No soy su padre/madre, soy su padrastro/madrastra

 

Al comenzar a pensar con mi esposa sobre la idea de vivir juntos, surgieron algunas dudas sobre cuál sería mi rol en esta nueva familia. Nunca me había casado, había tenido una experiencia no muy grata con el matrimonio de mis padres y a esto sumémosle que no comenzamos con todas las de ganar: seríamos cinco personas que deberían ponerse de acuerdo. Si eres candidato a padrastro o madrastra recuerda estas palabras con total atención: no te casas/juntas con una mujer o un hombre, te casas o juntas con una familia. Esto significa muchas cosas: una vivencia compartida única, secretos, formas de hacer las cosas, códigos, etc.

 

Una de las frases que más recuerdo de esos comienzos le pertenece a mi hijastra mayor, y tenía que ver con las palabras y dichos de su madre: “Lo que dice mamá es palabra santa”. Esa frase me anulaba totalmente, y aun me retraía frente a lo que ella decía. Esto me causó muchos conflictos emocionales. No sabía si algún día mis palabras serían “santas” como las de su madre o sencillamente me tendría que callar la boca. Frecuentemente, con mi esposa buscamos puntos de acuerdo en varias cuestiones que podrían traer conflicto, lo que nos permitió transmitirles a los chicos que en lo general estábamos de acuerdo. Una vez escuché en boca de un especialista que cuando los hijastros ven a la nueva pareja con acuerdos, y sin manipulación de una de las partes, sienten seguridad y los ven como un equipo. En variadas ocasiones, algunos de mis hijastros venían a pedirme un permiso y yo les decía que debía compartirlo con su madre y viceversa. Así, ellos incluso nos comenzaron a decir “equipo” y creemos que esto significa algo positivo para todos.

 

Cuando uno comienza a transitar este nuevo rol, debe tener en claro que no es un “nuevo papá” o una “nueva mamá” para los chicos, sino que será más un mentor que acompaña en el camino de la vida al niño o adolescente. Es importante prevenir la tendencia a querer ganarse el título de papá o de mamá y tener en cuenta nuestras propias limitaciones. Somos seres humanos que estamos ingresando a una familia herida y en primera instancia se nos verá como entrometidos. No basta con ser un adulto con amor y deseos de “probar” a ver qué pasa. Nos engañamos a nosotros mismos si pensamos que tener hijastros es como tener hijos propios. Pensar así puede causarnos muchas heridas emocionales y confundirnos.

 

Una de las decisiones más difíciles que tomé frente a mis hijastros fue que no me llamaran papá. Sé que esto parece duro, pero me sirvió mucho para convencerme de mi rol como padrastro. Si los chicos me nombraran como papá me confundiría y anhelaría algo que no es posible. Siempre busqué que respetaran a su papá biológico, aunque en muchísimas ocasiones no estaba de acuerdo con él; sin embargo sabía que si ellos respetaban a su papá y lo valoraban serían personas sanas a medida que llegaran a su adultez. Por lo tanto, para ellos mi nombre es Gabriel y no papá. Antes de esto, igualmente, me tuve que hacer a la idea de que era un intruso en un mundo desconocido para mí como era esta familia compuesta por una mujer y tres niños.

 

Algunas autoras[4] que han trabajado este tema recomiendan que el padrastro o la madrastra no les pidan a los niños/adolescentes que los llamen “papá” o “mamá”, sino que dejen que ellos decidan y que sea un nombre con el cual se sientan cómodos.

 

Me convencí de que era un intruso apenas llegué a la casa de Elisabeth. Era una tarde, poco después del mediodía, cuando ella me invitó a pasar y estaban allí mis tres futuros hijastros. Mal pensé que sería recibido con pompas y platillos ya que mi ilusión era beneficiar a la familia. La más grande me hizo caer en la realidad inmediatamente. Apenas ingresé, Elisabeth me presentó a los chicos y, desde luego, después de la presentación inicial, ella esperaba un saludo, por lo menos de parte de ellos. La pequeña me recibió con toda su alegría, el varón, un tanto retraído, esbozó un tímido “Hola”. No obstante, la mayor, de manera inmediata, y sin jamás mirarme, se retiró a su habitación. Ella estaba siendo clara. Yo traduje ese mensaje de la siguiente manera: “No te hagas el cariñoso, si lo único que quieres es sacarme a mamá y romperme la ilusión de que vuelva papá”. Comprendí entonces que demandaría tiempo establecer un vínculo profundo con ella, y que necesitaría suerte para llegar a ese punto.

