CAPÍTULO VEINTIUNO
Justo cuando Seth llegó a la desviación hacia la casa de Chappie, los primeros copos de nieve empezaron a caer, derritiéndose al tocar el suelo. Dejó escapar una maldición, pensando en su esposa atrapada en una tormenta sin su abrigo. Más vale que alcance a Trudy antes de que esté mojada y helada.
Agujas de pino y hojas muertas cubrían el sendero. De tiempo en tiempo, el camino se hacía más angosto y él se agachó por debajo de una rama de un árbol. Los senderos de cacería se ramificaban hasta el bosque, y esperó que su esposa tuviera el sentido común de permanecer en el camino principal.
¿Por qué no le advertí acerca del cambiante clima de Montana? ¿Por qué no le prohibí cabalgar sin mí?
Él se contestó a sí mismo. Porque nunca se me había ocurrido hacerlo. Ciertamente que su Ma nunca se había aventurado lejos de la casa. Pero su esposa aventurera no era como su madre, tan contenta de finalmente tener su propia casa que, ella nunca salía, a menos que fuera al pueblo con su esposo. Las dos mujeres tenían sueños diferentes, se dio cuenta, con su corazón encogido, preguntándose si la vida en la granja sería suficiente para Trudy.
En un parche de lodo delante de él, Seth vio una huella fresca de casco de caballo. Se volvió a sentar en su silla de montar, aliviado de que iba en el sendero correcto y de que pronto encontraría a su esposa, con suerte, la encontraría abrigada en la cabaña de Chappie donde podrían aguardar juntos, a que la tormenta pasara. En esta época del año, la tormenta de nieve sería corta, probablemente pasando a tiempo para poder regresar para el ordeño de la tarde.
Aun así, él necesitaba permanecer vigilante en caso de que ella se hubiera desviado del camino principal. Él revisaba el camino por las ocasionales huellas de cascos, que se mostraban a través de las opacas hojas del suelo del bosque.
Entonces, en una franja de lodo, varias huellas de garras seguían a las formas de las herraduras. Un escalofrío de terror corrió por la columna vertebral de Seth. Una pantera. Sacó su Colt, resistiendo el impulso de golpear con las rodillas a Copper a que galopara. En vez de eso, observó los árboles delante de él, buscando una rama fuerte que sobresaliera desde los troncos cerca del camino, una lo suficientemente larga para que el gran gato se acostara esperando a su presa.
Su corazón latía tan fuerte, que el sonido resonaba en los oídos de Seth. Tuvo que controlar el desesperado impulso por llegar hasta Trudy.
Adelante, un área perturbada de hojas mostraba un resbalón de profundas impresiones de garras, donde la pantera había brincado desde su posición en lo alto. Exhalando un suspiro de alivio, Seth se percató de que la pantera debió haber perdido su objetivo, pero eso no significaba que el animal había dejado de perseguirla. Una gata con crías que alimentar podía estar lo suficientemente desesperada como para perseguir a una mujer a caballo.
A punto de apurar a Copper para continuar hacia la casa de Chappie, Seth vio un punto rojo en el sendero de cacería que se dirigía hacia la izquierda. Con un rápido vistazo hacia la casa de Chappie para asegurarse que no podía ver a su esposa ahí, él guió al caballo por la pequeña senda.
La vista del chal de Trudy colgando de una rama aumentó el temor en sus entrañas. — ¡Trudy! —él gritó—. ¡Trudy! —Seth observó a través de la nieve que caía, tratando de verla y escuchando por algún sonido de respuesta. La quietud del bosque fue su única respuesta. El profundo silencio lo presionaba. Desenredando el chal, examinó el tejido, pero no pudo ver ninguna señal de sangre. Aliviado porque el gato no la había lastimado, Seth envolvió la prenda alrededor de sus hombros y cabalgo buscando a su esposa.
Pero su sensación de alivio le duro poco, ya que vio una capa blanca donde los copos de nieve ahora estaban pegados al suelo. Por tomar el sendero de cacería, Trudy fácilmente podía haber perdido el rumbo. Pronto, la nieve cubriría cualquier señal de que su esposa había pasado por ahí. Se le hizo un nudo en el estómago.
