Más sobre vestuario femenino

Al fin y al cabo mujer la condesa D'Aulnoy fija su interés en especial en el atuendo femenino, que le llama mucho la atención por ser tan diferente al usado en su país.

«Insisto en el traje de las señoras, cuya referencia interrumpí varias veces con digresiones relativas a cosas que de pronto recordaba. Diré que alrededor del cuello se ponen una puntilla de hilo bordada con seda roja o verde, con oro y plata. Llevan cinturones construidos con medallas y relicarios, y, además, el cordón de alguna Orden religiosa, ya de San Francisco, ya del Carmen, etc., etc. Esos cordones, de lana blanca, negra o marrón, cuelgan desde la cintura, por delante del vestido, hasta la orilla inferior, y tienen varios nudos, en cada uno de los cuales muchas veces ponen un botón de pedrería. Impone tales cordones el cumplimiento de algún voto hecho al santo; pero, con frecuencia, ¿cuál es el motivo del voto?

»Aquí las damas tienen abundante y hermosísima pedrería, y no llevan una sola joya, como las francesas, sino nueve o diez, unas de diamantes, otras de rubíes, perlas, esmeraldas y turquesas, muy mal montadas, porque aparecen casi totalmente cubiertas de oro. Al preguntarles yo el motivo de cubrirlas así, me dijeron que se construían de tal manera las alhajas por ser el oro tan bello como las piedras preciosas; pero supongo que la verdadera causa de que se oculten los tamaños de las piedras bajo una capa de metal habría que buscarla en el atraso de los artífices, que no saben trabajar mejor, si exceptuamos a Verbec, el cual haría joyas muy bellas si quisiera concluir cuidadosamente sus trabajos.

»Las damas llevan prendidos en el cuello del corpiño alfileres muy bien adornados con pedrería, y pendiente del alfiler, sujetando su extremo inferior en un costado, una cadena de perlas o diamantes. No usan collares, pero adornan sus muñecas con brazaletes, sus dedos con sortijas y cuelgan de sus orejas largos pendientes excesivamente pesados. No sé cómo pueden sufrirlos. En estas joyas lucen todo lo que les parece bello. He visto a algunas damas que llevaban colgados de sus aderezos relojes bastante grandes, cadenas de piedras preciosas y hasta llaves de Inglaterra primorosamente labradas y campanillas. Llevan también Agnus Dei y pequeñas imágenes pendientes del cuello y de los brazos; y sobre la cabeza, peinada de distintos modos y siempre descubierta, muchas horquillas rematadas con moscas de diamantes o mariposas de rubíes y esmeraldas. Se abren raya; distribuyen el pelo en dos partes a un lado de la cabeza, y echan la mayor parte al otro lado, extendiéndolo sobre la frente, de tal modo que forman una superficie brillante como un espejo. Otras veces se adornan con una trenza postiza y dejan su cuello caído sobre los hombros. Generalmente se hacen cinco trencitas, a cada una de las cuales anudan una cinta o una rastra de perlas y las unen por sus extremos a la espalda; en verano, mientras las damas permanecen en sus habitaciones, se cubren con un tafetán de color adornado con puntillas de hilo. No usan cofia ni de día ni de noche; algunas adornan su cabeza con plumas, como los niños. Esas plumas son muy finas y jaspeadas de distintos colores, y constituyen un bonito adorno, que sería muy grato poder usar en Francia.

»Las solteras y las recién casadas llevan hermosísimos trajes, y sus corpiños, de color, están bordados con oro».