La convivencia

 

El día de la boda se acercaba y todo el mundo estaba expectante, excepto mi madre. Ella se opuso a esta relación desde un principio y creo que, en ese momento, la entendí. Se casaba su hijo, pero no como ella había “soñado”. Sabemos que los padres sueñan con un ideal que los hijos raras veces cumplimos. Quizás proyectan deseos personales en la vida de aquellos que representan la continuidad de sus proyectos. Con mamá tuvimos que hablar varias veces sobre mi decisión y el último día antes de la ceremonia comprendió que no podía cambiar mi elección. Yo ya tenía en claro que este giro sería positivo en mi vida. Recuerdo también que muchos amigos, que nos conocían a ambos, dieron el “visto bueno” a nuestro proyecto familiar. Sabían que ambos buscábamos el compromiso con aquello que nos habíamos propuesto y sabían que los chicos, mis hijastros, se beneficiarían con esta alianza.

 

Después de la ceremonia, los anillos, la fiesta y la “luna de miel” comenzó una nueva etapa en nuestra relación. Hasta ese momento no habíamos convivido, sino que nos veíamos con bastante frecuencia y habíamos logrado crear varios momentos “memorables”. No obstante, ahora se daba inicio a un nuevo tiempo donde todos los días nos veríamos las caras y tendríamos que pasar juntos nuestras horas. Con todo lo que esto implicaba.

 

No fue fácil al principio, ni luego, ni lo es hoy. Cuando uno no ha convivido con niños y adolescentes y, de repente, es parte de una gran familia, o por lo menos, de un gran grupo de personas, notará una “pequeña” diferencia en el día a día. Los espacios pasan a ser compartidos, las comidas, los baños y cada rincón que antes era solo para nosotros pasa a ser comunitario. Esto puede causarte cierto malestar, pero es allí donde tenemos que poner atención. Porque es en ese momento cuando tenemos la posibilidad de dar un giro que nos permita trasladarnos del individualismo a una concepción más compartida de la vida. Si eres padrastro o madrastra sabes de lo que hablo. Si no lo eres y estás en una relación donde hay hijos de los matrimonios anteriores quiero recordarte que la convivencia compartida con varias personas puede llevarnos a descubrir el sentido de la vida en comunidad, donde muchas cosas son compartidas y donde los espacios individuales se deben buscar, sin expulsar a los demás.

 

 

En mi recorrido como padrastro tengo tantas hermosas anécdotas que no alcanzaría un libro para poder relatarlas. La mayoría han sido muy divertidas, como vacaciones en autos semidestruidos, graduaciones de todos los ciclos escolares, cenas inolvidables, ocurrencias de mis hijastros, festejos de cumpleaños ocurrentes y cientos de cosas que forman parte de nuestro álbum de “memorias”. Pero también las ha habido de las tristes o preocupantes, como enfermedades, muertes, desempleos y malentendidos con personas que nos veían como una familia extraña. Estas últimas también forman parte de nuestra memoria. Sin embargo, todas nos han ayudado a que cada día pudiéramos ensamblarnos unos con otros y disfrutemos de la convivencia comunitaria dentro de una nueva familia.