- Tres
—¡Allegra!
Allegra se despertó al escuchar el teléfono y no tuvo tiempo de organizar sus pensamientos antes de responder.
—Allegra, soy yo, Angela. ¿Qué está pasando?
—Espera un momento— le pidió ella—. Me está entrando otra llamada —miró la pantalla y vio que era su hermano Leo. En ese instante se vio el anillo en el dedo y escuchó el telefonillo.
Oh, Dios.
—Angela— no podía explicárselo a su hermanastra en aquel momento. Sí, estaban unidas y hablaban de muchas cosas, pero aquella no era una situación normal—, están tocando a la puerta. Luego te llamo.
Cuando colgó el teléfono, este volvió a sonar inmediatamente. Esa vez era su padre. No respondió.
Y trató de ignorar el telefonillo unos segundos más para ordenar sus pensamientos. Le sentaría muy bien tomarse un café, pero quien estuviera llamando tenía el dedo pegado al timbre, porque este no dejaba de sonar. Los niños a veces llamaban para divertirse, así que apretó el botón para ver la imagen de la cámara… y vio la cara de Alex, pálido y sin afeitar.
Y no parecía muy contento.
Le devolvería el anillo, decidió Allegra. Era un juego estúpido que se le había ido de las manos.
—Te abro.
Luego se puso la bata y se giró hacia la cocina, pero entonces oyó que subía a toda velocidad las escaleras y se dirigió a la puerta para recibirlo.
Tenía un aspecto bello y espantoso al mismo tiempo. La piel aceitunada se le había vuelto gris, tenía los ojos inyectados en sangre y llevaba el mismo traje del día anterior.
—Café— Allegra apenas podía soportar mirarle. Se sentía muy avergonzada, así que se giró y se dirigió hacia la cocina—. Antes de que digamos nada necesito un café… y a juzgar por tu cara, tú también.
El teléfono no dejaba de sonar. Incapaz de responder, lo apagó y echó una cucharada de café instantáneo en cada taza.
—Te devolveré el anillo.
—Oh, no, no lo hagas —había algo en su voz que sonaba a advertencia, casi como si estuviera enfadado—. No puedes rajarte ahora —Alex alzó un periódico—. Doy por hecho que no has leído los periódicos ni has visto las noticias.
Allegra se quedó de piedra al ver la foto. Eran Alex y ella. Él le sostenía con ternura la mano mientras examinaban el anillo, el mismo que en ese instante parecía quemarle en el dedo.
—Al menos no nos hicieron la foto unos instantes más tarde— Allegra trató de mantener la calma y mostrarse positiva—, cuando nos besamos.
—Que yo bese a una chica no es noticia— dijo Alex—. Pero que el príncipe heredero de Santina le haya comprado un anillo a una mujer…
—Ha sido un error— afirmó Allegra—. Diremos que somos amigos y que solo te estaba enseñando…
—Acabo de hablar con Anna.
Alex decidió no entrar en detalles. Había sido una conversación extremadamente difícil y no quería pensar en ello, ni mucho menos compartirlo. Cuando ella le preguntó cómo estaba Anna, Alex sacudió la cabeza.
—No creo que agradezca tu preocupación.
Sus palabras fueron como una bofetada para Allegra. Las consecuencias del único día en su vida en que se había mostrado temeraria empezaban a revelarse.
—También he hablado con mis padres.
—¿Se han enterado?
—Fueron ellos quienes me avisaron— aseguró Alex—. Tenemos colaboradores que revisan la prensa constantemente. Estoy esperando a que me llamen de palacio. ¿Qué vamos a decir?
Allegra no podía pensar, la cabeza le daba vueltas y la presencia de Alex no resultaba precisamente tranquilizadora. No era solo la tensión de aquella situación imposible, sino la presencia de Alex en su cocina, el recuerdo del beso… Ese beso habría sido suficiente para mantenerle la cabeza ocupada durante días, pero tener que lidiar además con aquello… El telefonillo volvió a sonar y Alex la siguió cuando fue a abrir.
—Es mi padre— en cierto modo se sintió aliviada al verle—. Él sabrá lo que hay que hacer.
—Creí que odiabas los escándalos.
