- Catorce
—Ya debe estar a punto de llegar— Belinda apagó el teléfono.
—No necesitamos a Alessandro— afirmó el rey. Quería que el ensayo terminara. En realidad lo que estaba deseando era volver al palacio con su mujer—. Él ya sabe lo que tiene que hacer. Vamos a asegurarnos de que los Jackson…
Allegra se mordió la lengua para no soltar una impertinencia. Estaba harta de las pullas que insinuaban que los Santina sabían perfectamente cómo hacer las cosas. Qué diablos, ¿quién necesitaba al novio en el ensayo de una boda?
—¿Dónde está?
Belinda no se molestó en contestar.
—Voy a salir a tomar el aire— Allegra salió y aspiró con fuerza la fresca brisa nocturna. Tenía muchas ganas de ver a Alex para que la tranquilizara un poco. Dio un respingo cuando Belinda apareció a su lado.
—Quieren ensayar una vez más. Yo haré de Alex.
A Allegra no se le ocurría una idea peor.
—Esperaré, gracias.
—El rey quiere acabar con esto cuanto antes— Belinda tampoco estaba precisamente enamorada de Allegra.
—Entonces debería llamar a su hijo.
—Ya sabe dónde está. Por el amor de Dios, Allegra, ¿de verdad quieres montar una escena? Acabemos con esto de una vez.
—¿Dónde está?
—¿Dónde crees tú que está?
En aquel momento se detuvo un coche. No era un coche de palacio ni tampoco el de Alex. Allegra se quedó entre las sombras de la sacristía viendo cómo servían su propio corazón en una bandeja, viendo cómo Alex, el copiloto, se giraba hacia la conductora. No cabía duda sobre la ternura del gesto. Vio cómo se inclinaba para besarla en los labios y luego en la frente antes de apoyarla en la suya un instante.
—¿Quién es?— odiaba tener que preguntárselo a Belinda.
—Anna.
Allegra escuchó cómo se quebraba la última varilla que la mantenía en pie.
—Creí que estaba con tu hermano— continuó Belinda—. Sin duda le está diciendo que nada va a cambiar —murmuró con rencor.
—¿A ti te dijo lo mismo?— preguntó Allegra sin poder evitarlo.
La asistente la miró con ojos cargados de odio.
—¿De verdad has pensado por un momento que un anillo de casado le detendrá? Has conseguido el príncipe, el vestido de novia, la pompa y el título. Disfrútalo, pero eso no te dará calor por las noches.
—No— se defendió Allegra—. Eso es cosa de mi marido.
Pero Belinda se echó a reír.
—No lo pillas, ¿verdad?— se rio todavía con más ganas—. El pueblo cree que te quiere, pero Alex sabe que eso no durará. Mírate, Allegra. No eres nada. Tu familia no es nada para él. Y tarde o temprano tampoco será nada para el pueblo, solo una espina vergonzosa.
Allegra se quedó allí de pie tratando de contener la furia, tratando de pensar en una respuesta mordaz e inteligente.
—La gente no le culpará por vivir como quiera.
Desafortunadamente, Chantelle escogió aquel momento para salir por una puerta lateral y encenderse un cigarrillo.
—En cambio Anna tiene clase— Belinda suspiró—. Bueno, la tenía hasta que se mezcló con los Jackson. Con ella al menos tenía que ser discreto. Vosotros os conformáis con las migajas.
—Bueno, cariño— Bobby se acercó a ella—. ¿Dónde está ese hombre tuyo?
—Aquí estoy— Alex avanzó hacia ellos.
—Ya era hora— el rey gruñó y se unió al grupo.
Alex le dio a Allegra un beso fugaz en la mejilla, pero ella sabía que era solo una actuación.
—¿Dónde estabas?
Alex frunció el ceño. Nunca había tenido que dar explicaciones y no iba a empezar a hacerlo en ese instante. Aquel no era el mejor sitio para decirle a la mujer con la que se iba a casar al día siguiente que había estado con su ex prometida. Y menos en el estado de fragilidad en el que se encontraba. Se dio cuenta de que estaba temblando y tampoco le gustaron los demás cambios. El flequillo había desaparecido tras las orejas y las clavículas le asomaban en el pecho. Odiaba lo que su familia había hecho, lo que él había permitido que hicieran.
—Tenía que resolver unas cosas. Vamos— la tomó del codo y ocuparon su posición en el altar para el ensayo.
La sentía temblar por los nervios. No tendría que haberla dejado sola. Pensó que le hacía un favor dándole un respiro antes de verse obligados a una unión que ella no deseaba, pero la había dejado expuesta.
—¿Qué cosas?— preguntó Allegra.
Alex percibió el tono hostil y deseó recuperarla, quería que volviera Allegra Jackson.
—En este momento os tomáis de la mano— dijo el sacerdote.
—¿Qué cosas?— volvió a preguntar.
—No es asunto tuyo.
¿Qué sentido tenía desafiarle? ¿Así iba a ser su vida, esperando entre las sombras, tumbada en la cama y preguntándose dónde estaría? Quería mucho a su hermana Izzy, pero también se quería a sí misma.
Tenía que quererse más. No podía hacer aquello.
—Entonces sonará un cántico— continuó el sacerdote.
—No— murmuró ella en voz baja. Tan baja que nadie la oyó, así que lo repitió—. No.
Se detuvieron las voces y Allegra miró a su prometido, aspiró el aroma de aquel perfume que no era el suyo y cuando volvió a hablar lo hizo con voz firme.
—No puedo casarme contigo.
Abandonó la iglesia a toda prisa, se metió en un coche y le suplicó al chofer que se pusiera en marcha.
—Son los nervios— Bobby sonrió para tranquilizar a todo el mundo.
—Los nervios— repitió el rey.
—No estoy tan segura— Angela había visto el dolor reflejado en el rostro de su hermana cuando salió corriendo de la iglesia. Miró a Izzy—. ¿Voy a hablar con ella?
—Iré yo— se ofreció Bobby.
—Tal vez sea mejor que vaya una mujer— intervino Chantelle. Lo último que quería era que Allegra cancelara la boda. Se había comprado un vestido y le gustaba estar relacionada con alguien que perteneciera a la realeza—. ¿Julie?
Pero Alex ya había salido de la iglesia.