El impacto del divorcio II: estadísticas
Cuando recorremos estadísticas a nivel mundial podemos observar que existen variaciones de cuán profundo es el impacto del divorcio en cada sociedad. Por ejemplo, México es uno de los países que tiene los más altos grados de violencia hacia la mujer y los menores. Por lo tanto, es lógico y hasta aceptable que los índices de divorcios crezcan. De hecho, estos índices reportan cierta salud en los agentes sociales que rescatan a estas personas del peligro que corren. Por esto mismo, las estadísticas cambian y deben ser leídas desde su contexto. Hay casos donde el grado de individuación y desintegración familiar está dado por el hedonismo (búsqueda de placer individual) y por un narcisismo acérrimo que no permite entender al otro como ser humano y, en consecuencia, se procede a abandonarlo. Las estadísticas marcadas por esta actitud pueden ser negativas, mientras que las primeras pueden verse como positivas.
Veamos un ejemplo de la situación en los Estados Unidos en relación con los divorcios.[1] Allí, hace varios años se percibe que la familia está en un proceso de transformación, vale decir, en una transición hacia la familia ensamblada o reconstituida. El cincuenta por ciento de las uniones son segundas nupcias y el promedio de los matrimonios es de menos de diez años. Estas nuevas uniones representan el ochenta por ciento de las personas que se han divorciado y la mayoría tiene hijos del primer matrimonio. En cuanto al porcentaje de niños menores de 13 años que viven esta experiencia de divorcio, asciende a casi treinta millones, de los cuales el treinta por ciento son candidatos a ser hijastros. Un gran porcentaje de los nuevos casados vuelve a divorciarse y la mayoría ve en la nueva familia dificultades que nunca habían enfrentado antes.
En Argentina, un estudio que fue dirigido por la doctora María Virginia Bertoldi de Fourcade, vocal de cámara del fuero de familia de la provincia de Córdoba, reveló sobre 5.500 casos que uno de cada tres matrimonios terminan en divorcio, que la principal causa del mismo es la injuria grave, que el sesenta por ciento de las demandas son iniciadas por mujeres y que la franja más afectada va de 36 a 50 años. Otros datos de la Encuesta Anual de Hogares (EAH) realizada en la Ciudad de Buenos Aires (Capital Federal) registra más de 35.000 familias ensambladas en 2011.
No obstante, estas estadísticas no son proporcionales a las herramientas que existen para afrontar el divorcio y menos aún para comenzar a desarrollar un rol de padrastro o madrastra. Generalmente, los autores y especialistas se concentran en los padres divorciados, en los hijos del divorcio, pero los padrastros y madrastras (sean divorciados o no) no cuentan con consejos prácticos para desarrollar este nuevo rol, que es diferente al del padre, pero a su vez más desafiante, ya que, como dice el refrán, es más fácil construir desde el fundamento que construir sobre las cenizas o los muros caídos.
En mi experiencia personal, estas estadísticas me generaron, en principio, un poco de miedo, pero a su vez me hicieron entender que construir una familia ensamblada representaba un gran desafío. Como hombre, necesitaba un desafío de este tipo y sabía que era importante el esfuerzo emocional, físico e intelectual que debía hacer. Sin embargo, buscamos con Elisabeth que nuestro núcleo social y espiritual estuviera fuerte para poder afrontar estas estadísticas. No porque nos preocuparan los números, sino porque sabíamos que detrás de ellos había personas, y que estas personas eran, ni más ni menos, sus hijos y mis hijastros.
1 Las últimas investigaciones realizadas en Estados Unidos, citadas por Jeannette Lofas en su libro Stepparenting, nos muestran la realidad del impacto que el divorcio está produciendo en la sociedad actual. La vertiginosa transformación de la familia nos hace prever que en un futuro cercano la estructura social se habrá modificado significativamente. Citado por la psicóloga Gloria Mercedes Isaza Posse en www.nosdivorciamos.com.