CAPÍTULO TRECE


Seth apenas había tenido algo de tiempo con su desposada. Entre tratar de dirigir la descarga, tomar decisiones acerca de qué cajas mandar a la casa o al granero - y gracias a Dios que Trudy había etiquetado pulcramente cada caja con letras en pintura negra - y hacer espacio en el granero, él apenas pudo captar un vistazo de su esposa.

Este recibimiento fue muy diferente al que él había planeado para Trudy. Seth se había imaginado tomar a su novia de la mano, mostrándole los alrededores, explicándole porqué las cosas se veían del modo en que lo hacían, y qué era lo que él iba a arreglar y cambiar. En realidad, él solo había tenido tiempo para acompañarla a la casa. Entre transportar las cajas a todos lados, se preocupó acerca de lo que ella pensó de su casa y cómo podría arreglárselas en las garras de las otras mujeres.

Una caja etiquetada “Ropa de Cama” le dio el pretexto para averiguarlo. Cuando Seth llevó la caja dentro de la casa, él buscó a su esposa. Pero el grupo de damas estaban de pie en el área principal rodeando a Trudy, y él no podía ver qué estaba pasando.

Dentro de la recámara, él puso la caja sobre otra más, etiquetada Artículos de Recámara, lo que sea que esos fueran, y fue a buscar a la nueva Sra. Flanigan. La encontró en la cocina. Ella se había puesto un delantal para proteger su vestido de novia y se había arremangado, exponiendo la suave piel blanca de sus antebrazos.

Él observó a su desposada dirigir el desempacado de los artículos de cocina, dando firmes órdenes a las damas, con una dulce sonrisa. Las mujeres reían y bromeaban unas con otras y con Trudy. Él estaba contento porque ella estaba haciendo amistad con las mujeres más importantes de Sweetwater Springs.

Trudy levantó su mirada y lo atrapó viéndola. Las miradas de sus ojos se fijaron, y el color se le subió a las mejillas. Sus bonitos labios rosas se curvaron en una sonrisa justo tan dulce como la que ella le había dado a las damas, pero con un toque de inocente sensualidad que lo hizo querer cruzar la habitación, tomarla en sus brazos y volver a probar sus labios.

La Sra. Norton interrumpió ese momento cuando ella descubrió la puerta al sótano. Ella llamó a Trudy, y todas las mujeres bajaron en tropel las escaleras, actuando como si hubieran descubierto la cueva de Aladino.

Agradecido de que él había limpiado todas las telarañas del sótano, Seth caminó hacia afuera a continuar con el jaleo de la descarga, sintiéndose más optimista de lo que él se había sentido desde que había empezado todo este asunto del matrimonio por-correo.

Una vez que regresó al jardín, Nick le hizo una pregunta acerca de una caja. Decidiendo si la habitación principal necesitaba otro sillón o si la caja podía unirse a la otra media docena de muebles que él había enviado al granero, los pensamientos de Seth acerca de su nueva esposa, se deslizaron al fondo de su mente.

Un rato más tarde, Slim descubrió un gran cajón etiquetado “Cama.” Él pegó un grito que trajo al resto de los hombres hasta él. El vaquero procedió a divertir al equipo haciendo bromas acerca de lo que Seth estaría haciendo en esa cama, al caer la noche.

Carter le lanzó a Slim una aguda mirada de cállate-la-boca.

Con sus orejas ardiendo, Seth le ladró a Slim para que transportara la caja hasta el granero, espetando que él ya tenía una cama perfectamente buena… no que él estaría durmiendo en ella pronto. La decisión acerca de la cama nueva podía ser pospuesta hasta que él y Trudy tuvieran algo de privacidad. Pero no pudo evitar preguntarse si él podría poner la cama de Trudy, su lecho conyugal, en un futuro muy cercano.

* * *

Trudy estaba de pie junto a Seth en el porche, diciendo adiós a sus nuevas amistades. Pero tan pronto como la última carreta quedó fuera de vista, una ola de cansancio cayó sobre ella. Ni siquiera la emoción de finalmente estar a solas con su esposo fue suficiente para darle energía.

Seth debió haberlo notado, porque él la tomó por su codo y la dirigió hasta la mecedora.

—Toma asiento. Debes estar muy cansada con todo por lo que has pasado hoy —le dijo Seth.

Agradecida por su amabilidad, Trudy se hundió en la mecedora. Su corsé y polisón le hacían difícil estar cómoda, así que, aventando el decoro al viento, ella se deslizó y arqueó su espalda hasta que sus hombros tocaron el respaldo de la silla.

