CAPÍTULO 39

Miriam nos trajo un par de cervezas y unos frutos secos para picotear, tal y como siempre hacía.

―¿Cómo te va con Valentina? ¿Te has lanzado ya?

―No, tío. Esa chica no era para mí… ―añadí con cierto pesar―. Pero si te digo la verdad… no me apetece hablar del tema. Así que cuéntame alguna de tus últimas batallitas, me irá bien desconectar un poco.

―¡Pues aprovecha y lánzate con Miriam! ¡Seguro que ella te hará olvidar todos los males!

―¿Quieres dejarlo ya? ―le espeté sin más.

―Vale, tío. Como quieras.

―¿Qué tal con Lidia? ―dije tratando de cambiar el tema cuanto antes.

―Sin novedades. Como siempre.

―Eres un claro ejemplo de marido feliz, ¿eh?

―Pues si yo no tuviera ningún compromiso, no dudaría ni un solo segundo en lanzarme con Miriam.

―Joder, tío. Eres muy pesado. Porque estás casado que, de lo contrario, no dudaría de que le pones los cuernos a tu mujer cada vez que te surge la oportunidad ―le solté de golpe sin que pudiera esperarse aquella pulla por mi parte.

Lejos de lo que me imaginaba, Néstor no me contestó. Parecía que su rostro palideciera por momentos. Pensé en la última vez en la que le había sacado el tema, justo el último día en el que nos vimos. En ese instante le marqué un gol y creí que estaba afectado. Pero… no podía ser posible. Néstor quería a su familia sino, ¿por qué se habría casado?

―¿Néstor?

Nada, estaba totalmente absorto en otro mundo que nada tenía que ver con el mío.

―¡Eh! ―dije esta vez más fuerte, chasqueando los dedos frente a su cara.

―Tengo algo que contarte… ―dijo al fin en un tono de voz que distaba mucho del que usaba habitualmente conmigo.

Mierda… aquello no auguraba nada bueno.