¿Cómo hacerle frente a la crisis?
Las crisis nos hacen repensar nuestros valores. Momentos de la vida en los cuales todo transcurre en forma lineal y de pronto algo irrumpe en la escena de la calma. Una tormenta se desata en medio de una noche estrellada. Una enfermedad oculta hace su aparición en medio de la paz familiar. Una noticia inesperada transforma la sonrisa en llanto. Cuando esto sucede, algo cambia en nosotros.
El suceso desencadenante, la amenaza, la tragedia, el problema o la pérdida nos llevan, cual una montaña rusa, hacia un elevado pico de estrés, de tensión o de ansiedad. Allí permanecemos inmóviles por fuera e inquietos por dentro. Realizamos todo tipo de estrategias, pero los intentos de solución fracasan y, por lo tanto, el estrés aumenta. Al borde de la dura caída, movilizamos nuevos recursos de emergencia y buscamos que se reduzca la amenaza de la crisis. Cuando esto no sucede, caemos y se desborda nuestra estabilidad, y los recursos emocionales disponibles no nos permiten evitar la dificultad. Es allí cuando nos encontramos en el pico de la montaña y caemos hacia el precipicio.
Ya dentro de la crisis, existen variables que nos ayudan a salir de ella, o por lo menos a sobrevivir. En lo personal, en lo familiar, en lo comunitario y en lo cultural, encontramos factores que nos permitirán reorientar la crisis hacia una resolución sana.
Factores personales
Salud: la salud física y emocional será de gran ayuda en el momento crítico. Se pone en juego cuán fuerte somos en estos aspectos. Por ello, es recomendable tener un estado físico sano y comer acorde a una dieta que nos permita tener suficientes energías para afrontar situaciones límites. Así también debe ser nuestra estabilidad emocional. Para ello, debemos revisar nuestras emociones e identificar aquellas que son tóxicas y pueden jugarnos una mala pasada en momentos de conflictos surgidos por situaciones desfavorables.
Autoestima: se define autoestima como la confianza en nuestra capacidad de pensar, en nuestra capacidad de enfrentarnos a los desafíos de la vida. El sentimiento de ser respetables, de ser dignos, y de tener derecho a afirmar nuestras necesidades y carencias, a alcanzar nuestros principios morales y a gozar del fruto de nuestro esfuerzo. La autoestima es sentirnos aptos para seguir adelante y para valorarnos lo suficiente, así como para no claudicar en medio del problema.
Flexibilidad: ser flexibles nos permite no rompernos en medio de los eventos desafortunados de la vida. Si somos rígidos, duros e inflexibles, nos veremos enfrentados a las grietas de la vida, aquellas que son provocadas por el engaño, la muerte, la enfermedad, etc. La flexibilidad puede darnos margen para sufrir “bien”, es decir, entender el problema, reinterpretar el accidente, revalorizar nuestros cuerpos o amar a la distancia al ser querido que ya no está. Sin ella, la vida se vuelve muy dura.
Fe y valores: uno de los pilares de la resiliencia en medio de las crisis es la fe. La persona que practica una fe tiene, por lo general, una comunidad que puede darle sostén en medio de la tragedia. Esto permite tener esperanza y vislumbrar una salida. La experiencia de las personas de fe nos impulsa a buscar aquella fuente de confianza y experimentarla también. Las personas que viven dificultades profundas encuentran en la fe un reposo para sus emociones y sus almas. Los especialistas en crisis, como Rich Van Pelt,[16] afirman que “una de las funciones de las personas que asisten en tragedias es la de infundir esperanza, fe y consuelo”.
Factores familiares
Familiares y parientes: en la experiencia de las crisis, la familia es uno de los pilares que nos sostienen. La cercanía de los padres o de algún hermano hacen la diferencia en medio del dolor. Muchas veces desestimamos estas relaciones, y sin embargo, existe un potencial factor de superación en la familia. Por lo tanto, esto nos desafía a revalorizar las relaciones familiares y profundizar en ellas. Volver a papá o mamá en los momentos de dolor es casi instintivo y hacerlo forma parte de nuestra naturaleza. En las experiencias dolorosas, en general buscamos el refugio del hogar, y si no existe, lo echamos de menos.
