El ingenio en la historia y en la literatura (IV)
La vida se ha de tomar con amor y con humor. Con amor para comprenderla y con humor para soportarla. Éste es el lema que he seguido desde mi madurez y que recomiendo a mis lectores.
Pero el tema de la vida es, después del de Dios, el que más tinta ha empleado; los hombres podrán ser buenos, malos, inteligentes, tontos, simpáticos, antipáticos, pobres o ricos, pero el problema de la vida en sí es igual para todos. Se podrá vivir mejor o peor, pero se vive y el gran problema es cómo y para qué. La vida mortal es como el viento: un gemido, un suspiro, un sollozo, una tempestad, una lucha. Así la define el autor inglés Arnold y el célebre Chejov afirmaba que cuando no se tiene una verdadera vida se la reemplaza por espejismos. No hay nada más complicado que vivir simplemente la vida.
Confucio dice que aquel que no sabe lo que es la vida, ¿cómo sabrá lo que es la muerte? Y la vida nos da lo que esperamos, pero de otra forma y a contrapié.
Italo Svevo dice que la vida se parece a la enfermedad porque procede por crisis y desgaste progresivo y como ella tiene también sus mejoras y sus agravaciones cotidianas. Pero, a diferencia de las otras enfermedades, la vida es siempre mortal y Baudelaire decía que la vida es un hospital en el que cada enfermo quisiera cambiar de cama.
Vivir es como amar: la razón está en contra y el instinto está a favor, y es que uno se cansa de todo y de todos, incluso de sí mismo, pero siempre nos quejamos de la brevedad de la vida.
Tal vez la vida no vale la pena de ser vivida, pero yo valgo la pena de vivir, y aunque todo el mundo piensa sobre la vida y todos los escritores hablan de ella, Oscar Wilde decía que la vida es una cosa demasiado importante para hablar de ella en serio, lo que un humorista inglés recalcaba diciendo: «No toméis la vida demasiado en serio, no saldréis vivo de ella».
Se predica sobre la nulidad de la vida y al lado de quien lo hace otro resaltará la importancia de ella. Quizá tienen razón los dos y, modificando levemente una frase de Paul Bourget, diremos que la vida se parece a un libro humorístico encuadernado con una tragedia de Shakespeare. Afortunadamente hay cien páginas de farsa para cada página de drama.
Conocidos son los versos de Calderón:
¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños sueños son.
Carlyle tiene dos frases que vale la pena recoger; una dice que la vida es un espectro que se mueve en un mundo de espectros y la otra pertenece a una carta que dirigió a uno de sus amigos y que resume bien su pensamiento: «Debo vivir, señor», dicen muchos. A lo que respondo: «No, no es necesario».
La mejor filosofía respecto al mundo es unir el sarcasmo de la alegría con la indulgencia del desprecio, y a dos cosas es necesario habituarse so pena de encontrar la vida insoportable: son las injurias del tiempo y la injusticia de los hombres. Son dos frases de Chamfort.
Me gusta la vida en las grandes ciudades; en los pueblos pequeños eres conocido y no conoces, en las ciudades en cambio conoces y no eres conocido.
Mitad de la vida la constituyen los deseos, la otra mitad las insatisfacciones; pero Dostoievski afirma que el secreto de la existencia humana no está solamente en el vivir sino en saber por qué cosa se vive; y el mismo autor, en su maravillosa novela Los hermanos Karamázov, dice que la vida es un paraíso, pero los hombres no lo saben y no se preocupan en saberlo.
En su Diálogo de los muertos Fénelon escribe una reflexión que me hace pensar: «Quizá toda la vida no es más que un sueño continuo y el sentimiento de la muerte será un despertar imprevisto».
La vida, como un vino precioso, debe ser saboreada sorbo a sorbo con oportunas interrupciones. Incluso el mejor vino pierde todo atractivo y no se puede apreciar si va mezclado con agua, y Fichte nos revela un secreto: «Revélame lo que tú verdaderamente amas, lo que con toda rabia esperas encontrar, y me habrás descrito tu vida. Tú vives de lo que amas».
Anatole France dice que la vida humana tiene dos polos: el hambre y el amor, y Federico el Grande pensaba que no hemos de medir la vida del hombre por su más larga o más breve duración sino por el uso que se ha hecho del tiempo de su existencia.
Es conocida la frase, creo que de Víctor Hugo, «Si la juventud supiese, si la vejez pudiese». Es una vieja costumbre la que incita a los ancianos a dar consejos y a los jóvenes a no seguirlos, y los dos tienen razón. No sé quién dijo que la suma de fracasos es la que forma la experiencia; pero como melancólicamente afirmaba Santiago Rusiñol, la experiencia es como los jugadores de ruleta que saben todos los números que han salido y no saben los que saldrán.
