echaba de menos, deberíamos tener más momentos como este, haría que todo fuese más fácil –susurré sin despegar mi cara de su cuello.
–No veo el día en que vuelvas, mi amor, sin ti mi existencia es…en vano; y lo inútil que me siento no hace más que la espera se vuelva más agónica si cabe. No te haces una idea de lo difícil que es establecer esta conexión –dijo apretando sus brazos sobre mi espalda.
–¿Ella sabe que estamos juntos? –pregunté al recordar el breve encuentro con ella y Brian.
–No, Minaria no puede entrar en este plano. Pero no vuelvas a espiarla, Alex, aunque solo sea tu consciencia la que la vigile ella puede notarla, y llegado el momento incluso herirte. Ten en cuenta que Etyram es una extensión de ella misma, una parte más de su cuerpo. Y aunque tu poder te torne invisible a sus ojos, dudo mucho que a corta distancia pases desapercibido para ella.
Las palabras de mi chico me dieron que pensar. Si el camuflaje que nos brindaba mi poder no sería útil en las distancias cortas nadie nos aseguraba que al llegar a la capital nos prendieran de inmediato al ser descubiertos. Si esa posibilidad existía, no pensaba correr riesgos con mis compañeros. La misión la tendría que completar solo, el resto del grupo no vendría a la capital. Rotundamente no.
–Drake, si eso es así no puedo poner en riesgo a ninguno de mis amigos. Todos sin excepción tienen que volver a la Tierra antes de acabar la misión. Rescatar a Brian de las garras de Minaria será única y exclusivamente mi labor –expuse en voz alta, pero, ¿cómo podría hacer eso posible?
–¿Estás seguro de ello?
–Sí, por supuesto que sí. ¿Existe esa posibilidad? –pregunté esperanzado. Sí él me había preguntado era por algo.
Mi ángel se despegó de mí y dirigió su mirada a mi cuello donde colgaba de él la piedra de antimateria. Sin mediar palabra, me quitó el colgante, lo tomó entre sus manos y cerró los ojos. No entendía lo que hacía, después de todo nada de aquello era real, al menos no del todo. Drake continuaba con los ojos cerrados y con la piedra entre sus manos. No entendía qué pretendía hacer, pero fuera lo que fuera él sabría por qué lo hacía. De repente, de sus manos comenzó a salir una pequeña cantidad de energía oscura, que lenta y sinuosa se expandía como la bruma a nuestro alrededor. Al sentirla directamente en la piel comprendí lo que estaba sucediendo. Entre nosotros no hacía falta palabras para comunicarnos cuando nuestros efluvios se fundían con nuestra piel. Una sonrisa curvó mis labios, y aunque en ese momento quería besarlo de nuevo en muestra de agradecimiento, esta vez me controlé, al menos hasta que la tarea hubiese sido completada.
Después de algunos minutos, creo, pues en este plano el tiempo era algo arbitrario, mi chico abrió los ojos y despegó sus manos.
–Gracias –susurré al ver con mis propios ojos el resultado.
Abrí las palmas de mis manos y Drake puso en ellas las dos piedras de antimateria, una en el colgante y otra exactamente igual. Con la fragmentación que él había hecho ahora sí era posible que mis amigos volvieran a casa sin mí quedándose así fuera de las perversas fauces de mi enemiga.
–¿Son las dos igualmente válidas? –pregunté.
–Sí, cualquiera de ellas os llevará a casa si al destruirla estáis en contacto con la antimateria que desprenderán. Eso sí, es de vital importancia que los viajeros tengan contacto físico entre sí, solo de esa forma la antimateria se expandirá a través de todos ellos. Y, por supuesto, todos tienen que estar recubiertos con tu energía, Alex, de lo contrario serán vaporizados al instante.
–Perfecto, lo tendré todo en cuenta. Drake, una última pregunta, si todo esto no es físicamente real, es decir, es mi consciencia proyectada a través de nuestro vínculo en una dimensión creada por ti, ¿la fragmentación tendrá resultado físicamente una vez me despierte?
Drake no contestaba, parecía estar tenso, muy tenso. Apretaba sus puños y los cerraba, sin previo aviso sus ojos se volvieron negros y sus alas se desplegaron.
–¿Qué sucede, mi amor? –pregunté presa de la misma angustia que por momentos lo dominaba a él.
–Etyram te reclama, Alex, nos hemos quedado sin tiempo –murmuró lleno de dolor antes de desaparecer dejando un rastro de energía difuso.
–¡No, espera, aún no! –grité.
Intenté llegar hasta donde su cuerpo había estado un segundo antes y justo en ese instante algo, la misma fuerza que me había traído hasta aquí…o quizás no, esta resultaba notablemente más fría, me agarró por la espalda y comenzó a tirar de mí hacia abajo sin escatimar fuerza y velocidad. La oscuridad cada vez estaba más…¿iluminada? En cuestión de segundos todo lo que alcanzaba a ver era luz, luz y más luz, tanta que comenzaba a doler.
Haciendo un esfuerzo titánico me volteé mirando hacia el lugar donde me dirigía, y aunque esa era mi intención, me sorprendí al ver que realmente había algo en esa dirección; un inmenso océano de aguas plateadas. Intenté proyectarme con mi energía en otra dirección pero todos mis intentos se vieron frustrados, sin que pudiera hacer nada para evitarlo aquella fuerza invisible me zambulló en aquellas misteriosas y singulares aguas. Nadé hacia la superficie pero por más que lo intentaba seguía hundiéndome más y más. Me rendí, luchar era en vano, y justo entonces el ritmo bajó, pareció que esa era la reacción que la fuerza gravitatoria esperaba que tuviera. Finalmente cesó dejándome suspendido en el agua. Todo era de lo más normal, si se puede definir de esa forma una situación así, hasta que a unos metros de mí una luz totalmente blanca comenzó a aproximarse. Como el faro de un tren, cada vez más intensa y grande se acercaba a mí… Teniendo en cuenta la fuerza que desprendía se supone que debía de tener como mínimo un poco de miedo pero no era el caso. Aquella luz me vitalizaba, me volvía más poderoso…finalmente llegó a mí y me envolvió con fuerza haciéndome girar cada vez más rápido, llegó un momento que dejé de sentir el giro, solo percibía cómo aquel poder iba llegando progresivamente más dentro de mí haciéndome cada vez más poderoso.
–¿Qué haces? –murmuré algo aturdido al despertar. Axel tenía sobre mi cabeza una piedra blanca.
–Es un, una… escama de dragón –contestó atropelladamente guardándola en el bolsillo–. Estabas ardiendo y estas escamas están bastante frías con el hechizo de Ilístera –contestó cariñosamente recuperando la compostura.
–Vaya, gracias –contesté algo confundido–. ¿Va todo bien?
–Sin novedades, durante tu siesta todo ha ido bien –contestó Axel algo inquieto.
No le di mayor importancia a su comportamiento, a fin de cuentas todos estábamos de lo más raros últimamente. Y aunque Axel lo estaba más de lo normal recordé la última pregunta que formulé a Drake y se quedó sin contestar alejando de mi mente la actitud de mi amigo. Abrí la mano y contemplé la respuesta.
–Gracias, mi ángel negro –susurré mentalmente al comprobar que tenía las dos piedras de antimateria sobre la palma de mi mano. La fragmentación astral había sido todo un éxito.