Trudy descansó su cabeza contra la madera y miró al amplio espacio abierto. Ella podría sentarse y contemplar el paisaje y el hermoso cielo todo el día, aunque deseaba que la casa estuviera situada para poder observar la vista de las montañas. Quizás ellos podrían añadir un porche en el área posterior de la casa.

Seth se acomodó en la banca junto a la mecedora. —No puedo creer lo mucho que logramos hoy. Descargamos todas tus pertenencias, los muebles en la casa fuera de las cajas, abrimos las tapas de todo lo demás… —dijo él.

—Ellos son buenas personas. Me hacen sentir… —ella se esforzó para buscar la palabra—. Bien, acerca de vivir en Sweetwater Springs —ella habló en tono juguetón—: Aunque, pienso que ellos terminaron con nuestro hogar y provisiones. Necesitaremos ir al pueblo mañana y reabastecer nuestras reservas.

—Por supuesto. Puedo hacer tiempo después del desayuno. Pero después tengo que terminar el sembrado de primavera. Haré tiempo para la iglesia el domingo, pero ya estoy atrasado —él le guiñó un ojo—. Este asunto de prepararse para una novia me ha desviado de camino.

— ¿Es eso una queja? —ella bromeó, conociendo la respuesta.

—Absolutamente —dijo Seth, con rostro inexpresivo, pero con ojos destellantes—. Espero no será la única vez que mi esposa me distraiga.

—No lo será —Trudy hizo eco.

Ellos continuaron sentados en un cómodo silencio por unos pocos minutos. Trudy tenía tantas cosas que decir… que preguntar, pero tan solo pensar en las tareas inmediatas frente a ella, organizar la casa, plantar el jardín, se sintió tan agotador. Ella quería algo de paz y tranquilidad para pensar en todo lo que había pasado en las últimas horas.

Trudy empujó con los dedos de sus pies, moviendo la silla en un suave balanceo. Ella esperaba que Seth tuviera la intención de lo que él había dicho en su carta, acerca de esperar para tener relaciones maritales, porque ella solo quería irse a dormir, sola. Aunque, mirando al fuerte perfil de su esposo, pudo ver que eso cambiaría en un futuro cercano.

Seth aclaró su garganta y dijo: —Planeo dormir en el desván, hasta que…

Trudy dejó escapar un largo suspiro de alivio. —Leíste mi mente. Justo estaba pensando en lo extraño que sería dormir contigo, nosotros tan recién conocidos y todo…

Él le dio una ligera sonrisa y se estiró para acomodar suavemente unos mechones sueltos de su cabello, detrás de su oreja. —Lo entiendo —dijo él.

Por alguna razón, el detalle, hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas.

Él frunció su ceño. — ¿Qué? —le preguntó suavemente, con mirada preocupada.

Trudy tragó saliva. ¿Cómo podía ella explicar el embarullo de sus sentimientos? Ella tenía tantos, el alivio de que le gustó su atractivo esposo, la decepción con la austeridad de la casa, su regocijo por la belleza de las montañas, su tristeza por estar lejos de su familia, su consternación por la pequeñez de Sweetwater Springs, su alivio por haber hecho nuevas amistades, su emoción acerca de comenzar una nueva vida, el temor de hacer frente a la organización de sus pertenencias…

Ella pensó en Evie y se preguntó si su amiga había experimentado emociones sobrecogedoras similares a las de ella. Le escribiré mañana. Con ese pensamiento reconfortante, sus lágrimas se secaron.

Seth le tocó su nariz con un dedo y dijo: —Sra. Flanigan, está muy callada.

Trudy sujetó su dedo. Audazmente, sin soltarlo. —Estoy agotada. Quiero bañarme. Aun así, sentada tranquilamente, aquí contigo, se siente tan bien, que no me quiero mover.

La mirada de Seth siguió su dedo, y sus ojos enardecieron. —Un baño puede ser arreglado —dijo él, con voz que sonó un poco ronca—. En el verano, cuando el clima es caliente… —él hizo un ademán hacia un lado, con su mano libre—. El arroyo hace una curva por allá, y tengo una bonita y pequeña charca. Perfecta para bañarse. Muy refrescante en un día caliente. Aunque ahora, está muy fría.

Suena como una aventura. Su estómago se calentó con el pensamiento de bañarse en la charca con Seth.

—Qué tal si te quedas sentada aquí y descansas, y yo llevaré la bañera a tu recámara y la llenaré con agua. Calentaré agua en la olla para la bañera y también llenaré la tetera, así tendrás agua caliente para ponerle más.

—Un baño suena glorioso —Trudy le dio una agradecida sonrisa. Pero cuando él se fue adentro, ella pensó en el baño de la casa de su padre, añorándolo, en relajarse en la bañera de porcelana con patas-de-garra y remojarse en abundante agua caliente que salía de las llaves.

