• Trece

 

—¿Dónde está todo el mundo?

Cuando Belinda le dejó en la puerta, Alex entró en el palacio vacío la víspera de su boda.

Esperaba un hervidero de actividad, que Allegra fingiera alegrarse de verle. Pero el comité de bienvenida se limitó a su padre del peor humor posible.

—Ojalá lo supiera. Tu prometida salió ayer del hotel para estar con su familia.

—Hablé con ella ayer— aseguró Alex—. Me dijo que se iba a reunir con ellos hoy después del ensayo.

—Pues sus hermanas aparecieron sin avisar, y también esa espantosa mujer que tiene un puesto en el mercado.

—¿Chantelle?

—No necesito saber su nombre. El caso es que se llevaron a Allegra. La verás en el ensayo.

Alex frunció el ceño. Lo cierto era que tenía ganas de verla, estar con ella un par de horas y comprobar cómo se encontraba.

—¿Qué tal está?

El rey se encogió de hombros.

—Creo que tiene síndrome premenstrual permanente. La otra noche se echó a llorar porque su padre no puede llegar hasta última hora de la tarde —el rey se rio, burlón—. Está participando en un concurso de televisión en directo. Creo que se supone que debemos estar impresionados. Ah —el rey no había terminado de airear sus frustraciones—. Tu ex prometida está embarazada. El bebé nacerá dentro de unos meses. Desde luego, escogiste el caballo equivocado. Ahora podríamos tener un heredero en camino en lugar de una caravana de gitanos acampando en Santina.

—Eso es lo único que te importa, ¿verdad? —Alex miró a su padre y sintió que le veía por primera vez—. ¿Sabes qué? Estaba un poco preocupado porque mamá bebe mucho —se sirvió él mismo una copa—. Ahora admiro su contención. Hay que estar sedado para escucharte a ti.

Pero el rey no le estaba escuchando.

—¿Dónde está?— preguntó mientras el lacayo servía el té de la tarde.

Alex estaba allí sentado mientras un ayudante hablaba de los invitados a la boda y de los dignatarios que acudirían.

—Has dicho que estaba en el hotel.

—Me refería a tu madre. ¿Dónde está?— preguntó otra vez—. Esta tarde es el ensayo de la boda y ya han empezado a llegar invitados.

—Ha pedido un coche— contestó el lacayo. Pero no tuvo que dar más explicaciones porque la reina llegó en aquel instante.

—¿Dónde estabas?

—He ido a Santina— tenías las mejillas sonrojadas—. Me he arreglado el pelo en la peluquería.

El rey la miró como si estuviera hablando en otro idioma.

—Y Allegra tenía razón, el dueño cerró el establecimiento y pasé un rato maravilloso con las otras clientes. Ellas también se estaban peinando para la boda. Van a celebrar una fiesta en la calle— Zoe miró al rey—. ¿Te gusta mi pelo?

Ahora estaba de un rubio rosado en lugar de gris, pero el rey decidió no fijarse. No quería hacerlo porque no le gustaban los cambios. Aquellas salidas eran cada vez más frecuentes y no le gustaban lo más mínimo.

—Toma un poco de té.

—Preferiría un brandy— le dijo a una doncella—. Y dos pastillas para el dolor de cabeza, por favor.

—Es por la gente— afirmó el rey—. Todo ese ruido te ha levantado dolor de cabeza. Toma un poco de té.

—No quiero té.

Alex prefirió no escucharles. Frunció el ceño cuando Belinda entró en la sala con una noticia que tampoco quería oír.

—Bobby Jackson está hablando con la prensa.

—¡Tomaste el té con él!— dijo el rey mientras se dirigían a la sala de televisión.

Alex se quedó en la parte de atrás viendo a Bobby en el aeropuerto de Heathrow con un montón de micrófonos en la cara y rodeado por una multitud.

—El pueblo le quiere— dijo la reina.