—Nos limitaremos a decir que…
—Creo que no lo has entendido— Alex volvió a interrumpirla.
Ya no quedaba ni rastro del hombre que había conocido el día anterior. En esos momentos no se enfrentaba al hombre, sino al poder del príncipe heredero Alessandro Santina.
—No cabe la posibilidad de que no sigas adelante con lo que pactamos.
—No puedes obligarme— Allegra soltó una risa nerviosa—. Los dos sabemos que lo de ayer fue un error —escuchó el timbre de la puerta.
Iba a abrir, pero la mano de Alex le agarró la muñeca. Ella le dirigió la misma mirada que el día anterior, una mirada que debía servirle de advertencia, pero esa vez no funcionó.
—Accediste a esto, Allegra. El dinero está en tu cuenta —Alex miró el periódico—. Por supuesto, podemos contar la verdad —se encogió de hombros—. Estoy seguro de que tienen fotos de después.
—Solo fue un beso…
—Un beso muy caro— afirmó Alex—. Me preguntó qué dirían los periódicos si averiguaran que ayer compré tus servicios.
—Tú no harías algo así— Allegra se imaginó los espantosos titulares.
—Claro que lo haría— dijo él con voz dulce pero firme—. Es demasiado tarde para que te eches atrás —Alex suspiró. Aquella era la única salida digna para los dos. Que Allegra lo revelara todo avergonzaría aún más a Anna. Hacer público que había pagado para no casarse con ella resultaba impensable.
Allegra escuchó a su padre subiendo las escaleras a toda prisa. Estaba más en forma que la mayoría de los hombres de su edad.
—¿Qué diablos está pasando, Allegra?— Bobby bajó la voz al darse cuenta de que su hija tenía compañía.
Ella quería correr a su lado, contarle toda la historia. Pero fue Alex quien se acercó a Bobby.
—Señor Jackson, lamento que haya tenido que enterarse de esta forma.
—Entonces ¿es verdad?— preguntó Bobby con expresión de incredulidad.
Al parecer, le resultaba imposible creer que su hija la seria estuviera prometida a un príncipe. Allegra se sintió en cierto modo herida. Notó cómo Alex le pasaba el brazo por la cintura.
—Pensábamos ir esta tarde a verle— se explicó Alex—. Iba a pedirle formalmente la mano de su hija.
Allegra vio que su padre abría los ojos de par en par. Bobby estaba sorprendido ante tanta formalidad, pero se libró de responder porque sonó el teléfono de Alex y este se excusó para atender la llamada.
—Vaya— Bobby compuso una mueca—. No es tu tipo…
—No —afirmó ella—. De hecho no le interesa nada el fútbol —murmuró con tensión. Muchas veces había descubierto que sus parejas estaban más interesadas en impresionar a su padre que a ella—. Mira —tragó saliva—, queríamos tomarnos las cosas con más calma, pero todo se ha precipitado…
—Eso es lo que pasa cuando la prensa mete las narices.
—Sé que resulta algo inesperado, papá— continuó Allegra—. Lo siento.
—¿Lo sientes?— Bobby se rio—. ¿Por qué diablos ibas a sentirlo? Parece un poco estirado, pero… —no terminó la frase porque Alex volvió a entrar.
—He hablado con palacio, señor Jackson— tomó la mano de Allegra mientras se dirigía a su padre—. Dado que la noticia ya ha saltado, creen que deberíamos anunciarlo formalmente. Se celebrará una fiesta de anuncio de compromiso lo más rápidamente posible.
—Una fiesta…— Allegra sintió que Alex le apretaba la mano con más fuerza.
Quería gritar que no, parar el asunto allí mismo. Alex no tenía ni idea de lo que estaba sugiriendo, no conocía a su familia.
—¡Una fiesta!— a Bobby se le iluminó la cara.
Allegra se giró hacia Alex con ojos suplicantes.
—Tal vez deberíamos hacer algo discreto.
—Tonterías— fue Bobby quien respondió—. ¿Por qué no vamos a celebrarlo a lo grande, Allegra? Tengo muchos contactos. Podemos encontrar un lugar donde…
—En Santina— le interrumpió Alex—. Por supuesto, nos encantará que su familia se reúna en Santina con nosotros para celebrar nuestro compromiso.