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Kitty se cambió los zapatos de tacón alto por los planos. Un interruptor tras otro, la oscuridad invadió la peluquería: detrás, en la zona de tintes, en el pasillo, en los lavabos y aquí delante, encima del espejo y del mostrador.

Me metí por debajo del perchero del guardarropa, que con las capas oculta la puerta lateral a la escalera de la casa.

Setenta escalones con lisas suelas de cuero en esa moqueta de fibra de coco: hay que tener cuidado con cada paso.

Tiré las llaves sobre la mesa del comedor y los zapatos al otro extremo de la habitación y cogí el teléfono. Quería llamar a Alioscha.

Se puso mi madre. Se oían voces de fondo.

—Hola, mamá.

Miré el reloj. Poco antes de las ocho, aún era la hora de AELV.

—Se está cociendo algo ahora mismo —dijo mi madre.

Cogí el mando a distancia.

MAX Y TRIXI ESTÁN SENTADOS A LA MESA EN UN RESTAURANTE.

TRIXI (desdeñosa):

¿Por qué voy a aceptar tu sucio dinero? Quiero a mi hermana.

MAX (frío):

Mientras tú estés aquí, ella no tendrá la vida que desea tener. Así que coge el dinero y desaparece. Hazlo por Gloria.

TRIXI TITUBEA.

GLORIA ENTRA EN EL RESTAURANTE. NI MAX NI TRIXI REPARAN EN ELLA.

MAX (respira hondo):

Eres un hueso duro de roer.

GLORIA, IRRITADA, SE QUEDA DE PIE DETRÁS DE UNA COLUMNA. AGUZA EL OÍDO.

MAX (pragmático):

Muy bien, pues. Mi última oferta. Diez mil y te evaporas. Más no puedo darte; me es absolutamente imposible. TRIXI (incrédula):

¿Diez mil?

MAX EXTIENDE LA MANO HACIA ELLA. TRIXI ACEPTA VACILANTE MAX (insistente):

Pero Gloria no debe saber nunca nada de esto.

TRIXI (obediente):

Gloria no debe saber nunca nada de esto.

GLORIA, OCULTA DETRÁS DE LA COLUMNA, NO PUEDE CREER LO QUE ESTÁ OYENDO.

Trompetas, violines, títulos de crédito. Apagué el aparato. Me pareció oír suspirar a mi madre.

—¿Y qué me dices de las novedades? —preguntó.

—¿Lo del viejo Auerbach? Para Charlotte es terrible; para los índices de audiencia es fantástico.

—Me refiero a Alioscha, a su trabajo.

—¿Qué trabajo?

—¡Hola! —la voz de Alioscha al otro lado de la línea.

—¿Has recibido una oferta de empleo en Zurich? —pregunté—. ¿Una galería?

Alioscha se rió.

—No; le he ofrecido a tu madre dar un repaso al jardín estos meses. ¿Vas a venir el fin de semana?