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Cuando aquel despojo humano aparca su coche en la acera, solo hay tres personas en la panadería. Oigo zumbar ya los reactores de la señora Bergerot, que mete la cabeza en la parte de atrás y grita:

—¡Julien, Denis, os necesito aquí!

El hombre entra, con su traje demasiado grande. Solo hay mujeres en la tienda. Se pavonea como un gallo en un corral. Pero, a juzgar por las miradas asesinas que le echan dos de las clientas, la información ha circulado bien. Sin embargo, esto no parece perturbarlo. Está contento de lo que es. Increíble. ¿Cómo un humano, si se le puede llamar así, puede pasearse con la conciencia tranquila hasta tal punto que parece tan orgulloso después de lo que ha hecho en África y con los maderos detrás de sus pasos? Sin duda el poder que tienen es que son insensibles a todo, salvo a sus intereses.

Se planta delante de la señora Bergerot, que le podría fulminar.

—Quiero dos baguettes y cuatro tartaletas de cebolla.

—Lo siento, no quedan.

Desconcertado, abre mucho los ojos.

—¿Es una broma?

Señala una balda llena de baguettes y de tartaletas.

—¿Y eso qué es?

—Una ilusión óptica. Sin embargo, si quiere, tenemos pastillas contra la estupidez y la maldad —añade la dueña mostrando el expositor de caramelos.

Julien y Denis salen. El jefe panadero lleva incluso su pala para el horno.

El miserable estafador demuestra una vez más hasta dónde es capaz de llegar. Con un dedo amenazante, señala a la señora Bergerot y declara:

—No tiene derecho a hacer eso. No puede negarme una venta. Voy a ir a quejarme.

La señora Bergerot está a un pelo de explotar. Julien la para y pasa al otro lado del mostrador. Se planta delante del idiota:

—Escucha, pedazo de imbécil: no vas a volver a poner un pie en la panadería nunca más. Lárgate. La gente como tú es una vergüenza.

—¿Crees que me das miedo?

Denis da un paso hacia delante:

—Si no tienes miedo, es otra prueba más de lo estúpido que eres. Te han dicho que te pires. Vete del barrio, vete de la ciudad.

La señora Bergerot añade:

—¡Vete incluso del planeta, pedazo de cerdo!

Levanta la cabeza y se bate en retirada, creyéndose digno. En tres días, Mohamed le pidió que saldara la cuenta que tenía con él y le prohibió la entrada, la librera dejó de dirigirle la palabra, su jefe recibió la anulación de casi la mitad de los pedidos que los clientes le habían encargado en el último año. La farmacéutica hizo una colecta de fondos para enviar medicamentos de verdad a la gente de la que se aprovechó. Al menos esto anima. A veces, el mal engendra bien. Quizá sí consigamos humillar a ese fracasado. Pero voy a confesaros lo que más me duele: puede que se libre de su castigo después de todo. Aunque lo juzguen, tendrá derecho a un abogado que le salve el culo. Este tipo de gente siempre encuentra excusas. Tienen ese talento (yo he vivido con uno algunos años). Prefieren renunciar a su honor a cambio de un coche. Eso me trastorna. Si no fuera una chica, me habría puesto al lado de Denis y Julien. Me arrepiento de no haber dicho nada y de no haber podido hacer nada. Se me ha ocurrido algo con su coche, pero es muy chungo.