ENSALADILLA

El Odeón. Varios teatros y cines del mundo entero llevan este nombre, que como el de Capitolio o Capítol tienen un origen clásico. Odeón es una palabra griega que significa canto. En un principio el Odeón servía para ensayar los músicos y divertir al público cantando odas e igualmente para concursos musicales en los que la votación popular decidía el ganador. También se enseñaban en el Odeón las piezas dramáticas antes de representarlas en el gran teatro. No se olvide que el recitado griego incluía en muchas de sus partes lo que hoy llamaríamos música de fondo y que el coro salmodiaba sus intervenciones.

El primer edificio al que se le dio el nombre de Odeón fue uno circular que había en el Cerámico de Atenas, al lado del teatro de Baco, edificado por Pericles. Al parecer estaba recubierto por velas de barco sostenidas por mástiles, lo que le debía semejar a una carpa de circo. Este edificio fue incendiado y destruido durante la guerra contra Mitrídates por los mismos atenientes, temerosos de que el material sirviese para atacar la Acrópolis o ciudadela de Atenas. Más adelante fue reedificado.

En Roma se edificaron por los emperadores Domiciano y Adriano sendos teatros que se llamaron también Odeón y eran una especie de salas de espectáculo secundario. En algunos momentos de la Edad Media se llamó Odeón a los pulpitos que la Iglesia señaló a los cantos sagrados.

EL TRAJE DE LA VIRGEN DE LOS DOLORES. Varias veces me han preguntado por qué las imágenes de la Virgen de los Dolores, de la Soledad o de las Angustias van vestidas de monja. En realidad no llevan traje monjil, sino el que correspondía a las damas castellanas viudas del siglo XVI. El origen es el siguiente: la reina Isabel, tercera esposa de Felipe II, trajo de Francia a Madrid una tabla que representaba a Nuestra Señora de las Angustias y dispuso que se labrase a su imitación otra imagen de culto, o mejor dicho, la cabeza y manos solamente. Este trabajo se encargó a Gaspar de Becerra, célebre escultor, pintor y arquitecto, condiscípulo de Juan Bautista de Toledo, autor de la planta de El Escorial. Según la tradición, Becerra labró en ciertas misteriosas circunstancias la cabeza de un tronco de roble, quemado en parte. De esta quemadura se conserva todavía una señal que a propósito dejó el artífice en lo alto de la cabeza. Como sólo se habían esculpido la cabeza y las manos, era cuestión de vestir la imagen, y la condesa viuda de Ureña, camarera mayor de la reina, se empeñó en que se la vistiera del traje de viuda con manto y tocas que era el que ella llevaba, y el primer vestido que se le puso fue uno que la condesa regaló.

La costumbre de poner o figurar un corazón delante del pecho de María atravesado por siete espadas data también del siglo XVI, en que dominaba el gusto de los emblemas y divisas.

LOS CLIENTES. Dice el diccionario que cliente es «la persona que está bajo la protección o tutela ajena y también se dice, respecto del que ejerce una profesión, persona que utiliza sus servicios». Esta última acepción es la más corriente hoy en día, pero la primera es la original. Es nombre de origen latino y se debe a la división que había en Roma entre los patricios y los plebeyos. Los primeros tienen su origen en Rómulo, que separó los ciudadanos pobres de los distinguidos por sus riquezas y dio a estos últimos el nombre de paires, nombre que tomaron también los senadores. Los descendientes se llamaron patricios y formaron la nobleza romana; los paires majorum eran los descendientes de los senadores nombrados por Rómulo; en un principio eran catorce. Otros treinta y ocho eran los paires minorum, descendientes de los senadores nombrados por Tarquino. Para unir los lazos de los patricios con los plebeyos se obligó a los primeros a servir de protectores de los segundos, que tenían libertad de escoger su protector. Los protegidos se llamaban clientes, y los protectores, patrones. Poco a poco se fue extendiendo los dos nombres a todos aquellos que podían proteger a otros, y así personajes que no eran de la nobleza, pero que eran ricos, tenían sus clientes, que cada mañana iban a pedirles sea dinero, sea comida, sea una recomendación o cualquier otro favor.

Hoy en día las cosas han variado mucho. Por una parte, el cliente exige al vendedor que se convierte así en servidor y no en protector. Por otra parte, los que hemos vivido los tiempos difíciles de la guerra y la posguerra recordamos aquellos momentos en que los clientes se humillaban ante quien les podía proporcionar comida u otra mercancía necesaria, como antiguamente los clientes romanos se humillaban ante su protector que frecuentemente abusaba de su prepotencia. Se ve que en los momentos difíciles la máscara de la civilización cae y volvemos a los tiempos primitivos.