—No es el pueblo— la corrigió el rey—. Son admiradores.

Y Alex cerró los ojos, porque él no quería ser como su padre. Sabía que en ocasiones se le parecía y no quería que volviera a suceder, sobre todo en lo que a Allegra se refería. Bobby Jackson estaba dando su opinión sobre la selección de fútbol, pero por supuesto, las preguntas se hicieron luego más personales.

—¿Va a pronunciar un discurso en la boda de su hija?

—Sin comentarios— Bobby sonrió con tristeza y se dispuso a marcharse.

—Pero la avergonzó mucho en el anuncio de compromiso— insistió el reportero—. Bebió usted demasiado y dijo que se había buscado un buen partido.

Alex vio cómo Bobby tensaba los hombros y se marchaba. Pero como era un hombre orgulloso, dos segundos después se dio la vuelta.

—Si hubiera podido terminar mi discurso, habría dicho que el príncipe Alessandro también se había llevado un buen partido. Allegra es una joven maravillosa, ha sido el pilar de esta familia— se le quebró un poco la voz—. Son muy afortunados de tenerla. Ellos también se llevan un buen partido.

Alex se quedó allí de pie y deseó con todas sus fuerzas ver a Allegra.

—Qué vulgar— gruñó el rey—. Ahí va, en busca de su harén. No entiendo cómo esas mujeres…

—Yo mataría por ser Chantelle o Julie.

Justo cuando menos lo necesitaba, cuando por primera vez en su vida quería examinar sus propios sentimientos, tenía otra crisis a la que enfrentarse. La reina, su madre, liberó tres décadas de furia contenida delante de la doncella y el lacayo y estalló.

—Al menos divide su atención entre las dos. Yo tengo un hombre solo para mí y solo consigo que me ignore. Bobby Jackson es encantador, y sí, también muy sexy. Y a pesar de todos sus errores, al menos sabe cómo tratar a una mujer.

—Se calmará en seguida— dijo el rey cuando Zoe salió de la habitación. Chasqueó los dedos para que le sirvieran más té pero cambió de opinión—. Mejor tomaré un brandy.

Alex observó a aquel viejo orgulloso y estúpido y juró que nunca sería como él. Nunca pensó que le daría a su padre un consejo matrimonial, pero el palacio había cambiado mucho desde la llegada de los Jackson.

Había sentimientos, peleas y explosiones, y Alex se dio cuenta de que no cambiaría aquello por nada en el mundo.

—Si yo fuera tú, papá, pediría dos copas y subiría la botella al dormitorio.

—Tu madre se recuperará en seguida.

—Y tal vez— continuó Alex—, podrías comentarle algo sobre el pelo. Y esta noche, cuando los invitados se hayan marchado y os hayáis retirado a descansar, te sugiero que leas esto.

No se sintió culpable al darle el trabajo de Allegra. Belinda, siempre tan eficiente, había mandado hacer dos encuadernaciones distintas para que Allegra escogiera una.

—¿Qué es esto?

—Es la auténtica historia de Bobby Jackson. Describe a un hombre que sabe perdonar. Habla de amor, orgullo y devoción por la familia. Demuestra que debe estar haciendo algo bien aunque haya gente que no le dé su aprobación— Alex miró a su padre—. No hay más que ver a los hijos que ha criado. Pero por el momento te sugiero que vayas a pedirle perdón a tu mujer. Y si no eres capaz de hacerlo, al menos habla con ella.

Alex observó cómo tras un doloroso momento de deliberación su padre se levantaba de la silla y le hacía un gesto al lacayo, que le entregó la botella. Parecía que iba directo a galeras cuando subió la escalera. Alex no quería aquello para Allegra como tampoco lo había deseado para Anna.

Sintió un nudo en el estómago que le quemó. Se giró hacia el lacayo y luego cambió de opinión. Fue al despacho y le dijo a Belinda:

—Quiero que me preparen un coche.