¡Dios mío, por favor ayúdame a encontrarla!
* * *
Un viento frío sopló a través de los árboles, ondulando sus ramas y arrojándole una ráfaga de nieve en su cara, punzando su nariz y mejillas. Trudy se estremeció, encorvando sus hombros, percatándose de que perdió su sombrero y su chal.
No había más remedio. Trudy sabía que necesitaba dar marcha atrás y regresar por donde había venido. Pero el pensar en enfrentarse de nuevo al gato, la desanimaba.
Nunca huyas de los problemas, Pajarita. ¿Cuántas veces su padre le había dicho eso? Cómo deseaba que él estuviera aquí en este momento. Aún mejor, Trudy deseó poder estar segura en casa, en St. Louis, frente al fuego de la chimenea. Soñar con aventuras no era lo mismo que vivirlas.
Pero entonces, no tendría a Seth. Su corazón se entristeció con el pensamiento.
Vio una rama seca, tan larga y gruesa como su brazo, tirada sobre una de las rocas frente a ella. Apurando a Saint hacia delante, Trudy se inclinó para sujetar un extremo, luego lo golpeó contra la roca, probando para asegurarse de que la madera no estaba podrida.
Sintiéndose un poco más fuerte con el arma en su mano, ella se estiró para acariciar el cuello de Saint. Parecía que ahora el caballo se había calmado. — ¿Estás listo para regresar, muchacho? ¿Para enfrentar a ese gran gato? —le dijo al caballo.
Ni el caballo ni la mujer estaban listos, pero Trudy apuró con sus rodillas al caballo rumbo a los árboles, cabalgando con las riendas en una mano, sosteniendo la vara como un garrote en la otra. Los vellos en la parte posterior de su cuello, se erizaron, y sus hombros estaban tensos. Revisó los árboles, buscando al gato.
Su brazo comenzó a cansarse, luego a dolerle, y Trudy bajó el garrote a su regazo por un momento. Vio su sombrero, empapado, en el suelo, y cabalgó por un lado, demasiado asustada como para desmontar y levantarlo.
Saint se estremeció, sacudiendo su cabeza, y dio unos pasos para atrás.
— ¿Qué pasa, muchacho? —Su acelerado corazón le dijo la respuesta. Levantó el palo antes de que viera al animal frente a ella agazapado para saltar. — ¡Eey! Ella le gritó blandiendo su arma.
El gato no se movió, solo movió su cola, sus amarillos ojos absortos en ella.
Los músculos de Saint se tensaron.
Antes de que el caballo pudiera echar a correr, Trudy lanzó el palo con toda su fuerza.
El animal saltó hacia un lado. El palo pegó en el suelo y rebotó, pero uno de los extremos le pegó al gato en un costado.
Con un aullido, el gato desapareció entre los árboles. Trudy escuchó los sonidos de la retirada del animal cuando éste chocaba entre la maleza.
Saint no esperó por la orden de Trudy, saltando hacia delante y corriendo por el sendero tan rápido como el terreno lo permitía. Llegaron a una bifurcación y el caballo disminuyó su velocidad.
¿Derecha o izquierda? La nieve cayó más espesa, cubriendo el suelo. Cuando el calor en su cuerpo, causado por la carga de miedo, se disipó, Trudy comenzó a temblar. Trató de pensar en el camino por el que habían venido. ¿Habían tomado dos o tres bifurcaciones? Si elijo mal, las consecuencias podrían ser funestas.
Saint dejó escapar un relinchido, al que otro caballo fuera de la vista a lo largo del sendero del lado derecho, hizo eco.
— ¡Trudy!
¡Seth! Al oír el sonido de su voz, una sensación de alivio la invadió. — ¡Seth, aquí estoy! —Ella dirigió a Saint en la dirección del sonido de su voz.
Dando vuelta en un recodo, Saint y Copper se encontraron cara a cara. Seth acercó su caballo hasta que los dos animales quedaron apretados uno al lado del otro. Él se inclinó hacia ella y le dio un intenso abrazo. —Gracias a Dios, que te he encontrado —él la besó, luego se quitó el chal de sus hombros y lo amarró alrededor de la cabeza de ella. Agarrando un paquete de atrás de su silla, él le dio su abrigo y dos cobijas. —Ponte esto —él le ordenó—. Luego envuélvete en las mantas. Apúrate, Trudy. Hay una pantera rondando.