 

Si tus expectativas son altas tendrás que bajarlas. Aun leyendo este libro, aun teniendo mucho amor, aun contando con la asistencia de profesionales, tendrás que darles tiempo a los chicos para que procesen esta nueva realidad. Desde el momento en que los padrastros entramos en escena los chicos comienzan a vivir un segundo duelo. El primero será el divorcio de sus padres, o el abandono de alguno de ellos o su muerte, el segundo, perder la esperanza de ver a sus papás nuevamente juntos, como antes. Todo el mundo espera que la familia que está siendo reconstituida actúe como una familia “normal”. Sin embargo, te aseguro que es lo más disparatado pensar así.

 

El padrastro no es el papá ni la madrastra es la mamá, es un intruso que ingresa a una familia deshecha y lastimada en muchos casos. Los hijastros no verán con buenos ojos a este sujeto que tiene la pretensión de ser un sustituto de su papá o su mamá, al cual extrañan y tanto aman. Como entienden los especialistas, en la mente del niño/adolescente los padres son siempre sus padres, ya sea que estos estén vivos o hayan fallecido, y ese lazo nunca puede cambiar. Más allá de que haya cambios relacionales en la vida de su padre o de su madre, el niño/adolescente siempre será hijo de su padre o madre biológicos.

 

Dinka Villarroel, psicóloga chilena que se especializa en relaciones familiares, asegura que “los hombres que deciden comprometerse con una pareja que ya tiene hijos deben enfrentar todo tipo de problemas sociales, culturales y emocionales. Sin embargo, los caminos de salida que se encuentren tienen que ver con la calidad de la relación que tiene su esposa con el padre de los hijos, con el deseo que él tenga de asumir un rol significativo y activo con respecto a los hijos de su pareja, y con el apoyo de la mujer para que este asuma ese rol”.[5]

 

Brenda Maddox es una escritora estadounidense, periodista y biógrafa muy reconocida en su labor, que ha vivido en el Reino Unido desde 1959 y tiene dos hijos y dos hijastros. Ella escribe, en su libro The Half-Parent (El medio padre), que “el papel de padrastro o madrastra no es nada parecido al papel del padre o la madre natural, aunque eso es lo que se espera”. Explica que “la libertad que existe en las familias naturales se encuentra ausente en las familias reconstituidas”.

 

Ahora bien, seguramente tenemos que preguntarnos cuáles son nuestras responsabilidades como adultos y qué límites debemos tener presentes. Detengámonos un momento en las responsabilidades, las cuales, aunque en principio parecen bastante sencillas, merecen ser puntualizadas y dejadas en claro. Como padrastros y madrastras debemos velar por la salud integral de nuestros hijastros. Esto significa que cuidaremos su integridad física, emocional, social, intelectual y espiritual. Veamos en detalle cada aspecto.

 

Cuidado físico

 

En relación con el plano físico es importante respetar su intimidad en todo momento. En el día a día, esto significa ser cuidadosos de sus espacios (habitación, baño, etc.), donde ellos se exponen. Nunca debemos violar su intimidad y debemos remitirlos a su madre o padre cuando piden ayuda (por caso, cuando el niño pide ayuda en el baño, etc.). Iván, por ejemplo, siempre fue un chico que cuidaba muy bien sus espacios de intimidad. Sus hermanas eran bastante curiosas de las cosas de su hermano (como casi todas las hermanas), se metían en sus cajones y sus juguetes. Esto lo irritaba realmente, lo cual a mí me dio la pauta de que no podía entrometerme en sus cosas personales.

