Prólogo

 

Usted es la culpable
 de todas mis angustias y todos mis quebrantos.
 Usted llenó mi vida
 de dulces inquietudes y amargos desencantos...

 

Así comienza una famosa canción popularizada por Luis Miguel. La letra podría haber sido tranquilamente escrita por mi esposo. Usted es la culpable de que yo sea... ¡padrastro!

 

Yo había terminado una relación de pareja y mis tres hermosos hijos vivían en casa, conmigo.

 

Repartía mi tiempo entre el trabajo y el hogar. Mis emociones todavía estaban heridas. Me había cerrado a cualquier interacción seria con un hombre. Me sentía como una biblioteca, pero con sus puertas cerradas con candado.

 

Un buen día apareció un nuevo compañero de trabajo. Nos cruzamos en un par de reuniones y, poco a poco, empezamos a dialogar. Cada vez más. Compartíamos muchas cosas. Y entonces... llegó el momento de poner las cartas sobre la mesa.

 

¿Qué era lo que estaba pasando entre nosotros? ¿Era factible proyectar una vida juntos? ¿Lo aceptarían mis hijos? ¿Cómo continuaría la relación con el padre biológico de los chicos? ¿Sería posible la convivencia? ¿Cómo respetar los espacios de cada uno? ¿Dónde aprender a ser una familia ensamblada? ¿Cómo redefinir el rol de cada uno? ¿Estaría él dispuesto a pagar el precio? ¿Lo estaba yo? ¿Tendríamos hijos juntos?

 

Y las dudas se sucedían como una lista interminable...

 

Sentados uno frente al otro, tomando muchísimas tazas de café, seguimos hablando y buscando respuestas. Hasta que... ¡aceptamos el desafío!

 

Hoy, a diez años de esa decisión, en una vuelta del camino, Gabriel comparte su vivencia, su experiencia de ser padrastro.

 

Tenemos registrados muchos momentos de alegría y otros tantos de tristeza. Poco a poco fuimos conformando una nueva familia, distinta, única, especial, incomparable y ¡no la cambio por nada en el mundo!

 

Todo es posible, con amor, con voluntad y con perseverancia.

 

Gracias, Gabriel, por haberte atrevido a ser mi compañero, por haberte casado con una mujer con tres hijos. Gracias por amarme y por amarlos.

 

Ahora te invito, lector, a recorrer un tramo de nuestra vida juntos. Posiblemente te será útil. Te animo a leer... puedes estar teniendo las mismas inquietudes.

 

Elisabeth

(esposa del autor)