—La vi. Le lancé un palo y le pegó al gato. Se espantó. Se fue por allá —Trudy dijo, apuntando detrás de ella.
La tensa expresión en el rostro de él, se relajó. —Bien hecho, Sra. Flanigan —sus ojos mostraban un destello de buen humor—. Suena como que la pantera figuró que eras demasiado molesta como para ser una buena comida. Pero por si las dudas, salgamos de aquí.
Trudy se encogió de hombros dentro de su abrigo, cobijándose con la bienvenida calidez a su alrededor, y poniendo una de las mantas frente a ella, cubriendo sus manos y piernas. No sería capaz de manipular las riendas igual de bien, pero con la reconfortante presencia de Copper, Saint se había tranquilizado, volviendo a su apacible estado normal.
Seth acomodó la otra manta sobre la cabeza y hombros de ella. —Voy a regresar a Copper. Hay un punto más ancho detrás de mí, a unos pocos pies, y ahí le puedo dar la vuelta. Tú no te muevas —él le ordenó—. Sigue tan pronto como yo esté en la dirección correcta, luego me pasas, y cabalgas delante de mí.
Trudy obedeció. Tan solo tener a su esposo detrás de ella, calmó sus miedos. Se relajó, sintiendo dolor en sus hombros y cuello, por haber estado tan tensa.
En unos pocos minutos, ellos habían llegado a un camino más grande.
Saint caminó pesadamente hacia la derecha.
Trudy escuchó el sonido de los cascos de Copper, trotando para alcanzarlos, hasta que Seth cabalgó a su lado.
Con ojos entrecerrados, Seth estudió el cielo. —La nevada es ligera. Creo que ésta tormenta casi termina. Estamos casi tan cerca de la casa como de la casa de Chappie. Así que es mejor que continuemos.
Ella asintió, estando de acuerdo.
—Dime qué fue lo que pasó, Trudy. ¿Por qué saliste sola? —Había un tono muy serio en su voz, que nunca antes había oído.
¿Está enojado conmigo? El pensamiento le hizo un nudo en el estómago. —Me pareció una buena idea en su momento. La Sra. Murphy vino hoy queriendo más milenrama y salvia para su esposo —Trudy se apuró a contar la historia, las palabras le salían a borbotones. Ella no podía darse cuenta de lo que Seth estaba pensando, porque su sombrero ensombrecía su expresión.
La nevada disminuyó, luego se detuvo. En la distancia, las nubes se separaron y un fragmento de cielo apareció. Trudy observó la azul banda ensancharse. —No tenía idea de que nevaría.
—Es mejor siempre estar preparado para una nevada —Seth dijo.
—Pero estamos en Mayo —Trudy contestó.
—Pero estamos en Montana —él hizo eco—. Podemos tener nieve todo el año. Excepto en Julio.
—No tenía idea —ella lo miró y luego retiró su mirada—. ¿Estás enojado conmigo? —ella preguntó, con voz tímida.
Meneando su cabeza, Seth suspiró. —No. Pero, nunca en mi vida había estado tan asustado como cuando vi esas huellas de pantera —él levantó su sombrero—. ¿Hiciste que el cabello se me pusiera blanco?
Trudy rio a carcajadas, con alivio. —No —dijo ella en tono serio—. Lo siento, Seth, de verdad, lo siento mucho.
Él volvió a ponerse el sombrero. —Me temí que iba a tener que escribirle a la Sra. Seymour para pedir que me enviara una novia nueva.
Trudy le dio un manotazo en la pierna. —Si haces eso, asegúrate de pedir que te envíe a Prudence Crawford —le dijo, sonriéndole, contenta de que su relación estaba apacible de nuevo—. Bueno, dije que quería aventuras, y ahora ya tuve una.
Seth detuvo a Copper, se estiró, y jaló las riendas de Saint. El caballo se detuvo. Él se inclinó acercándose a Trudy y dejó caer un beso en sus labios. —Quizás la próxima vez que anheles tener una aventura, podemos ir juntos.