CAPÍTULO TRES


Esa noche, Seth se sentó a la mesa en su cocina. La lámpara de querosen ardía, añadiéndose a la luz creada por el fuego en la chimenea, y su viejo sabueso Henry dormitaba a sus pies. Él había empujado los platos vacíos de la cena hasta el extremo de la mesa, pero el olor de los frijoles y el jamón ahumado permanecían en el aire.

Miró fijamente al papel en blanco frente a él, tratando de conjurar las palabras para describir la esposa que él quería. Pero las visiones de Lucy Belle continuaban danzando en su mente, cómo él la había imaginado, sentada frente a él en esta misma mesa, y su corazón le dolía por causa del sueño roto.

Él tomó su pluma y sumergió la punta dentro del tintero, listo para pedir una esposa.

Estimada Sra. Seymour,

Mi nombre es Seth Flanigan. Tengo veintiocho años de edad. Vivo en Sweetwater Springs, Territorio de Montana, donde la pradera se encuentra con las montañas. Cultivo mi propio terreno y también manejo algo de ganado en la pradera.

Seth pensó en su esposa teniendo que aguantar a Frank McCurdy como su vecino más cercano hacia el sur, el ermitaño Chappie Henderson la persona más cercana hacia el oeste de su granja, sin ninguna otra mujer alrededor, y se preguntó si él debía advertírselo a ella. O quizás esas noticias la espantarían. Decidió soltar una discreta alusión, pero no revelar toda la historia hasta que su futura esposa se asentara. De nuevo, sumergió la pluma y escribió más frases.

Aunque no tengo vecinos agradables para que una mujer visite, estoy a casi una hora de cabalgata del pueblo, lo suficientemente cerca para asistir a la iglesia con buen clima y participar en otras actividades sociales.

Seth miró alrededor de la habitación, notando por primera vez, cuán vacío y en mal estado, se veía todo. Al menos, él tenía tres sillas a la mesa, pero solo un asiento cómodo frente a la chimenea. Probablemente él debería ser honesto al respecto, también. No quería decepcionar a su esposa tan pronto como ella cruzara el umbral.

Los Cobbs no vendían muebles en la tienda, así que no podía ir cabalgando y comprar algunos. El solo pensamiento de hojear un catálogo hizo que le doliera la cabeza. Seth se preguntó si en vez de eso, debería visitar a Phineas O’Reilly en su taller de ebanistería. No. Mejor dejar que su nueva novia tomara esas decisiones.

Mi casa es simple, con necesidad del toque de una mujer, con una hermosa vista de las montañas. Los muebles son escasos y en mal estado, pero yo creo que a una mujer le gusta escoger lo que ella quiere. Tengo algo de dinero guardado para que ella así lo haga.

La casa tiene una habitación principal que incluye la cocina y sala de estar, con un desván arriba. Hasta ahora, solo hay una recámara, pero planeo añadir más si Dios bendice nuestra unión con hijos.

Seth dio un vistazo al anuncio del periódico para ver qué más requería la Sra. Seymour. Ah, sí. Educación.

Yo nací y fui criado en Sweetwater Springs, a dónde asistí a la escuela. Me gusta leer libros acerca de animales.

Ahora para lo que él requería. Seth recordó la escena en la taberna, batallando para recordar que fue lo que él dijo acerca de su supuesta futura esposa. El color de cabello, él lo sabía, muy bien. McCurdy le taladró eso en su mente. Pero, ¿qué más? Pensó por un momento, debatiendo si el pedir una esposa bonita era demasiado pedir. Pero de nuevo, bien podía intentarlo.

Estoy buscando una esposa bonita quien tenga mediana estatura, tenga cabello entre los tonos de rubio y rojo, ojos azules, y personalidad alegre. Yo espero que a ella le guste platicar porque a mí me gusta escuchar. Aquí a veces se pone terriblemente solitario.

Él pausó el movimiento de la pluma demasiado tiempo, y un manchón cayó desde la punta sobre el papel. Dijo una maldición y levantó la pluma. Pero el daño estaba hecho. Seth se preguntó si debía empezar de nuevo, pero quién le iba a decir si un manchón no volvería a suceder. Él no tenía el hábito de escribir cartas. Decidió continuar a pesar de todo, y pensó por un momento, resolviendo qué más decir.

Como una buena medida, Seth decidió mencionar la estipulación del Reverendo Norton acerca de las relaciones maritales. Puede poner en calma la mente de una futura novia. El calor invadió su cuerpo al tener que escribir tales palabras íntimas a una extraña.

Prometo darle a mi esposa tiempo para que se acostumbre a mí y a su nueva vida, antes de la realización de las relaciones maritales.

Seth no podía pensar en mucho más que decir, así que decidió terminar con una promesa.

Hare mi mejor esfuerzo para ser un esposo bueno y amoroso.

Sinceramente,

Seth Flanigan

Por un momento, Seth miró fijamente a las palabras que formarían su futuro y se debatió entre enviar o no enviar la carta. Entonces recordó las burlas de McCurdy y la apuesta con Slim.

Sí, no hay nada más, él no podía fallarle a Slim. Seth le debía una, por la vez que él había bebido demasiado como para caminar, mucho menos para cabalgar hasta la casa. Slim lo acarreó fuera de la taberna, lo aventó sobre Saint, dirigió el caballo dos millas fuera de su camino para llevarlo a casa y meterlo en cama. Luego, Slim pasó la noche en el suelo de la casa. Sí, él se la debía al hombre, muy bien.

Lentamente, él se estiró y levantó la carta, mirando el manchón con el ceño fruncido. Asegurándose de que la tinta había secado, dobló el papel. Por un momento Seth se permitió tener esperanzas de que quizás algo bueno pudiera venir de enviar este pedido… que quizás él estaba tomando un paso que le dirigiría a la felicidad.

Dejó escapar una larga respiración. No. La felicidad sin Lucy Belle no era posible. Pero tal vez, él y su novia por-correo, podrían lograr la satisfacción hogareña. Él pensó otra vez en sus sueños de Lucy Belle. Casarse con alguna mujer desconocida no sería igual a la vida que él había planeado.

Sí, decidió, satisfacción hogareña era lo más que él podía esperar.

Mañana, cabalgaré al pueblo y enviaré la carta.

Trudy: Una novela del cielo de Montana
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