Simplemente tendré que arreglármelas. Trudy se imaginó que ella se estaría diciendo esa frase un montón de veces en el futuro. Poniendo otra vez su cabeza contra el respaldo de la mecedora, se quedó dormida. Parecieron tan solo unos pocos minutos antes de que Seth le tocara el hombro para despertarla, pero las sombras en el jardín se habían alargado.

—Tu baño está listo, Trudy —él extendió su mano para ayudarla a levantarse.

Ella despertó alerta, energizada, y deslizó su mano en la de él. Sin sus guantes puestos, Trudy pudo sentir la dureza de su palma y los callos de la mano de un trabajador. Ella permitió que él la jalara para ponerse de pie. Se quedaron de pie ahí, juntos, por un minuto; la tensión al estar tan cerca el uno del otro, vibró entre los dos.

Seth puso un beso en la frente de ella. —Ve a bañarte, mi bien, antes de que el agua se enfríe. He dejado agua caliente en la tetera y una jarra junto a la bañera para que te enjuagues.

Murmurando un ‘gracias’, Trudy se fue a la recámara. Con consternación, ella vio la pequeña bañera redonda de estaño y se preguntó como podría caber dentro.

Abriendo el baúl verde acomodado contra el extremo de la cama, sacó una bata de casa y ropa interior y trató de sacudirles las arrugas. Ella acomodó su peine de plata, cepillo, y espejo de mano en el lavabo. Del otro baúl descansando en el lado más lejano de la cama, tomó una toalla de baño y una toallita. Ella había empacado más toallas en una de las cajas, pero había previsto que podría necesitar una de cada una cuando llegara.

Colocando la toalla, la toallita, y la barra de jabón molido de lavanda en el piso a un lado de la bañera, se apuró para despojarse de su vestido de novia. Extendió el vestido sobre la cama antes de quitarse su ropa interior. Cuando Trudy desenganchó su corsé, dejó escapar un suspiro de alivio antes de arrojarlo en la cama. Luego se quitó las horquillas de su cabello y deshizo la trenza.

Trudy se metió en la bañera agachándose para sentarse. Aún con sus rodillas jaladas hacia arriba, su cuerpo apenas cabía. ¿Cómo se baña Seth aquí? Sus piernas deben colgar por fuera. Se rio al imaginarlo.

Pero tan incómoda como ella estaba en esa apretada posición, el agua estaba tibia y se sentía bien. Trudy levantó una cazuela vacía junto a la bañera, moviéndola alrededor de ella hasta que hubo un poco de espacio entre ella y el lado de la bañera, y se echó algo de agua sobre su cabeza, varias veces. Enjabonó su cabello y frotó su cuero cabelludo, agradecida de quitarse el persistente olor del humo del tren, luego se enjuagó dos veces con el agua. Enjabonó su toallita y frotó su cuerpo. Torpemente, Trudy cambió posiciones para arrodillarse y levantar la tetera con agua limpia, probando la temperatura. Tibia.

Ella vació el agua sobre su cabeza, puso en el suelo la tetera, y levantó la jarra. De pie, enjuagó su cabeza, dejando que el agua limpia escurriera por su cuerpo. Entonce juntó su cabello mojado y lo exprimió antes de agacharse para levantar la toalla y secarse.

Trudy salió de la bañera y se envolvió la toalla alrededor de su cabeza, apretando para sacar más agua y dejar su cabello lo más seco posible. Manteniendo la toalla retorcida alrededor de su cabeza, procedió a vestirse de nuevo, luego peinó su cabello.

Una vez que terminó, Trudy miró la bañera con agua y suspiró. No podía jalar el tapón y dejar que el agua se fuera por el drenaje. Llenar y vaciar la bañera haría el hecho de bañarse, una faena, complacerse con un baño, un lujo, y, como en muchas familias, normalmente reservado para las noches de Sábado.

Sin tuberías dentro de la casa, una letrina, una bañera de estaño. Esta era su vida ahora, la vida que ella había escogido. Trudy supo que ella estaría trabajando más duro de lo que nunca antes había trabajado. Pero no le tenía miedo al trabajo duro, y -ella vio alrededor de la recámara una vez más, mirando su visión de cómo esta luciría más adelante- ciertamente no se aburriría. Y con suerte, ellos podrían tomar algo de tiempo para viajar a los alrededores del área. Quería ver las montañas de cerca.

Trudy frunció sus labios. Quizás una vez que ellos arreglaran la casa y plantaran el jardín, Seth la llevaría a explorar.

Trudy: Una novela del cielo de Montana
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