 

Cuidado emocional

 

En cuanto a lo emocional, debemos velar por ellos no ocasionándoles heridas. En este momento pienso en esas palabras que pueden hacer sentir mal o desvalorizar al niño o adolescente. Palabras hirientes, o mismo transmitirles inseguridad, son gestos totalmente tóxicos en la relación de la nueva familia. Es importante revisar si traemos patrones de conductas que pueden perjudicar la convivencia y la salud emocional de los menores.

 

Cuidado social

 

Es importante respetar tanto a sus parientes, amigos y compañeros, como también la dinámica relacional que tienen con cada uno. Astrid era una de las personas más sociables que he conocido. Siempre pedía estar con sus amigas, festejar sus cumpleaños, ir a gimnasia artística con sus compañeras. En el colegio la conocían todos y era referente en varios grupos. A veces temía que se metiera en problemas; sin embargo, descubrí que era una persona saludable para muchos y que esa era sin dudas la causa de que tuviera tanta gente a su lado.

 

Cuidado intelectual

 

Respecto de lo intelectual, es apropiado atender su capacidad de aprendizaje y respetar sus tiempos, así como también evaluar sus gustos, tendencias y talentos, para poder guiarlo en la elección de su vocación. En este punto, recuerdo cuando Teté tuvo que elegir su carrera universitaria. Estaba con muchas dudas, pero siempre fue una chica que investigó, consultó y tomó decisiones muy inteligentes. Esta vez nos pidió ayuda a su mamá y a mí para la elección de su carrera. Fue entonces que la acompañamos en el proceso de elección con preguntas orientadoras y transmitiéndole nuestra perspectiva de sus condiciones. Finalmente, eligió una carrera que hoy satisface sus necesidades vocacionales y económicas.

 

Cuidado espiritual

 

Más allá de la religión o de las elecciones espirituales que tenga uno mismo, siempre es importante hablar y ponerse de acuerdo con la madre/padre de los niños sobre la fe que le transmitirán a los menores. Compartir la espiritualidad en la familia puede ser un nexo importante entre los padrastros y los hijastros. En mi experiencia con los chicos, ha sido muy relevante pasar tiempo juntos, tiempo en el que pensábamos en Dios, la creación, la relación con los demás y con nosotros mismos. También nos han ayudado mucho determinadas ocasiones especiales, como Navidad y Pascua, cuando celebramos nuestra fe.

 

Teniendo en cuenta estas funciones entenderemos que realmente nuestra labor como padrastros o madrastras es amplia y desafiante. No es imposible, se necesita de un fuerte compromiso y de una fortaleza matrimonial importante. Asumir este papel de padrastro/madrastra dentro de una familia compleja implica ciertos deberes, entre los que se encuentra el de contribuir en la formación del niño. Para ello, debe lograrse primero una empatía y una buena relación, que involucra respeto mutuo. En este sentido, el rol del padre/madre es fundamental, ya que debe reforzar la presencia que este nuevo hombre/mujer en su vida debe asumir. Él/ella debe avalar la autoridad afectiva de la madrastra/padrastro y cuidar también la relación de sus hijos con sus padres biológicos.

 

A todos estos ingredientes se suma la importancia de tener una perspectiva clara en el sentido de que somos adultos que hemos tomado la decisión autónoma de cuidar a niños/adolescentes que no son nuestros hijos y a quienes debemos todo el respeto del mundo. Y recordemos que, con frecuencia, los hijastros no se adaptan a los cambios, se sienten frustrados, resentidos, lo que los lleva a mostrarse a la defensiva constantemente. Y esto, a pesar de nuestro empeño por ser buenos padrastros/madrastras. En definitiva, recordemos este principio:

 

No son nuestros hijos,
 pero amémoslos como si lo fueran.

 

 

4 Sylvia Gómez y Miriam Lozano, Los míos, los tuyos... los nuestros, Editorial Portavoz, Grand Rapids, MI, 2005.

 

5 Citada en un artículo publicado en revista PadresOk, Chile, noviembre de 2002.