Un escritor inglés hizo inscribir sobre su tumba la siguiente frase:
«La vida es una broma y todo lo prueba; lo creí así mientras vivía y ahora lo sé ciertamente».
Cada día tiene su afán, dice la Biblia, pero si el hombre a su pena de hoy no añadiese siempre su pena de ayer y su pena de mañana, la vida sería mucho más soportable. Se ha de pensar que no se debe pensar en el mañana con afán, cada día que pasa lo debes considerar como una ganancia que se te da.
Cierto día le pidieron al escritor español Hartzenbusch que escribiese un pensamiento en el álbum de una señorita y escribió:
Hoja, que llevas mi nombre, tú me sobrevivirás.
¿Qué es, ¡ay!, la vida del hombre, cuando un papel dura más?
He aquí tres frases, la primera de Heine y las otras dos de Wendell:
«La vida es una enfermedad, todo el mundo un hospital y la muerte nuestro médico».
«La vida es una enfermedad fatal y extraordinariamente contagiosa».
«La vida es un gran haz de pequeñas cosas».
Víctor Hugo decía que toda la vida es un secreto, es una especie de paréntesis enigmático entre el nacimiento y la agonía, entre el ojo que se abre y el ojo que se cierra, y Joubert decía que toda la vida la empleamos ocupándonos de los demás, media vida para amarlos, otra media para decir mal de ellos. He aquí tres frases del inevitable La Bruyère:
«Si la vida es miserable es penoso soportarla, si es feliz es un gran dolor dejarla; una cosa equivale a la otra».
«La vida es corta y fastidiosa, se pasa toda la vida deseando y siempre dejamos para el mañana su reposo y sus alegrías».
«Para el hombre no hay más que tres acontecimientos: nacer, vivir y morir; pero no se da cuenta al nacer, sufre al morir y se olvida de vivir».
Leonardo da Vinci dice que quien no ama la vida no la merece, y que como un día bien empleado da un tranquilo dormir, así una vida bien usada da un tranquilo morir.
El autor de Los últimos días de Pompeya decía que la vida difería de un drama en que no tiene argumento, todo es vago, incierto, inconexo hasta que no cae el telón y el misterio continúa siendo misterio.
Recuérdense los versos de Jorge Manrique:
Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir.
Y Napoleón, por su parte, afirmaba en Santa Elena que la vida es un ligero sueño que se disipa.
Por su parte Milton, en su Paraíso perdido, afirma que no se debe amar la vida ni odiarla sino que aquella que vives, vívela bien y deja al cielo que te la haga larga o breve.
Por su parte Montaigne escribe que es el miedo de morir y no el deseo de vivir lo que, locos de nosotros, nos tiene unidos a nuestro cuerpo.
La vida nos parece verdaderamente fácil sólo cuando se trata de la de los otros, y Novalis afirma que la vida no debe ser una novela que se nos impone sino una novela inventada por nosotros mismos; y un autor alemán recuerda que la vida empieza sólo el día en que se ama. Desde aquel día deben contarse todos los recuerdos.
Pensar lo que es verdadero, sentir lo que es hermoso y querer lo que es bueno, esto es lo que siente el espíritu como fin de una vida razonable.
Cuenta un filósofo chino que una vez soñó que era una mariposa y cuando despertó no pudo decir si él era un hombre que soñaba ser mariposa o una mariposa que soñaba ser hombre. Y, semejante a él, Edgar Allan Poe decía que todo lo que vemos o parecemos no es más que un sueño dentro de un sueño.
«Sin sonrisas llega el hombre, sin sonrisas se va, fue feliz sólo tres fugaces minutos», es la reflexión de J. Paul Richter, que añade: «Desprecia la vida si quieres disfrutarla». Un autor francés afirma que en la vida no hay más que dos caminos que seguir: o venderse o darse.
Se pasa la vida en desear lo que no se tiene todavía y en lamentar lo que ya no se tiene.
No se vive más que una sola vez y grande es el número de los que en el mundo no viven ni siquiera una vez.
Célebres son las frases de Shakespeare en su Macbeth: «¡Fuera, fuera, breve vela! La vida no es más que una sombra ambulante, la figura de un pobre actor que se agita en su momento sobre la escena. Y después ya no se oye nada. Es un cuento narrado por un idiota lleno de rumor y de furia y que no significa nada».
Un autor clásico indio dice que saber soportar la vida es el verdadero heroísmo, y otro indio, Rabindranath Tagore, afirma que la vida no es más que la continua maravilla de existir.
No hay duda que la brevedad de la vida iguala a los hombres, pues no permite a los pillos ser más que los otros.
La vida es un sueño en el eterno sueño de la muerte, y uniendo muerte y vida no se pueden olvidar los versos de santa Teresa de Jesús:
Vivo sin vivir en mi y tan alta vida espero que muero porque no muero.