Amigos y vecinos: los amigos son otro sostén invalorable en medio de las dificultades. Su escucha y cercanía nos permite repensarnos y tratar de entender qué sucedió. Sin embargo, lo más fuerte de nuestras amistades es su auxilio en los momentos de mayor tensión o estrés. Allí, el abrazo sincero y la contención nos hacen fuertes. Aun el silencio de nuestros amigos nos ayuda y nos devuelve un poco de esa paz que hemos perdido. En la tradición judía, el amigo se sentaba al lado del otro en los momentos de dolor y angustia. En silencio, lo abrazaba y lloraban juntos. Pasaban las horas y el amigo, con su abrazo, su llanto empático y su silencio, hablaba más de lo que sus palabras podrían decir en ese momento.
Factores comunitarios
Recursos materiales: en medio de la crisis, debemos afrontar momentos de inactividad, dados por el cansancio, el estrés, las pocas ganas de hacer algo, o aun por la falta de salud. Esto se traduce en una falta de ingresos y cierta sensibilidad de nuestros ahorros, si los tenemos. Para esto, es importante contar con reservas que puedan sernos útiles en medio de la tragedia. También se deben tener presentes los organismos de ayuda disponibles en la comunidad, ya sean gubernamentales, sociales, vecinales, etc. Cuando vivimos crisis, tendemos a descuidarnos y es por ello que es importante contar con la ayuda material. En numerosísimos casos, la ayuda proviene de los factores familiares; sin embargo, no debemos desgastar las relaciones por cuestiones económicas.
Comunidades de fe: los problemas nos exponen frente a las relaciones que hemos cultivado en el tiempo. Es en este momento que la presencia de amigos, familiares y conocidos se hace presente. Sin embargo, en ocasiones nos encontramos con poco capital social, es decir, con pocas personas a las cuales conocemos y en las que confiamos. La comunidad religiosa o de fe es uno de los refugios más valorados por quienes atraviesan una crisis, y lo es debido a la contención de personas que sin dobles intereses nos ayudan y hacen que seamos parte de una familia espiritual que puede darnos sostén y refugio en medio de la tragedia. Este es uno de los grandes pilares de las personas que han superado estos trances.
Factores culturales
Valores: nuestro punto de referencia en la vida está marcado por nuestros valores. Aquellos gestos, actitudes y paradigmas que son altamente valorados en nuestra vida se ponen en juego durante una crisis. Si nuestros valores son lo material, el dinero y aquellas cosas que pueden obtenerse, tendremos una profundización en medio de nuestros problemas, ya que esos valores se verán afectados. Esto se hace evidente cuando una mujer choca el automóvil y su esposo le pregunta inicialmente “¿le ocurrió algo al auto?” antes de preguntarle cómo está ella. Hoy estamos en un conflicto de valores que puede jugarnos una mala pasada en medio de las tragedias de la vida. La abnegación, el contentamiento, el aprendizaje, el amor, el autodominio, la compasión, el coraje, el perdón, son algunos de los valores que debemos revalorizar en los momentos de crisis.
Tradiciones y costumbres: cuando fallece un judío es colocado en sus losas la abreviatura ZL –zijronó liberajá–, que significa, en lengua hebrea, Sea recordado para bendición. Las personas suelen tener costumbres como estas en los momentos específicos de dolor. Sin embargo, existen tradiciones implícitas que se ponen en juego en el momento de la circunstancia adversa: una visita, un regalo, un mensaje, una llamada, etc. Estas costumbres no están catalogadas ni reguladas, y sin embargo se hacen presentes en esos momentos especiales.
No quería dejar de mencionar esta cuestión en el presente libro. Creo que esta sección será de consuelo y esperanza para muchos y que les permitirá seguir adelante en medio de la crisis. Si eres un padrastro o una madrastra huérfano/a, entenderás que el dolor sigue y los recuerdos también. No hay tiempo, no hay eventos, solo procesos que nos permiten vivir el día a día. Abrazados a esas personas que nos aman y que amamos, abrazados a esa fe que nos libera, abrazados a la esperanza que nada fue en vano. Así seguimos por esta hermosa senda llamada “ser padrastro” o “ser madrastra”. Un pulgar para arriba para ti que has decidido derrochar amor por tus hijastros.
16 Rich Van Pelt, junto con su equipo, asisten en tragedias a adolescentes, jóvenes y padres. Él fue uno de los responsables de asistir a los adolescentes y sus familias en la tragedia de Columbine (EE.UU.).